} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL JUSTO Y LOS PECADORES

martes, 28 de octubre de 2014

EL JUSTO Y LOS PECADORES




  1:1  Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
 Ni estuvo en camino de pecadores,
 Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
 1:2  Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
 Y en su ley medita de día y de noche.
  1:3  Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
 Que da su fruto en su tiempo,
 Y su hoja no cae;
 Y todo lo que hace, prosperará.
 1:4  No así los malos,
 Que son como el tamo que arrebata el viento.
 1:5  Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
 Ni los pecadores en la congregación de los justos.
 1:6  Porque Jehová conoce el camino de los justos;
 Mas la senda de los malos perecerá.

Medita, hagah: Reflexionar; gemir, murmurar; cavilar; el hacer un sonido quedo como el de un suspiro; meditar o contemplar algo mientras se repiten las palabras. Hagah representa algo distinto a la palabra «meditación», lo cual sólo puede ser un ejercicio mental. En el pensamiento hebreo el meditar acerca de las Escrituras implica repetirlas silenciosamente con un sonido suave y sordo, a la vez que se abandona por completo cualquier distracción externa. De esta tradición nos llega un tipo especializado de oración judía en la cual se recitan textos, se ora intensamente o se pierde la conciencia en comunión con Dios mientras se hace una reverencia o se balancea hacia delante y hacia atrás. Evidentemente esta dinámica forma de oración  meditación se remonta a los tiempos de David.

Meditar en la palabra de Dios es discurrir con nosotros mismos acerca de las grandes cosas en ella contenidas, con una íntima aplicación de la mente y concentración en el pensar. Debemos referirnos constantemente a la palabra de Dios como regla de nuestras acciones, y fuente de nuestro consuelo; y hemos de tenerla en nuestros pensamientos noche y día. Con este propósito no hay momento que no sea oportuno.

Este Salmo sirve de introducción a todo el libro de los Salmos y prepara al lector para que esté alerta de los falsos adoradores, haciendo un contraste entre dos caminos: el camino bienaventurado de los justos  y el camino de condenación de los impíos. No hay otro camino. En forma alternada, describe a los impíos  y a los justos  y contrasta a los dos  usando dos símiles  y dos destinos. El justo es bienaventurado, porque ha escogido tener una relación vital y victoriosa con Dios, relación que se manifiesta por medio de la fe  y la obediencia a los mandamientos del Señor recibiendo abundantes bendiciones. El impío, sin embargo, por el camino que ha escogido, no se sostendrá en el juicio, y no podrá resistir la ira de Dios cuando El separe a los justos de los impíos.

La Palabra de Dios se escribió para ser estudiada, comprendida y aplicada, y el libro de Salmos se presta más directamente a la aplicación. Comprendemos mejor los salmos cuando dejamos que nos caigan encima y nos empapen como la lluvia. Podemos ir a los salmos en busca de algo, pero tarde o temprano encontraremos a Alguien. Cuando leemos y nos aprendemos los salmos, gradualmente descubrimos que en gran medida ya son parte de nosotros. Expresan en palabras nuestros más profundas heridas, anhelos, pensamientos y oraciones. Poco a poco nos llevan a ser lo que Dios tenía pensado que fuéramos, gente que lo ama y vive para El.
El escritor comienza su salmo ensalzando el gozo de obedecer a Dios y no escuchar a los que lo desacreditan o ridiculizan. Nuestros amigos o socios pueden tener una influencia profunda en nosotros, a menudo en forma muy sutil. Si insistimos en tener amistad con los que se burlan de lo que Dios considera importante, nos veremos llevados hacia el pecado y nos volveremos indiferentes a la voluntad de Dios. Esta actitud es igual a la burla. ¿Nos edifican en la fe los amigos o  la destruyen? Los amigos verdaderos deben acercarnos a Dios.

  Dios no juzga a la gente sobre la base de la raza, sexo o nacionalidad. La juzga sobre la base de su fe en El y la respuesta que dan a su voluntad revelada. Los que con diligencia tratan de obedecer la voluntad de Dios son como árboles sanos que dan fruto y que tienen grandes raíces (Jeremías 17:5-8 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.) y Dios promete cuidarlos. La sabiduría de Dios guía sus vidas. En contraste, los que no confían en El ni le obedecen tienen vidas sin significado que el viento se lleva como si fuera polvo.
Sólo existen dos caminos en la vida: el camino de la obediencia a Dios o el camino de la rebelión y destrucción. Asegurémonos de elegir la senda de Dios porque su elección determinará dónde pasaremos la eternidad.

Podemos aprender a seguir a Dios al meditar en su Palabra. Meditar significa pasar tiempo leyendo y pensando en lo que hemos leído. Además significa pensar acerca en cómo cambiar para vivir como a Dios le agrada. Conocer y meditar la Palabra de Dios son los primeros pasos para aplicarla a nuestro diario vivir. Si queremos seguir a Dios más de cerca, debemos conocer lo que El dice.

  Esta "ley de Jehová" se refiere a toda las Escrituras: los primeros cinco libros de Moisés, los profetas, y los otros escritos. Mientras más conozcamos el punto de vista de la Palabra de Dios, más recursos tendremos para tomar nuestras decisiones diarias.

  Mientras más nos deleitamos en la presencia de Dios, más fructíferos seremos. Por otro lado, mientras más permitamos que los que ridiculizan a Dios afecten nuestros pensamientos y actitudes, más nos separamos de la fuente real de alimento espiritual. Debemos tener contacto con los incrédulos si es que queremos hablarles de Dios. Pero no debemos imitar su conducta pecaminosa. Si queremos desesperarnos, pasemos tiempo con los escarnecedores. Pero si deseamos felicidad, cultivemos la amistad de los que aman a Dios y su Palabra.

  Cuando las Escrituras prometen "y todo lo que hacen, prosperará", no significa que seamos inmunes al fracaso o a las dificultades. Tampoco es una garantía de salud, riqueza y felicidad. Lo que la prosperidad significa en las Escrituras es que cuando la sabiduría de Dios se aplica en nuestras vidas, el fruto, resultados o productos derivados, que produce en nosotros serán bueno y recibirá la aprobación de Dios. Así como un árbol absorbe el agua y produce muchos frutos, nosotros debemos absorber la Palabra de Dios, para producir hechos y actitudes que lo honren. Para alcanzar logros que valgan la pena, debemos tener la Palabra de Dios en nuestro corazón.

  El tamo es la cubierta exterior,  o cáscara,  que se debe retirar para obtener las semillas de grano que están dentro. El tamo se retiraba por medio de un proceso llamado trilla y aventamiento. Después que se cortaban las plantas, eran aplastadas, y luego las piezas eran aventadas al aire. El tamo es muy liviano y el más mínimo viento se lo lleva, mientras que el grano bueno cae en la tierra. El tamo es símbolo de una vida infiel que vaga sin dirección. El grano bueno es símbolo de una vida fiel que Dios puede utilizar.  
Bienaventurado: No sólo es la palabra con que comienza este salmo, sino que en ella está la esencia de la promesa dada a aquellos que leen estos poemas y meditan en ellos. En hebreo, como en castellano, el término bienaventurado equivale a la palabra griega que significa «bendito» o «feliz» (Mateo 5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.). Los amigos que escogemos influyen significativamente en el futuro y el éxito de nuestras vidas.
  Ninguna promesa de Dios está exenta de alguna acción responsable de parte nuestra. Nadie prosperará mientras no comience a hacer lo que Dios dice. Mucha gente desea los resultados prometidos sin el compromiso responsable que le acompaña. Pero ninguno de nosotros ganará algo que valga la pena instantáneamente. No esperemos que las respuestas divinas se ajusten a nuestro itinerario. Recordemos que nuestras respuestas llegan cuando ponemos su palabra en acción. Así como un período de intenso estudio precede a un título universitario, a través de la paciente búsqueda de su promesa podemos esperar que la palabra de Dios madure en nuestras vidas. (Juan 10:10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Lucas 12:15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.)  

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