} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL VALOR SUPREMO DE LA VIDA

domingo, 4 de abril de 2021

EL VALOR SUPREMO DE LA VIDA


Mar 8:31  Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.

Mar 8:32  Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle.

Mar 8:33  Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

Mar 8:34  Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

Mar 8:35  Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.

Mar 8:36  Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

Mar 8:37  ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Mar 8:38  Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

 

       Las palabras de nuestro Señor Jesucristo en este pasaje son muy solemnes y de mucho peso. Quiso con ellas corregir las ideas equivocadas de sus discípulos  respecto a la naturaleza de su reino. Pero contienen verdades muy profundas y muy importantes también para los cristianos de todas las épocas de la iglesia.

Todo el pasaje debe ser tema de nuestras meditaciones privadas.

Aprendamos, en primer lugar, en estos versículos, la necesidad absoluta de la abnegación, si queremos ser discípulos de Cristo y salvarnos. ¿Qué dice nuestro  Señor? "Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame...

No hay duda que la salvación es graciosa; es ofrecida gratuitamente en el Evangelio a los pecadores más endurecidos, sin dinero y sin precio. "Por gracia sois  salvos por medio de la fe, y esto no por vosotros, que es don de Dios; no por obras, para que nadie se glorié." Efes.2 : Pro_8:9. Pero todos los que aceptan esta gran  salvación deben probar la realidad de su fe cargando la cruz en pos de Cristo. No deben imaginarse que entrarán en el cielo sin disgustos, dolores,  sufrimientos, y conflictos aquí en la tierra. Deben contentarse con cargar la cruz de la doctrina, y la cruz de la práctica, la cruz de sostener una fe que el mundo  desdeña, y la cruz de llevar una vida que el mundo ridiculiza como demasiada estricta y rigorosa. Deben querer sacrificar la carne, mortificar el cuerpo,  batallar diariamente con el diablo, separarse del mundo, y perder la vida, si necesario fuere, por amor de Cristo y del Evangelio. Parece esto duro pero no hay  evasión posible. Las palabras de nuestro Señor son claras y distintas; si no cargamos con la cruz, no ceñiremos nunca la corona.

Que el miedo de la cruz no nos aleje de servir a Cristo, que por pesada que parezca, Jesús nos dará gracia para llevarla. "Puedo hacerlo todo por Cristo que me  da fuerzas." Flp_4:13. Millares de millares la han cargado antes que nosotros, y han encontrado el yugo de Cristo fácil y su carga ligera. Nada bueno se logra  en la tierra sin trabajo, y no podemos esperar que sin luchas se pueda entrar en el reino de Dios. Avancemos valientemente y que ninguna dificultad nos  detenga. La cruz durante el viaje es por pocos años, y la gloria que se obtiene en su término es eterna.

Preguntémonos con frecuencia si nuestro Cristianismo nos cuesta algo. ¿Nos impone algún sacrificio? ¿Está marcado con el sello del cielo? ¿Carga con su  cruz? Si así no es, temblemos y temamos, que una fe que nada cuesta, nada vale. De poco nos servirá en la vida presente, y no nos guiará a la salvación  en la vida futura.

Aprendamos también en estos versículos cual es el valor indecible del alma. ¿Qué dice nuestro Señor? "¿De que aprovechará a un hombre ganar el mundo  todo, si pierde su propia alma"? Estas palabras tuvieron por objeto movernos a obrar y a sacrificarnos. Deberían estar resonando como un clarín en nuestros  oídos, por la mañana cuando nos levantamos, y de noche cuando nos retiramos al lecho. Grábense profundamente en nuestra memoria y que ni el diablo ni el  mundo pueda nunca borrarlas de ella.

Todos nosotros tenemos almas que vivirán eternamente; sepámoslo o no, todos llevamos en nosotros algo que vivirá cuando nuestros cuerpos se estén  reduciendo a polvo en el sepulcro. Todos nosotros tenemos almas por las que daremos estricta cuenta a Dios; y en verdad que es una idea terrible cuando  consideramos que poca atención presta el hombre a ninguna cosa que no sea el mundo; pero es la verdad.

Cualquier hombre puede perder su alma; no puede salvarla, que solo Cristo puede hacerlo; y puede perderla de diferentes maneras. Puede asesinarla amando  el pecado y adhiriéndose al mundo. Puede envenenarla escogiendo una religión de falsedades y creyendo en supersticiones de fábrica humana. Puede  aniquilarla con hambre despreciando los medios de gracia, y rehusando recibir el Evangelio en su corazón. Muchos son los caminos que conducen al abismo;  cualquiera que sea el que un hombre tome, él solo es responsable por ello. Por débil, corrompida, degradada e impotente que sea la naturaleza humana, el  hombre tiene poder para que las palabras destruir, arruinar y perder su alma.

La posesión del mundo entero no puede compensar al hombre por la pérdida de su alma; todos los tesoros que contiene no pueden ponerse en la balanza para  equilibrar la perdición eterna. No nos satisfacen, ni nos hacen felices mientras los poseemos; los gozamos cuando más unos pocos años y tenemos que dejarlos  para siempre. De todos los negocios ruinosos y necios que el hombre puede hacer, el peor es dar la salvación de su alma en cambio de los bienes de este  mundo. Es una especulación de que muchísimos se han arrepentido, como Esaú que vendió su primogenitura por un plato de lentejas pero de que  desgraciadamente como Esaú se han arrepentido muy tarde.

Que estas sentencias de nuestro Señor se graben profundamente en nuestros corazones, pues son inadecuadas para expresar su importancia.

Recordémoslas en la hora de la tentación, cuando el alma nos parece tan pequeña y tan insignificante, y el mundo tan grande y tan esplendente.

Recordémoslas en la hora de la persecución, cuando el miedo al hombre se apodera de nosotros, y nos inclinamos a abandonar a Cristo. En momentos  semejantes que nuestra alma evoque esa cuestión capital de nuestro Señor, y se la repita, " ¿De que servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su  alma?

Aprendamos, por último, en estos versículos, el gran peligro que se corre en tener vergüenza de Cristo. ¿Qué dice nuestro Señor? "Todo aquel que se  avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, de él también se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en la gloria de su  Padre con los santos ángeles...

¿Cuándo se puede decir de alguno que está avergonzado de Cristo? Somos culpables de esa falta, cuando nos avergonzamos de que se sepa que amamos y  creemos las doctrinas de Cristo, que deseamos vivir según los mandamientos de Cristo, y que ansiamos ser contados como miembros del pueblo de Cristo. La  doctrina, las leyes, y el pueblo de Cristo nunca fueron populares, y nunca lo serán. El que confiesa valerosamente que los ama, está seguro de atraerse el  ridículo y la persecución. Todo el que se retrae de hacer esa confesión por miedo del ridículo y de la persecución, se avergüenza de Cristo, y está incluso en la  sentencia que proclama este pasaje.

Hay quizás pocas sentencias de nuestro Señor que sean más condenatorias que esta. Verdad es "que el miedo del hombre nos tiende un lazo." Pro_29:25.

Hay muchas personas que le harían frente a un león, o asaltarían una brecha, si el deber se los ordenase; que nada temen, y que, sin embargo, se avergüenzan  de confesar que preferirían agradar a Cristo más bien que al hombre. ¡Que admirable es el poder del ridículo! ¡Maravilloso es como el hombre vive siervo de  la opinión del mundo! Pidamos diariamente en nuestras oraciones fe y valor para confesar a Cristo ante los hombres. Bueno es que nos  avergoncemos del pecado, de la mundanalidad y de la incredulidad, pero nunca de Aquel que murió por nosotros en la  cruz. Confesemos valerosamente que servimos a Cristo a despecho de las risas, de las burlas y de los insultos. Meditemos  con frecuencia en el día de su segunda venida, y acordémonos de lo que dice en este lugar. Es cien mil veces mejor  confesar ahora a Cristo, y ser despreciado por los hombres, que vernos negados por Cristo ante su Padre el día del juicio  final.

 

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