} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿DE QUÉ ESTAMOS LLENOS? (II)

sábado, 4 de octubre de 2014

¿DE QUÉ ESTAMOS LLENOS? (II)




Lucas 6:45  El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.


Hace pocos días decidí arrancar un manzano que llevaba plantado ocho años. Lo compré en un vivero especializado un manzano variedad “Granny Smith” que produce un fruto delicioso para comer recién cosechadas. Estaba bien injertado en el patrón sano y fuerte. Pero pasaban los años y a pesar de abonarlo, podarlo y propinar todos los cuidados para que se fortaleciera sano y vigoroso, llegó a dar sólo cuatro manzanas y no de muy buena calidad. Así que tomé la decisión de arrancarlo de raíz para cortarlo para el fuego.
 El árbol se conoce por sus frutos, que la palabra de Cristo sea injertada de tal modo en nuestros corazones que podamos ser fructíferos en toda buena palabra y obra por amor a Su nombre. Lo que la boca habla comúnmente concuerda con lo que abunda en el corazón.
Hacemos un trabajo seguro para nuestras almas y para la eternidad, siguiendo el rumbo que  nos será de beneficio en el tiempo de prueba, sólo los que piensamos, hablamos, y actuamos conforme a las palabras de Cristo. Quienes  hayamos la esperanza en Cristo que es la Roca de los siglos,  alcanzamos la salvación por gracia revelada por Dios a través de Su Espíritu, pues nadie puede poner otro fundamento. En la muerte y en el juicio estamos a salvo si somos sostenidos por el poder de Cristo, por medio de la fe para salvación, y nunca pereceremos.
Jesús nos recuerda que nuestro hablar y acciones revelan nuestra creencia, actitudes y motivaciones verdaderas. Las buenas impresiones que tratamos de dar no duran si nuestros corazones son engañosos, si no vivimos conforme a lo que decimos. Lo que está en nuestros corazones se reflejará en nuestro vocabulario y conducta; mas pronto que tarde saldrá el verdadero corazón. Mat 12:33-37  O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.  34  ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35  El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.  36  Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.  37  Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
El idioma del hombre descubre de qué país procede, igualmente de qué clase de espíritu es. El corazón es la fuente, las palabras son los arroyos. Una fuente turbia y una corriente corrupta deben producir arroyos barrosos y desagradables. Nada sanará las aguas, sazonará el habla, ni purificará la comunicación corrupta sino la sal de la gracia, echada en la corriente. El hombre malo tiene un mal tesoro en su corazón, del cual el pecador saca las malas palabras y las malas acciones para deshonrar a Dios y herir al prójimo. Velemos continuamente sobre nosotros mismos para que podamos hablar plabras conformes al carácter cristiano.
Amar lo no amable es renunciar al amor egoísta del mundo, es hablar del amor de Cristo con gente que aparentemente no tiene posibilidades de ofrecer recompensa alguna. Jesús nos pide que amemos tal como él amó a aquellos que son los últimos en llegar, a los que son feos, a los pobres o a los que no tienen medio alguno para ayudarnos. Ello es posible únicamente mediante una transformación sobrenatural que engendre en nosotros un orden diferente de respuesta del que la sociedad humana acostumbra. Exactamente igual a como la mente humana distingue a las personas de los animales, así el amor cristiano deberá ser dramáticamente diferente, de modo que distinga al creyente del mundo que le rodea. Es despojarnos de las reacciones animales que nos hacen refunfuñar, atacar o tomar venganza. Debe trascender las respuestas humanas que esperan una recompensa terrenal por un servicio prestado o por un acto de bondad. Un amor así será como un rayo de luz que hará al mundo acercarse para preguntar qué nos hace irradiar amor en medio de gente antipática. La perfección del amor de Dios en nosotros puede ganarnos una audiencia curiosa y atenta
Hacer el bien para recibir meramente una recompensa representa una forma de egoísmo incompatible con la vida cristiana.
El amor cristiano halla su motivación en el amor de Dios. Su misericordia con nosotros es la base de la que brindamos a otros.
Jesús estableció toda una manera nueva de dar. Se dio a sí mismo a y por las necesidades del pueblo. Nosotros no tenemos que pagar u ofrecer sacrificios para recibir amparo en la misericordia de Dios. Jesucristo ha pagado ya nuestra deuda delante de Dios, y su cruz es obra suficiente y eterna en nuestro favor. Entonces, nuestro dar u ofrendar ha dejado de constituir el pago de una deuda, es una semilla que sembramos. La vida y la fuente de poder vienen de Él.  Nos corresponde simplemente actuar sobre el poder potencial de esa semilla de vida que Dios ha colocado en nosotros mediante su poder y su gracia, para que fructifique en abundancia.
  El dar y el recibir van juntos. Solamente dando nos colocamos en posición de esperar, recibir y cosechar.
Nosotros damos como si fuera a Dios, y recibimos de Dios; pero debiéramos permanecer atentos a las maneras diferentes que Dios emplea para entregar nuestra cosecha.   Puede que el milagro de Dios  venga como una idea, una oportunidad, una invitación, o una asociación previamente desconocida y no identificada.  
  Hay una ley universal de reciprocidad divina. Tú das, Dios te da a ti. Cuando siembras una semilla, el terreno rinde una cosecha. Eso es una relación recíproca. El terreno te da a ti, si tú le das al terreno. Depositas dinero en el banco y el banco te paga los intereses. Eso se llama reciprocidad.
Sin embargo, hay mucha gente que quiere recibir sin dar nada, especialmente cuando se trata de las cosas de Dios. Ellos saben que la reciprocidad es fundamental en el sistema del mundo. Y, no obstante, siempre esperan que Dios les envíe algo cuando ellos no han invertido en el reino de Dios.
Si no estás invirtiendo tu tiempo, tu talento, tu dedicación y tu dinero, ¿por qué esperas recibir algo? ¿Cómo puedes obtener alguna cosa cuando no has sembrado ninguna semilla? ¿Cómo puedes esperar que Dios honre tus deseos cuando no has honrado su mandamiento de ofrendar? La prosperidad empieza por la inversión.
 Dios premia la atención generosa a aquellos en necesidad con una liberalidad sin límites.
    Mantengámonos vigilantes y a la expectativa de las vías por medio de las cuales Dios puede decidir hacernos  llegar un milagro, a su debido tiempo (el cual, para nosotros, bien pudiera ser ahora)
Para resumir podríamos decir qué:  no hay sino dos reinos, dos intereses, dos partidos, y las obras propias de cada uno. Si yo pertenezco a uno, no puedo pertenecer al otro, pero aquellos que se colocan en oposición voluntaria al reino de la luz, proclaman abiertamente a qué reino pertenecen.  

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