A ti que estás leyendo este blog te pregunto ¿Crees tú
en el Hijo de Dios? (Juan 5; 35 Oyó Jesús que le habían
expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?) Si crees
en tu corazón y confiesas con tu boca: “como pecador digno de ser castigado, he
encontrado en Jesús a uno en quien puedo confiar mi vida con toda seguridad, ya
que Él con su sacrificio en la Cruz del Calvario derramó Su sangre para perdón
de mis pecados y restablecer así la paz con Dios.”
¡Ah, qué Salvación tan admirable! Es digna de Dios
mismo. Con ella satisfice los deseos del amor de Su corazón, da Gloria a su
amado Hijo y asegura la salvación a todo pecador que crea en Su Hijo como
Salvador y Señor. ¡Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien
así ordenó que su propio Hijo llevase a término esta grande obra, y recibiese
por ella la alabanza; y que tú y yo, pobres criaturas culpables, no solo
alcanzásemos toda bendición por creer en Él, sino que además gozásemos
eternamente de la bienaventurada compañía de Aquel que nos ha bendecido! “Proclamen conmigo la grandeza de YAHWEH; exaltemos juntos Su
Nombre” Salmo 34; 3
Permitidme recordar a Paz, una mujer que decía que
creía en Jesús pero insistía en sus buenas obras para ser salva. Aunque ella
misma me decía: ¿Cómo es que no tengo completa certeza de que estoy salvada?
Muy sencillo, le contestaba, usted no descansa en la obra de Jesús en la cruz
del Calvario. El remedio es que usted se ponga en el lugar del ladrón
arrepentido, él no pudo bajarse de la cruz para dar limosna a los pobres; ni
pudo hacer nada para ganar la salvación. Acto seguido leímos en el Evangelio de
Lucas los versículos donde hacen referencia a este caso particular. Lucas 23:40
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios,
estando en la misma condenación? 41
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que
merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas
en tu reino. 43 Entonces Jesús le dijo:
De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
El Espíritu Santo “tocó” el corazón de Paz y recibió
la fe para creer y reconocerse como aquel ladrón arrepentido. Nunca olvidaré
aquella expresión en su rostro y el brillo de sus ojos. Sus amigas se dieron
cuenta también. Una de ellas, Alejandra, decía: ¿Cómo es que si bien un día los
sentimientos de mi corazón me aseguran que estoy salvada, casi siempre al día
siguiente me veo asaltada de dudas? Fijaron sus ojos en mí, esperando una
respuesta. La Palabra de Dios tiene la respuesta para calmar la tempestad de un
corazón golpeado por las olas de la duda. Voy a a explicarle en qué consiste su
equivocación. ¿Ha visto alguna vez que un marinero cuando quiera anclar un
barco, arroje el áncora dentro del mismo barco? Nunca ¿Verdad? Siempre habrá
visto arrojar el ancla al mar para inmovilizar el barco y esté seguro. Su caso
es muy similar. Quizás está muy convencida de que es la muerte muerte de Cristo
tan solamente la que le consigue la salvación, pero se figura que sus
sentimientos internos son los que le ha de dar la CERTEZA de que está salvada.
Leamos la Biblia, porque quiero que vea en ella el modo como Dios da al hombre
el Conocimiento de la Salvación. En 1Juan 5:13 Estas
cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios,
para que sepáis que tenéis vida
eterna, y para que creáis en el
nombre del Hijo de Dios.
Por este versículo nos enseña cómo el creyente puede
saber que tiene la vida
eterna. En ningún lado la Palabra de Dios dice: “Estos gozosos sentimientos os
he dado, a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios; para que sepáis que
tenéis vida eterna”. Ojalá podamos decir como David en el Salmo 119; 113 Aborrezco a los hombres hipócritas, pero amo tu Ley.
Las Escritura Sagrada da la relación de un
acontecimiento que viene muy al caso para explicar como podemos tener certeza
de la salvación, según el verso anteriormente citado.
Este acontecimiento es la salida del pueblo de
Israel de la tierra de Egipto, Éxodo capítulo 12.
¿Cómo podían saber de cierto los primogénitos de los
millares de Israel, que estaban en seguridad durante la terrible noche de Pascua,
y del castigo de Egipto? Visitemos, en nuestra imaginación, dos de sus casas,
oigamos lo que allí se dice. Penetramos en una, y encontramos a los individuos
de aquella familia temblando de miedo, y llenos de dudas.
¿A qué causa se deben la palidez y el temblor de
todos los que estáis en casa? Preguntamos; y el primogénito nos dice que es
debido a que el Ángel Exterminador va pasando por toda la tierra de Egipto,
matando a los primogénitos, y que por tanto no sabe qué será de él en tan
terrible noche. “Cuando el Ángel Exterminador haya pasado de largo nuestra casa”,
dice el primogénito, “y la noche del castigo haya pasado, entonces sabré que
estoy salvado”, mas entretanto no puedo ver como tener perfecta certidumbre de
salir bien de esta noche. Nuestros vecino de al lado, continúa él, dicen que
están convencidos de su salvación, pero yo creo que quien esto diga es muy
presuntuoso. Lo mejor que puedo hacer es ver pasar esta larga y triste noche
deseando me vaya bien.
Pero ¿Acaso no ha provisto el Dios de Israel un
medio para dar seguridad a su pueblo? Preguntamos. En verdad que si, y nosotros
ya la hemos puesto en práctica. La sangre de un cordero de un año, de un
cordero sin mancha ni defecto alguno, ha sido debidamente rociada con un manojo
de hisopo sobre el dintel y los dos postes de la puerta de nuestra casa; mas a
pesar de esto, no estamos seguros de salir ilesos.
Dejamos esta casa ya éstas gentes atribuladas por la
duda, y entremos en la casa vecina.
¡Qué notable contraste se ofrece en ella nada más
entrar! La confianza resplandece en todos los rostros. Los vemos a punto de
marcha, ceñidos sus vestidos a la cintura, bastón en mano, comiendo de pie del
cordero asado. Les preguntamos ¿Podréis decirnos la causa de vuestra alegría y
tranquilidad en noche tan sombría cómo esta? Y nos responden: “Estamos aguardando
de parte de Jehová las órdenes de ponernos en marcha, y entonces daremos al último
adiós al látigo del cruel capataz, y la dura esclavitud de Egipto”
Pero ¿Pero olvidáis que esta noche el Ángel de Dios
recorre la tierra hiriendo de muerte a los primogénitos? Les decimos.
-No lo olvidamos. Mas también sabemos que nuestro
primogénito está en seguridad. La sangre del cordero ha sido rociada, según
nuestro Dios lo mandó.
-También lo ha sido en la casa de al lado, y, sin
embargo, en ella están tristes porque dudan de su seguridad.
-Pero, además de la sangre rociada, tenemos el
testimonio que Dios mismo ha dado de ella con su Palabra Inmutable. Dios ha
dicho: “Veré la sangre y pasaré de
vosotros”. Él está satisfecho con ver la sangre allí fuera, y nosotros
descansamos seguros sobre su Palabra aquí dentro:”
La Sangre
rociada nos da Salvación.
La Palabra
hablada nos da la Certeza de ella
Mi estimado lector: Te hago una pregunta ¿Cuál de
estas dos familias, te parece, está más salva? Te agradecería una respuesta
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