Lucas 1:6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los
mandamientos y ordenanzas del Señor.
1Corintios 1:8 el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro
Señor Jesucristo.
Filipenses 1:10 para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo,
Filipenses 2:15 para que seáis irreprensibles
y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y
perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;
Colosenses 1:22 en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para
presentaros santos y sin mancha e irreprensibles
delante de él;
1Tesalonicenses 3:13 para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de
Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus
santos.
1Timoteo 3:10 Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces
ejerzan el diaconado, si son irreprensibles.
1Timoteo 5:7 Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles;
2Pedro 3:14 Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas,
procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.
Irreprensibles
significado bíblico:
Amometos (ἀμώμητος) traducido en Filipenses 2:15 «sin mancha»; se traduce
«irreprensibles» en 2Pedro 3:14.
Anenkletos (ἀνέγκλητος) significa que no puede ser
llamado a rendir cuentas, esto es, sin acusación alguna, como resultado de una
investigación pública; «irreprensibles» (1Colos 1:8;
Colos 1:22; 1Timot 3:10). Implica no
una mera absolución, sino la inexistencia de cualquier tipo de cargos o de
acusación en contra de una persona.
REFLEXIÓN
Debemos ser diligentes en el uso de todos los medios que llevan a
nuestra salvación perseverando en ellos hasta el fin, con mucho cuidado no sea
que con todas nuestras ventajas no lleguemos. Ocupados en nuestra salvación,
porque es Dios quien obra en nosotros. Esto nos anima a hacer lo más que
podamos porque nuestro trabajo no será en vano; sabiendo que debemos depender
de la gracia de Dios. La obra de la gracia de Dios en nosotros es vivificar y
comprometer nuestros esfuerzos. La buena voluntad de Dios para nosotros es la
causa de su buena obra en nosotros.
Cumpliendo nuestro deber sin murmuraciones. Cumplirlo y no le atribuyamos
defectos. Preocupados de nuestro trabajo y no lo hagamos motivo de contiendas con los demás hemanos en la fe. Seamos apacibles: no demos ocasión justa de
ofensa. Los hijos de Dios debemos distinguirnos de los hijos de los hombres.
Mientras más perversos sean los otros, mucho más cuidadosos debemos ser
nosotros para mantenernos sin culpa e inocentes. La doctrina y el ejemplo
coherente de los creyentes iluminará a otros y dirigirá su camino a Cristo y a
la piedad, así como la luz del faro advierte a los marinos que eviten los
escollos y dirige su rumbo al puerto. Tratemos de brillar así.
El evangelio es la palabra de vida, nos da a conocer la vida eterna
por medio de Jesucristo. Correr connota fervor y vigor, seguir continuamente
hacia delante; esfuerzo, connota constancia y aplicación estrecha.
La voluntad de Dios es que los creyentes estemos llenos de regocijo,
no como aquellos que parece chupan limones, cuyos rostros agrios en nada se
regocijan; y los que estén tan felices por tener buenos ministros, tienen mucha
razón para regocijarse con ellos; sean pastores o ancianos..
Sobre la base de la doctrina de la segunda venida de Cristo se nos
exhorta a la pureza y la piedad. Este es el efecto del verdadero conocimiento.
Se requiere una santidad muy exacta y universal, que no se apoye en ninguna
baja medida o grado. Los cristianos verdaderos esperamos cielos nuevos y una
nueva tierra; libres de la vanidad a la que están sujetas las cosas presentes,
y del pecado con que están contaminadas. Sólo los vestidos con la justicia de
Cristo, y santificados por el Espíritu Santo, serán admitidos para habitar en
este santo lugar. No esperemos ser hallados en paz en el día de Dios, si somos
perezosos y estamos ociosos en el día a día, en el cual debemos terminar la
obra que se nos ha encomendado hacer. Sólo el creyente diligente será cristiano
feliz en el día del Señor. Nuestro Señor vendrá súbitamente, o dentro de muy
poco nos llamará a su presencia; ¿y nos va a hallar ociosos? Aprendamos a usar correctamente la paciencia
de nuestro Señor que todavía tarda su venida. Hombres soberbios, carnales y
corruptos tratan de eliminar algunas cosas en una aparente concordancia con sus
impías doctrinas. Pero hay razón por la cual las epístolas de San Pablo o
alguna otra parte de las Escrituras deban ser dejadas de lado; porque los
hombres, dejados a su propio criterio, pervierten toda dádiva de Dios.
Entonces, procuremos tener preparadas nuestra mente para recibir cosas
difíciles de entender, pongamos en práctica las cosas que son más fáciles de
entender. Pero debe haber negación de sí, sospecha de nosotros mismos y
sumisión a la autoridad de Cristo Jesús antes que podamos recibir de todo
corazón todas las verdades del evangelio, por tanto, estamos en gran peligro de
rechazar la verdad. El creyente debe desconocer y aborrecer todas las opiniones
y los pensamientos de hombres que no concuerden con la ley de Dios, ni sean
garantizados por ella.
Los que son descarriados por el error, caen de su propia constancia.
Para evitar ser descarriados, debemos tratar de crecer en toda gracia, en fe,
en virtud y en conocimento. Esforzados por conocer más clara y plenamente a
Cristo; conocerle para ser más como Él y amarle más. Este es el conocimiento de
Cristo tras el cual iba el apóstol Pablo, deseando obtenerlo; y los que
saborean este efecto del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, darán
gracias, luego de recibir tal gracia, y le alabarán y se unirán para darle la
gloria ahora, con la plena seguridad de hacer lo mismo en el más allá, para
siempre.
Todos los cristianos somos dedicados y consagrados a Cristo por el
bautismo, y tenemos la obligación estricta de ser santos, porque en la Iglesia verdadera
de Dios estamos todos los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser
santos, y que le invocamos como el Dios manifestado en carne, para todas las
bendiciones de la salvación; quienes le
reconocemos y obedecemos como Señor nuestro, y Señor de todo; no incluye a
otras personas. El cristiano se distingue del profano y del ateo, porque no osa
vivir sin oración; y se puede distinguir de los judíos y paganos en que invoca
el nombre de Cristo.
Los que esperamos la venida de
nuestro Señor Jesucristo, seráemos sostenidos por Él hasta el final; seremos
sin culpa en el día de Cristo, hechos así por la rica y libre gracia. ¡Qué
gloriosas son las esperanzas de tal privilegio: estar resguardados por el poder
de Cristo del poder de nuestras corrupciones y de las tentaciones de Satanás!
Cristo en su naturaleza humana es la revelación visible del Dios
invisible y quien le ha visto a Él ha visto al Padre. Adoremos estos misterios
con fe humilde y contemplemos la gloria de Jehová en Cristo Jesús. Nació o fue
engendrado antes de toda la creación, antes que fuera hecha la primera
criatura; este el modo de la Escritura de representar la eternidad, y por el
cual la eternidad de Dios nos es representada. Siendo todas las cosas creadas por
Él, fueron creadas para Él; siendo hechas por su poder, fueron hechas conforme
a su beneplácito y para alabanza de su gloria. No sólo las creó todas al
principio; por la palabra de su poder las sustenta.
Cristo como Mediador es la Cabeza del cuerpo, la Iglesia; toda gracia
y fuerza son de Él; y la Iglesia es su cuerpo. Toda plenitud habita en Él; la
plenitud de mérito y justicia, de fuerza y gracia para nosotros. Dios mostró su
justicia al requerir plena satisfacción. Este modo de redimir a la humanidad
por la muerte de Cristo fue el más apto. Pese al odio hacia el pecado por parte de
Dios, plugo a Dios reconciliar consigo al hombre caído. Si estamos convencidos
en nuestra mente de que éramos enemigos por las malas obras, y que ahora
estamos reconciliados a Dios por el sacrificio y muerte de Cristo según nuestra
naturaleza, no intentaremos explicar ni siquiera pensar en comprender
plenamente estos misterios, pero veremos la gloria de este plan de redención y
nos regocijaremos en la esperanza que nos es puesta por delante. Si el amor de
Dios por nosotros es tan grande, ¿ahora qué podemos hacer por Dios? Orar con
frecuencia y abundar en los deberes santos y no vivir más para nosotros mismos,
sino para Cristo, el que murió por nosotros. Pero, ¿para qué? ¿para que sigamos
viviendo en el pecado? No, sino para que muramos al pecado y vivamos entonces
no para nosotros sino para Él.
En el más allá seremos vestidos con los ropajes de salvación sólo
quienes ahora estamos cubiertos con el manto de la justicia de Cristo y, por la
santificación del Espíritu, tenemos renovada la imagen de Dios en nosotros. Estas
bendiciones brotarán en épocas venideras como surge el fruto de la tierra. Tan
oportunamente, tan continuamente y con gran provecho para la humanidad, el
Señor Dios hará que broten la justicia y la alabanza. Ellas se extenderán
lejos; la gran salvación será publicada y proclamada a los confines de la
tierra. Seamos fervorosos para orar, que el Señor Dios haga que la justicia
brote entre nosotros, lo cual constituye la excelencia y la gloria de la
profesión cristiana.