Mateo 6:9-10 Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu Nombre.
Venga tu Reino. Sea hecha tu voluntad, como
en el cielo, así también en la tierra. (La
Biblia de Casiodoro de Reina 1569)
La frase "Padre
nuestro que estás en los cielos" indica que Dios no solo es majestuoso y
santo, sino también personal y amoroso. El primer renglón de esta oración
modelo es una declaración de alabanza y dedicación a honrar el nombre santo de
Dios. Honramos el nombre de Dios al usarlo con respeto. Si usamos el nombre de
Dios ligeramente, no tomamos en cuenta la santidad de Dios.
Mateo_6:9-13; Lucas_11:1-4 En
estos textos Jesús nos enseña cómo orar. No era su propósito revelar una
oración que debería ser memorizada y rezada (recitada) repetidas veces. (Más
bien esto es lo que estaba condenando). Esta verdad es obvia cuando se
considera que estos dos textos ni siquiera son iguales; hubiera sido idéntica
la oración en los dos textos si Jesús la hubiera entregado para ser rezada. La
iglesia del primer siglo no rezaba el "Padre Nuestro".
Bien
se podría decir que la palabra Padre aplicada a Dios es un resumen breve
de la fe cristiana. El gran valor de esta palabra Padre está en que
establece todas las relaciones de esta vida. Los misioneros nos dicen que uno
de los más grandes desahogos que el Cristianismo trae a la mente y al corazón
paganos es la certeza de que hay un solo Dios. Los paganos creen que hay
innumerables dioses, que cada corriente o río, árbol o valle, colina o bosque,
y todas las fuerzas de la naturaleza tienen su propio dios. El pagano vive en
un mundo infestado de dioses. Todavía más: Todos estos dioses son celosos y
tacaños y hostiles. Hay que aplacarlos, y uno no puede nunca estar seguro de no
haber omitido nada del honor debido a alguno de ellos. La consecuencia es que
el pagano vive en terror de los dioses; está «asediado y no ayudado por su
religión."
Si creemos que Dios es Padre, esto
establece nuestra relación con nuestros semejantes. Si Dios es Padre, es el
Padre de todos los seres humanos. La Oración Dominical no nos enseña a decir Mi
Padre; nos enseña a decir Padre nuestro. Es muy significativo el
hecho de que en la Oración Dominical no aparecen las palabras yo, mi, y mío; es
verdad decir que Jesús vino para quitar esas palabras de nuestra vida y poner
en su lugar nosotros, y nuestro. Dios no es la posesión exclusiva de
ninguna persona. La misma frase Padre nuestro implica la eliminación
del yo. La paternidad de Dios es la única base para la fraternidad humana.
Los
discípulos querían orar correctamente, y Jesús les dice, "Oraréis
así". Dice que debemos orar "así'", y entonces nos da un ejemplo
de cómo orar correctamente. Algunos de los elementos principales de la oración
aceptable son:
Alabar y exaltar al Padre.
Pedir que se haga su
voluntad.
Pedir por su reino.
Pedir el pan de cada
día, el sostén, 1Timoteo_6:8.
Pedir el perdón.
Pedir la dirección
divina.
Desde luego, hay otros textos que nos enseñan
cómo orar: Juan_14:13; Juan_16:26 nos enseñan
que debemos orar en el nombre de Jesús; 1Timoteo_2:1-2
agrega detalles importantes; también 1Tesalonicenses_5:17,
Santiago_1:5 Aparte de
instrucciones y mandamientos, hay buenos ejemplos que seguir.
Los
paganos no podían decir, "Padre Nuestro", porque los dioses
paganos eran, según la imaginación de ellos, crueles, despóticos y caprichosos.
No había relación padre-hijo con los dioses paganos y sus adoradores. Después
de lo ya expuesto, entendemos más fácilmente lo que quiere decir en labios de
Jesús la salutación «Padre nuestro». Este es, de forma especial, su Dios, el
Dios que Jesús anuncia. Sin duda también es el Dios de Israel, el Dios «de
Abraham, de Isaac y de Jacob», pero revelado de un modo nuevo como Padre. El
padre es el origen y al mismo tiempo el protector solícito. Al padre se dirigen
la confianza filial y el profundo y humilde respeto. Es autoridad, pero nunca
sin amor. Jesús distingue del padre terreno a Dios añadiendo: Que estás en los
cielos. Es una metáfora decir que Dios mora en el cielo. ¿Dónde deberíamos
buscar este cielo en nuestro concepto del mundo? El sentido de la metáfora es
que Dios está por encima de todas las cosas terrenas, más allá de nuestro mundo
visible y ante él. El mundo no es una parte de Dios, pues Dios es un ser
completamente distinto. La proximidad filial al padre nunca pierde el profundo
respeto. Y el Dios santo, que es completamente distinto, se nos acerca de tal
modo, que le podemos llamar Padre.
Si creemos que Dios es Padre, esto
establece nuestra relación con nosotros mismos. Hay veces que uno se
desprecia y se odia a sí mismo, se reconoce como la criatura más miserable que
se arrastra por la tierra. El corazón conoce su propia, amargura, y nadie
conoce la indignidad de una persona mejor que ella misma. Si creemos que Dios
es Padre, eso establece nuestra relación con Dios. No es que eso excluya
Su santidad, majestad y poder. Eso no hace a Dios menos Dios; pero nos hace
asequibles esa santidad, y . majestad, y poder.
Antes de reverenciar a Dios tenemos que
creer, no solamente que Dios existe, sino también tenemos que saber cómo es
Dios. No se podía sentir reverencia por los dioses griegos, con sus amoríos, y
celos, y rivalidades, y odios, y adulterios, y trampas y villanías. No se
pueden reverenciar dioses caprichosos, inmorales, impuros. Pero en el Dios que
Jesucristo nos ha venido a revelar hay tres grandes cualidades. Hay santidad;
hay justicia, y hay amor. Debemos reverenciar a Dios, no sólo
porque existe, sino por ser el Dios Que sabemos que es.
Pero puede que una persona crea que hay Dios;
puede que esté intelectualmente convencida de que Dios es santo, justo y
amoroso; y puede que todavía no Le reverencie. Porque para tenerle reverencia
es menester ser conscientes permanentemente de Dios. Reverenciar a Dios
es vivir en un mundo que está lleno de Dios, una vida que sucede en Su
presencia. Esta consciencia no se limita a la iglesia, ni a los llamados
lugares santos; tiene que ser una consciencia que nos acompaña siempre y en
todas partes. El salmista lo expresa bellamente:
Señor:
Tú me has escudriñado, y me conoces. Sabes cuándo estoy en reposo, y cuándo en
acción. Comprendes mis pensamientos antes de que los tenGálatasGa. Has
escudriñado mi conducta y mi carácter, y tienes a la vista los planos de mis
planes. Aun antes de que profiera una palabra, Tú, Señor, ya sabes lo que iba a
decir. Estás presente en mi pasado y en mi futuro, y mantienes Tu mano sobre mí
en cada momento. El saber esto es demasiado maravilloso para mí; es algo
sublime, y más allá de lo que puedo comprender. ¿Adónde me podría ir para
desligarme de Tu Espíritu? ¿Adónde podría huir que no estuviera en Tu
presencia? Si subiera al Cielo, es allí donde Tú estás; y si me ocultara en el
seol, allí me encontrarías. Si tomara las alas del alba, e hiciera mi morada al
otro lado del mar, aun allí sería Tu mano la que me guiara, y Tu diestra la que
me cobijara. Si dijera: «¡Seguro que la oscuridad me esconderá!," hasta en
la noche Te sería tan visible como al mediodía; porque las tinieblas tampoco
encubren de Tu vista: y la noche Te es tan clara como el día. ¡Lo mismo Te dan
las tinieblas que la luz!
(Salmo_139:1-12 ).
Dios en la iglesia, y en el campo, y en el
hogar; Dios en el taller, y en la tienda, y en la mina; Dios entre los pucheros
y en medio del tráfico... Lo malo es que, para la mayoría, la consciencia de
Dios es algo espasmódico, con altibajos, presencias y ausencias. Reverencia
quiere decir la consciencia constante de Dios.
Isaías_64:8,
"Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que
nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros". Pero los
dioses paganos, en lugar de haber formado a sus adoradores, fueron formados por
ellos.
"Que estás en los
cielos". Esta expresión habla de la majestad y grandeza de Dios; sirve
para exaltarle. Él es el único Dios que está en los cielos. Decimos esto, pues,
para expresar gran reverencia. Desde luego, su presencia llena el universo,
como dijo Salomón, cuando dedicó el templo, "He aquí que los cielos, los
cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he
edificado?" (1Reyes_8:27). Pero la palabra
"cielos" es muy apropiada para expresar la exaltación de Dios.
¿Cómo
es santificado su nombre? Es fácil decir esto sin pensar en lo que se dice.
Al decir "Santificado sea tu nombre", pedimos que su nombre sea
adorado, reverenciado, respetado y glorificado. (Mateo_5:34-37, el nombre de Dios no es santificado si
nuestra palabra no vale o si tomamos en vano su nombre). Todavía nos falta otro
ingrediente de la reverencia. Tenemos que creer que Dios existe; tenemos que
saber qué clase de Dios es; debemos ser siempre conscientes de Dios. Pero puede
que una persona tenga todo esto, y no tenga todavía reverencia. A todo esto hay
que añadir la obediencia y la sumisión a Dios. Reverencia es conocimiento más
sumisión. Lutero preguntaba en su catecismo: " ¿Cómo es santificado el
nombre de Dios entre nosotros?» Y su respuesta era: «Cuando tanto nuestra vida
como nuestra doctrina son verdaderamente cristianas.» Es decir: cuando nuestro
convencimiento intelectual y todas nuestras acciones están perfectamente
sometidas a la voluntad de Dios.
El saber que Dios existe, el saber la clase
de Dios que es, el ser siempre consciente de Dios y el serle siempre obediente
-esa es la reverencia y lo que pedimos cuando oramos: " Santificado sea Tu
nombre.» Que Dios reciba la reverencia que merece por Su carácter y Su
naturaleza.
Su gran nombre es
glorificado por el culto que le ofrecemos: los cantos, las oraciones, la
predicación y los demás actos de culto.
Pero también es
glorificado por nuestras vidas. "Sino santificad a Dios el Señor en
vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que
hay en vosotros" (1Pedro_3:15).
Glorificamos a Dios
cuando predicamos y practicamos la enseñanza del Sermón del Monte y toda la enseñanza del Nuevo Testamento. 1Cronicas_29:11, dice David, "Tuya
es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor;
porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo,
oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos".
Mateo_3:2; Mateo_4:17, "Arrepentíos, porque el
reino de los cielos se ha acercado". Así predicaron Juan y Jesús. (
Marcos_9:1 "hay
algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto
el reino de Dios venido con poder". El reino iba a venir con poder.
Lucas_23:51, José de Arimatea, "esperaba el reino
de Dios".
Lucas_24:49,
los apóstoles recibirían poder.
Hechos_1:5-8, el
poder del Espíritu Santo. Ese poder vino el día de Pentecostés.
Por lo tanto, el reino vino el día de
Pentecostés.
¿Qué
es el reino? ¿Qué vino el día de Pentecostés? ¿Qué sucedió ese día?
Jesús ya había
ofrecido su vida en la cruz por los pecados del mundo. De esa manera El compró
su iglesia (Hechos_20:28); es decir, El pagó el
precio de nuestra redención (1Pedro_1:18) e hizo
posible la salvación, el perdón de pecados. Pedro y los apóstoles explicaron
este plan de salvación el día de Pentecostés, y tres mil almas obedecieron al
evangelio (Hechos_2:37-41).
Estas personas fueron
trasladadas al reino de Cristo (Colosenses_1:12-13).
Fueron bautizados en
un cuerpo, 1Corintios_12:13.
Jesús había dicho,
"Edificaré mi iglesia" (Mateo_16:18).
¿Qué es su iglesia? ¿Cuándo la edificó? La palabra "iglesia"
significa los "llamados", los que son llamados por el evangelio (2Tesalonicenses_2:14). Son simplemente los salvos. Los
primeros que fueron salvos por el evangelio predicado por los apóstoles fueron
los tres mil en el día de Pentecostés.
Los términos
"reino", "iglesia", "cuerpo", "rebaño",
etc. todos se refieren a la misma cosa. La palabra "reino"
significa "poder, autoridad", y también el "imperio" de
Dios, o sea, los súbditos o ciudadanos del reino. Colosenses_1:13
lo indica claramente.
Si la iglesia no es
el reino, entonces los milenarios tienen razón al
decir que el reino todavía no se ha establecido.
Pero recordemos:
El reino y la iglesia
se establecieron el mismo día.
Tienen la misma cabeza.
Tienen las mismas condiciones de entrada.
La cena del Señor
está en la iglesia y está en el reino; y todas las enseñanzas del Nuevo Testamento son
para la iglesia y también son para los ciudadanos del reino.
Si los miembros de la
iglesia no son los ciudadanos del reino, ¿quiénes son los ciudadanos del reino? Si
los miembros de la iglesia no están en el reino, ¿quiénes están en el reino?
Hay un solo cuerpo (Efesios_4:4), pero si la iglesia no es el reino, y el
reino no es la iglesia, y si el reino ya se ha establecido, entonces hay dos
cuerpos. Esta conclusión es ineludible. La implicación y consecuencia de la
enseñanza de los que dicen que la iglesia no es el reino es que en realidad hay
dos cuerpos.
2Samuel_7:12-13, el
"linaje" de David (Cristo) "edificará casa a mi nombre, y
yo afirmaré para siempre el trono de su REINO". La casa
de Dios es la iglesia (1Timoteo_3:15), pero
el profeta habló con David de su trono en su casa o reino. Además
el ángel dijo a María, "Este será grande, y será llamado Hijo del
Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre". Hechos_2:29-30, David sabía que Dios levantaría al
Cristo para que se sentase en su trono. Así dijo Pedro en su sermón el
día de Pentecostés. En ese mismo día
Jesús estaba sobre el trono de David y en ese mismo día edificó su casa, su
iglesia según la profecía de 2Samuel_7:13 y Mateo_16:18.
El
reino de Dios debe manifestarse, Dios debe ser realmente EL Señor del mundo y
debe producir y perfeccionar lo que Jesús ha empezado. El ruego está encaminado
al fin, a la última perfección del mundo después del gran juicio. La primera y
más urgente solicitud del discípulo es que Dios sea rey. Nuestro anhelo se
dirige a este objetivo. Se tiene que vivir profundamente en Dios, se tiene que
haber penetrado con la mirada a través del estado actual del mundo En toda su
grandeza y hermosura. La petición sobre el reino se refiere al tiempo presente
mediante la próxima frase. Si rogamos que la voluntad de Dios se realice en la
tierra, como ya se lleva a cabo en el cielo, luego también debe suceder algo en
nuestro tiempo. Dios mismo puede cuidar de que su voluntad sea llevada a
término y sea cumplida. Los hombres hemos de abrazar esta voluntad reclamante
que procede de Dios, y hemos de identificarla con nuestra propia voluntad. O
bien, cuando queremos lo que Dios quiere, entonces ya se realiza el reino de
Dios aquí en la tierra. El primero y el principal que actúa es Dios, ya que la
introducción del reino es asunto propio de Dios. Pero el hombre no está
descartado ni es tan sólo un espectador pasivo. Las facultades propias del
hombre son invitadas a hacer la voluntad de Dios, y convertir así a Dios en el
Señor de su propia vida...
Primero, es necesario aprender la voluntad de
Dios por el estudio y por la experiencia. Romanos_12:2 "para
que comprobéis (por la experiencia) cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta". Mateo_7:21; Mateo_12:50.
Los salvos son los que hacen la voluntad de Dios. Juan_6:44-45,
Todos serán enseñados de Dios. Mateo_28:19, el
evangelio (la voluntad de Dios) fue predicado a todas las naciones. Hechos de
los Apóstoles nos dice que los apóstoles llevaron a cabo esa comisión. Efesios_5:17 dice, "no seáis insensatos, sino
entendidos de cuál sea la voluntad del Señor". La persona que dice,
"Hágase tu voluntad" cuando no le gusta estudiar la Biblia, ni la
lee, ni asiste a las clases bíblicas hace burla de esta oración.
¿Cuál es la voluntad de Dios para nosotros?
1Tesalonicenses_4:3 "pues la voluntad de
Dios es vuestra santificación". Debemos apartarnos de todo mal. Debemos
limpiar el corazón (la mente, voluntad, emociones) y presentar el cuerpo como
sacrificio vivo al Señor (Romanos_12:1), para
ser transformados a la imagen de Cristo (2Corintios_3:18;
Gálatas_4:19).
Por lo que acabamos de ver resulta claro que
la cosa más importante del mundo es obedecer la voluntad de Dios; y la petición
más importante del mundo es: «Hágase Tu voluntad.» Pero queda igualmente claro
que la actitud mental y el tono de voz con que se haga esta petición supone
toda la diferencia del mundo.
Se
puede decir «hágase Tu voluntad» con un tono de resignación derrotada, no
porque se quiere decir, sino porque se ha aceptado el hecho de que no se puede
decir otra cosa; se puede decir porque se ha aceptado el hecho de que Dios es
demasiado poderoso; y es inútil darnos de cabezazos contra las murallas del
universo. Se puede decir pensando solamente en el poder ineludible de Dios, Que
nos tiene en un puño.
Una persona puede que acepte la voluntad de
Dios por la sola razón de que se ha dado cuenta de que no puede hacer otra
cosa.
Se puede decir «hágase Tu voluntad» con un
tono de amargo resentimiento. Puede que uno considere a Dios su enemigo, pero
un enemigo tan fuerte que es imposible resistirle. Por tanto, puede que se
acepte la voluntad de Dios, pero con un resentimiento amargo y una rabia
difícilmente contenida.
Se puede decir «hágase Tu voluntad» con
perfecto amor y confianza. Se puede decir gozosa y voluntariamente, sea cual
sea esa voluntad. Debería ser fácil para un cristiano decir así «hágase Tu
voluntad;» porque el cristiano puede estar absolutamente seguro de dos cosas
acerca de Dios.
Puede estar seguro de la
sabiduría de Dios. Algunas veces, cuando queremos edificar o alterar o
reparar algo, se lo consultamos al técnico. Puede que haga algunas sugerencias,
y muchas veces acabamos diciendo: «Bueno, pues hágalo como le parezca. Usted es
el experto.» Dios es el experto en la vida, y Su dirección no nos descarriará
nunca.
Puede
estar seguro del amor de Dios. Los cristianos no creemos en un dios
caprichoso y burlón, ni en un fatalismo ciego y cruel. Y como decía Pablo: «El
Que no nos escatimó ni aun a Su propio Hijo, sino que Le entregó por todos
nosotros, ¿no nos dará también con El todas las cosas?» (Romanos_8:32 ).
No se puede mirar a la Cruz y seguir dudando del amor de Dios; y cuando se
está seguro del amor de Dios, es fácil decir: «Hágase Tu voluntad.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario