Sin lugar a duda nos ha tocado vivir en un mundo tan
materialista, que casi todo lo que nos rodea está enfocado hacia el consumo. Vemos
por todas partes señuelos, estafas, usura, corrupción; fruto del amor al dinero.
Muchas personas se ven envueltas, sin culpa alguna, de la avaricia y el ansia
de acaparar y acumular de personas sin escrúpulos. Asistimos sin remedio a la
culminación máxima del pecado en el corazón del hombre.
¿Quién puede cambiar esta situación? ¿Es posible?
A estas dos preguntas responderé diciendo que
Jesucristo tiene el poder para cambiar el corazón del hombre cuando se arrepiente
de sus pecados, y le reconoce como Salvador y Señor. Regenerando la mente y el
corazón del hombre, limpiando toda la suciedad acumulada por las malas
enseñanzas y toda la permisividad sin poner un filtro a lo que vemos, oimos, sentimos,
gustamos y tocamos.
Veamos lo que nos dice la Palabra de Dios en la
Biblia:
Mateo 6:33 Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas. 34 Así que, no os afanéis
por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día
su propio mal.
Merimna (μέριμνα) afán, ansiedad, preocupación. Se usa en Mateo 13:22; Marcos 4:19; Lucas 8:14; Lucas 21:34; 2Corintios
11:28; 1Pedro 5:7.
REFLEXIÓN:
Creo que no haya otro pecado
contra el cual advierta más nuestro Señor Jesús a sus discípulos que las
preocupaciones inquietantes, distractoras; afanarse y obsesionarse por las
cosas de esta vida. A menudo esto nos entrampa tanto que acabamos pagando las
consecuencias, metiéndonos en el consumismo desenfrenado; el dinero de plástico ha sido para muchas familias una pesada carga. El dinero nunca debe atesorarse
en el corazón, sino debe estar en la cartera.
También hay quien está en el otro polo, una despreocupación por las
cosas temporales que es necesario y de obligación para un padre de familia,
como son el trabajo para proveer para su familia, aunque no debemos llevar a un
extremo estas preocupaciones lícitas. Todo tiene que hacerse de una forma
equilibrada.
No nos afanemos por nuetra
vida. Ni por la extensión de ella, sino presentar ante Dios nuestras necesidades, para que la alargue
o acorte según le plazca; nuestros tiempos están en su mano y están en buena
mano. Tampoco nos preocupemos por las comodidades de esta vida; dejemos que
Dios la amargue o endulce según le plazca. Dios ha prometido la comida y el
vestido, por tanto podemos esperarlos.
No pensemos en el mañana, en el tiempo venidero. No nos afanemos por
el futuro, cómo viviremos el año que viene, o cuando estemos viejos, o qué
dejaremos detrás de nosotros. Como no debemos jactarnos del mañana, así tampoco
debemos preocuparnos por el mañana o sus acontecimientos. Dios nos ha dado vida
y nos ha dado el cuerpo. ¿Y qué no puede hacer por nosotros el que hizo eso? Si
nos preocupamos de nuestras almas y de la eternidad, que son más que el cuerpo
y esta vida, podemos dejarle en manos de Dios que nos provea comida y vestido,
que son lo menos.
Mejoremos nuestra actitud y esto como exhortación a confiar en Dios. No
podemos alterar las disposiciones de la providencia, por tanto debemos
someternos y resignarnos a ellas. El cuidado considerado por nuestras almas es
la mejor decisión que podremos afrontar, por Su gracia, cualquier situación en
medio de este mundo Busquemos primero el
reino de Dios y su Palabra en la Biblia como ocupación será el mejor tiempo
empleado de nuestras vidas; los beneficios que emanan de la sana doctrina son
tan poderosos como espectaculares en los corazones que anduvieron, como el mío,
sedientos por el desierto de la vida.
La conclusión de todo el asunto es que es la voluntad y el mandamiento
del Señor Jesús, que por las oraciones diarias podamos obtener fuerza para
sostenernos bajo nuestros problemas cotidianos, y armarnos contra las
tentaciones que los acompañan y no dejar que ninguna de esas cosas nos conmueva.
Bienaventurados los que toman al Señor como su Dios, y dan plena
prueba de ellos confiándose totalmente a su sabia disposición. Que el Espíritu
nos dé convicción de pecado en la necesidad de esta disposición y quite lo
mundano de nuestros corazones.
"Buscar el reino de Dios y su justicia" significa buscar su
ayuda en primer lugar, saturar nuestros pensamientos con sus deseos, tomar su
carácter como modelo y servirle y obedecerle en todo. ¿Qué es lo más importante?
Habrá personas, objetos, metas y otros deseos que compitan en cuanto a
prioridad. Cualquiera de estos puede sacar a Dios del primer lugar si nosotros no decidimos en nuestro corazón darle el
primer lugar en todos los aspectos de nuestra vida.
Planear para el mañana es tiempo bien invertido;
afanarse por el mañana es tiempo perdido. Algunas veces es dificultoso notar la
diferencia. Planear es pensar con antelación en metas, pasos y fechas, y
confiar en la dirección de Dios. Cuando se hace bien, el afán disminuye. El que
se afana, en cambio, se ve asaltado por el temor y se le hace difícil confiar
en Dios. El que se afana deja que sus planes interfieran en su relación con
Dios. No permitamos que nuestro afán por el mañana afecte nuestras relaciones
con Dios.
Este es el gran resumen del discurso. En un
sentido estricto, estas palabras tienen que ver con el estado correcto del
corazón respecto a las cosas celestiales y terrenales; son tan
comprensivas en su alcance como para abarcar todo el tema de este discurso. Y,
como para hacer más evidente esto, las dos notas claves de este gran sermón:
“el reino” y “la justicia” del reino, parecen ser incluídas a propósito, como
los dos grandes objetos en cuya búsqueda suprema todas las cosas necesarias
para esta vida nos serán añadidas. El sentido exacto de cada palabra en este
versículo áureo debe ser pesado con cuidado. “El reino de Dios” es el tema primario del Sermón del Monte;
aquel reino que el Dios del cielo está levantando en este mundo caído, en el
cual se encuentra toda aquella porción de la familia de Adán que ha sido
espiritualmente recuperada, los cuales son súbditos del Mesías quien es su
Cabeza y Rey. “Su justicia”,
tan ampliamente descrita e ilustrada de varias maneras en las porciones
anteriores de este discurso, se refiere al carácter de los súbditos del reino.
La “búsqueda” de estas cosas significa el acto de hacer de ellas el objeto de
su suprema elección y afán; y el buscarlas “primeramente” es buscarlas antes y por encima de todo lo demás.
“Todas estas cosas” que nos
serán añadidas si buscamos el reino de Dios y su justicia, son justamente
“todas estas cosas” que las últimas palabras del versículo anterior nos
aseguraron de que “nuestro Padre celestial sabe que tenemos menester”; es
decir, todo lo que necesitamos para la vida presente. Y cuando nuestro Señor
dice que serán “añadidas”, se da a entender, como cosa natural, que los
buscadores del reino y su justicia tendrán estas cosas como su porción lícita y
primaria: siendo lo demás su recompensa gratuita por no haberlas buscado. Lo que sigue no es sino una reducción de
esta enseñanza general en una forma práctica y lista para el uso diario.
Así
que, no os congojéis por el día de mañana: que el día de mañana traerá su
fatiga tendrá sus motivos propios de ansiedad basta al día su afán ¡Una máxima admirable y práctica! Cada día
trae sus propios cuidados; y el anticiparlos es sólo duplicarlos.