} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CREER EN SU NOMBRE

viernes, 2 de abril de 2021

CREER EN SU NOMBRE

 

Jn 1:6  Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

 7  Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

 8  No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

  9  Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

 10  En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

 11  A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

 12  Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

 13  los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

 14  Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.   

 

       S. Juan, después de hacer una exposición de la naturaleza divina nuestro Señor, trata de su precursor, Juan Bautista. No debe pasar desapercibido el contraste  que forman los términos que se refieren al Salvador con los que se refieren al precursor. De Cristo se nos dice que era el Dios eterno, el Creador de todas las  cosas, la fuente de la vida y de la luz. De Juan Bautista se nos dice simplemente que "fue un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan..

Estos versículos nos enseñan, en primer lugar, la verdadera naturaleza de las funciones del ministro cristiano. Se desprende esto de lo dicho acerca de Juan  Bautista en el versículo séptimo.

Los ministros cristianos no son sacerdotes ni mediadores entre Dios y los hombres. Tampoco son una especie de agentes en cuyas manos los fieles  encomienden sus almas y que estén revestidos del poder delegado de practicar la religión por lo demás. No son sino testigos. Su misión es rendir testimonio a  la verdad de Dios, y especialmente a la de que Cristo es el único Salvador, la única luz del mundo. Esto fue lo que hizo S. Pedro el día de Pentecostés. "Y con  otras muchas palabras testificaba" Hechos 2.40. En esto también consistió la obra de S. Pablo, "Testificando a los judíos y también a los griegos el  arrepentimiento hacia Dios, y la fe hacia nuestro Señor Jesucristo". Hechos 20.21. Si el ministro cristiano no da un testimonio pleno y completo acerca del  Salvador, es infiel en el cumplimiento de sus sagrados deberes. En tanto que rinda este testimonio, cumple con la misión que le ha sido encomendada y  recibirá su galardón, aunque sus oyentes no crean las verdades que proclame. Pero es solo cuando creen que los oyentes reciben provecho de los trabajos del  ministro. El gran fin que debe proponerse el ministro es que por su medio crean los hombres.

Estos versículos nos dan a conocer, en segundo lugar, lo que es nuestro Señor Jesucristo respecto a la humanidad. "Aquella palabra era la luz verdadera," etc.

Cristo es para las almas de los hombres lo que el sol para el mundo. Es el centro y la fuente de toda luz espiritual, de la vida, de la animación, del crecimiento,  de la hermosura, de la fecundidad. A semejanza del sol, alumbra para bien de toda la humanidad del noble y del plebeyo, del rico y del pobre, del judío y del  griego. A semejanza del sol, todos pueden tornar hacia él los ojos para contemplarlo. Si hubiera millones de hombres que fueran tan necios que quisieran  habitar en subterráneos o vendarse los ojos, tendrían que culparse a sí mismos por la oscuridad que los rodeara y no atribuirla a defecto del sol. Del mismo  modo, si millones de hombres prefieren las tinieblas a la luz espiritual, ellos son los que tienen la culpa de su ceguedad, y no Cristo. "El necio corazón de ellos  fue entenebrecido". Rom 1.21 Estos versículos nos enseñan, en tercer lugar, cuan malo es por naturaleza el corazón del hombre.  

Jesucristo estuvo en el mundo de una manera invisible, mucho antes de haber nacido de la Virgen María. Si, estuvo desde el principio ordenando y  gobernando toda la creación. "Todas las cosas subsisten en él" Col. 1.17. A todo comunicaba vida y animación, y por mandato suyo gobernaban los reyes, y  según San Juan crecía y menguaban las naciones. Sin embargo, los mortales no lo conocían ni le rendía homenaje, más "honraban y servían a la criatura antes que al Creador"  Rom 1.25 ¡Malo por naturaleza es, a la verdad, el corazón del hombre! Más tarde el Verbo se hizo carne y apareció en el mundo de una manera visible, más no tuvo mejor acogida. Se presentó ante el mismo pueblo que había  sacado de Egipto, y había rescatado para si, esto es, ante los judíos, que había separado de las otras naciones y a quienes se había revelado por medio de los  pasajes del Antiguo Testamento que lo anunciaban, que habían visto en su templo los tipos y símbolos que lo prefiguraban, que habían, en fin, manifestado  que aguardaban su venida. ¡Y sin embargo, esos mismos hijos de Israel lo rechazaron, lo escarnecieron y lo inmolaron! ¡Perverso es, a la verdad, el corazón  del hombre! Estos versículos nos enseñan, por último cuales y cuan grandes son los privilegios que se conceden a los que aceptan a Cristo y creen en él. "A todos los que  le recibieron les dio poder de ser hechos hijos de Dios, esto es, a los que creen en su nombre..

Jesucristo siempre tiene quien lo siga. Si la mayoría de los judíos no lo reconoció como Mesías, hubo, por lo menos, unos pocos que si lo reconocieron. A  estos otorgó la gracia de ser hechos hijos de Dios, adoptándolos como miembros de la familia de su Padre y reconociéndolos como hermanos de la misma  carne y de la misma sangre. Así fueron abundantemente recompensados por lo que habían tenido que sufrir por su amor.

Téngase presente que semejantes bendiciones son concedidas en todo tiempo a todos lo que acepten a Jesucristo por medio de la fe y lo sigan como a su  Salvador. "Son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús". Gal. 3.26. Pocos como son, y despreciados como se ven por el mundo, su Padre celestial vela sobre  ellos con misericordia infinita, y les manifiesta su complacencia por amor a u Hijo. ¡Con el tiempo les suministra todo lo que pueda contribuir a su bien, y en  la eternidad les dará una corona inmarcesible de Gloria! ¿Somos nosotros hijos de Dios? ¿Hemos nacido de nuevo espiritualmente? ¿Se descubre en nosotros las señales del renacimiento tales como la conciencia  de haber pecado, la fe en Jesucristo, el amor hacia el prójimo, la enmienda de vida, la separación del mundo? No nos tranquilicemos hasta no haber contestado  satisfactoriamente estas preguntas.

¿Anhelamos ser hijos de Dios? Recibamos entonces a Cristo como a nuestro Salvador, y creamos en él de todo corazón.

 

 

 

 

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