} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL SERMÓN DEL MONTE 27

sábado, 1 de abril de 2017

EL SERMÓN DEL MONTE 27


Mateo 6:14-15  Porque si soltareis a los hombres sus ofensas, os soltará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no soltareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os soltará vuestras ofensas.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

Aquí se formula como una ley lo mismo que antes se había manifestado en la tercera petición. El lenguaje es el que se usa en las leyes. Los pensamientos están ensamblados con rigor y se excluyen unos a otros.   Las dos veces se hace depender la acción de Dios de la nuestra. No hay ningún hueco ni ninguna excepción.   Los labios de Jesús pronunciaron pocas palabras tan inflexibles y terminantes como éstas. Una comunidad no puede vivir de forma realmente cristiana, si esta ley no está profundamente grabada en el corazón de ella y si no determina su acción. No podemos abrir la boca para pedir perdón a Dios, si todavía estamos endurecidos con otra persona y no nos hemos reconciliado con ella.

Jesús nos pone en alerta en cuanto al perdón se refiere: si no queremos perdonar a los demás, tampoco Dios nos perdonará. ¿Por qué? Porque cuando no perdonamos a otros estamos negando lo que tenemos en común como pecadores necesitados del perdón de Dios. El perdón de Dios no es el resultado directo de nuestro acto perdonador hacia otros, sino que está basado en nuestro entendimiento del significado del perdón (Efesios_4:32). Es fácil pedir a Dios su perdón, pero es difícil darlo a otros. Cuando pidamos a Dios que nos perdone, debemos preguntarnos: "¿He perdonado a las personas que me han herido o agraviado? ¿He pedido perdón a todas las que he herido? Y no sólo eso sino qué ¿He restaurado, arreglado, devuelto, reparado el daño producido? Aquí, Jesús enfatiza un asunto que evidentemente pesaba mucho en su mente y debe pesar en la nuestra. Es casi una redundancia, como aparece frecuentemente para recalcar una verdad importante. El elemento nuevo que aparece en este pasaje es el uso del término “ofensas”, o más concretamente “transgresiones”.
Los que desean hallar misericordia de Dios deben mostrar misericordia a sus hermanos. Cristo vino al mundo como el gran Pacificador no sólo para reconciliarnos con Dios sino los unos con los otros.

En la doctrina sobre la oración el Señor destaca la sencillez y la veracidad con que debemos dirigirnos a Dios: «Nuestra mente debe estar en conformidad con lo que dicen los labios». Esta es la única aseveración que respecto de nosotros hacemos en toda la oración, y la única parte que nuestro  Señor explicó y reiteró al fin. Con ella se nos recuerda que no podemos esperar que nuestros ruegos por el perdón sean atendidos, si en tanto que los  enunciamos se anida en nuestro pecho la malicia y el rencor para con los demás. Orar en tales circunstancias es una mera fórmula y un acto de horrible  hipocresía. Es peor que hipocresía. Escomo si dijésemos: "No me perdones." Sin caridad nuestras oraciones son nulas. El perdón es una nece­sidad social si la sociedad no quiere verse pa­ralizada por una acumulación de agravios de unos contra otros.
Tú que lees esto, no podrás tener excusa alguna en el día del juicio, cuando seas juzgado según tu misma sentencia y cuando tú mismo sufras lo que has hecho con otros.



¡Maranatha!

No hay comentarios:

Publicar un comentario