Mateo 6:14-15 Porque si soltareis a los hombres
sus ofensas, os soltará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no
soltareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os soltará vuestras
ofensas.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)
Aquí se formula como una ley lo mismo que antes se había manifestado
en la tercera petición. El lenguaje es el que se usa en las leyes. Los
pensamientos están ensamblados con rigor y se excluyen unos a otros. Las dos
veces se hace depender la acción de Dios de la nuestra. No hay ningún hueco ni
ninguna excepción. Los labios de Jesús pronunciaron pocas
palabras tan inflexibles y terminantes como éstas. Una comunidad no puede vivir
de forma realmente cristiana, si esta ley no está profundamente grabada en el
corazón de ella y si no determina su acción. No podemos abrir la boca para
pedir perdón a Dios, si todavía estamos endurecidos con otra persona y no nos
hemos reconciliado con ella.
Jesús nos pone en alerta en cuanto al perdón se refiere: si no
queremos perdonar a los demás, tampoco Dios nos perdonará. ¿Por qué? Porque
cuando no perdonamos a otros estamos negando lo que tenemos en común como
pecadores necesitados del perdón de Dios. El perdón de Dios no es el resultado
directo de nuestro acto perdonador hacia otros, sino que está basado en nuestro
entendimiento del significado del perdón (Efesios_4:32).
Es fácil pedir a Dios su perdón, pero es difícil darlo a otros. Cuando pidamos
a Dios que nos perdone, debemos preguntarnos: "¿He perdonado a las
personas que me han herido o agraviado? ¿He pedido perdón a todas las que he
herido? Y no sólo eso sino qué ¿He restaurado, arreglado, devuelto, reparado el
daño producido? Aquí, Jesús enfatiza un asunto que evidentemente pesaba mucho
en su mente y debe pesar en la nuestra. Es casi una redundancia, como aparece
frecuentemente para recalcar una verdad importante. El elemento nuevo que
aparece en este pasaje es el uso del término “ofensas”, o más concretamente
“transgresiones”.
Los que desean hallar misericordia de Dios deben mostrar misericordia
a sus hermanos. Cristo vino al mundo como el gran Pacificador no sólo para
reconciliarnos con Dios sino los unos con los otros.
En la doctrina sobre la oración el
Señor destaca la sencillez y la veracidad con que debemos dirigirnos a Dios:
«Nuestra mente debe estar en conformidad con lo que dicen los labios». Esta es la única aseveración que respecto de
nosotros hacemos en toda la oración, y la única parte que nuestro Señor explicó y reiteró al fin. Con ella se
nos recuerda que no podemos esperar que nuestros ruegos por el perdón sean
atendidos, si en tanto que los
enunciamos se anida en nuestro pecho la malicia y el rencor para con los
demás. Orar en tales circunstancias es una mera fórmula y un acto de horrible hipocresía. Es peor que hipocresía. Escomo si
dijésemos: "No me perdones." Sin caridad nuestras oraciones son
nulas. El perdón es una necesidad social
si la sociedad no quiere verse paralizada por una acumulación de agravios de
unos contra otros.
Tú que lees esto, no podrás tener excusa alguna en el día del juicio,
cuando seas juzgado según tu misma sentencia y cuando tú mismo sufras lo que
has hecho con otros.
¡Maranatha!
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