Hebreos 3:1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento
celestial, considerad al apóstol y
sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;
2 el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue
Moisés en toda la casa de Dios.
Katanoeo (κατανοέω) percibir claramente, entender plenamente,
considerar estrechamente. Se usa considerar plenamente al Apóstol y Sumo
Sacerdote de nuestra confesión.
CONTEXTO:
Para el pueblo judío, Moisés fue un gran
héroe; libró de la esclavitud egipcia a sus antepasados y los llevó hasta la
frontera de la tierra prometida. El también escribió los cinco primeros libros
del Antiguo Testamento y fue el profeta por medio del cual Dios dio la ley, por
lo tanto, Moisés fue el profeta más grande de las Escrituras. Pero Jesucristo,
como figura principal de la fe, es digno de mayor honor que Moisés, que solo
fue un siervo humano. Jesucristo es más que humano, El es Dios mismo. Así como
Moisés libró al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, de igual modo
Cristo nos libra de la esclavitud del pecado.
¿Por
qué conformarnos con Moisés cuando nosotros podemos tener a Cristo, el que
designó a Moisés?
REFLEXIÓN:
Este versículo tenía un significado especial para
los cristianos judíos. Para los judíos, la más alta autoridad humana era el
sumo sacerdote. Para los cristianos, la más alta autoridad humana fueron los
apóstoles de Dios. Jesucristo, Apóstol de Dios (significa "enviado")
y Sumo Sacerdote, es la autoridad suprema de la Iglesia.
Podemos usar
diferentes figuras para explicar la relación de Jesucristo con los creyentes:
El es Apóstol ("enviado") de
Dios, al que debemos escuchar, nuestro
Sumo Sacerdote, por medio del cual vamos a Dios el Padre y el gobernante de la casa de Dios al que
debemos obedecer. La Biblia está llena de diferentes nombres y figuras de
Jesucristo, y cada una de ellas revela algo más de su naturaleza y ministerio.
Cristo debe ser considerado el Apóstol de nuestra confesión, el
Mensajero enviado a los hombres por Dios, el gran Revelador de la fe que
profesamos, y de la esperanza que confesamos tener. Como Cristo, el Mesías, es
el ungido para el oficio de Apóstol y Sacerdote. Como Jesús, es nuestro Salvador,
nuestro Sanador, el gran Médico de las almas. Considéresele así y lo que es en
sí, lo que es para nosotros y lo que será para nosotros en el más allá y para
siempre. Pensar íntima y seriamente en Cristo nos lleva a saber más de Él. Los
judíos tenían una elevada opinión de la fidelidad de Moisés, pero su fidelidad
era un tipo de la de Cristo.
Cristo fue el Señor de esta casa, de su Iglesia, que es su pueblo, y
su Hacedor. Moisés fue un siervo fiel, Cristo, como el eterno Hijo de Dios, es
el dueño legal y el Rey Soberano de la Iglesia. No sólo debemos establecernos
bien en los caminos de Cristo, pero hemos de seguir y perseverar firmemente
hasta el fin. Toda meditación en su Persona y su salvación, sugiere más
sabiduría, nuevos motivos para amar, confiar y obedecer.
Por tanto visto que
tenemos a un Ayudador tan compasivo, debemos considerar atentamente, contemplar, fijar los
ojos y la mente en Cristo Jesús a fin de aprovechar la contemplación que nos viene del
cielo y nos lleva al cielo, su procedencia celestial.
Debemos concentrar nuestros sentidos espirituales en Cristo Jesús, con la
Palabra de Dios en la Biblia como alimento único y sano para conocimiento de la
Voluntad de Dios.
Apóstol,
Embajador (título superior a “ángel”, mensajero) enviado del Padre para defender la causa de Dios para con nosotros, Sumo Sacerdote
como para defender nuestra
causa ante Dios. Su apostolado
y su pontificado se comprenden ambos en un solo título, Mediador. Aunque el título
de “Apóstol” no se usa en otra parte en relación a Cristo, viene bien aquí en
palabras dirigidas a hebreos, los que aplicaban el término a los delegados
enviados por el sumo sacerdote para cobrar el impuesto del templo a judíos
residentes en el exterior, así como Cristo era Delegado del Padre enviado lejos
a este mundo.
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