} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL VERBO HECHO CARNE

jueves, 1 de abril de 2021

EL VERBO HECHO CARNE


Jn 1:1  En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Jn 1:2  Este era en el principio con Dios.

Jn 1:3  Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

Jn 1:4  En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Jn 1:5  La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

                         

El Evangelio de S. Juan, que empieza con los versículos que quedan citados, es diferente en muchos respectos de los otros tres Evangelios, pues contiene gran  número de pasajes que no se hallan en estos, al mismo tiempo que no da cabida a muchos que se encuentran en los otros. Sería fácil aducir buenas razones que  justificasen esa desemejanza; pero basta hacer presente que Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieron todos bajo la directa inspiración de Dios.

Respecto de estos puntos sobre los cuales solo Juan escribió, es suficiente que hagamos una sola observación, es a saber: que los pasajes que sobre ellos  versan son unas de las reliquias más valiosas que posee la iglesia de Cristo. Ninguno de los otros tres evangelistas han presentado exposiciones tan completas  de la divinidad de Jesucristo, de la justificación por medio de la fe, de las distintas funciones del Hijo, de las operaciones del Espíritu Santo, y de las  prerrogativas de los creyentes. Por de contado, Mateo, Marcos y Lucas no guardan silencio sobre ninguno de estos particulares, pero Juan los pone ante los  ojos del lector de una manera más prominente.

Juan escribió a los creyentes en todo lugar, sean o no judíos (gentiles). Como uno de los doce discípulos, Juan fue un testigo presencial, de manera que su historia es confiable. Su libro no es una biografía (como el libro de Lucas), sino una presentación temática de la vida de Jesús. Muchos de los oyentes originales tenían un trasfondo griego. La cultura griega estimulaba la adoración de muchos dioses mitológicos cuyas características sobrenaturales eran tan importantes para los griegos como las genealogías para los judíos. Juan mostró que Jesús no solo era diferente de sus dioses mitológicos, sino superior a ellos.

Los cinco versículos de que nos ocupamos contienen una exposición de sublimidad sin igual respecto a la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. Es a él  evidentemente que S. Juan se refiere al tratar de "la palabra" No puede negarse que el pasaje en cuestión encierra verdades tan profundas que el entendimiento  humano no alcanza a sondearlas; más también es cierto que en él se descubren otras claras y sencillas, que el cristiano haría bien en atesorar en la mente.

Nuestro Señor Jesucristo es eterno. "En el principio ya era la Palabra" No comenzó a existir cuando la tierra y los cielos fueron creados; mucho menos cuando  se anunció por vez primera el Evangelio al mundo. Poseyó Gloria en unión del Padre "antes de que el mundo fuese." Juan 17.5 Existió antes de que se crease  la materia y empezase el tiempo. Existió desde la eternidad.

Nuestro Señor Jesucristo es una Persona distinta de Dios Padre, y sin embargo forma con él un solo ser. El Padre y la palabra, aunque dos personas distintas,  están aunados por medio de una unión inefable. Donde quiera que estuviese Dios Padre por toda la eternidad, allí estuvo también la Palabra o sea Dios Hijo: iguales en Gloria, co-eternos en majestad, uno en esencia divina. ¡Este es, a la verdad, un gran misterio! ¡Feliz el que pueda recibirlo como un niño sin  pretender explicarlo! Nuestro Señor Jesucristo es verdadero Dios: "Dios era la Palabra" No es meramente un ángel creado, o un ser inferior a Dios Padre, y que ha recibido de él  poder para redimir a los pecadores. No es nada menos que Dios perfecto igual al Padre en cuanto a la divinidad Hijo co eterno y de la misma sustancia del  Padre antes de que los mundos existiesen.

Nuestro Señor Jesucristo es el Creador de todas las cosas. Véase el versículo 3. Lejos de ser criatura de Dios, como afirman alguno herejes, es el Ser que hizo  todos los mundos y todo lo que estos contienen. "Él mandó, y fueron creados" Salmo 148.5 Finalmente, nuestro Señor Jesucristo, es la fuente de la vida y la luz espirituales: "En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres." Toda la vida y la  luz espirituales que Adán y Eva poseían antes de la caída, habían emanado de Cristo. La emancipación del pecado y de la muerte, y la iluminación de la  conciencia han provenido también de Cristo. Cierto es que la mayor parte del género humano, en todos los siglos, en todas las edades, se ha olvidado de la  caída y se ha negado a reconocer la necesidad que el hombre tiene de un Salvador; la luz ha estado resplandeciendo en la tinieblas; y los más de los hombres  no la han comprendido.

Más si algunos individuos de los millones innumerables de la humanidad han gozado de vida y luz en lo espiritual, es el Hijo de Dios quien así los ha  bendecido.

Lo que precede es una ligera reseña de las principales lecciones que se desprenden de estos admirables versículos. No hay duda de que muchas de las verdades  que contienen están fuera del alcance de la razón; pero no hay una sola que se oponga a ella. Además, es preciso tener presente, que del pasaje pueden hacerse  deducciones prácticas y sencillas que debemos examinar con cuidado y retener con firmeza.

¿Queremos apercibirnos de la excesiva gravedad del pecado? Leamos con frecuencia los cinco primeros versículos del Evangelio de S. Juan, y notemos de  qué naturaleza ha de ser el Redentor de los pecadores. Si el que nos libre del pecado tiene que ser nada menos que el Dios eterno, el Creador y Preservador de  todo lo que existe, entonces el pecado debe ser más execrable a los ojos de Dios de lo que generalmente se cree.

¿O es que queremos saber cuan sólido es el cimiento sobre que estriban las esperanzas del cristiano? Examinemos una y otra vez los cinco primeros versículos  del Evangelio de S. Juan, y reparemos que el Salvador en quien el creyente ha de confiar es nada menos que el Dios eterno, el Ser que puede salvar para  siempre a los que acudan al Padre mediante su intercesión. El Ser que estaba con Dios y era Dios, es también Emmanuel, o sea Dios con nosotros "El que  creyere en Jesucristo no será confundido" 1 Pedro 2.6

Puede que nos parezca extraño que Juan haga tanto hincapié en la manera que se creó el mundo; y puede que también nos lo parezca el que conecte tan definidamente a Jesús con la obra de la creación. Pero tenía que hacerlo a causa de ciertas tendencias que había en el pensamiento de su tiempo.

En los días de Juan había una herejía que se llamaba el gnosticismo. Su característica era que se trataba de un enfoque intelectual y filosófico al Cristianismo. A los gnósticos no les era suficiente con las creencias sencillas de cualquier cristiano corriente. Trataban de construir un sistema filosófico del Cristianismo. Tenían problemas con la existencia del pecado y el mal y el dolor y el sufrimiento del mundo, así que diseñaron una teoría para explicarlo. Esa teoría era como sigue.

En el principio existían dos realidades: la una era Dios, y la otra la materia. La materia había existido siempre, y fue la materia prima de la que se construyó el universo. Los gnósticos insistían en que esa materia era defectuosa e imperfecta. Podríamos decir que el mundo se inició mal desde el principio. Estaba hecho de unos materiales que ya contenían el germen de la corrupción.

Los gnósticos llegaban más lejos. Dios, decían, era espíritu puro, y como tal no podía tocar la materia, y menos aún una materia imperfecta. Por tanto, era imposible que Dios llevara a cabo la obra de la creación por Sí mismo. Lo que hizo fue producir una serie de emanaciones, cada una de las cuales estaba más lejos de Dios que las anteriores; y, cuanto más se alejaban de Dios, menos le conocían. Hacia la mitad de camino de la serie de emanaciones había una que no sabía nada en absoluto de Dios. A partir de ésa, las emanaciones empezaban a ser, no sólo ignorantes, sino hostiles a Dios. Por último había una emanación que estaba tan lejos de Dios que le ignoraba totalmente y le era totalmente hostil, y ésa fue el poder que creó el mundo; porque ya estaba tan lejos de Dios que podía tocar esta materia defectuosa y mala. El dios creador estaba totalmente distanciado y enemistado con el Dios real.

Los gnósticos dieron otro paso más: identificaron al dios creador con el Dios del Antiguo Testamento; y sostuvieron que el Dios del Antiguo Testamento era completamente distinto y distante del Dios y Padre de Jesucristo, del que era enemigo.

En los tiempos de Juan (como en la actualidad) se había extendido mucho esta clase de creencia. La gente creía que el mundo era malo, y que lo había creado un dios malo. Para combatir esta creencia, Juan establece aquí dos verdades cristianas básicas. De hecho, la relación de Jesús con la creación es algo que se repite en el Nuevo Testamento precisamente por este trasfondo intelectual que divorciaba a Dios y al mundo en que vivimos. En Col_1:16 , Pablo escribe: " Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en el Cielo y en la Tierra... todas fueron creadas por Él y para Él.» En 1Co_8:6  escribe del Señor Jesucristo «por medio del Cual son todas las cosas.» El autor de Hebreos habla de Uno que era el Hijo, «por medio de Quien Dios hizo el universo» (1:2). Juan y los otros autores del Nuevo Testamento que escribieron estas cosas estaban subrayando dos grandes verdades.

(i) El Cristianismo siempre ha creído en lo que se llama la creación partiendo de la nada. No creemos que en Su creación del mundo Dios tuviera que usar una materia ajena y mala. No creemos que el mundo empezara ya con un defecto de fabricación, ni que tuviera su origen en Dios y en algo más. Nuestra fe es que detrás de todo está Dios, y sólo Él.

(ii) El Cristianismo siempre ha creído que este mundo es de Dios. Lejos de estar tan desconectado del mundo que no puede tener nada que ver con él, Dios está íntimamente comprometido con el mundo. Los gnósticos trataban de echarle la culpa al creador del mal que hay en el mundo. El Cristianismo cree que lo que no está como es debido en el mundo se debe al pecado humano. Pero, aunque el pecado ha causado destrozos en el mundo y le ha impedido llegar a ser lo que hubiera podido ser, no debemos nunca despreciar el mundo, porque es esencialmente de Dios. Si creemos esto, nos da un nuevo sentido del valor del mundo y de nuestra responsabilidad hacia él.

Se cuenta de una niña de los suburbios de una gran ciudad, que la llevaron a pasar un día en el campo. Cuando vio las margaritas en el bosque, preguntó: «¿Cree usted que a Dios le importará que coja unas pocas de Sus flores?» Este es el mundo de Dios; por eso, nada en él está fuera de su control; y por eso, debemos usar todas las cosas dándonos cuenta de que pertenecen a Dios. El cristiano no le hace de menos al mundo creyendo que el que lo hizo era un dios ignorante y hostil, sino que lo glorifica recordando que Dios está en todas partes, detrás de todo y en todo. Cree que el Cristo que recrea el mundo fue el colaborador de Dios cuando, el mundo fue creado al principio y que, en la obra de la redención, Dios está tratando de recuperar algo que fue siempre Suyo.


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