} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA GLORIA DE JESUCRISTO

lunes, 12 de abril de 2021

LA GLORIA DE JESUCRISTO


Mar 9:1  También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.

Mar 9:2  Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.

Mar 9:3  Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.

Mar 9:4  Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.

Mar 9:5  Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.

Mar 9:6  Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.

Mar 9:7  Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.

Mar 9:8  Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.

Mar 9:9  Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.

Mar 9:10  Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.

Mar 9:11  Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?

Mar 9:12  Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada?

Mar 9:13  Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él

 

 No debe perderse de vista el enlace de este pasaje con el fin del último capítulo. Nuestro Señor había estado hablando de su próxima muerte y pasión, de la  necesidad de abnegación en los que quisieran ser sus discípulos, de la precisión de perder nuestras vidas si es que deseamos salvarlas; pero seguidamente pasa  á hablar de su reino futuro y de su gloria. Suaviza la "dureza de sus palabras," prometiendo la contemplación de esa gloria a algunos de los que lo escuchaban;  y en la historia de la transfiguración, que en este lugar se relata, vemos esa promesa cumplida.

Lo primero que debe fijar nuestra atención en estos versículos es la maravillosa visión que contienen de la gloria, que Cristo y su pueblo obtendrán en su  segunda venida.

No hay duda que este fue uno de los principales objetos de la transfiguración. Se propuso con ella enseñar á sus discípulos, quo aunque su Señor era ahora de  apariencia pobre y humilde, aparecería un día con la majestad real que convenía al Hijo de Dios. Se propuso con ella enseñarles que cuando su Maestro  viniera por segunda vez, sus santos, como Moisés y Elías, aparecerían con El. Fue su objeto recordarles que aunque vilipendiados y perseguidos ahora, porque  seguían a Cristo, día llegaría en que se verían revestidos de honor, y participando de la gloria de su Maestro.

Razón tenemos de dar gracias á Dios por esta visión. Nos vemos a menudo tentados a abandonar el servicio de Cristo por causa de la cruz y de las aflicciones  que trae consigo. Vemos a pocos con nosotros, y a muchos en contra nuestra; nuestros nombres despreciados como algo malo, y toda clase de calumnias  dirigidas contra nosotros, tan solo porque creemos y amamos el Evangelio. Vemos en el transcurso de los años a nuestros compañeros en el servicio de Cristo  arrebatados por la muerte, y respecto a ellos no sabemos sino que han partido para un mundo desconocido y que hemos quedado solos. Todas estas cosas son  pruebas muy duras para la carne y la sangre. No es de admirarse que la fe de los creyentes desfallezca algunas veces, y que su vista se oscurezca sin descubrir  un vestigio de esperanza.

Veamos en la historia de la transfiguración un remedio para esas dudas. La visión en el santo monte es una prenda que Dios graciosamente ha querido darnos  de las glorias que tiene reservadas a su pueblo. Sus santos vendrán todos con El, y permanecen seguros y resguardados hasta ese día feliz. Podemos esperar  pacientemente. "Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, vosotros también apareceréis entonces con El." Colos. 3:4.

Lo que debe, en segundo lugar, fijar nuestra atención en este pasaje, es la fuerza con que se expresó el apóstol Pedro, al ver a su Señor transfigurado.

"Maestro," le dijo, "que bueno es para nosotros estar aquí...

No hay duda que hay mucho en esas palabras que no puede recomendarse. Muestran la ignorancia en que estaba del verdadero objeto de la venida de Jesús á  la tierra, que era sufrir y morir. Muestran que se olvidaba de aquellos hermanos suyos que no estaban con él, así como del mundo aun cubierto de tinieblas y  que tanto necesitaba de la presencia del Maestro. Sobre todo, la proposición que hizo al mismo tiempo de " edificar tres tabernáculos," para Moisés, Elías y  Cristo, mostraba la opinión tan elevada que tenia de la dignidad de su Maestro, pero implicaba que no sabía que allí estaba uno que era, más grande que  Moisés y Elías. Bajo todos estos respectos la exclamación del apóstol es de criticarse y no alabarse.

Pero habiendo hecho estas salvedades, no dejemos de notar la alegría y la felicidad que esta visión gloriosa despertó en el corazón ardiente del discípulo.

Veamos en su fervorosa exclamación, " Que bueno es estar aquí," el consuelo y el refrigerio que la contemplación de la gloria puede proporcionar a un  creyente verdadero. Fijemos la vista en el porvenir, y procuremos formarnos una idea del placer que los santos experimentarán, cuando al fin se reúnan con el  Señor Jesús en su segunda venida, y se unan a Él para no volverse a separar. Una visión de pocos minutos fue suficiente para mover y encender el corazón,

El espectáculo de dos santos en la gloria lo vivificaba y regocijaba de tal manera, que hubiera querido continuar gozándolo. ¿Qué diremos pues cuando  veamos a nuestro Señor aparecer e en el último día con 'todos sus santos? ¿Qué diremos cuando se nos permita a todos nosotros ser partícipes de su gloria,  reunimos a esa turba feliz, y tener la convicción de que nunca más nos apartaremos del gozo de nuestro Señor? Estas son preguntas que no pueden contestarse.

La felicidad que sentiremos ese gran día en que todos nos reuniremos es tal, que no puede concebirse. Los sentimientos de que tuvo Pedro una ligera idea  anticipada, los experimentaremos entonces por completo. Cuando veamos a Cristo y a sus santos, entonces diremos todos con un corazón y con una voz, "Que  bueno es estar aquí...

Lo que debe finalmente fijar nuestra atención en este pasaje es el testimonio que en él se da al oficio y a la dignidad de Cristo, como el Mesías prometido.

Descubrimos ese testimonio primeramente en la aparición de Moisés y de Elías, representantes de la ley y de los profetas. Se presentaron como testigos de que  Jesús es Aquel de quien se habló en los tiempos antiguos, y de quien escribieron que debía venir. Desaparecieron pocos minutos después, y dejaron solo a  Jesús, como si con ello quisieran probar que no eran sino testigos, y que habiendo venido nuestro Maestro, los siervos debían cederle el principal lugar.

Vemos ese testimonio, en segundo lugar, en la voz milagrosa que del cielo se oyó, y que decía, "Este es mi amado Hijo; escuchadle. La misma voz de Dios  Padre, que se oyó en el bautismo de nuestro Señor, se volvió a oír en su transfiguración. En ambas ocasiones tuvo lugar la misma declaración solemne, "Este  es mi Hijo amado." En esta última ocasión, hubo una adición de una palabra muy importante, "Escuchadle...

Los incidentes todos que tuvieron lugar al fin de la visión fueron muy apropiados para producir una impresión duradera en el espíritu de los tres discípulos.

Les mostraron de la manera más vivida, que su Señor estaba muy por encima de ellos y de los profetas, como el amo de la casa lo está sobre sus siervos; y que  debían en todo creerlo, seguirlo, obedecerlo, confiar en Él y escucharlo.

Finalmente, las últimas palabras de la voz que se oyó del cielo deben estar siempre presentes a la memoria de todos los  cristianos verdaderos. Debemos " oír a Cristo." Es el gran Maestro; los que deseamos ser sabios debemos aprender de Él. Es la luz  del mundo; los que deseamos no equivocarnos debemos seguirlo. Es la Cabeza de la Iglesia; los que deseamos ser miembros vivos de  su cuerpo místico debemos siempre tener la vista fija en EL La gran cuestión que a todos nos interesa más no es tanto  averiguar lo que los hombres dicen, o los ministros, lo que la iglesia, o los concilios dicen, sino lo que Cristo dice.

Escuchémoslo. Moremos en ÉL Apoyémonos en Él. Fijemos nuestros ojos en Él. El y solo Él no nos faltará nunca, nunca  nos chasqueará, nunca nos extraviará. Felices los que sabemos de una manera práctica lo que significa este texto, "Mis ovejas  escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen; y Yo les doy la vida eterna; y nunca perecerán, ni ningún hombre  las arrebatará de mis manos." Juan 10;27-28

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