} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL FRUTO DEL ESPÍRITU

sábado, 11 de octubre de 2014

EL FRUTO DEL ESPÍRITU





Gálatas 5:22  Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
 23  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
 24  Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
 25  Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.


Karpos (καρπός)  fruto de obras o actos.

CONTEXTO

Siendo el fruto la expresión visible del poder que obra interna e invisiblemente, siendo el carácter del fruto evidencia del carácter del poder que lo produce. Así como las expresiones visibles de las concupiscencias soterradas son las obras de la carne, de la misma manera el poder invisible del Espíritu Santo en aquellos que somos traídos a una unión vital con Cristo   produce «el fruto del Espíritu» la forma singular es sugerente de que  se reproduce la unidad del carácter del Señor, esto es: «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio» , todo ello en contraste con las confusas y frecuentemente incoherentes «obras de la carne». Así   el fruto de justicia es descrito como «fruto apacible», el efecto externo de la disciplina divina; «el fruto de justicia se siembra en paz», esto es, la semilla produce aquel fruto; aquellos que hacen la paz producen una cosecha de justicia; «el fruto de la luz»  se ve en toda bondad, justicia y verdad, como la expresión de la unión del cristiano con Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo); porque Dios es bueno,  el Hijo es el «Justo», el Espíritu es «el Espíritu de verdad».


REFLEXIÓN


Si fuéramos cuidadosos para actuar bajo la dirección y el poder del Espíritu Santo, aunque no fuésemos liberados de los estímulos y de la oposición de la naturaleza corrupta que queda en nosotros, esta no tendría dominio sobre nosotros. Los creyentes estamos metidos en un conflicto en que deseamos sinceramente esa gracia que podemos alcanzar la victoria plena y rápida. Los que deseamos entregarnos a la dirección del Espíritu Santo no estamos bajo la ley como pacto de obras, ni expuestos a su espantosa maldición. Nuestro odio por el pecado, y la búsqueda de la santidad, nos hace entender que tenemos una parte en la salvación del evangelio.
Las obras de la carne son muchas y manifiestas. Esos pecados excluirán del cielo a los hombres que no son nacidos de nuevo.

Pero, ¡cuánta gente que se dice cristiana vive así y dicen que esperan el cielo!  

Se enumera EL FRUTO del Espíritu, o de la naturaleza renovada, que tenemos que hacer. Y así como el apóstol había nombrado principalmente las obras de la carne, no sólo dañinas para los mismos hombres, sino que tienden a hacerlos mutuamente nocivos, así aquí el apóstol nota principalmente los frutos del Espíritu, que tienden a hacer mutuamente agradables a los cristianos, como asimismo a hacernos felices. Los frutos del Espíritu muestran evidentemente que somos guiados por el Espíritu.
La descripción de las obras de la carne y de los frutos del Espíritu nos dice qué debemos evitar y resistir y qué debemos desear y cultivar  y este es el afán y empresa sinceros de todos los cristianos reales. El pecado no reina ahora en nuestros cuerpos mortales, de modo que le obedezcamos, Romanos 6; 12   No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;  
Cristo nunca reconocerá a los que se rinden a ser siervos del pecado. Y no basta con que cesemos de hacer el mal sino que debemos aprender a hacer el bien. Nuestra conversación siempre deberá corresponder al principio que nos guía y nos gobierna, Romanos 8; 5  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Debemos dedicarnos con fervor a mortificar las obras del cuerpo y a caminar en la vida nueva sin desear la vanagloria ni desear indebidamente la estima y el aplauso de los hombres,  sino buscando llevar esos buenos frutos con mayor abundancia, que son, a través de Jesucristo, para la alabanza y la gloria de Dios.
El fruto del Espíritu es la obra espontánea del Espíritu Santo en nosotros. El Espíritu produce estos rasgos del carácter que se encuentran en la naturaleza de Cristo. Ellos son el producto del control de Cristo, no podemos obtenerlo por tratar de llevarlos sin su ayuda. Si queremos que el fruto del Espíritu se desarrolle en nuestras vidas, debemos unir nuestra vida a la de Él.  Juan_15:4-5 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer; debemos conocerlo, amarlo, recordarlo, imitarlo. El resultado será que cumpliremos con el propósito proyectado de la ley: amar a Dios y al prójimo. ¿Cuál de estas cualidades deseamos que el Espíritu produzca en nuestra vida?

  Debido a que el mismo Dios que envió la ley también envió al Espíritu, el resultado de una vida llena del Espíritu estará en armonía perfecta con la intención de la ley de Dios. Una persona que abunda con el fruto del Espíritu cumple la ley mucho mejor que una persona que observa los rituales y que tiene muy poco amor en su corazón.

  Si queremos aceptar a Cristo como Salvador, debemos apartarnos de nuestro pecado y clavar voluntariamente nuestros malos deseos naturales a la cruz. Esto no significa, sin embargo, que nunca más volveremos a ver rasgos de estos deseos nuevamente. Como cristianos todavía tenemos la capacidad para pecar pero hemos sido liberados del poder del pecado y no debemos dejarnos dominar por él. Cada día debemos entregarle nuestras tendencias pecaminosas a Dios y a su control, clavándolas en la cruz de Cristo, y momento a momento aspirar el poder del Espíritu para sobreponernos a ellas.

  Dios está interesado en cada parte de nuestras vidas, no sólo espiritual. Al vivir por el poder del Espíritu Santo, debemos rendir cada aspecto de nuestra vida a Dios: emocional, física, social, intelectual, vocacional.
¡Somos salvos, por lo tanto, vivimos de acuerdo a esta realidad!
El Espíritu Santo es la fuente de nuestra nueva vida, de modo que caminemos con El. No permitamos que nada o nadie más determine nuestros valores y normas en cualquier área de nuestra vida.

 Los que somos Cristo  “guiados por su  Espíritu”  hemos crucificado la carne  en la cruz una vez y para siempre, cuando llegamos a ser de Cristo, al creer y ser bautizados (Romanos_6:3-4¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
 4  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva). Ahora la carne se halla  en un estado de crucifixión (Rom_6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.  )  De tal forma que el Espíritu puede producir en nosotros,  el fruto del Espíritu. El hombre, por la fe, está muerto a su concepto anterior de una vida de pecado, y se levanta a una vida nueva  de comunión con Cristo (Colosenses_3:3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.)  El acto por medio del cual fue crucificada la carne con sus concupiscencias, ya se ha realizado espiritualmente en principio. Pero la práctica, o la conformación anterior de la vida, tienen que armonizar con la tendencia dada a la vida interior.   
 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. Que nuestra vida práctica corresponda con el principio ideal interior de nuestra vida espiritual, es decir, nuestra posición por fe como muertos al pecado, y separados de él, y de la condenación de la ley. La vida por  el Espíritu  no es una influencia casual del Espíritu, sino un estado permanente, en el cual estamos continuamente vivos, aunque alguna vez durmiendo e inactivos.
Estas virtudes son caracterizadas como fruto , en contraste con las  obras . Sólo el Espíritu Santo puede producirlas, y no los propios esfuerzos. Otro contraste es que, aun cuando las obras de la carne aparecen en plural, el fruto del Espíritu es uno solo e indivisible. Cuando el Espíritu controla completamente la vida del creyente, produce este resultado. Las primeras tres conciernen a nuestra actitud hacia Dios, las tres siguientes tienen que ver con nuestras relaciones sociales, y el tercer grupo describe los principios que guían la conducta cristiana.

   Los frutos del Espíritu Santo han de crecer en todos los aspectos de nuestra vida, en la misma medida que sus dones se manifiestan a través de nosotros. (Judas_1:20 Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo,)  
 Andar en el Espíritu es andar siguiendo la ruta que él ha abierto por el conocimiento de la Palabra de Dios en la Biblia, que poco a poco ha ido limpiando nuestros corazones, cambiando y transformando aquel viejo carácter, nuestra actitud, nuestra mente.
Lo mismo que en la naturaleza los árboles dan fruto a su debido tiempo, así cada uno de nosotros nos asemejamos a aquellos, dando fruto cuando llega nuestro tiempo.
Efesios 2:10  Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Ese fruto no sucede  por algo que nosotros hagamos, por tanto, toda jactancia queda excluida. Todo es regalo libre de Dios y efecto de ser vivificados por su poder. Fue su propósito para lo cual nos preparó bendiciéndonos con el conocimiento de su voluntad, y su Espíritu Santo produce tal cambio en nosotros que glorificaremos a Dios por nuestra buena conversación y perseverancia en la santidad.  

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