} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿HEMOS SIDO CONVERTIDOS O SÓLO CONVENCIDOS? (final)

domingo, 10 de marzo de 2024

¿HEMOS SIDO CONVERTIDOS O SÓLO CONVENCIDOS? (final)

 

Para escapar de la persecución en Jerusalén, Felipe huyó a Samaria donde continuó predicando el evangelio. Mientras estuvo allí, un ángel lo condujo a un funcionario etíope que se encontraba en el camino entre Jerusalén y Gaza. Este funcionario se convirtió al cristianismo antes de proseguir su camino a Etiopía. Felipe fue después de Azoto a Cesárea.

 

Hechos 8:1  Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel  Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. 5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. 6 Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. 7  Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8  así que había gran gozo en aquella ciudad.  9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. 10  A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. 11  Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. 12  Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 13  También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. 14  Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15  los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16  porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17  Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18  Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19  diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. 20  Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. 21  No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22  Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23  porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24  Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. 25  Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.

 

        Desde Hechos capítulo 8 al 13, Lucas nos hace asistir a la expansión progresiva de la iglesia primitiva. Esta iglesia nació en el seno del judaísmo y son sobre todo los judíos, en Jerusalén, quienes entran en ella. La salida de este círculo hacia una iglesia para el mundo se encuentra de aquí en adelante en el libro de Los Hechos. Primero Felipe, uno de los helenistas, que predica a los samaritanos (en parte judíos, no ortodoxos) y luego bautiza a un temeroso de Dios (esto es un pagano que deseaba convertirse al judaísmo). Luego Pedro, forzado por el Espíritu, bautiza a otro temeroso de Dios (Cornelio, quien se adhería a la fe judía, pero sin aceptar todas las prácticas, por ejemplo, la circuncisión).

Hasta ahora no se ha dejado realmente el judaísmo; lo único que se ha hecho es evolucionar hacia esferas cada vez más laxas y menos ortodoxas. La siguiente etapa comienza cuando los helenistas en Antioquía de Siria predican directamente a los paganos.

La última etapa en la historia del movimiento cristiano universal, según el esquema de Lucas, se encuentra Hechos capítulos del 13-28 comenzando con el viaje de Pablo y Bernabé a Asia Menor.

Con el cuadro de la comunidad de Jerusalén nos encontramos en medio de la tranquilidad: todos estaban unánimes, oraban, compartían sus bienes con los demás, aunque el pecado de Ananías y Safira vino a desentonar esta armonía. Pero fue algo pasajero, como un pestañeo. Hay en medio de esta comunidad tan unida un grupo marginal, los helenistas, sirviendo como sus portavoces Esteban y Felipe, y luego Pablo y Pedro.

El choque era inevitable. Un grupo humano no puede desarrollarse sin que aparezcan nuevas tendencias que obligan a la estructura constituida a tomar otras opciones: Encerrarse dentro de sí misma en una fidelidad al pasado con el riesgo de convertirse en una secta, o bien —ahondando en sus tradiciones releídas con toda profundidad— inventar el porvenir integrando esas nuevas tendencias como una promesa de superación.

Saulo, el que será Pablo, aparece dos veces en el marco del martirio de Esteban (Hechos 7:58 y 8:1) y luego como perseguidor (8:3). El entierro de Esteban aparece diferido (8:2) entre la mención de la persecución (8:1) y la de sus efectos (8:4). Este entrelazamiento indica que el relato abre aquí una etapa importante. Los datos geográficos de Judea y Samaria lo confirman, si tenemos en cuenta el programa misionero esbozado por Jesucristo mismo al comienzo del libro (Hechos 1:8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.). Pasando de Esteban a Felipe y luego a Saulo, el lector abandona Jerusalén y emprende, primeramente, el camino a Samaria.

Ahora los fariseos y no los saduceos están dirigiendo las persecuciones. Los saduceos se asustaron por lo que se consideraba una revolución mesiánica potencial contra Roma. Esto no les importaba a los fariseos. Pero ellos no podían aguantar el énfasis de Esteban sobre el carácter espiritual de su religión y la preocupación de Dios por toda la humanidad en vez de ser sólo por la nación y la raza judía. El orgullo nacional y el prejuicio racial, disfrazándose como ortodoxia y piedad, se manifestaban en inquisiciones y persecuciones de una pasión brutal. La palabra asolaba (verso 3) quizá es una traducción suave del término de Lucas para la acción de Saulo. Saulo violaba la iglesia como un animal salvaje. Su celo religioso, cualquiera que fuera su elemento de sinceridad, se ejercitaba con una pasión ciega que resultó en una expresión sádica.

 

La declaración de Lucas de que todos fueron esparcidos... con excepción de los apóstoles (verso 1) ha confundido a muchos lectores. De ello se ha deducido, con razón, que la persecución estaba dirigida contra la facción helenista de la comunidad, en tanto que los miembros hebreos de la misma disfrutaron, quién más quién menos, de tranquilidad (Hechos 9:31 Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.). Evidentemente los doce todavía estaban predicando cosas que no ofendían a los exponentes de la barrera de división (Efesios 2:14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación). Los doce apóstoles seguían siendo judíos, judíos cristianos. Se observa que ninguno de los doce (según la Escritura) inició la predicación del evangelio a los samaritanos ni a los gentiles. Sólo gradualmente —mejor dicho, forzados— buscaban a tientas las verdades por las cuales Esteban dio su vida. Lo que Felipe hizo rápidamente y con ganas (Hechos 8:5 / 8:26-27), Pedro lo investigaba cuidadosamente y sin ganas (Hechos 10:14 Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.  / 10:28 Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; ).

 

¿Fueron llevadas a cabo más ejecuciones en aquella época (además de aquella de Esteban por los judíos)? Hay pasajes subsecuentes que parecen favorecer una conclusión afirmativa (Hechos 9:1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote,; 22:4 Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres ; 26:10 lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.). Se puede suponer que más de un cristiano haya sido ejecutado. Pero estos casos no pudieron ser muchos pues el gobierno romano no lo hubiera permitido.

Intercalado aquí en este breve relato de la persecución contra la iglesia, Lucas relata la sepultura de Esteban. Los hombres piadosos que se encargan de recoger y sepultar su cuerpo, no parece que fueron cristianos. Probablemente eran judíos de tendencias más moderadas que los perseguidores, e incluso amigos personales de Esteban. Algo parecido sucedió con el cuerpo de Jesucristo (Juan 19:38-39 Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. 39  También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche,(E) vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.). Notamos que había incrédulos que no aprobaron la locura que resultó en el martirio de Esteban.

No se debe olvidar que los hombres que luchaban en favor del universalismo eran judíos. Jesús mismo era judío, los profetas antes de él eran de Israel (el término judío no se puede usar correctamente para designar el período antes del cautiverio), los hombres como Esteban y otros que le siguieron eran judíos. Ellos eran judíos (o israelitas) que reconocían que el monoteísmo llevaba al universalismo como su conclusión inevitable; el concepto de un solo Dios demanda el concepto de un solo mundo. Es verdad que Lucas narra la historia triste de judíos comprometidos a un estrecho credo racial, cegados por el orgullo propio y el prejuicio; pero a la vez, él también cuenta de judíos que fundaron nuevas sendas para la humanidad. El antisemitismo de hoy día debe tomar en cuenta esta verdad.

 

En los días de la iglesia primitiva, los hechiceros y magos eran numerosos e influyentes. Hacían maravillas, efectuaban sanidades y exorcismos, y practicaban la astrología. Sus magias quizás eran simples trucos o los hechiceros recibieron algún poder de Satanás (Mateo 24:24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos).

Simón el mago no era un personaje raro en el mundo antiguo. Había muchos astrólogos, adivinos y magos, y en una era crédula tenían una gran influencia y vivían cómodamente. En esta ocasión se ve el primer encuentro del cristianismo con las prácticas mágicas, tan extendidas por el mundo grecorromano de aquel entonces . Simón ha dejado su nombre en el lenguaje común, pues la palabra simonía significa todavía la indigna compraventa de puestos eclesiásticos y el tráfico de cosas santas. No sabemos con seguridad la naturaleza de la enseñanza de Simón; es decir, qué provocaba la declaración: ¡Este sí que es el Poder de Dios, llamado Grande!

Simón realizó muchas maravillas al grado que hasta algunos pensaban que era el Mesías, pero sus poderes no venían de Dios  Pero había cierto hombre llamado Simón,. Quien, como dice Justino Mártir, era samaritano y de un pueblo llamado Gitton; y por eso un escritor judío lo llama Simeón, השמרוני, "el samaritano", un mago.

 Aquí hay un pero sobre esta nueva iglesia, el éxito del Evangelio en este lugar, y el gozo que había allí; un hombre de gran maldad y sofisma se hace hipócrita, se hace pasar por creyente y se mete entre ellos que antiguamente en la misma ciudad usaba hechicería; quien antes de que Felipe llegara allí, practicaba artes mágicas; Por lo que comúnmente se le llama "Simón Magus", porque era un mago, que había aprendido artes diabólicas, y utilizaba encantamientos y adivinaciones, como lo hicieron Balaam y los magos de Egipto.

Y hechizó al pueblo de Samaria; o más bien los asombró, con las extrañas hazañas que realizó; que eran tan inauditos e inexplicables, que fueron arrojados a un éxtasis. Y estaban como fuera de sí mismos, a través del asombro y la admiración, ante las cosas asombrosas que hizo: dando a entender que él mismo era alguien grande; una persona divina, o un profeta extraordinario, y puede ser el Mesías; ya que los samaritanos esperaban al Mesías, como aparece en Juan 4:25 (Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.) y a lo que parece inclinarse la versión siríaca, que traduce las palabras así, "y dijo: Yo soy el grande"; esa gran persona, de quien Moisés habló como la simiente de la "mujer", bajo el nombre de Shiloh, y el carácter de profeta.

  No sólo estaban atentos a las cosas extrañas que hacía, y a las cosas maravillosas que daba acerca de sí mismo; pero ellos creyeron lo que él dijo e hizo como cosas reales, y le fueron obedientes: y que del menor al mayor; que no respeta tanto la edad, aunque la versión etíope la traduce "desde el más joven hasta el mayor", como estado y condición; personas de todo rango y calidad, altos y bajos, ricos y pobres, magistrados y súbditos, desde los más humildes hasta los más grandes; y así la versión siríaca lo traduce como "grande" o "noble y mezquino". Llamó la atención y obtuvo la consideración, tanto de los príncipes como de los campesinos, de los eruditos y de los ignorantes, de los grandes hombres y del pueblo común, quienes todos y cada uno se maravillaron de él y lo aplaudieron.

Diciendo: este hombre es el gran poder de Dios; o como dice la copia alejandrina y algunas otras, y la versión latina de la Vulgata, "este es el poder de Dios que se llama grande"; lo tomaron por la Deidad suprema, o como lo expresa Justino Mártir, lo consideraron el Dios primero o principal, o lo consideraron el Mesías, "el gran poder de Dios": como la versión siríaca lo representa; y quién debería ser grande, y llamado Hijo del Altísimo, Lucas 1:32 (Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;).

A él tenían respeto porque desde hacía mucho tiempo los había hechizado con hechicerías; o porque los había asombrado, tal vez durante muchos años, con sus artes mágicas y las bromas que hacía al usarlas.

Pero cuando creyeron a Felipe ,. Aunque se habían dejado llevar por tanto tiempo con este engañador, y se habían apegado tanto a él y lo admiraban; Sin embargo, cuando Felipe vino y les predicó a Cristo, tal era el poder que acompañaba a su ministerio, y tal la eficacia de la gracia divina que ejercía, que no sólo le prestaron atención, sino que creyeron lo que decía: predicando las cosas concernientes al reino de Dios; concerniente al reino del Mesías, la dispensación del Evangelio, las doctrinas y ordenanzas del Evangelio; y respecto al reino de la gracia, que es espiritual e interno, y que no reside en las cosas externas, como la comida y la bebida, sino en la justicia, la paz y el gozo; y con respecto al reino de gloria, la idoneidad para él, que reside en la gracia regeneradora, y el derecho a él, que es la justicia de Cristo: y el nombre de Jesucristo; acerca de la persona de Cristo, como Hijo de Dios: y los oficios de Cristo, como profeta, sacerdote y Rey; y la virtud de su sangre, justicia y sacrificio, para perdón, justificación y expiación: las versiones Vulgata latina, siríaca y etíope leen esta cláusula, "en el nombre de Jesucristo": y la conectan con las siguientes palabras: fueron bautizados, tanto hombres como mujeres: es decir, cuando oyeron a Felipe predicar el evangelio, y creyeron en Cristo, la suma y sustancia del mismo, e hicieron profesión de fe, eran de cada sexo, tanto hombres como mujeres, bautizados por inmersión, en el nombre de Jesucristo.

 

Entonces el mismo Simón creyó también,. Con una fe histórica y temporal, como que Jesús era el Mesías, etc. o al menos fingió creer esto, y profesó que sí creía, lo que otros hacían, y Felipe predicó: y cuando fue bautizado; sobre la profesión de su fe, que hizo tan hábilmente, que Felipe no pudo descubrir su hipocresía; pero considerándolo un creyente sincero, lo admitió al bautismo; después de lo cual, continuó con Felipe; se mantuvo cerca de él y se familiarizó con él; y asistió constantemente a su ministerio, como si hubiera sido un sincero discípulo y seguidor de Cristo: y se maravilló al contemplar los milagros y señales que se hacían; estaba tan asombrado por las acciones milagrosas de Felipe, como lo habían estado los habitantes de Samaria por las suyas, que pudo observar que eran cosas reales; y esto aumentó su asombro y lo arrojó en un éxtasis al saber que él mismo era escaso, mientras que sabía que lo que hacía eran solo actuaciones falsas y trucos de prestidigitación.

Es decir, creía que Jesús había realizado milagros y había resucitado de entre los muertos, etc. Todo esto lo podía creer en total coherencia con sus propias nociones del poder de la magia; y todo lo que la conexión requiere que supongamos es que él creía que este Jesús tenía el poder de obrar milagros; y como se propuso aplicar esto a su propia cuenta, estuvo dispuesto a profesar ser su seguidor. Además, podría haber perjudicado su popularidad si hubiera adoptado una posición de oposición cuando tantos profesaban convertirse en cristianos.

 El apostol Santiago nos advierte sobre este tipo de fe  en el capítulo 2:19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.

Crees que hay un Dios - Aquí se selecciona una de las grandes y cardinales doctrinas de la religión como ilustración de todas. El diseño del apóstol parece haber sido seleccionar una de las doctrinas de la religión, cuya creencia salvaría el alma, si la mera creencia en cualquier doctrina pudiera; y para mostrar que incluso esto podría ser considerado un artículo de fe por aquellos que nadie podría suponer que tuvieran derecho al nombre de cristianos. Selecciona, por lo tanto, la gran doctrina fundamental de toda religión, la doctrina de la existencia de un Ser Supremo, y muestra que si incluso ésta se sostuviera de la manera que podría ser y como la sostenieran los demonios, no pudo salvar a los hombres. No se supone que el apóstol aquí se esté dirigiendo a alguien como Pablo, quien sostenía la doctrina de que somos justificados por la fe; ni se supone que esté combatiendo la doctrina de Pablo, como algunos han sostenido; pero debe considerarse que se dirige a alguien que sostenía, en el sentido más amplio e incondicional, que siempre que hubiera fe, un hombre sería salvo. A esto él responde que incluso los demonios podrían tener una fe de cierto tipo, y una fe que les produciría efectos sensibles de cierto tipo, y aún así no se podría suponer que tuvieran una religión verdadera, o que serían salvos. . ¿Por qué no podría ocurrir lo mismo con respecto al hombre?

Los “demonios” - (τα δαιμόνια ta daimonia). En el Nuevo Testamento, propiamente, sólo se habla de uno como “el diablo”: ὁ διάβολος ho diabolos, y ὁ Σατᾶν ho Satan, aunque con frecuencia se habla de “demonios” en plural. Se los representa como espíritus malignos, sujetos a Satanás o bajo su control, y comprometidos con él en la realización de sus planes de maldad. Se suponía que estos espíritus o demonios vagaban por lugares desiertos y desolados, Mateo 12:43 (Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.), o moraban en la atmósfera; se pensaba que tenían el poder de hacer milagros, pero no para bien.

  De estos espíritus malignos habla el apóstol cuando dice que creen. Es decir, particularmente, creen en la existencia del único Dios. Hasta dónde puede extenderse su conocimiento con respecto a Dios, no lo podemos saber; pero nunca son representados en las Escrituras como negando su existencia o dudando de las grandes verdades de la religión. Nunca se los describe como ateos. Ese es un pecado de este mundo únicamente. No se les presenta como escépticos. Ése también es un pecado peculiar de la tierra; y probablemente, en todo el universo, no hay más seres que los que habitan este globo, que dudan o niegan la existencia de Dios o de las otras grandes verdades de la religión.

Y tiemblan - La palabra aquí utilizada (φρίσσουσιν phrissousin) no aparece en ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Significa, propiamente, ser áspero, desigual, irregular, sc., con el pelo erizado; erizarse, como lo hace el cabello cuando está asustado; y luego estremecerse o temblar de miedo, etc. Aquí el significado es que había mucho más en el caso mencionado que una mera fe especulativa. Hubo una fe que produjo algún efecto, y un efecto de carácter muy decidido. De hecho, no produjo buenas obras ni una vida santa, pero hizo manifiesto que había fe; y, en consecuencia, se seguía que la existencia de la mera fe no era todo lo que se necesitaba para salvar a los hombres, o para asegurarse de que estarían seguros, a menos que se sostuviera que los demonios serían justificados y salvados por ella. Si pudieran mantener tal fe y aún permanecer en perdición, los hombres podrían mantenerla e ir a la perdición. Por lo tanto, un hombre no debe inferir que porque tiene fe, incluso esa fe en Dios que lo llenará de alarma, está a salvo. Debe tener una fe que produzca otro efecto completamente diferente: el que le conducirá a una vida santa.

La gente a menudo profesa la religión porque, si no lo hacen, temen perder su influencia y quedarse con los impíos. Que Simón no era un verdadero cristiano se desprende de toda la narración.

Y cuando fue bautizado - Fue admitido a una “profesión” de religión al igual que los demás. Felipe no pretendía conocer el corazón; y Simón fue admitido porque “profesaba” su creencia. Esta es toda la evidencia que los ministros del evangelio pueden tener ahora, y no es de extrañar que ellos, al igual que Felipe, sean engañados a menudo. Las razones que influyeron en Simón para hacer profesión de religión parecen haber sido estas:

(1) Una impresión de que el cristianismo era "verdadero". Parece haber quedado convencido de ello por los milagros de Felipe.

(2) El hecho de que muchos otros se estaban convirtiendo en cristianos; y “él” entró con la multitud. Éste es a menudo el caso en los avivamientos de la religión.

(3) Estaba dispuesto a hacer uso del cristianismo para promover su propio poder, influencia y popularidad, algo que multitudes de hombres de la misma opinión que Simón el Mago han estado dispuestos a hacer desde entonces.

 Lo que sí podemos decir con seguridad es que Simón representaba una espiritualidad falsa, y aquí se revela claramente su engaño. La verdadera religión del Espíritu se distingue de la espiritualidad fingida. Este Simón creyó y fue bautizado. El aceptó el hecho de los milagros obrados por Felipe y el hecho del poder detrás de los milagros. Sin embargo, Simón no fue convertido. Su motivación básica, antes y después de su creencia, era egoísta. Simón estaba impresionado por los efectos visibles de la imposición de manos y trató de comprar la habilidad para hacer lo que los apóstoles podían hacer. No estaba interesado realmente en darle el Espíritu a otros; sólo le interesaba el poder y el prestigio que adquiriría con él. Esta exaltación del yo es siempre un peligro para el predicador y para el maestro. Simón se olvidó de que hay ciertos dones que dependen del carácter. El dinero no puede comprarlos. Aun en la religión él buscó adelantar sus intereses egoístas; y eso es sólo un síntoma del corazón y su depravación. El no conocía nada de la cruz, con su sacrificio. No mostró ninguna disposición de ser crucificado con Cristo. Los hipócritas a veces estarán muy atentos a los deberes externos de la religión y se sorprenderán mucho de lo que Dios hace para la salvación de los pecadores.

A fin de descubrir si los samaritanos eran verdaderos creyentes, enviaron a Pedro y Juan a investigar. Los cristianos judíos, incluso los apóstoles, dudaban aún si los gentiles (los que no eran judíos) y los medio judíos podían recibir al Espíritu Santo. Y no fue sino hasta que Pedro tuvo su experiencia con Cornelio (capítulo 10) que los apóstoles se convencieron por completo de que el Espíritu Santo era para todos. Fue Juan el que preguntó a Jesús si podían mandar fuego del cielo para que descendiera y destruyera a una aldea samaritana que rehusó recibirlos (Lucas 9:51-55 Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. 52  Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. 53  Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. 54  Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?55  Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; 56  porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.). Ahora Pedro y él fueron a los samaritanos para orar con ellos.

Enviaron - Es decir, los apóstoles "delegaron" dos de ellos. Esto demuestra de manera concluyente que no había ningún “jefe” o gobernante entre ellos. Actuaron como iguales en autoridad. La razón por la que enviaron a Pedro y a Juan fue probablemente que habría una demanda de más trabajo del que Felipe podría ofrecer; se iba a fundar una iglesia, y era importante que estuvieran presentes personas de experiencia y sabiduría para organizarla y edificarla. La “cosecha” había ocurrido en Samaria, de la cual habló el Salvador Juan 4:35 (¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.), y era apropiado que entraran en ella.

 En tiempos de avivamiento, a menudo hay más que hacer de lo que puede hacer un servidor regular de un pueblo, y es apropiado que reciba ayuda del exterior.

  Esto muestra que "Pedro" no tenía la autoridad y primacía que los católicos romanos afirman para él. No ejerció ninguna autoridad para "enviar" a otros, sino que él mismo fue "enviado". Fue designado por su voz unida, en lugar de reclamar él mismo el poder de dirigirlos.

Y Juan - Pedro era ardiente, tenaz, celoso, imprudente; Juan era apacible, gentil, tierno y persuasivo. Fue sabio unirlos en esta obra, ya que se necesitaban los talentos de ambos; y las excelencias en el carácter de uno compensarían los defectos del otro. Es observable que los apóstoles enviaron “dos” juntos, como lo había hecho el mismo Salvador.  

Este era un momento crucial en la extensión del evangelio y el crecimiento de la Iglesia. Los apóstoles, Pedro y Juan, tuvieron que ir a Samaria para evitar que este nuevo grupo de creyentes se separara de otros creyentes. Cuando Pedro y Juan vieron al Espíritu Santo obrando en esta gente, tuvieron la certeza de que el Espíritu Santo obraba a través de todos los creyentes: gentiles, razas mixtas y también judíos "puros".Los apóstoles todavía se quedaban en Jerusalén cuando Felipe estaba extendiendo el evangelio a los samaritanos. Aunque aparentemente simpatizaron con el movimiento, ellos mismos no lo iniciaron. Nos confunde que se diga que estos samaritanos habían creído y habían sido bautizados en el nombre de Jesucristo (versos 12, 16b), pero no habían recibido el Espíritu Santo (versos 15, 16). Cualquier convicción de pecado o cualquiera buena voluntad para creer en Cristo reflejaría una acción recíproca del Espíritu con el espíritu del hombre.

 

Posiblemente lo que Lucas quiere plantear aquí es que no había ninguna manifestación del Espíritu comparable a aquella de Pentecostés hasta que Pedro y Juan les impusieron las manos. Si es así, entonces vemos un patrón: hubo una gran efusión del Espíritu Santo en el día de Pentecostés; y había efusiones semejantes cuando los samaritanos fueron evangelizados (Hechos 8:15-17), cuando unos temerosos de Dios en Cesarea fueron ganados para Cristo ( Hechos 10:44-46 Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. 45  Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. 46  Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. ); y cuando los discípulos de Juan el Bautista en Efeso fueron iluminados con la enseñanza más amplia (Hechos 19:1-6 Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, 2  les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. 3  Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. 4  Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. 5  Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6  Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.).

Cada una de estas etapas importantes en el desarrollo del movimiento cristiano fue autenticada divinamente con señales mesiánicas. Que la imposición de manos por los apóstoles era algo indispensable para recibir el Espíritu no se sostiene en el libro de Los Hechos. En la historia que siguió, por ejemplo en la conversión del etíope, no estuvo presente  ni Pedro ni Juan, y no hay ninguna mención de la imposición de manos; sin embargo, de seguro, llegó el Espíritu Santo sobre él. Definitivamente, el Espíritu Santo llegó sobre Cornelio y sus compañeros sin la imposición de manos.

La pregunta principal aquí es, ¿qué se entiende por Espíritu Santo? En Hechos 8:20, se llama "el don de Dios". Las siguientes observaciones pueden aclarar esto:

(1) No fue ese don del Espíritu Santo por el cual “el alma se convierte”, porque lo tenían cuando creyeron, Hechos 8:6. En todas partes la conversión del pecador se atribuye a su influencia.  Juan 1:13 (los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.).

(2) No fueron las influencias ordinarias del Espíritu por las cuales “el alma es santificada”; porque la santificación es una obra progresiva, y ésta fue repentina.

(3) Era algo que era discernible por “efectos externos”; porque Simón vio Hechos 8:18 que esto se hacía mediante la imposición de manos.

(4) La frase “el don del Espíritu Santo” y “el descenso del Espíritu Santo” significaban no sólo sus influencias “ordinarias” para convertir a los pecadores, sino aquellas influencias “extraordinarias” que acompañaron la primera predicación del evangelio.  

(5) Esto queda aún más claro por el hecho de que Simón deseaba "comprar" este poder, evidentemente para mantener su influencia entre el pueblo y conservar su ascendencia como malabarista y hechicero. Pero seguramente Simón no desearía “comprar” las influencias convertidoras y santificadoras del Espíritu Santo; era el poder de obrar milagros. Estas cosas dejaron en claro que por don del Espíritu Santo aquí se entiende el poder de hablar en nuevas lenguas y el poder de hacer milagros. Y está además claro que “este” pasaje no debe aducirse a favor del “rito de confirmación” en la iglesia romana. Porque, además del hecho de que ya no hay “apóstoles”, de lo que se habla aquí es enteramente diferente del rito de la confirmación. “Esto” debía conferir el extraordinario poder de obrar milagros; “eso” tiene un propósito diferente.

Si se pregunta "por qué" se confirió este poder a los primeros cristianos, se puede responder que fue para proporcionar una prueba sorprendente de la verdad de la religión cristiana; para impresionar a la gente y así ganarlos para que abracen el evangelio. La iglesia primitiva estaba así armada con el poder del Espíritu Santo; y esta extraordinaria certificación de Dios de su mensaje fue una de las causas de la rápida propagación y el establecimiento permanente del evangelio.

Muchos eruditos creen que Dios decidió que la plenitud de su Espíritu viniera de forma dramática y en señal de este momento particular de la historia: la difusión del evangelio en Samaria por la poderosa y eficaz predicación de los creyentes. Por lo general, el Espíritu Santo entra en la vida de una persona en el momento de la conversión. Este fue un acontecimiento especial. El derramamiento del Espíritu sucedería de nuevo con Cornelio y su familia, una demostración de que los gentiles incircuncisos podían recibir el evangelio.

Lo habían recibido como un Espíritu de iluminación y santificación, y como un Espíritu de conversión y fe; habían sido regenerados, iluminados y santificados por el Espíritu Santo; y fueron convertidos por Él, y llevados a creer en Cristo, y a vivir, por la fe en Él; eran creyentes bautizados, y nada más; hasta el momento, ninguno de ellos tenía dones que los calificaran para el ministerio; y menos aún podía alguno de ellos. Hablan en lenguas, ni profetizan, ni hacen milagros; el Espíritu Santo aún no había descendido sobre ellos para tales fines.

Sólo que fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús: todo lo que todavía aparecía en ellos era que eran creyentes en Cristo y habían sido bautizados en su nombre, por una profesión de su fe; y más que esto habían sido llamados: la palabra "sólo", no respeta la forma del bautismo, como si hubieran sido bautizados sólo en el nombre de Cristo; Considerando que sin duda fueron bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; pero se refiere al bautismo mismo, que era la única ordenanza que todavía se les había administrado.

"Todo tiene su precio" parece ser cierto en nuestro mundo de sobornos, riqueza y materialismo. Simón pensó que podía comprar el poder del Espíritu Santo, pero Pedro lo censuró con dureza. La única manera de recibir al Espíritu Santo es hacer lo que Pedro dijo a Simón: arrepentirse del pecado, pedir perdón a Dios y ser lleno con su Espíritu. Ninguna cantidad de dinero puede comprar la salvación, el perdón de pecado ni el poder de Dios que se obtienen mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo como Señor y Salvador.

Y cuando Simón vio. De donde parece que el Espíritu Santo, o sus dones, que fueron recibidos por imposición de manos, eran algo visible y discernible; y entonces algo externo, y no interno; de lo contrario, habrían estado fuera del alcance de Simón y no habrían caído bajo su atención; pero vio, que por la imposición de las manos de los apóstoles, fue dado el Espíritu Santo: vio que sobre él los hombres comenzaron a profetizar y a hablar en diversas lenguas que nunca habían aprendido, y a hacer milagros, a curar a los hombres de sus enfermedades y a similares: y cuando observó esto,

Les ofreció dinero - Había tenido una influencia notable sobre los samaritanos, y vio que la posesión de este poder perpetuaría y aumentaría su influencia. La gente suele emplear trucos de prestidigitación con el fin de ganar dinero, y parece probable que ese haya sido el diseño de Simón. Vio que si podía comunicar a “otros” este poder; si podía conferirles a “ellos” el talento de hablar otros idiomas, podría aprovecharse mucho y, por lo tanto, trató de comprárselo a los apóstoles. De este acto de Simón hemos derivado nuestra palabra "simonía", para denotar la compra y venta de ascensos eclesiásticos u oficios eclesiásticos, donde la religión es apoyada por el estado. Este acto de Simón muestra de manera concluyente que fue influenciado por motivos inadecuados al vincularse con la iglesia.

Les ofreció dinero; para comprar tal poder de conferir dones similares, a quienquiera que ponga sus manos: por lo tanto, comprar y vender cosas espirituales, o lo que se relaciona con ellas, se llama comúnmente "simonía": un vicio que ha prevalecido mucho en la iglesia de Roma, y entre sus papas; y quienes, por lo tanto, pueden ser llamados más propiamente sucesores de Simón el Mago que de Simón Pedro.

 

Tu dinero perece contigo - Esto expresa el horror y la indignación de Pedro ante la oferta básica de Simón. No debe entenderse como una imprecación contra Simón. La idea principal es el desprecio del apóstol por el “dinero”, como si lo considerara sin valor. “Deje que su dinero se destruya. Aborrecemos su oferta impía. Podemos ver libremente “cualquier” cantidad de dinero destruida antes de que seamos tentados a vender el don del Espíritu Santo. Pero aquí también hubo una expresión de su creencia de que “Simón” también perecería. Era una declaración de que se apresuraba a la ruina, y como si esto fuera cierto, dice Pedro, deja que tu dinero perezca “también”.

  Lo que Dios ha "dado" o conferido como un favor. Era absurda la idea de que lo que Dios mismo dio como soberano pudiera comprarse. Era “impío” pensar en intentar comprar con oro sin valor algo que tenía un valor tan inestimable. El “don de Dios” aquí significa las extraordinarias influencias del Espíritu Santo, Hechos 10:45; Acto_11:17. ¿Cómo podemos pagar un “precio” a Dios? Todo lo que “nosotros” podemos dar, la plata, el oro y el ganado en mil colinas, ya le pertenece. No tenemos “nada” que podamos presentar para sus favores. Y, sin embargo, hay muchos que buscan “comprar” el favor de Dios. Algunos lo hacen con limosnas y oraciones; algunos mediante penitencia y ayuno; algunos intentando mejorar sus propios corazones y con justicia propia; y algunos por arrepentimiento y lágrimas. Todo esto no “comprará” su favor. La salvación, como cualquier otra bendición, será “su regalo”; y si alguna vez lo recibimos, debemos estar dispuestos a aceptarlo en sus propios términos; a su propio tiempo; a su manera. No tenemos mérito; y si se salva, será por la gracia soberana de Dios.

Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad,.... Porque era una gran maldad, ofrecer dinero por el don del Espíritu Santo, e imaginar que se podía comprar con dinero; y lo que hizo que la maldad fuera aún mayor fue el mal diseño que tenía en esto, avanzar en oposición a Cristo y sus apóstoles, como lo hizo después; y cuando el apóstol lo pone en arrepentimiento, su punto de vista es mostrar la atrocidad de su crimen, la necesidad de arrepentimiento que tenía, y que sin él, su caso debe ser miserable: y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; aunque estaba en estado de naturaleza, el apóstol lo exhorta al deber de la oración; porque la oración es un deber natural y vinculante para todos los hombres, aunque nadie excepto un hombre espiritual puede realizarla de manera espiritual: y aunque este pecado de Simón fue muy atroz, y se acercó mucho a, y se parecía mucho el pecado contra el Espíritu Santo, pero no fue el imperdonable; podría ser perdonado por la gracia de Dios y mediante la sangre de Cristo; y por eso Pedro, que deseaba su salvación y no su condenación, lo puso en oración por ello; lo cual era posible, aunque difícil, pero no seguro: el apóstol no dice esto, como si dudara; si fuera un caso del que debiera desesperarse por completo, entonces no le habría indicado los medios; y sin embargo la maldad era tan terriblemente grande, y él en un estado tan miserable y endurecido, que no había gran esperanza o expectativa de su arrepentimiento, y por lo tanto de la aplicación del perdón a él; sin embargo, este consejo no fue dado irónicamente.

 Era demasiado grave y serio para hablar sarcásticamente o bromear con un hombre en tales circunstancias; a quien sin duda se compadeció de todo corazón, aunque aborreció su pecado: la versión siríaca lo traduce como "el engaño de tu corazón": y la versión etíope, "el mal pensamiento de tu corazón"; y así fue.

   Aquí podemos resaltar:

(1) Que Simón era en ese momento un pecador inconverso.

(2) Que la orden le fue dada "como tal".

(3) Que se le exigía “hacer la cosa”; no simplemente esperar o buscar, sino realmente arrepentirse.

(4) Que este sería el “primer paso” en su conversión. Ni siquiera se le ordenó “orar” primero, pero su primera obra indispensable fue “arrepentirse”; es decir, ejercer el debido dolor por este pecado y “abandonar” su plan o principio de acción.

Y esto muestra:

(1) Que se debe exhortar a todos los pecadores a "arrepentirse"

(2) La oración no será aceptable ni escuchada a menos que el pecador se “arrepienta”; es decir, a menos que se arrepienta de su pecado y “desee” abandonarlo. Entonces, y sólo entonces, será escuchado. Cuando llega a “amar” sus pecados y decide seguir practicándolos, Dios no lo escuchará. Cuando venga "deseoso" de abandonarlos, afligido por ser culpable y "sintiendo" su necesidad de ayuda, Dios escuchará su oración.

Isaías 1:15 Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.

 Miqueas 3:4 Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá; antes esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicisteis malvadas obras.

Proverbios 1:28 Entonces me llamarán, y no responderé; Me buscarán de mañana, y no me hallarán.

Salmos 66:18. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado.

  No había certeza de que Dios lo perdonaría; Tampoco hay ninguna evidencia de que Simón orara o de que fuera perdonado. Esta dirección de Pedro presenta “otro” principio importante con respecto a la conducta de los pecadores. Se les debe indicar que se arrepientan; no porque tengan la “promesa” de perdón, ni porque “esperan” ser perdonados, sino porque el pecado “es un gran mal”, y porque es “correcto” y “apropiado” que se arrepientan, ya sea que son perdonados o no. Esto debe dejarse a la soberana misericordia de Dios. deben arrepentirse del pecado, y luego deben sentir, no que tienen ningún derecho sobre Dios, sino que dependen de Él y deben ser salvos o perdidos según Su voluntad. No deben suponer que sus lágrimas conseguirán el perdón, sino que yacen al pie de la misericordia y que hay esperanza, no certeza, de que Dios perdonará.

Mi estimado lector: si has leído hasta aquí, estarás conmigo en que Simón el mago ambicionaba tener el honor de un apóstol, pero no le interesaba en absoluto tener el espíritu y la disposición del cristiano. Deseaba más tener honor para sí que hacer el bien al prójimo. Estimaba la riqueza de este mundo como si correspondieran con las cosas que se relacionan con la otra vida, y deseaba comprar el perdón de pecado, el don del Espíritu Santo y la vida eterna. Este era un error condenatorio de tal magnitud que de ninguna manera armoniza con un estado de gracia. Nuestros corazones son lo que son ante los ojos de Dios, que no puede ser engañado, y si no pueden ser justos ante sus ojos, nuestra religión es vana y de nada nos sirve. El corazón orgulloso y codicioso no puede ser justo ante Dios. Puede que un hombre siga bajo el poder del pecado aunque se revista de una forma de santidad

Hay mucha maldad en el pensamiento del corazón, nociones falsas, afectos corruptos, y malos proyectos de los cuales uno debe arrepentirse o estamos acabados. Pero al arrepentirnos serán perdonados.

Ahora te pregunto: ¿Has sido convertido o sólo estás conencido?

Concédenos, Señor, una clase de fe diferente de la que hizo sólo asombrarse a Simón, sin santificar su corazón. Haz que aborrezcamos todo pensamiento de hacer que la religión sirva los propósitos del orgullo o la ambición. Guárdanos contra ese veneno sutil del orgullo espiritual que busca gloria para sí mismo aun por la humildad. Haz que sólo procuremos la honra que viene de Dios.

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