Para escapar de la persecución en Jerusalén, Felipe
huyó a Samaria donde continuó predicando el evangelio. Mientras estuvo allí, un
ángel lo condujo a un funcionario etíope que se encontraba en el camino entre
Jerusalén y Gaza. Este funcionario se convirtió al cristianismo antes de
proseguir su camino a Etiopía. Felipe fue después de Azoto a Cesárea.
Hechos 8:1
Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución
contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las
tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2 Y hombres piadosos
llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3 Y Saulo
asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres,
y los entregaba en la cárcel Pero los
que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. 5 Entonces
Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. 6 Y la
gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y
viendo las señales que hacía. 7 Porque
de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y
muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8
así que había gran gozo en aquella ciudad. 9 Pero
había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella
ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún
grande. 10 A éste oían atentamente
todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran
poder de Dios. 11 Y le estaban atentos,
porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. 12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba
el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres
y mujeres. 13 También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con
Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba
atónito. 14 Cuando los apóstoles que
estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios,
enviaron allá a Pedro y a Juan; 15 los
cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu
Santo; 16 porque aún no había descendido
sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre
de Jesús. 17 Entonces les imponían las
manos, y recibían el Espíritu Santo. 18 Cuando vio Simón que por la imposición
de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo
impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. 20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca
contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. 21 No
tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante
de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de
esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón; 23 porque en hiel de amargura y
en prisión de maldad veo que estás. 24
Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para
que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. 25 Y ellos, habiendo testificado y hablado la
palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los
samaritanos anunciaron el evangelio.
Desde Hechos
capítulo 8 al 13, Lucas nos hace asistir a la expansión progresiva de la
iglesia primitiva. Esta iglesia nació en el seno del judaísmo y son sobre todo
los judíos, en Jerusalén, quienes entran en ella. La salida de este círculo
hacia una iglesia para el mundo se encuentra de aquí en adelante en el libro de
Los Hechos. Primero Felipe, uno de los helenistas, que predica a los
samaritanos (en parte judíos, no ortodoxos) y luego bautiza a un temeroso de
Dios (esto es un pagano que deseaba convertirse al judaísmo). Luego Pedro, forzado
por el Espíritu, bautiza a otro temeroso de Dios (Cornelio, quien se adhería a
la fe judía, pero sin aceptar todas las prácticas, por ejemplo, la
circuncisión).
Hasta ahora no se ha dejado realmente el judaísmo; lo
único que se ha hecho es evolucionar hacia esferas cada vez más laxas y menos
ortodoxas. La siguiente etapa comienza cuando los helenistas en Antioquía de
Siria predican directamente a los paganos.
La última etapa en la historia del movimiento
cristiano universal, según el esquema de Lucas, se encuentra Hechos capítulos
del 13-28 comenzando con el viaje de Pablo y Bernabé a Asia Menor.
Con el cuadro de la comunidad de Jerusalén nos
encontramos en medio de la tranquilidad: todos estaban unánimes, oraban,
compartían sus bienes con los demás, aunque el pecado de Ananías y Safira vino
a desentonar esta armonía. Pero fue algo pasajero, como un pestañeo. Hay en
medio de esta comunidad tan unida un grupo marginal, los helenistas, sirviendo
como sus portavoces Esteban y Felipe, y luego Pablo y Pedro.
El choque era inevitable. Un grupo humano no puede
desarrollarse sin que aparezcan nuevas tendencias que obligan a la estructura
constituida a tomar otras opciones: Encerrarse dentro de sí misma en una
fidelidad al pasado con el riesgo de convertirse en una secta, o bien
—ahondando en sus tradiciones releídas con toda profundidad— inventar el
porvenir integrando esas nuevas tendencias como una promesa de superación.
Saulo, el que será Pablo, aparece dos veces en el
marco del martirio de Esteban (Hechos 7:58 y 8:1) y luego como perseguidor
(8:3). El entierro de Esteban aparece diferido (8:2) entre la mención de la
persecución (8:1) y la de sus efectos (8:4). Este entrelazamiento indica que el
relato abre aquí una etapa importante. Los datos geográficos de Judea y Samaria
lo confirman, si tenemos en cuenta el programa misionero esbozado por
Jesucristo mismo al comienzo del libro (Hechos 1:8 pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra.). Pasando de Esteban a Felipe y luego a Saulo, el lector
abandona Jerusalén y emprende, primeramente, el camino a Samaria.
Ahora los fariseos y no los saduceos están dirigiendo
las persecuciones. Los saduceos se asustaron por lo que se consideraba una
revolución mesiánica potencial contra Roma. Esto no les importaba a los
fariseos. Pero ellos no podían aguantar el énfasis de Esteban sobre el carácter
espiritual de su religión y la preocupación de Dios por toda la humanidad en
vez de ser sólo por la nación y la raza judía. El orgullo nacional y el
prejuicio racial, disfrazándose como ortodoxia y piedad, se manifestaban en
inquisiciones y persecuciones de una pasión brutal. La palabra asolaba (verso 3)
quizá es una traducción suave del término de Lucas para la acción de Saulo.
Saulo violaba la iglesia como un animal salvaje. Su celo religioso, cualquiera
que fuera su elemento de sinceridad, se ejercitaba con una pasión ciega que
resultó en una expresión sádica.
La declaración de Lucas de que todos fueron
esparcidos... con excepción de los apóstoles (verso 1) ha confundido a muchos
lectores. De ello se ha deducido, con razón, que la persecución estaba dirigida
contra la facción helenista de la comunidad, en tanto que los miembros hebreos
de la misma disfrutaron, quién más quién menos, de tranquilidad (Hechos 9:31 Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y
Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban
fortalecidas por el Espíritu Santo.). Evidentemente los doce todavía
estaban predicando cosas que no ofendían a los exponentes de la barrera de
división (Efesios 2:14 Porque él es nuestra paz, que de
ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación).
Los doce apóstoles seguían siendo judíos, judíos cristianos. Se observa que
ninguno de los doce (según la Escritura) inició la predicación del evangelio a
los samaritanos ni a los gentiles. Sólo gradualmente —mejor dicho, forzados—
buscaban a tientas las verdades por las cuales Esteban dio su vida. Lo que
Felipe hizo rápidamente y con ganas (Hechos 8:5 / 8:26-27), Pedro lo
investigaba cuidadosamente y sin ganas (Hechos 10:14 Entonces
Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.
/ 10:28 Y les
dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o
acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre
llame común o inmundo; ).
¿Fueron llevadas a cabo más ejecuciones en aquella
época (además de aquella de Esteban por los judíos)? Hay pasajes subsecuentes
que parecen favorecer una conclusión afirmativa (Hechos 9:1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos
del Señor, vino al sumo sacerdote,; 22:4 Perseguía
yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y
mujeres ; 26:10 lo cual también hice en
Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido
poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.).
Se puede suponer que más de un cristiano haya sido ejecutado. Pero estos casos
no pudieron ser muchos pues el gobierno romano no lo hubiera permitido.
Intercalado aquí en este breve relato de la persecución
contra la iglesia, Lucas relata la sepultura de Esteban. Los hombres piadosos
que se encargan de recoger y sepultar su cuerpo, no parece que fueron
cristianos. Probablemente eran judíos de tendencias más moderadas que los
perseguidores, e incluso amigos personales de Esteban. Algo parecido sucedió
con el cuerpo de Jesucristo (Juan 19:38-39 Después de
todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por
miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de
Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús.
39 También Nicodemo, el que antes había
visitado a Jesús de noche,(E) vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes,
como cien libras.). Notamos que había incrédulos que no aprobaron la
locura que resultó en el martirio de Esteban.
No se debe olvidar que los hombres que luchaban en
favor del universalismo eran judíos. Jesús mismo era judío, los profetas antes
de él eran de Israel (el término judío no se puede usar correctamente para
designar el período antes del cautiverio), los hombres como Esteban y otros que
le siguieron eran judíos. Ellos eran judíos (o israelitas) que reconocían que
el monoteísmo llevaba al universalismo como su conclusión inevitable; el
concepto de un solo Dios demanda el concepto de un solo mundo. Es verdad que
Lucas narra la historia triste de judíos comprometidos a un estrecho credo
racial, cegados por el orgullo propio y el prejuicio; pero a la vez, él también
cuenta de judíos que fundaron nuevas sendas para la humanidad. El antisemitismo
de hoy día debe tomar en cuenta esta verdad.
En los días de la iglesia primitiva, los hechiceros y
magos eran numerosos e influyentes. Hacían maravillas, efectuaban sanidades y
exorcismos, y practicaban la astrología. Sus magias quizás eran simples trucos
o los hechiceros recibieron algún poder de Satanás (Mateo 24:24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y
harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere
posible, aun a los escogidos).
Simón el mago no era un personaje raro en el mundo
antiguo. Había muchos astrólogos, adivinos y magos, y en una era crédula tenían
una gran influencia y vivían cómodamente. En esta ocasión se ve el primer
encuentro del cristianismo con las prácticas mágicas, tan extendidas por el
mundo grecorromano de aquel entonces . Simón ha dejado su nombre en el lenguaje
común, pues la palabra simonía significa todavía la indigna compraventa de
puestos eclesiásticos y el tráfico de cosas santas. No sabemos con seguridad la
naturaleza de la enseñanza de Simón; es decir, qué provocaba la declaración:
¡Este sí que es el Poder de Dios, llamado Grande!
Simón realizó muchas maravillas al grado que hasta
algunos pensaban que era el Mesías, pero sus poderes no venían de Dios Pero había cierto hombre llamado Simón,. Quien,
como dice Justino Mártir, era samaritano y de un pueblo llamado Gitton; y por
eso un escritor judío lo llama Simeón, השמרוני, "el samaritano", un
mago.
Aquí hay un pero
sobre esta nueva iglesia, el éxito del Evangelio en este lugar, y el gozo que
había allí; un hombre de gran maldad y sofisma se hace hipócrita, se hace pasar
por creyente y se mete entre ellos que antiguamente en la misma ciudad usaba
hechicería; quien antes de que Felipe llegara allí, practicaba artes mágicas;
Por lo que comúnmente se le llama "Simón Magus", porque era un mago,
que había aprendido artes diabólicas, y utilizaba encantamientos y
adivinaciones, como lo hicieron Balaam y los magos de Egipto.
Y hechizó al pueblo de Samaria; o más bien los
asombró, con las extrañas hazañas que realizó; que eran tan inauditos e
inexplicables, que fueron arrojados a un éxtasis. Y estaban como fuera de sí
mismos, a través del asombro y la admiración, ante las cosas asombrosas que
hizo: dando a entender que él mismo era alguien grande; una persona divina, o
un profeta extraordinario, y puede ser el Mesías; ya que los samaritanos
esperaban al Mesías, como aparece en Juan 4:25 (Le dijo
la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos
declarará todas las cosas.) y a lo que parece inclinarse la versión
siríaca, que traduce las palabras así, "y dijo: Yo soy el grande";
esa gran persona, de quien Moisés habló como la simiente de la
"mujer", bajo el nombre de Shiloh, y el carácter de profeta.
No sólo estaban atentos a las cosas extrañas
que hacía, y a las cosas maravillosas que daba acerca de sí mismo; pero ellos
creyeron lo que él dijo e hizo como cosas reales, y le fueron obedientes: y que
del menor al mayor; que no respeta tanto la edad, aunque la versión etíope la
traduce "desde el más joven hasta el mayor", como estado y condición;
personas de todo rango y calidad, altos y bajos, ricos y pobres, magistrados y
súbditos, desde los más humildes hasta los más grandes; y así la versión
siríaca lo traduce como "grande" o "noble y mezquino". Llamó
la atención y obtuvo la consideración, tanto de los príncipes como de los
campesinos, de los eruditos y de los ignorantes, de los grandes hombres y del
pueblo común, quienes todos y cada uno se maravillaron de él y lo aplaudieron.
Diciendo: este hombre es el gran poder de Dios; o como
dice la copia alejandrina y algunas otras, y la versión latina de la Vulgata,
"este es el poder de Dios que se llama grande"; lo tomaron por la
Deidad suprema, o como lo expresa Justino Mártir, lo consideraron el Dios
primero o principal, o lo consideraron el Mesías, "el gran poder de
Dios": como la versión siríaca lo representa; y quién debería ser grande,
y llamado Hijo del Altísimo, Lucas 1:32 (Este será
grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de
David su padre;).
A él tenían respeto porque desde hacía mucho tiempo
los había hechizado con hechicerías; o porque los había asombrado, tal vez durante
muchos años, con sus artes mágicas y las bromas que hacía al usarlas.
Pero
cuando creyeron a Felipe
,. Aunque se habían dejado llevar por tanto tiempo con este engañador, y se
habían apegado tanto a él y lo admiraban; Sin embargo, cuando Felipe vino y les
predicó a Cristo, tal era el poder que acompañaba a su ministerio, y tal la
eficacia de la gracia divina que ejercía, que no sólo le prestaron atención,
sino que creyeron lo que decía: predicando las cosas concernientes al reino de
Dios; concerniente al reino del Mesías, la dispensación del Evangelio, las
doctrinas y ordenanzas del Evangelio; y respecto al reino de la gracia, que es
espiritual e interno, y que no reside en las cosas externas, como la comida y
la bebida, sino en la justicia, la paz y el gozo; y con respecto al reino de
gloria, la idoneidad para él, que reside en la gracia regeneradora, y el
derecho a él, que es la justicia de Cristo: y el nombre de Jesucristo; acerca
de la persona de Cristo, como Hijo de Dios: y los oficios de Cristo, como
profeta, sacerdote y Rey; y la virtud de su sangre, justicia y sacrificio, para
perdón, justificación y expiación: las versiones Vulgata latina, siríaca y
etíope leen esta cláusula, "en el nombre de Jesucristo": y la
conectan con las siguientes palabras: fueron bautizados, tanto hombres como
mujeres: es decir, cuando oyeron a Felipe predicar el evangelio, y creyeron en
Cristo, la suma y sustancia del mismo, e hicieron profesión de fe, eran de cada
sexo, tanto hombres como mujeres, bautizados por inmersión, en el nombre de
Jesucristo.
Entonces
el mismo Simón creyó también,.
Con una fe histórica y temporal, como que Jesús era el Mesías, etc. o al menos
fingió creer esto, y profesó que sí creía, lo que otros hacían, y Felipe
predicó: y cuando fue bautizado; sobre la profesión de su fe, que hizo tan
hábilmente, que Felipe no pudo descubrir su hipocresía; pero considerándolo un
creyente sincero, lo admitió al bautismo; después de lo cual, continuó con
Felipe; se mantuvo cerca de él y se familiarizó con él; y asistió
constantemente a su ministerio, como si hubiera sido un sincero discípulo y
seguidor de Cristo: y se maravilló al contemplar los milagros y señales que se
hacían; estaba tan asombrado por las acciones milagrosas de Felipe, como lo
habían estado los habitantes de Samaria por las suyas, que pudo observar que
eran cosas reales; y esto aumentó su asombro y lo arrojó en un éxtasis al saber
que él mismo era escaso, mientras que sabía que lo que hacía eran solo actuaciones
falsas y trucos de prestidigitación.
Es decir, creía que Jesús había realizado milagros y
había resucitado de entre los muertos, etc. Todo esto lo podía creer en total
coherencia con sus propias nociones del poder de la magia; y todo lo que la
conexión requiere que supongamos es que él creía que este Jesús tenía el poder
de obrar milagros; y como se propuso aplicar esto a su propia cuenta, estuvo
dispuesto a profesar ser su seguidor. Además, podría haber perjudicado su
popularidad si hubiera adoptado una posición de oposición cuando tantos
profesaban convertirse en cristianos.
El apostol
Santiago nos advierte sobre este tipo de fe en el capítulo 2:19 Tú
crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
Crees
que hay un Dios - Aquí se
selecciona una de las grandes y cardinales doctrinas de la religión como
ilustración de todas. El diseño del apóstol parece haber sido seleccionar una
de las doctrinas de la religión, cuya creencia salvaría el alma, si la mera
creencia en cualquier doctrina pudiera; y para mostrar que incluso esto podría
ser considerado un artículo de fe por aquellos que nadie podría suponer que
tuvieran derecho al nombre de cristianos. Selecciona, por lo tanto, la gran
doctrina fundamental de toda religión, la doctrina de la existencia de un Ser
Supremo, y muestra que si incluso ésta se sostuviera de la manera que podría
ser y como la sostenieran los demonios, no pudo salvar a los hombres. No se
supone que el apóstol aquí se esté dirigiendo a alguien como Pablo, quien
sostenía la doctrina de que somos justificados por la fe; ni se supone que esté
combatiendo la doctrina de Pablo, como algunos han sostenido; pero debe
considerarse que se dirige a alguien que sostenía, en el sentido más amplio e
incondicional, que siempre que hubiera fe, un hombre sería salvo. A esto él
responde que incluso los demonios podrían tener una fe de cierto tipo, y una fe
que les produciría efectos sensibles de cierto tipo, y aún así no se podría
suponer que tuvieran una religión verdadera, o que serían salvos. . ¿Por qué no
podría ocurrir lo mismo con respecto al hombre?
Los “demonios” - (τα δαιμόνια ta daimonia). En el Nuevo
Testamento, propiamente, sólo se habla de uno como “el diablo”: ὁ διάβολος ho
diabolos, y ὁ Σατᾶν ho Satan, aunque con frecuencia se habla de “demonios” en
plural. Se los representa como espíritus malignos, sujetos a Satanás o bajo su
control, y comprometidos con él en la realización de sus planes de maldad. Se
suponía que estos espíritus o demonios vagaban por lugares desiertos y
desolados, Mateo 12:43 (Cuando el espíritu inmundo sale
del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.), o
moraban en la atmósfera; se pensaba que tenían el poder de hacer milagros, pero
no para bien.
De estos espíritus malignos habla el apóstol
cuando dice que creen. Es decir, particularmente, creen en la existencia del
único Dios. Hasta dónde puede extenderse su conocimiento con respecto a Dios,
no lo podemos saber; pero nunca son representados en las Escrituras como
negando su existencia o dudando de las grandes verdades de la religión. Nunca
se los describe como ateos. Ese es un pecado de este mundo únicamente. No se
les presenta como escépticos. Ése también es un pecado peculiar de la tierra; y
probablemente, en todo el universo, no hay más seres que los que habitan este
globo, que dudan o niegan la existencia de Dios o de las otras grandes verdades
de la religión.
Y tiemblan - La palabra aquí utilizada (φρίσσουσιν
phrissousin) no aparece en ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Significa,
propiamente, ser áspero, desigual, irregular, sc., con el pelo erizado;
erizarse, como lo hace el cabello cuando está asustado; y luego estremecerse o
temblar de miedo, etc. Aquí el significado es que había mucho más en el caso
mencionado que una mera fe especulativa. Hubo una fe que produjo algún efecto,
y un efecto de carácter muy decidido. De hecho, no produjo buenas obras ni una
vida santa, pero hizo manifiesto que había fe; y, en consecuencia, se seguía
que la existencia de la mera fe no era todo lo que se necesitaba para salvar a
los hombres, o para asegurarse de que estarían seguros, a menos que se
sostuviera que los demonios serían justificados y salvados por ella. Si
pudieran mantener tal fe y aún permanecer en perdición, los hombres podrían
mantenerla e ir a la perdición. Por lo tanto, un hombre no debe inferir que
porque tiene fe, incluso esa fe en Dios que lo llenará de alarma, está a salvo.
Debe tener una fe que produzca otro efecto completamente diferente: el que le
conducirá a una vida santa.
La gente a menudo profesa la religión porque, si no lo
hacen, temen perder su influencia y quedarse con los impíos. Que Simón no era
un verdadero cristiano se desprende de toda la narración.
Y
cuando fue bautizado
- Fue admitido a una “profesión” de religión al igual que los demás. Felipe no
pretendía conocer el corazón; y Simón fue admitido porque “profesaba” su
creencia. Esta es toda la evidencia que los ministros del evangelio pueden
tener ahora, y no es de extrañar que ellos, al igual que Felipe, sean engañados
a menudo. Las razones que influyeron en Simón para hacer profesión de religión
parecen haber sido estas:
(1) Una impresión de que el cristianismo era
"verdadero". Parece haber quedado convencido de ello por los milagros de Felipe.
(2) El hecho de que muchos otros se estaban
convirtiendo en cristianos; y “él” entró con la multitud. Éste es a menudo el
caso en los avivamientos de la religión.
(3) Estaba dispuesto a hacer uso del cristianismo para
promover su propio poder, influencia y popularidad, algo que multitudes de
hombres de la misma opinión que Simón el Mago han estado dispuestos a hacer
desde entonces.
Lo que sí
podemos decir con seguridad es que Simón
representaba una espiritualidad falsa, y aquí se revela claramente su
engaño. La verdadera religión del Espíritu se distingue de la
espiritualidad fingida. Este Simón creyó
y fue bautizado. El aceptó el hecho de los milagros obrados por Felipe y el
hecho del poder detrás de los milagros. Sin
embargo, Simón no fue convertido. Su motivación básica, antes y después
de su creencia, era egoísta. Simón estaba impresionado por los efectos visibles
de la imposición de manos y trató de comprar la habilidad para hacer lo que los
apóstoles podían hacer. No estaba interesado realmente en darle el Espíritu a
otros; sólo le interesaba el poder y el prestigio que adquiriría con él. Esta
exaltación del yo es siempre un peligro para el predicador y para el maestro.
Simón se olvidó de que hay ciertos dones
que dependen del carácter. El dinero no puede comprarlos. Aun en la
religión él buscó adelantar sus intereses egoístas; y eso es sólo un síntoma
del corazón y su depravación. El no conocía nada de la cruz, con su sacrificio.
No mostró ninguna disposición de ser crucificado con Cristo. Los hipócritas a
veces estarán muy atentos a los deberes externos de la religión y se
sorprenderán mucho de lo que Dios hace para la salvación de los pecadores.
A fin de descubrir si los samaritanos eran verdaderos
creyentes, enviaron a Pedro y Juan a investigar. Los cristianos judíos, incluso
los apóstoles, dudaban aún si los gentiles (los que no eran judíos) y los medio
judíos podían recibir al Espíritu Santo. Y no fue sino hasta que Pedro tuvo su
experiencia con Cornelio (capítulo 10) que los apóstoles se convencieron por
completo de que el Espíritu Santo era para todos. Fue Juan el que preguntó a
Jesús si podían mandar fuego del cielo para que descendiera y destruyera a una
aldea samaritana que rehusó recibirlos (Lucas 9:51-55 Cuando
se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro
para ir a Jerusalén. 52 Y envió
mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los
samaritanos para hacerle preparativos. 53
Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y
Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como
hizo Elías, y los consuma?55 Entonces
volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu
sois; 56 porque el Hijo del Hombre no ha
venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a
otra aldea.). Ahora Pedro y él fueron a los samaritanos para orar con
ellos.
Enviaron - Es decir, los apóstoles
"delegaron" dos de ellos. Esto demuestra de manera concluyente que no
había ningún “jefe” o gobernante entre ellos. Actuaron como iguales en autoridad.
La razón por la que enviaron a Pedro y a Juan fue probablemente que habría una
demanda de más trabajo del que Felipe podría ofrecer; se iba a fundar una
iglesia, y era importante que estuvieran presentes personas de experiencia y
sabiduría para organizarla y edificarla. La “cosecha” había ocurrido en
Samaria, de la cual habló el Salvador Juan 4:35 (¿No
decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os
digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la
siega.), y era apropiado que entraran en ella.
En tiempos de
avivamiento, a menudo hay más que hacer de lo que puede hacer un servidor
regular de un pueblo, y es apropiado que reciba ayuda del exterior.
Esto muestra que "Pedro" no tenía la
autoridad y primacía que los católicos romanos afirman para él. No ejerció
ninguna autoridad para "enviar" a otros, sino que él mismo fue
"enviado". Fue designado por su voz unida, en lugar de reclamar él
mismo el poder de dirigirlos.
Y Juan - Pedro era ardiente, tenaz, celoso,
imprudente; Juan era apacible, gentil, tierno y persuasivo. Fue sabio unirlos
en esta obra, ya que se necesitaban los talentos de ambos; y las excelencias en
el carácter de uno compensarían los defectos del otro. Es observable que los
apóstoles enviaron “dos” juntos, como lo había hecho el mismo Salvador.
Este era un momento crucial en la extensión del
evangelio y el crecimiento de la Iglesia. Los apóstoles, Pedro y Juan, tuvieron
que ir a Samaria para evitar que este nuevo grupo de creyentes se separara de
otros creyentes. Cuando Pedro y Juan vieron al Espíritu Santo obrando en esta
gente, tuvieron la certeza de que el Espíritu Santo obraba a través de todos
los creyentes: gentiles, razas mixtas y también judíos "puros".Los
apóstoles todavía se quedaban en Jerusalén cuando Felipe estaba extendiendo el
evangelio a los samaritanos. Aunque aparentemente simpatizaron con el
movimiento, ellos mismos no lo iniciaron. Nos confunde que se diga que estos
samaritanos habían creído y habían sido bautizados en el nombre de Jesucristo (versos
12, 16b), pero no habían recibido el Espíritu Santo (versos 15, 16). Cualquier
convicción de pecado o cualquiera buena voluntad para creer en Cristo
reflejaría una acción recíproca del Espíritu con el espíritu del hombre.
Posiblemente lo que Lucas quiere plantear aquí es que
no había ninguna manifestación del Espíritu comparable a aquella de Pentecostés
hasta que Pedro y Juan les impusieron las manos. Si es así, entonces vemos un
patrón: hubo una gran efusión del Espíritu Santo en el día de Pentecostés; y
había efusiones semejantes cuando los samaritanos fueron evangelizados (Hechos 8:15-17),
cuando unos temerosos de Dios en Cesarea fueron ganados para Cristo ( Hechos 10:44-46
Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu
Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. 45 Y los fieles de la circuncisión que habían
venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se
derramase el don del Espíritu Santo. 46
Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.
); y cuando los discípulos de Juan el Bautista en Efeso fueron iluminados con
la enseñanza más amplia (Hechos 19:1-6 Aconteció que
entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las
regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, 2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando
creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis
bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. 4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de
arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después
de él, esto es, en Jesús el Cristo. 5
Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6 Y habiéndoles impuesto Pablo las
manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.).
Cada una de estas etapas importantes en el desarrollo
del movimiento cristiano fue autenticada divinamente con señales mesiánicas.
Que la imposición de manos por los apóstoles era algo indispensable para
recibir el Espíritu no se sostiene en el libro de Los Hechos. En la historia
que siguió, por ejemplo en la conversión del etíope, no estuvo presente ni Pedro ni Juan, y no hay ninguna mención de
la imposición de manos; sin embargo, de seguro, llegó el Espíritu Santo sobre
él. Definitivamente, el Espíritu Santo llegó sobre Cornelio y sus compañeros
sin la imposición de manos.
La pregunta principal aquí es, ¿qué se entiende por
Espíritu Santo? En Hechos 8:20, se llama "el don de Dios". Las
siguientes observaciones pueden aclarar esto:
(1) No fue ese don del Espíritu Santo por el cual “el
alma se convierte”, porque lo tenían cuando creyeron, Hechos 8:6. En todas
partes la conversión del pecador se atribuye a su influencia. Juan 1:13 (los cuales
no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón,
sino de Dios.).
(2) No fueron las influencias ordinarias del Espíritu
por las cuales “el alma es santificada”; porque la santificación es una obra
progresiva, y ésta fue repentina.
(3) Era algo que era discernible por “efectos externos”;
porque Simón vio Hechos 8:18 que esto se hacía mediante la imposición de manos.
(4) La frase “el don del Espíritu Santo” y “el
descenso del Espíritu Santo” significaban no sólo sus influencias “ordinarias”
para convertir a los pecadores, sino aquellas influencias “extraordinarias” que
acompañaron la primera predicación del evangelio.
(5) Esto queda aún más claro por el hecho de que Simón
deseaba "comprar" este poder, evidentemente para mantener su
influencia entre el pueblo y conservar su ascendencia como malabarista y
hechicero. Pero seguramente Simón no desearía “comprar” las influencias
convertidoras y santificadoras del Espíritu Santo; era el poder de obrar
milagros. Estas cosas dejaron en claro que por don del Espíritu Santo aquí se
entiende el poder de hablar en nuevas lenguas y el poder de hacer milagros. Y
está además claro que “este” pasaje no debe aducirse a favor del “rito de
confirmación” en la iglesia romana. Porque, además del hecho de que ya no hay
“apóstoles”, de lo que se habla aquí es enteramente diferente del rito de la
confirmación. “Esto” debía conferir el extraordinario poder de obrar milagros;
“eso” tiene un propósito diferente.
Si se pregunta "por qué" se confirió este
poder a los primeros cristianos, se puede responder que fue para proporcionar
una prueba sorprendente de la verdad de la religión cristiana; para impresionar
a la gente y así ganarlos para que abracen el evangelio. La iglesia primitiva
estaba así armada con el poder del Espíritu Santo; y esta extraordinaria
certificación de Dios de su mensaje fue una de las causas de la rápida
propagación y el establecimiento permanente del evangelio.
Muchos eruditos creen que Dios decidió que la plenitud
de su Espíritu viniera de forma dramática y en señal de este momento particular
de la historia: la difusión del evangelio en Samaria por la poderosa y eficaz
predicación de los creyentes. Por lo general, el Espíritu Santo entra en la vida de una persona en el momento de la
conversión. Este fue un acontecimiento especial. El derramamiento del
Espíritu sucedería de nuevo con Cornelio y su familia, una demostración de que
los gentiles incircuncisos podían recibir el evangelio.
Lo habían recibido como un Espíritu de iluminación y
santificación, y como un Espíritu de
conversión y fe; habían sido regenerados, iluminados y santificados por el
Espíritu Santo; y fueron convertidos por Él, y llevados a creer en Cristo, y a
vivir, por la fe en Él; eran creyentes bautizados, y nada más; hasta el
momento, ninguno de ellos tenía dones que los calificaran para el ministerio; y
menos aún podía alguno de ellos. Hablan en lenguas, ni profetizan, ni hacen
milagros; el Espíritu Santo aún no había descendido sobre ellos para tales
fines.
Sólo que fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús: todo lo que todavía aparecía en ellos era que eran creyentes en Cristo y
habían sido bautizados en su nombre, por una profesión de su fe; y más que esto
habían sido llamados: la palabra "sólo", no respeta la forma del
bautismo, como si hubieran sido bautizados sólo en el nombre de Cristo;
Considerando que sin duda fueron bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo; pero se refiere al bautismo mismo, que era la única
ordenanza que todavía se les había administrado.
"Todo tiene su precio" parece ser cierto en
nuestro mundo de sobornos, riqueza y materialismo. Simón pensó que podía
comprar el poder del Espíritu Santo, pero Pedro lo censuró con dureza. La única manera de recibir al Espíritu
Santo es hacer lo que Pedro dijo a Simón: arrepentirse del pecado, pedir perdón
a Dios y ser lleno con su Espíritu. Ninguna cantidad de dinero puede comprar la
salvación, el perdón de pecado ni el poder de Dios que se obtienen mediante el
arrepentimiento y la fe en Cristo como Señor y Salvador.
Y
cuando Simón vio. De donde
parece que el Espíritu Santo, o sus dones, que fueron recibidos por imposición
de manos, eran algo visible y discernible; y entonces algo externo, y no
interno; de lo contrario, habrían estado fuera del alcance de Simón y no
habrían caído bajo su atención; pero vio, que por la imposición de las manos de
los apóstoles, fue dado el Espíritu Santo: vio que sobre él los hombres
comenzaron a profetizar y a hablar en diversas lenguas que nunca habían
aprendido, y a hacer milagros, a curar a los hombres de sus enfermedades y a
similares: y cuando observó esto,
Les
ofreció dinero - Había
tenido una influencia notable sobre los samaritanos, y vio que la posesión de
este poder perpetuaría y aumentaría su influencia. La gente suele emplear
trucos de prestidigitación con el fin de ganar dinero, y parece probable que
ese haya sido el diseño de Simón. Vio que si podía comunicar a “otros” este
poder; si podía conferirles a “ellos” el talento de hablar otros idiomas,
podría aprovecharse mucho y, por lo tanto, trató de comprárselo a los
apóstoles. De este acto de Simón hemos derivado nuestra palabra
"simonía", para denotar la compra y venta de ascensos eclesiásticos u
oficios eclesiásticos, donde la religión es apoyada por el estado. Este acto de
Simón muestra de manera concluyente que fue influenciado por motivos
inadecuados al vincularse con la iglesia.
Les ofreció dinero; para comprar tal poder de conferir
dones similares, a quienquiera que ponga sus manos: por lo tanto, comprar y vender
cosas espirituales, o lo que se relaciona con ellas, se llama comúnmente
"simonía": un vicio que ha prevalecido mucho en la iglesia de Roma, y
entre sus papas; y quienes, por lo tanto, pueden ser llamados más propiamente
sucesores de Simón el Mago que de Simón Pedro.
Tu
dinero perece contigo
- Esto expresa el horror y la indignación de Pedro ante la oferta básica de
Simón. No debe entenderse como una imprecación contra Simón. La idea principal
es el desprecio del apóstol por el “dinero”, como si lo considerara sin valor.
“Deje que su dinero se destruya. Aborrecemos su oferta impía. Podemos ver
libremente “cualquier” cantidad de dinero destruida antes de que seamos
tentados a vender el don del Espíritu Santo. Pero aquí también hubo una
expresión de su creencia de que “Simón” también perecería. Era una declaración
de que se apresuraba a la ruina, y como si esto fuera cierto, dice Pedro, deja
que tu dinero perezca “también”.
Lo que Dios ha "dado" o conferido
como un favor. Era absurda la idea de que lo que Dios mismo dio como soberano
pudiera comprarse. Era “impío” pensar en intentar comprar con oro sin valor
algo que tenía un valor tan inestimable. El “don de Dios” aquí significa las
extraordinarias influencias del Espíritu Santo, Hechos 10:45; Acto_11:17. ¿Cómo
podemos pagar un “precio” a Dios? Todo lo que “nosotros” podemos dar, la plata,
el oro y el ganado en mil colinas, ya le pertenece. No tenemos “nada” que
podamos presentar para sus favores. Y, sin embargo, hay muchos que buscan
“comprar” el favor de Dios. Algunos lo hacen con limosnas y oraciones; algunos
mediante penitencia y ayuno; algunos intentando mejorar sus propios corazones y
con justicia propia; y algunos por arrepentimiento y lágrimas. Todo esto no
“comprará” su favor. La salvación, como cualquier otra bendición, será “su
regalo”; y si alguna vez lo recibimos, debemos estar dispuestos a aceptarlo en
sus propios términos; a su propio tiempo; a su manera. No tenemos mérito; y si
se salva, será por la gracia soberana de Dios.
Arrepiéntete,
pues, de esta tu maldad,....
Porque era una gran maldad, ofrecer dinero por el don del Espíritu Santo, e
imaginar que se podía comprar con dinero; y lo que hizo que la maldad fuera aún
mayor fue el mal diseño que tenía en esto, avanzar en oposición a Cristo y sus
apóstoles, como lo hizo después; y cuando el apóstol lo pone en
arrepentimiento, su punto de vista es mostrar la atrocidad de su crimen, la
necesidad de arrepentimiento que tenía, y que sin él, su caso debe ser
miserable: y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón; aunque estaba en estado de naturaleza, el apóstol lo exhorta al deber
de la oración; porque la oración es un deber natural y vinculante para todos
los hombres, aunque nadie excepto un hombre espiritual puede realizarla de
manera espiritual: y aunque este pecado de Simón fue muy atroz, y se acercó
mucho a, y se parecía mucho el pecado contra el Espíritu Santo, pero no fue el
imperdonable; podría ser perdonado por la gracia de Dios y mediante la sangre
de Cristo; y por eso Pedro, que deseaba su salvación y no su condenación, lo
puso en oración por ello; lo cual era posible, aunque difícil, pero no seguro:
el apóstol no dice esto, como si dudara; si fuera un caso del que debiera
desesperarse por completo, entonces no le habría indicado los medios; y sin
embargo la maldad era tan terriblemente grande, y él en un estado tan miserable
y endurecido, que no había gran esperanza o expectativa de su arrepentimiento,
y por lo tanto de la aplicación del perdón a él; sin embargo, este consejo no
fue dado irónicamente.
Era demasiado
grave y serio para hablar sarcásticamente o bromear con un hombre en tales
circunstancias; a quien sin duda se compadeció de todo corazón, aunque
aborreció su pecado: la versión siríaca lo traduce como "el engaño de tu
corazón": y la versión etíope, "el mal pensamiento de tu
corazón"; y así fue.
Aquí
podemos resaltar:
(1) Que Simón era en ese momento un pecador
inconverso.
(2) Que la orden le fue dada "como tal".
(3) Que se le exigía “hacer la cosa”; no simplemente
esperar o buscar, sino realmente arrepentirse.
(4) Que este sería el “primer paso” en su conversión. Ni
siquiera se le ordenó “orar” primero, pero su primera obra indispensable fue
“arrepentirse”; es decir, ejercer el debido dolor por este pecado y “abandonar”
su plan o principio de acción.
Y esto muestra:
(1) Que se debe exhortar a todos los pecadores a "arrepentirse"
(2) La oración no será aceptable ni escuchada a menos
que el pecador se “arrepienta”; es decir, a menos que se arrepienta de su
pecado y “desee” abandonarlo. Entonces, y sólo entonces, será escuchado. Cuando
llega a “amar” sus pecados y decide seguir practicándolos, Dios no lo
escuchará. Cuando venga "deseoso" de abandonarlos, afligido por ser
culpable y "sintiendo" su necesidad de ayuda, Dios escuchará su
oración.
Isaías 1:15 Cuando extendáis
vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando
multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.
Miqueas 3:4 Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá; antes
esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicisteis malvadas
obras.
Proverbios 1:28 Entonces me
llamarán, y no responderé; Me buscarán de mañana, y no me hallarán.
Salmos 66:18. Si en mi corazón
hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado.
No había certeza de que Dios lo perdonaría;
Tampoco hay ninguna evidencia de que Simón orara o de que fuera perdonado. Esta
dirección de Pedro presenta “otro” principio importante con respecto a la
conducta de los pecadores. Se les debe indicar que se arrepientan; no porque
tengan la “promesa” de perdón, ni porque “esperan” ser perdonados, sino porque
el pecado “es un gran mal”, y porque es “correcto” y “apropiado” que se
arrepientan, ya sea que son perdonados o no. Esto debe dejarse a la soberana
misericordia de Dios. deben arrepentirse del pecado, y luego deben sentir, no
que tienen ningún derecho sobre Dios, sino que dependen de Él y deben ser
salvos o perdidos según Su voluntad. No deben suponer que sus lágrimas
conseguirán el perdón, sino que yacen al pie de la misericordia y que hay
esperanza, no certeza, de que Dios perdonará.
Mi estimado lector: si has leído hasta aquí, estarás conmigo
en que Simón el mago ambicionaba tener el honor de un apóstol, pero no le
interesaba en absoluto tener el espíritu y la disposición del cristiano.
Deseaba más tener honor para sí que hacer el bien al prójimo. Estimaba la
riqueza de este mundo como si correspondieran con las cosas que se relacionan
con la otra vida, y deseaba comprar el perdón de pecado, el don del Espíritu
Santo y la vida eterna. Este era un error condenatorio de tal magnitud que de
ninguna manera armoniza con un estado de gracia. Nuestros corazones son lo que
son ante los ojos de Dios, que no puede ser engañado, y si no pueden ser justos
ante sus ojos, nuestra religión es vana y de nada nos sirve. El corazón
orgulloso y codicioso no puede ser justo ante Dios. Puede que un hombre siga
bajo el poder del pecado aunque se revista de una forma de santidad
Hay mucha maldad en el pensamiento del corazón,
nociones falsas, afectos corruptos, y malos proyectos de los cuales uno debe
arrepentirse o estamos acabados. Pero al arrepentirnos serán perdonados.
Ahora te pregunto: ¿Has sido convertido o sólo estás conencido?
Concédenos, Señor, una clase de fe diferente de la que
hizo sólo asombrarse a Simón, sin santificar su corazón. Haz que aborrezcamos
todo pensamiento de hacer que la religión sirva los propósitos del orgullo o la
ambición. Guárdanos contra ese veneno sutil del orgullo espiritual que busca
gloria para sí mismo aun por la humildad. Haz que sólo procuremos la honra que
viene de Dios.
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