} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿HEMOS SIDO CONVERTIDOS O SÓLO CONVENCIDOS? (primera parte)

sábado, 9 de marzo de 2024

¿HEMOS SIDO CONVERTIDOS O SÓLO CONVENCIDOS? (primera parte)

 


A raíz de una predicación escuchada a un siervo de Dios, me impactó sobremanera cuando después habló de Simón el mago y preguntó a los asistentes si éste era convertido o convencido. Con la ayuda del Señor me propuse estudiar Hechos 8; 9-24 para discernir su enseñanza también a la luz de:

 Mateo 7:15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17  Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18  No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19  Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.20  Así que, por sus frutos los conoceréis. 21  No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22  Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

 

Había falsos profetas en los tiempos antiguos, pero también en los del Nuevo Testamento. Mateo se escribió hacia el año 85 d.C., y en aquel tiempo los profetas eran todavía una institución en la Iglesia. No tenían residencia fija, porque lo habían dejado todo para asumir un ministerio ambulante llevando a las iglesias el mensaje que habían recibido directamente de Dios.

En el mejor de los casos, los profetas eran la inspiración de la Iglesia, porque eran personas que lo habían dejado todo para servir a Dios y a la Iglesia de Dios; pero el oficio de profeta se prestaba a abusos. Había quienes lo usaban para ganar prestigio y para abusar de la generosidad de las congregaciones locales, y darse así una vida confortable, y hasta de regalada pereza. 

La Didajé fue el primer libro de orden eclesiástico; data de alrededor del año 100 d.C.; y sus disposiciones acerca de estos profetas itinerantes son muy iluminadoras. A un verdadero profeta había que mostrarle respeto; se le debía recibir de buena gana; no había que menospreciar nunca su palabra, ni limitar su libertad nunca; pero "se quedará un día, o, si es necesario, también otro; pero si se queda tres días, es un falso profeta.» No debe pedir nunca nada más que pan. «Si pide dinero, es un falso profeta.» Todos los que se presentaban como profetas pretendían hablar en el Espíritu; pero había una prueba ácida: "Se distinguirán los verdaderos profetas de los falsos por su carácter.» «Todo profeta que enseña la verdad, si no hace lo que enseña, es un falso profeta.» Si un profeta, pretendiendo hablar en el Espíritu, manda que le pongan la mesa y le presenten una comida, es un falso profeta. «A quienquiera que diga en el Espíritu: "Dadme dinero o cualquier otra cosa," no le hagáis caso; pero si os dice que deis a otros que tienen necesidad, que nadie le juzgue.» Si un forastero llega a una congregación y quiere quedarse allí, si tiene un oficio, «que trabaje y coma.» Si no tiene oficio, «considerad con sabiduría cómo puede vivir entre vosotros como cristiano, pero no inactivo... Y si no quiere hacerlo así, está comerciando con Cristo. Cuidado con los tales» (Didajé, capítulos 11 y 12).

La historia antigua y los acontecimientos contemporáneos hacían que las palabras de Jesús tuvieran mucho sentido para los que las oyeron por primera vez, y para aquellos a los que Mateo se las transmitió.

 Los judíos, los griegos y los Romanos, todos usaban la idea de que a un árbol se le juzga por sus frutos. Un proverbio decía: «Como la raíz, así el fruto.» Epicteto había de decir más adelante: "¿Cómo podrá una cepa no crecer como tal sino como un olivo; o, cómo podrá un olivo no crecer como tal sino como una vid?» (Epicteto, Discursos 2:20). Séneca declaraba que el bien no puede crecer del mal como tampoco puede salir una higuera de una aceituna.

Pero todavía hay aquí más de lo que parece a simple vista. «Seguro que no se cosechan uvas en los espinos,» decía Jesús. Hay una clase de espino, el espino cerval, que produce unas bayas pequeñas y negras que parecen uvas pequeñas. «Ni higos en los cardos.» Hay una especie de cardo que tiene una flor que por lo menos a cierta distancia, se podría tomar por un higo chumbo.

La lección es real, relevante, y salutífera. Puede que haya una semejanza superficial entre un verdadero y un falso profeta. El falso profeta puede que lleve la vestimenta correcta y use el lenguaje característico; pero no se puede sustentar la vida con las bayas del espino cerval o las flores del cardo; y la vida del alma nunca se puede sustentar con el alimento que ofrece un falso profeta. La verdadera prueba de cualquier enseñanza es: ¿Fortalece a una persona para sobrellevar las cargas de la vida, y para recorrer el camino del deber?

Fijémonos, pues, en los falsos profetas y veamos sus características. Si el camino es difícil y la puerta es tan estrecha que es difícil encontrarla, entonces debemos tener cuidado de obtener maestros que nos ayuden a encontrarla, y no que nos seduzcan para que entremos por otra.

El defecto básico del falso profeta es el propio interés. El verdadero pastor tiene más cuidado del rebaño que de su propia vida; el lobo no se cuida más que de satisfacer su propia codicia y glotonería. El falso profeta está en el negocio de la enseñanza, no por lo que pueda aportar a otros, sino por lo que pueda sacar para sí mismo.

Los judíos eran sensibles a este peligro. Los rabinos eran los maestros judíos; pero era un principio cardinal de la Ley judía que un rabino debía tener un oficio con el que ganarse la vida, y no podía recibir un sueldo por enseñar en ningunas circunstancias.

Rabí Sadok decía: "No hagas del conocimiento de la Ley, ni una corona para presumir, ni una azada para cavar.» Hillel decía: "El que usa la corona de la Ley con fines externos, se desvanece.» Los judíos conocían muy bien al maestro que usaba su enseñanza en beneficio propio y para obtener provecho para sí mismo. Hay tres maneras en las que un maestro puede estar dominado por el interés propio.

(i) Puede que enseñe solamente por la ganancia. Se dice que había problemas en la iglesia de Ecclefechan, donde el padre de Carlyle era anciano. Hubo una disputa entre la congregación y el pastor por el asunto del dinero y el sueldo. Cuando ya se había dicho casi todo por ambas partes, el padre de Carlyle se levantó y lanzó una sentencia devastadora: «Dadle al asalariado su salario, y que se vaya.» No se puede vivir del aire, y pocas personas pueden cumplir perfectamente con su trabajo cuando la presión de las cosas materiales las abruma; pero el gran privilegio de la enseñanza no está en el sueldo que proporciona, sino en el encanto de abrir las mentes de chicos y chicas y de hombres y mujeres a la verdad.

(ii) Puede que enseñe solamente por prestigio. Puede que uno enseñe principalmente para ayudar a otros, pero también que enseñe para hacer gala de lo listo que es. Denney dijo una vez algo salvaje: «Nadie puede demostrar al mismo tiempo que es muy listo y que Cristo es poderoso para salvar.» El prestigio es lo último que desean los grandes maestros. J. P. Ruthers era un santo de Dios. Pasó toda su vida al servicio de una pequeña iglesia reformada presbiteriana, cuando podría haber ocupado cualquier púlpito famoso del país. La gente le adoraba, y tanto más cuanto más le conocía. Dos hombres estaban hablando acerca de él. Uno sabía todo lo que Ruthers había hecho, pero no le conocía personalmente. Recordando el santo ministerio de StRuthers, dijo: «Ruthers tendrá un asiento en primera línea en el Reino del Cielo.» El otro, que había conocido a Ruthers personalmente le contestó: «Ruthers se sentiría muy incómodo en un asiento de primera fila en cualquier sitio.» Hay cierta clase de maestro y de predicador que usará su mensaje para encumbrarse. El falso profeta está interesado en hacer alarde de sí mismo; el verdadero profeta desea desaparecer tras el mensaje.

(iii) Puede que enseñe solamente para transmitir sus propias ideas. El falso profeta no quiere más que diseminar su versión de la verdad; el verdadero profeta no quiere más que proclamar la verdad de Dios. La verdad es que todos debemos pensarnos las cosas por nosotros mismos; pero se decía de John Brown de Haddington -el antepasado escocés de la querida familia evangélica española Fliedner- que, cuando predicaba, de vez en cuando hacía una pausa «como si estuviera escuchando una voz.» El verdadero profeta escucha a Dios antes de hablar a los hombres. Nunca olvida que él no es nada más que una voz que habla de parte de Dios y un canal por el que puede fluir hacia los hombres la gracia de Dios. La obligación de un maestro y de un predicador es llevar a los hombres, no su idea privada y personal de la verdad, sino la verdad tal como se encuentra en Jesucristo.

Este pasaje tiene mucho que decir acerca de los malos frutos de los falsos profetas. ¿Cuáles son los efectos negativos, los malos frutos, que puede producir un falso profeta?

(i) La enseñanza es falsa si produce una religión que consiste exclusiva o principalmente en la observancia de cosas externas. Eso era lo malo de los escribas y fariseos. Para ellos la religión consistía en la observancia de la ley ceremonial. Si uno cumplía el ceremonial correcto del lavamiento de manos, si nunca llevaba en sábado un peso superior a dos higos secos, si nunca andaba el sábado más de la distancia prescrita, si era meticuloso en dar los diezmos de todo, hasta de las especias de su huerto, entonces era una buena persona.

Es fácil confundir la religión con las prácticas religiosas. Es posible -y desgraciadamente no infrecuente- enseñar que la religión consiste en ir a la iglesia, observar el Día del Señor, cumplir las obligaciones económicas personales con la iglesia y leer la Biblia. Puede que uno haga todas esas cosas y esté muy lejos de ser cristiano, porque el Cristianismo es una actitud del corazón hacia Dios y hacia nuestros semejantes.

(ii) La enseñanza es falsa si produce una religión que consiste en prohibiciones. Cualquier religión que se basa en una serie de «no harás» es una religión falsa. Hay un tipo de maestro que le dice a la persona que ha emprendido el camino cristiano: «Desde ahora en adelante, no irás más al cine, ni al baile; desde ahora en adelante no fumarás ni te pintarás; desde ahora en adelante no leerás ninguna novela ni ningún periódico del domingo; desde ahora en adelante no entrarás en ningún teatro.» Si se pudiera ser cristiano simplemente absteniéndose de hacer ciertas cosas, el Cristianismo sería una religión más fácil de lo que es. Pero toda la esencia del Cristianismo es que no consiste en no hacer cosas, sino en hacer cosas. Un Cristianismo negativo por nuestra parte no puede nunca ser la respuesta al amor positivo de Dios. .

(iii) Una enseñanza es falsa si produce una religión fácit: Había falsos maestros en-los días de Pablo, un eco de cuya enseñanza podemos percibir en Romanos 6. Le decían a Pablo: «¿Tú crees que la gracia de Dios es la cosa más grande del universo?» "Sí.» "¿Tú crees que la gracia de Dios es suficientemente amplia para cubrir cualquier pecado?» "Sí.» «Bueno; pues entonces, si así están las cosas, sigamos pecando a gusto: Dios nos perdonará. Y, después de todo, nuestro pecado no está más que dándole a la maravillosa gracia de Dios una oportunidad de operar.» Una religión así es una parodia de la religión, porque insulta el amor de Dios.

Cualquier enseñanza que le quita a la religión la firmeza de la roca, cualquier enseñanza que excluye la Cruz del Cristo y Su Resurrección, cualquier enseñanza que elimina la amenaza de la voz de Cristo, cualquier enseñanza que pone el juicio fuera de la perspectiva y que hace que la gente piense con ligereza en el pecado es una enseñanza falsa.

(iv) Una enseñanza es falsa cuando divorcia la religión y la vida. Cualquier enseñanza que aparta al cristiano de la vida y de la actividad del mundo es falsa. Ese fue el error que hicieron los monjes y los ermitaños. Creían que para vivir la vida cristiana tenían que retirarse a un desierto o a un monasterio, que tenían que escindirse de la vida absorbente y tentadora del mundo, que no podían ser verdaderos cristianos si no dejaban de vivir en el mundo. Jesús dijo, y pidió al Padre para sus discípulos: "No Te pido que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno» (Juan 17:15). Hemos sabido, por ejemplo, de un periodista que tenía dificultad en mantener sus principios cristianos en el trabajo de un diario, y que lo dejó para entrar en un periódico exclusivamente religioso.

Ninguno puede ser un buen soldado si no hace más que huir, y el cristiano es un soldado de Cristo. ¿Cómo podrá cumplir su misión la levadura si se niega a introducirse en la masa? ¿Para qué sirve el testimonio a menos que se dirija a los que no creen? Cualquier enseñanza que anima a las personas a sentarse en lo que llamaba John Mackay, el autor de El otro Cristo español, "un palco desde el que se ve la vida» es equivocada. El puesto del cristiano no es el de un mero espectador sino en medio de la refriega de la vida.

(v) Una enseñanza es falsa si produce una religión arrogante y separatista. La misión de la religión no es erigir paredes separatistas, sino derribarlas. El sueño de Jesucristo era que hubiera un solo rebaño y un solo Pastor (Juan 10:16 ). El exclusivismo denominacional no es una cualidad religiosa sino todo lo contrario .

 

La religión está diseñada para acercar a las personas, no para separarlas. La religión debe servir para reunir a las personas en una gran familia, no para dividirlas en grupos hostiles. Una enseñanza que proclame que una iglesia o una secta determinada tiene el monopolio de la gracia de Dios, es una enseñanza falsa; porque Cristo no es un Cristo que divide, sino el Cristo que une.

Este pasaje contiene un detalle que parece sorprendente. Jesús está totalmente dispuesto a conceder que es un hecho que muchos de los falsos profetas dicen y hacen obras maravillosas e impresionantes.

Debemos tener presente cómo era el mundo antiguo. Los milagros eran acontecimientos corrientes. Esto tenía que ver con la idea que se tenía entonces de la enfermedad. En el mundo antiguo se creía que todas las enfermedades eran obra de los demonios. Si una persona estaba enferma era porque algún demonio había conseguido ejercer una influencia maligna sobre ella, o se habían introducido en alguna parte de su cuerpo. Las curaciones por tanto se tenían que lograr por vía de exorcismo. La consecuencia de esto era que muchas de las enfermedades eran lo que llamaríamos psicológicas, y había muchas formas de curarlas. Si una persona conseguía convencerse -o autosugestionarse- llegando a creer que tenía dentro un demonio o que un demonio la tenía en su poder, esa persona estaría indudablemente enferma. Y si otro conseguía convencerla de que el poder del demonio había sido quebrantado y ella ya estaba libre, entonces esa persona se pondría buena muy probablemente.

Los líderes de la iglesia nunca negaron los milagros paganos. Como respuesta a los milagros de Cristo, Celso citaba los atribuidos a Esculapio y Apolo. Orígenes, que se opuso a sus argumentos, ni por un momento negó la existencia de esos milagros. Sencillamente respondió: «Tal poder curativo no es en sí mismo ni bueno ni malo, y está en principio al alcance de gente piadosa e impía» (Orígenes Contra Celso 3:22). Hasta en el Nuevo Testamento leemos acerca de exorcistas judíos que añadieron el nombre de Jesús a su repertorio, y que echaban demonios por este medio (Hechos 19:13 Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. ; Marcos 9:38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. ). Había muchos charlatanes que ofrecían a Jesús un reconocimiento de labios, y que usaban su nombre para producir efectos maravillosos en personas poseídas de demonios. Lo que Jesús está diciendo es que, si una persona usa su nombre con pretensiones falsas, llegará el día en que tenga que rendir cuentas. Sus motivos verdaderos serán expuestos, y él será desterrado de la presencia de Dios.

Hay dos grandes verdades de valor permanente en este pasaje en Mateo 7; 20-23. No hay más que una sola manera en que se puede demostrar la sinceridad de una persona, y es su conducta. Las palabras bonitas nunca pueden ocupar el lugar de las obras verdaderas. No hay más que una manera de demostrar el amor y es mediante la obediencia. No tiene sentido el decir que amamos a una persona, y luego hacer cosas que quebrantan su corazón.

Cuando éramos pequeños, tal vez solíamos decirle a nuestra madre: «Mamá, te quiero mucho.» Y puede ser que nuestra madre nos sonriera a veces y dijera: «Me gustaría que me lo demostraras un poquito más en tu comportamiento.» También se puede confesar a Dios con los labios, negándole en la vida. No es difícil recitar un credo, pero sí lo es vivir la vida cristiana. La fe sin la práctica es una contradicción en términos y el amor sin la obediencia es una imposibilidad.

Por detrás de este pasaje se encuentra la idea del juicio. Por todo él fluye la seguridad de que el Día del Juicio está al llegar. Una persona puede conseguir mantener las pretensiones y los disfraces, pero llega el día en que todo esto aparece tal como es, y los disfraces desaparecen. Podemos engañar a los hombres con nuestros pensamientos, pero a Dios no. «Tú disciernes mis pensamientos desde lejos,» decía el salmista (Salmo 139:2 ). Ninguna persona puede engañar en última instancia a Dios que ve el corazón  Y sí que -siguió diciendo Jesús-, cualquiera que me oiga estas palabras y las haga, se parecerá a un hombre sensato que se construyó la casa sobre la roca: cayó la lluvia, se desbordó el río y sopló el viento contra aquella casa, y no se cayó, porque estaba cimentada en la roca; y cualquiera que me oiga estas palabras pero no las haga, se parecerá a un hombre insensato que se construyó la casa sobre la arena: cayó la lluvia, se desbordó el río y sopló el viento contra aquella casa, y se cayó, y su ruina fue irreparable.

Cuando Jesús acabó de hablar todo esto, la gente se admiraba de Su enseñanza; porque les enseñaba como Quien tenía autoridad, y no como sus escribas.

Jesús era un experto en un doble sentido. Era un experto en la Escritura. El autor de Proverbios le dejó una sugerencia para Su alegoría: «Cuando pasa el torbellino, el malo no permanece, pero el justo está establecido para siempre» (Proverbios 10:25 ). Aquí tenemos el boceto del cuadro que Jesús pintó de las dos casas y los dos constructores. Pero Jesús era también un experto en la vida. Era un artesano que sabía todo lo que había que saber sobre cómo construir casas, y cuando hablaba acerca de los cimientos de una casa sabía de lo que estaba hablando. Esta no es una ilustración inventada por un literato en su despacho; es la ilustración de un hombre práctico.

Esta tampoco era una ilustración traída por los pelos; sino la historia de la clase de cosa que podía suceder muy fácilmente. En Palestina el constructor tenía que tener previsión. Había muchos valles que en verano parecían arenales agradables, pero que en invierno eran el lecho de furiosos torrentes. Podía ser que alguien estuviera buscando dónde construirse la casa; vería ese huequecito arenoso agradablemente protegido, y pensaría que era. el lugar ideal. Pero, si no era hombre previsor, a lo mejor construía su casa en el lecho seco de un torrente; y, cuando llegara el invierno, se le desintegraría la casa. Hasta en un lugar ordinario sería tentador empezar a construir en un terreno arenoso y nivelado, sin tener que preocuparse de profundizar hasta encontrar la roca; pero de esa manera el desastre acechaba a corto plazo.

Sólo una casa cuyo cimiento sea firme podrá resistir la tormenta; y sólo una vida cuyos cimientos sean estables podrá superar la prueba. Jesús demandaba dos cosas.

(i) Demandaba que se Le escuchara. Una de las grandes dificultades que tenemos que arrostrar hoy en día es el simple hecho de que la gente a menudo no sabe lo que Jesús dijo o lo que la Iglesia enseña. De hecho, la cosa es peor todavía. A menudo se tiene una idea totalmente equivocada de lo que dijo Jesús y de lo que la Iglesia enseña. No forma parte de la obligación de ninguna persona respetable el condenar a una persona, o a una institución que no se ha escuchado -y eso es hoy precisamente lo que hacen muchos. El primer paso hacia la vida cristiana es sencillamente darle a Jesucristo una oportunidad de que se Le escuche.

(ii) Demandaba que las personas hicieran. El conocimiento sólo llega a ser pertinente cuando se traduce en acción. Es perfectamente posible sacar sobresaliente en un examen de ética cristiana, y sin embargo no ser cristiano. El conocimiento debe convertirse en acción; la teoría debe materializarse en la práctica; la teología debe convertirse en vida. No tiene mucho sentido ir al médico, a menos que se esté preparado a hacer lo que nos diga. No tiene mucho sentido acudir a un experto, a menos que se esté preparado a poner en práctica su consejo. Y sin embargo hay miles de personas que escuchan la predicación de Jesucristo todos los domingos, y que tienen suficiente conocimiento de lo que Jesús enseñó, y sin embargo se esfuerzan poco o nada en ponerlo en práctica. Si queremos ser seguidores de Jesús en algún sentido que merezca ese título, debemos oír y hacer.

 

Siempre ha habido falsos profetas que desvían a las multitudes del camino angosto y las conducen por caminos espaciosos. Los había en el tiempo de Jesús, y los hay en nuestro siglo. Por eso, la necesidad de una advertencia del peligro de caer bajo su influencia perniciosa. Parece que en nuestro siglo con el potencial casi ilimitado de los medios masivos (periódicos, revistas, radio, T.V., videos, internet, satélites) y el lucro financiero que estos medios representan, proliferan más que nunca los falsos profetas. Cada uno proclama que sólo él tiene la última palabra de Dios, o el remedio absoluto para todos los males económicos, políticos, físicos (salud) y espirituales. No sólo confunden la manera de entrar en el camino angosto, sino también hacen difícil mantenerse en él.

El peligro mayor de los falsos profetas consiste en el hecho de que normalmente sus enseñanzas tienen algunos elementos de verdad y suenan convincentes y atrayentes. Las multitudes, que en su mayoría no tienen suficiente discernimiento (capacidad de juicio) espiritual, caen presas. Los falsos profetas parecen como “ovejas” a primera vista; tienen la apariencia de inofensivos, inocentes, humildes. Pero su naturaleza y su intención son todo lo contrario, son descritos como lobos rapaces, engañan deliberadamente con el fin de aprovecharse de las ovejas. Con estas dos figuras de animales, Jesús describe gráficamente la naturaleza y la intención de algunos maestros y predicadores de su día. Iba a enviar a sus discípulos como ovejas en medio de lobos. Se describe a sí mismo como el buen pastor que protege a sus ovejas del ataque de los lobos. Pablo usa el término “lobos rapaces” para describir a los falsos maestros que lo seguían con la intención de confundir y desviar a los nuevos creyentes (Hechos 20:29  Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño). Probablemente el término falsos profetas no se refiere a los fariseos y saduceos, pues ellos nunca pretendieron ser profetas. Es mejor entender que el término se refiere a líderes y maestros dentro de la comunidad cristiana, como por ejemplo, los judaizantes que aparecieron luego.

 

Jesús, deseando proteger las ovejas de los lobos rapaces, vestidos en “piel de oveja”, hace dos cosas. Llama la atención a un peligro inminente, un llamado de alerta, con guardaos. Luego, provee una prueba de fuego, infalible, para distinguir entre maestros buenos y malos. La manera de distinguir entre buenos y malos es observar sus frutos. El verbo “conoceréis” es la traducción de un verbo compuesto en griego que significa “observar con cuidado y reconocer”, o “conocer plenamente”. El término “fruto” (karpós) se refiere más bien en el NT a fruto espiritual en el carácter del creyente.

La pregunta se traduce mejor: No se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos, ¿verdad? Anticipa una contestación negativa: “Por supuesto que no.” Jesús está enseñando que para evitar caer en la trampa de los lobos rapaces, el creyente debe observar con cuidado la naturaleza de su carácter cristiano para reconocer si es bueno o malo, auténtico o falso.

Así también  introduce una conclusión de lo antedicho en forma de ilustración de las leyes de la naturaleza, del huerto frutal, donde sólo el árbol sano es capaz de producir fruto bueno. El árbol marchito, enfermizo, atacado por insectos y hongos, no puede producir sino fruto malo. El término “malo” admite dos aplicaciones: fruto podrido o fruto de una clase que no sirve. No especifica qué es el fruto: sus obras, sus enseñanzas, o su vida. Pero probablemente es fruto en el carácter personal del maestro o profeta (Gálatas 5:22-23), aunque no debemos excluir sus enseñanzas (Lucas 6:43-45) y obras, siendo que éstas pueden engañarnos por un tiempo. En realidad, no se puede separar el carácter de una persona de sus obras y enseñanzas. Jesús destaca la relación estrecha, esencial, directa e incambiable entre la clase de árbol y el fruto que éste produce. Es imposible, por naturaleza, que un árbol malo produzca buen fruto, y viceversa.

 

Finalmente, Jesús advierte del destino de todo árbol que no lleva buen fruto. El dueño del huerto no permite que árboles infructíferos ni árboles que producen fruto que no sirve ocupen espacio. Toma medidas drásticas. Elimina y quema lo que no sirve.

 

Jesús cierra el párrafo, repitiendo lo antedicho: Por sus frutos los conoceréis. La responsabilidad para evitar el engaño de los falsos maestros y profetas recae sobre el creyente que puede aprender a reconocerlos, discernir o “juzgar” por su fruto, sea en carácter, obras, o enseñanzas. A veces se requiere cierto tiempo para discernir claramente la clase de fruto, pero la “cosecha” vendrá y descubrirá la verdad.

 

(iii) Dos clases de siervos. Este párrafo destaca otro factor que hace difícil entrar en el camino angosto y caminar en él: el autoengaño. Entrar en el reino (verso 21) es equivalente a entrar en el camino angosto y caminar en él. Jesús presenta el caso de dos siervos. Uno tuvo cuidado de descubrir y realizar la voluntad de Dios. Como súbdito en el reino de los cielos, se somete a su Rey y le obedece conscientemente. Su prioridad número uno es agradar a su Señor. La introducción del párrafo —no todo el que...— admite que también los verdaderos siervos del Señor dicen y hacen cosas maravillosas, pero su prioridad es otra.

 

El otro, en cambio, se encuentra entre los que se ocuparon de “decir” y “hacer” muchas cosas, verdaderos activistas. Pronunciaron las palabras y fórmulas religiosas correctas, llamaban a Jesús Señor, Señor. Realizaron muchas obras poderosas (milagrosas), inclusive profecías, exorcismos. Juzgando por los “frutos” exteriores, uno llegaría a la conclusión de que se trata de un verdadero gigante espiritual, un profeta al par de Elías o Eliseo, un apóstol como Pedro o Pablo.

La respuesta, o confesión abierta, de Jesús a las personas que se describen en el verso 22 es triple: (1) Nunca os he conocido. Significa que nunca jamás habían entrado en una relación personal y salvadora con Cristo. No se trata de una supuesta apostasía. (2) ¡Apartaos de mi! es la sentencia reservada para los incrédulos, los enemigos del reino. Dios no permite en su presencia tales personas. (3) Obradores de maldad presenta la clave en el pasaje. Aunque nos sorprende la severidad con que Jesús trató a este grupo que había actuado tan bien, según las normas de los hombres, cuando analizamos el término “maldad” (anomía) comenzamos a entender la gravedad de su vida y obras. El término significa literalmente “sin ley”, o “transgresión de la ley”. De este término viene la palabra “antinomiano” que usamos para describir a uno que vive al margen o fuera de la ley. Describe a las personas que se rebelan contra la ley establecida, viven fuera de la ley, son anarquistas, no reconocen la autoridad del Rey de los cielos y la tierra. Se niegan a orar venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra.

 

En resumen, estas personas que son rechazadas por Jesús viven en mentira, se engañan a sí mismas, procuran establecer su propia justicia en base a obras como los fariseos y escribas. Por lo tanto, se encuentran en el camino espacioso que conduce a la perdición. Algunos son engañados por los falsos profetas y no logran entrar en el camino angosto. Otros, peor aun, se engañan a sí mismos y no entran en el reino. El resultado es el mismo. Otra vez nos encontramos con la verdad fácil de olvidar: Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1Samuel 16:7Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.  ). Esta verdad debe llevar a todo súbdito del reino a un sincero examen diario de sí mismo delante de Dios, preguntando: “¿Soy yo un verdadero siervo tuyo, Señor?”

¿Hay alguna -palabra que incluya oír y hacer? Sí la hay, y es obediencia. Jesús demanda nuestra obediencia implícita. Aprender a obedecer es la cosa más importante de la vida.

Es una obediencia así la que Jesús demanda. Jesús asegura que obedecerle es el único cimiento seguro en la vida; y Su promesa es que la vida que se basa en la obediencia a El está a salvo, vengan las tormentas que vengan. 

La palabra esparcidos es el término para “hacer la siembra”. El proverbio “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos” confirmó su verdad ahora con ocasión de la muerte de Esteban, el primer mártir. La dispersión de los cristianos resultó en ganancia para la comunidad cristiana primitiva. Felipe, uno de los siete, predicó libremente a los samaritanos. Los samaritanos eran una población mixta, descendientes de los antiguos habitantes del reino de Israel que sobrevivieron a la destrucción del año 722 a. de J.C., y de los colonos asirios que vinieron a llenar el lugar de los deportados. Los judíos habían olvidado que toda la raza judía surgió de mezclas.

El AT indica claramente que existían matrimonios de personas de distintas razas en el linaje del pueblo de Israel anterior al tiempo de Esdras. Moisés se casó con una madianita; Jacob engendró hijos de Bilha y Zilpa, siervas de Raquel y Lea; Juda tenía hijos, Er y Onan, de una cananea; David descendió de Rut, una moabita; Salomón tenía innumerables esposas extranjeras; y así sigue el registro. Pero para el orgullo y el prejuicio de los judíos ortodoxos del primer siglo no importaban los hechos. Prefirieron perpetuar los intereses egoístas a través de cualquier narración conveniente. Y, a la vez, la actitud de los samaritanos no superó a la de los judíos. La estupidez pertenece a la raza humana, no solamente a una parte.

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