} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: INVIRTIENDO EN EL REINO DE DIOS

miércoles, 25 de febrero de 2015

INVIRTIENDO EN EL REINO DE DIOS


Sin lugar a duda nos ha tocado vivir en un mundo tan materialista, que casi todo lo que nos rodea está enfocado hacia el consumo. Vemos por todas partes señuelos, estafas, usura, corrupción; fruto del amor al dinero. Muchas personas se ven envueltas, sin culpa alguna, de la avaricia y el ansia de acaparar y acumular de personas sin escrúpulos. Asistimos sin remedio a la culminación máxima del pecado en el corazón del hombre.
¿Quién puede cambiar esta situación? ¿Es posible?
A estas dos preguntas responderé diciendo que Jesucristo tiene el poder para cambiar el corazón del hombre cuando se arrepiente de sus pecados, y le reconoce como Salvador y Señor. Regenerando la mente y el corazón del hombre, limpiando toda la suciedad acumulada por las malas enseñanzas y toda la permisividad sin poner un filtro a lo que vemos, oimos, sentimos, gustamos y tocamos.
Veamos lo que nos dice la Palabra de Dios en la Biblia:

Mateo 6:33  Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34  Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Merimna (μέριμνα) afán, ansiedad, preocupación. Se usa en Mateo 13:22; Marcos 4:19; Lucas 8:14; Lucas 21:34; 2Corintios 11:28; 1Pedro 5:7.  

REFLEXIÓN:

Creo que no  haya otro pecado contra el cual advierta más nuestro Señor Jesús a sus discípulos que las preocupaciones inquietantes, distractoras; afanarse y obsesionarse por las cosas de esta vida. A menudo esto nos entrampa tanto que acabamos pagando las consecuencias, metiéndonos en el consumismo desenfrenado; el dinero de plástico ha sido para muchas familias una pesada carga. El dinero nunca debe atesorarse en el corazón, sino debe estar en la cartera.  También hay quien está en el otro polo, una despreocupación por las cosas temporales que es necesario y de obligación para un padre de familia, como son el trabajo para proveer para su familia, aunque no debemos llevar a un extremo estas preocupaciones lícitas. Todo tiene que hacerse de una forma equilibrada.
No nos afanemos  por nuetra vida. Ni por la extensión de ella, sino presentar ante  Dios nuestras necesidades, para que la alargue o acorte según le plazca; nuestros tiempos están en su mano y están en buena mano. Tampoco nos preocupemos por las comodidades de esta vida; dejemos que Dios la amargue o endulce según le plazca. Dios ha prometido la comida y el vestido, por tanto podemos esperarlos.
No pensemos en el mañana, en el tiempo venidero. No nos afanemos por el futuro, cómo viviremos el año que viene, o cuando estemos viejos, o qué dejaremos detrás de nosotros. Como no debemos jactarnos del mañana, así tampoco debemos preocuparnos por el mañana o sus acontecimientos. Dios nos ha dado vida y nos ha dado el cuerpo. ¿Y qué no puede hacer por nosotros el que hizo eso? Si nos preocupamos de nuestras almas y de la eternidad, que son más que el cuerpo y esta vida, podemos dejarle en manos de Dios que nos provea comida y vestido, que son lo menos.
Mejoremos nuestra actitud y esto como exhortación a confiar en Dios.   No podemos alterar las disposiciones de la providencia, por tanto debemos someternos y resignarnos a ellas. El cuidado considerado por nuestras almas es la mejor decisión que podremos afrontar, por Su gracia, cualquier situación en medio de este mundo  Busquemos primero el reino de Dios y su Palabra en la Biblia como ocupación será el mejor tiempo empleado de nuestras vidas; los beneficios que emanan de la sana doctrina son tan poderosos como espectaculares en los corazones que anduvieron, como el mío, sedientos por el desierto de la vida.
La conclusión de todo el asunto es que es la voluntad y el mandamiento del Señor Jesús, que por las oraciones diarias podamos obtener fuerza para sostenernos bajo nuestros problemas cotidianos, y armarnos contra las tentaciones que los acompañan y no dejar que ninguna de esas cosas nos conmueva.
Bienaventurados los que toman al Señor como su Dios, y dan plena prueba de ellos confiándose totalmente a su sabia disposición. Que el Espíritu nos dé convicción de pecado en la necesidad de esta disposición y quite lo mundano de nuestros corazones.
"Buscar el reino de Dios y su justicia" significa buscar su ayuda en primer lugar, saturar nuestros pensamientos con sus deseos, tomar su carácter como modelo y servirle y obedecerle en todo. ¿Qué es lo más importante? Habrá personas, objetos, metas y otros deseos que compitan en cuanto a prioridad. Cualquiera de estos puede sacar a Dios del primer lugar si nosotros  no decidimos en nuestro corazón darle el primer lugar en todos los aspectos de nuestra vida.
 Planear para el mañana es tiempo bien invertido; afanarse por el mañana es tiempo perdido. Algunas veces es dificultoso notar la diferencia. Planear es pensar con antelación en metas, pasos y fechas, y confiar en la dirección de Dios. Cuando se hace bien, el afán disminuye. El que se afana, en cambio, se ve asaltado por el temor y se le hace difícil confiar en Dios. El que se afana deja que sus planes interfieran en su relación con Dios. No permitamos que nuestro afán por el mañana afecte nuestras relaciones con Dios.
Este es el gran resumen del discurso. En un sentido estricto, estas palabras tienen que ver con el estado correcto del corazón respecto a las cosas celestiales y terrenales;   son tan comprensivas en su alcance como para abarcar todo el tema de este discurso. Y, como para hacer más evidente esto, las dos notas claves de este gran sermón: “el reino” y “la justicia” del reino, parecen ser incluídas a propósito, como los dos grandes objetos en cuya búsqueda suprema todas las cosas necesarias para esta vida nos serán añadidas. El sentido exacto de cada palabra en este versículo áureo debe ser pesado con cuidado. “El reino de Dios” es el tema primario del Sermón del Monte; aquel reino que el Dios del cielo está levantando en este mundo caído, en el cual se encuentra toda aquella porción de la familia de Adán que ha sido espiritualmente recuperada, los cuales son súbditos del Mesías quien es su Cabeza y Rey. “Su justicia”, tan ampliamente descrita e ilustrada de varias maneras en las porciones anteriores de este discurso, se refiere al carácter de los súbditos del reino. La “búsqueda” de estas cosas significa el acto de hacer de ellas el objeto de su suprema elección y afán; y el buscarlas “primeramente” es buscarlas antes y por encima de todo lo demás. “Todas estas cosas” que nos serán añadidas si buscamos el reino de Dios y su justicia, son justamente “todas estas cosas” que las últimas palabras del versículo anterior nos aseguraron de que “nuestro Padre celestial sabe que tenemos menester”; es decir, todo lo que necesitamos para la vida presente. Y cuando nuestro Señor dice que serán “añadidas”, se da a entender, como cosa natural, que los buscadores del reino y su justicia tendrán estas cosas como su porción lícita y primaria: siendo lo demás su recompensa gratuita por no haberlas buscado. Lo que sigue no es sino una reducción de esta enseñanza general en una forma práctica y lista para el uso diario.
  Así que, no os congojéis por el día de mañana: que el día de mañana traerá su fatiga tendrá sus motivos propios de ansiedad basta al día su afán ¡Una máxima admirable y práctica! Cada día trae sus propios cuidados; y el anticiparlos es sólo duplicarlos.