Hebreos 4:12 Porque la palabra de
Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu,
las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón.
13 Y no hay cosa creada
que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están
desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Psuque (ψυχή) denota el aliento, el
aliento de la vida, y luego el alma, en sus varios significados: la
vida natural del cuerpo, la parte inmaterial, invisible, del
hombre, el hombre desencarnado, el
asiento de la personalidad, el asiento
del elemento sensible en el hombre, aquello mediante lo que percibe, refleja,
siente, desea, el asiento de la voluntad y del
propósito, el asiento de los
apetitos, una criatura animada, humana o no «el
hombre interior», el asiento de la nueva vida...etc.
Pneuma (πνευ̂μα) denota en primer lugar el viento (relacionado con pneo, respirar, soplar); el espíritu,
que, a semejanza del viento, es invisible, inmaterial y poderoso. Los usos que
se hacen de este término en el NT se pueden analizar de una forma aproximada de
la manera siguiente: el viento, espíritu soplo aliento
de su boca «soplo la parte inmaterial e invisible del hombre
el hombre fuera del cuerpo, el
elemento sensible del hombre, aquello por lo que percibe, reflexiona, siente,
desea, carácter, cualidades y actividades morales: malas, como
de esclavitud, de un esclavo, aturdimiento, temor; buenas, de mansedumbre, fe, afable
y apacible.
Según la
R.A.E
Alma se define:
1. f. Principio que da
forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.
2. f. En algunas religiones y culturas,
sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.
Y espíritu: 1. m. Ser inmaterial y
dotado de razón.
REFLEXIÓN
El lenguaje de estos dos versículos sugiere la extrema dificultad de
distinguir entre el alma y el espíritu, similares en su naturaleza y en sus
actividades. Generalmente hablando, el espíritu es el elemento más elevado. El
espíritu puede ser reconocido como el principio vital dado al hombre por Dios,
y el alma como la vida resultante constituida en el individuo, siendo el cuerpo
el organismo material animado por el alma y el espíritu. El cuerpo y el alma son los constituyentes
del hombre, cuerpo y espíritu según se asocian las emociones con el alma, con el espíritu con el alma se goza en Dios,
en el espíritu. El cuerpo y el espíritu pueden separarse, mientras que el espíritu y
el alma sólo pueden distinguirse. “El hombre natural”, psíquico, de alma animal
(Judas_1:19
Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que
no tienen al Espíritu.) Distinto del espíritu, la parte superior del
hombre, receptivo del Espíritu de Dios, que lo vincula con los seres
celestiales. La regeneración por el Espíritu
Santo trae al alma una vida nueva y divina, aunque su estado sea débil. Si el
Espíritu está en nosotros, Cristo está en nosotros. Él habita en el corazón por
fe. La gracia en el alma es su nueva naturaleza, el alma está viva para Dios y
ha comenzado su santa felicidad que durará para siempre. La justicia imputada
de Cristo asegura al alma, la mejor parte, de la muerte. De esto vemos cuán
grande es nuestro deber de andar, no en busca de la carne, sino en pos del
Espíritu.
Las Sagradas Escrituras son la Palabra
de Dios. Cuando Dios la instala por su Espíritu, convence poderosamente,
convierte poderosamente y consuela poderosamente. Hace que sea humilde el alma
que ha sido orgullosa por mucho tiempo, el espíritu perverso sea manso y
obediente. Los hábitos pecaminosos que se han vuelto naturales para el alma,
estando profundamente arraigados en ella, son separados y cortados por la espada.
Dejará al descubierto a los hombres sus pensamientos y propósitos, las vilezas
de muchos, los malos principios que nos mueven, las finalidades pecaminosas
para las cuales actúan. La palabra mostrará al pecador todo lo que hay en su
corazón.
Aferrémonos firmes las doctrinas de la fe cristiana en nuestras
cabezas, sus principios vivificantes en nuestros corazones, su confesión franca
en nuestros labios, y sometámonos a ellos en nuestras vidas. Cristo ejecutó una
parte de su sacerdocio en la tierra al morir por nosotros, ejecuta la otra
parte en el cielo, alegando la causa y presentando las ofrendas de su pueblo. A
criterio de la sabiduría infinita fue necesario que el Salvador de los hombres
fuera uno que tuviera el sentimiento de compañero que ningún ser, salvo un
congénere, pudiera tener, y por tanto era necesario que experimentara realmente
todos los efectos del pecado que pudieran separarse de su verdadera culpa real.
Dios envió a su Hijo en la semejanza de la carne de pecado, pero mientras más santo y puro era Él, menos
dispuesto debe de haber estado a pecar en su naturaleza y más profunda debe de
haber sido la impresión de su mal, en consecuencia, más preocupado debe de
haber estado Él por librar a su pueblo de la culpa y poder del pecado.
Debemos animarnos por la excelencia de nuestro Sumo Sacerdote para ir
directamente al trono de la gracia. La misericordia y la gracia son las cosas
que queremos, misericordia que perdone todos nuestros pecados, y gracia que
purifique nuestras almas. Además de nuestra dependencia diaria de Dios para las
provisiones presentes, hay temporadas para las cuales debemos proveer en
nuestras oraciones, tiempos de tentación sea por la adversidad o la
prosperidad, y especialmente en nuestro momento de morir. Tenemos que ir al
trono de justicia con reverencia y santo temor, pero no como arrastrados, sino
invitados al trono de misericordia donde reina la gracia. Tenemos valor sólo
por la sangre de Jesús para entrar al Lugar Santísimo, Él es nuestro Abogado y
ha adquirido todo lo que nuestras almas puedan desear o querer.
La Palabra
de Dios no es simplemente la colección de palabras oídas, o un medio de comunicar
ideas, es viviente, cambia la vida y es dinámica al obrar en nosotros. Con la
agudeza del bisturí de un cirujano, revela lo que somos y lo que no somos.
Penetra la médula de nuestra moral y vida espiritual. Discierne lo que está
dentro de nosotros, tanto lo bueno como lo malo. No solo debemos oír la Palabra
sino que también debemos permitir que moldee nuestra vida.
De nada nos aprovecha acudir a las conferencias pastorales, realizar
unos cultos especiales con siervos de Dios que tienen y hablan por el Espíritu
Santo, si todo eso que oímos no lo ponemos en práctica, si sólo somos oidores y
no hacedores de la Palabra de Dios en la
Biblia. Es lo mismo que mirarnos en un espejo. Podemos ver nuestros defectos a la
luz de la Palabra, todo aquello que Dios nos demanda cambiemos, los sabemos
pero no actuamos. Si actuamos así somos débiles, no estamos llenos del Espíritu
Santo, por eso vamos renqueantes y a remolque, tropezando constantemente,
quedando estancados espiritualmente no avanzamos en nuestra madurez, tal y como
el Señor desea.
Nada puede
ocultarse de Dios. El ve todo lo que hacemos y tiene conocimiento de todo lo
que pensamos. Aun cuando estemos pasando por alto su presencia, El está allí.
Cuando procuramos ocultarnos de Dios, El nos ve. No podemos tener secretos para
El. Es consolador saber que, aunque nos conoce íntimamente, sigue amándonos porque
tenemos que ver con un Dios cuya “palabra”, por la que seremos juzgados, es
escudriñadora de corazones, y cuyos ojos lo ven todo. Las cualidades aquí atribuidas
a la palabra de Dios y todo el
contexto, demuestran que se trata de poder judicial, por la cual palabra condenó a los israelitas
desobedientes a la exclusión de Canaán y excluirá a llamados cristianos
incrédulos del reposo celestial. Lo mismo
que la predicada INCLUYE la
palabra de Dios, la espada del Espíritu de dos filos, el uno para redargüir y convertir a algunos y el
otro para condenar y destruir a los incrédulos. Asimismo representa el poder
judicial de la palabra como una espada aguda que sale de la boca de Cristo para
herir a las naciones. La misma
palabra que es salvadora para los fieles es
destructora para los desobedientes (2Corintiod 2:15-16 Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se
salvan, y en los que se pierden; 16 a éstos ciertamente
olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas
cosas, ¿quién es suficiente? ). La “espada del Espíritu … palabra de Dios” (Efesios 6:17 Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; ). Su doble poder parece inferido por sus
dos filos. Juzga todo lo que está en el corazón porque lo atraviesa, castigando
a incrédulos y a la vez escudriñando tanto a creyentes como a incrédulos con su
palabra, que es la que corta todas las cosas, la cual espada, afilada
perfectamente, nunca deja de dividir todas las cosas sensibles, y aun las cosas
imperceptibles a los sentidos o físicamente divisibles, pero perceptibles y
divisibles por la palabra. Que alcanza
aun hasta la separación del alma animal,
la parte inferior de la naturaleza incorpórea del hombre, la sede de los deseos
animales, que él tiene en común con los brutos; “el
hombre natural”, psíquico, de alma animal distinto del espíritu (la parte superior del
hombre, receptivo del Espíritu de Dios, que lo vincula con los seres celestiales.
Hasta la división tanto de las coyunturas (para poder separarlas) como de la
médula. Cristo sabe “lo que hay en el hombre” (Juan 2:25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del
hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.) así que su palabra
alcanza hasta el conocimiento más íntimo y acertado de las más recónditas
partes, sentimientos y pensamientos del hombre, dividiendo, es decir, distinguiendo lo espiritual de lo carnal y animal en él; al espíritu
del alma así Proverbios 20:27
Lámpara
de Jehová es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del
corazón.
Como el cuchillo del sacerdote
levítico alcanzaba a separar las partes íntimamente unidas, como las coyunturas de las extremidades, y
penetraba hasta las más interiores, como las médulas, así la palabra de Dios
divide las partes íntimamente unidas del espíritu por la que cada uno, el alma así como el
espíritu, queda desnudo delante de Dios. Moisés forma el alma, Cristo el espíritu. El
alma lleva consigo el cuerpo; el espíritu lleva consigo el alma y también el
cuerpo capaz de juzgar los propósitos, conceptos, ideas, pensamientos de la mente
y sentimientos.
La
sabiduría de Dios, sencillamente comprende
todo lo incomprensible. Debemos pues sentir vergüenza, por ser descubiertos, y temor para con Dios, pues ningún velo, ninguna torcedura, ni máscara, puede encubrir la incredulidad que llevemos oculta, Esforcémonos, pues, por entrar en el descanso,
no sea que alguno caiga por la incredulidad práctica.
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