} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: NUESTRO CARÁCTER DEPENDE DEL ESTADO DEL CORAZÓN (XVI)

viernes, 7 de febrero de 2025

NUESTRO CARÁCTER DEPENDE DEL ESTADO DEL CORAZÓN (XVI)

 

  Proverbios 4:23

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”.

 

Consideraciones finales sobre la falta de cuidado del corazón


Hemos visto que el cuidado del corazón es la gran obra de un cristiano, en la que consisten el alma y vida mismas de la fe, y sin la cual todas las demás obligaciones no tienen valor a ojos de Dios. Por tanto, para consternación de los hipócritas y las personas que solo profesan el cristianismo formalmente, concluimos:

 

1. La inutilidad del esfuerzo de muchos que dicen ser creyentes

Los dolores y trabajos por los que muchas personas han pasado en su religión no tienen valor, y no serán tenidos en buena cuenta. Los seres humanos han realizado muchos servicios espléndidos que Dios, al final, rechazará: no se sostendrán en el registro para aceptación eterna, porque los que los realizaron no pusieron atención en guardar sus corazones con Dios. Esta es la fatal piedra en la que miles de personas que dicen ser cristianos tropiezan y se arruinan eternamente. Son precisos en los asuntos externos de la fe, pero sin cuidar sus corazones.

Oh, ¡cuántas horas han pasado algunos escuchando prédicas, orando, leyendo y conferenciando! Y aun así, en lo que respecta al objetivo final de la fe, tanto da que se hubiesen sentado en silencio sin hacer nada, ya que la gran obra, es decir, la del corazón, estaba siendo descuidada todo el tiempo.

Si somos falsos cristianos ¿Cuándo hemos derramado una lágrima por lo muerto, endurecido, incrédulo y terrenal que es nuestro corazón? ¿Creemos que esta religión fácil nos salvará? Si creemos que sí, deberíamos dar la vuelta a las palabras de Cristo y decir: grande es la puerta y ancho el camino que lleva a la vida, y muchos son los que entran por él.

Que me escuchen los hipócritas que se auto engañan: has apartado a Dios con tus deberes religiosos sin guardar tu corazón, has actuado en tu religión como si bendijeses un ídolo, tú, que no has podido observar tu corazón, regularlo y ejercitarlo según las demandas de Dios, ¿cómo permanecerás en la venida del Señor? ¿Cómo mantendrás en alto la cabeza cuando Él diga: "Oh, hombre disimulado y de corazón falso ¿cómo puedes profesar la fe? ¿Con ese rostro pudiste decir tantas veces que me amabas, cuando sabías por tu conciencia que tu corazón no estaba conmigo?" Temblemos al pensar el terrible juicio que se dará a los corazones desatendidos y descuidados, que toman los deberes religiosos como si fuesen un sonajero para calmar y silenciar la conciencia.

 

2. La falta de consuelo en este mundo

También se deduce, para humillación del pueblo de Dios, que, a menos que se dedique más tiempo y esfuerzo a los corazones del que normalmente se dedica, es probable que nunca hagan mucho servicio a Dios, ni tengan mucho consuelo en este mundo. Podríamos decir del cristiano que es renuente y descuidado en cuidar su corazón, lo que Jacob dijo a Rubén: Impetuoso como las aguas, no serás el principal,  Por cuanto subiste al lecho de tu padre; Entonces te envileciste, subiendo a mi estrado.  (Génesis 49:4).

Entristece ver cuántos cristianos hay que viven en un nivel muy pobre, tanto de servicio como de consuelo espiritual, y que se mueven por ahí deprimidos y quejándose. Pero ¿cómo podrían esperar que fuese de otra manera si viven de manera tan descuidada? ¡Oh, cuán poco tiempo pasan en su cuarto, examinando, humillando y avivando sus corazones! Cristiano, dices que tu corazón está muerto, ¿y te sorprendes de que lo esté, si no lo mantienes junto a la fuente de vida? Si tu cuerpo tuviese la misma dieta que tu alma, también estaría muerto. Y no puedes esperar que tu corazón esté en mejor estado hasta que te tomes más esfuerzos con él.

¡Oh cristianos! temo que nuestro celo y fuerzas hayan estado esforzándose en la capilla equivocada. Temo que la mayoría de nosotros pueda recoger la queja de la iglesia: "Me pusieron a guardar las viñas; Y mi viña, que era mía, no guardé" (Cantares 1:6)

Hay dos cosas que han devorado el tiempo de los que profesan ser creyentes en esta generación, y que los han distraído tristemente del trabajo de su corazón:

 

En primer lugar, las controversias infructuosas, iniciadas por Satanás. No dudo que con el propósito de apartarnos de una piedad práctica, nos haya hecho rompernos la cabeza cuando deberíamos estar inspeccionando nuestros corazones.

Hemos tenido en poco la observación de "no os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas”.  (es decir, con disputas y controversias acerca de las viandas)   (Hebreos 13:9) ¡Cuánto mejor es ver a los hombres vivir como deben que escucharles disputar con sutileza! ¡Cuánto daño han hecho a las iglesias esas preguntas infructuosas, cuánto tiempo y cuantos espíritus malgastados, y cuántos cristianos retirados de su ocupación principal!

¿No habría sido mejor si las preguntas que agitan al pueblo de Dios en los últimos tiempos fuesen estas?:

 “¿Cómo puede alguien distinguir las operaciones especiales del Espíritu de las comunes?

¿Cómo puede un alma discernir sus primeros pasos apartándose de Dios?

¿Cómo puede un cristiano que se ha apartado recuperar su primer amor?

¿Cómo puede el corazón preservarse de los pensamientos poco razonables cuando está en su tiempo con Dios?

¿Cómo puede descubrirse y mortificarse un pecado que está en nuestro seno?"

Seguir esta senda ¿No daría como resultado más honra para la fe y más consuelo para las almas? Avergüenza ver que los profesantes de esta generación son todavía insensibles a su necedad. ¡Oh si Dios cambiase sus disputas y contenciones por una piedad práctica!

 

En segundo lugar, las preocupaciones y estorbos del mundo han aumentado enormemente el descuido de nuestros corazones.

Las cabezas y los corazones de mucha gente se han llenado con tal acumulación y ruido de los negocios mundanos que, lamentablemente han declinado en su celo, su amor, su deleite en Dios, y en su forma celestial, seria y provechosa de conversar con los hombres.

¡Cuán miserablemente nos hemos enredado en la espesura de estos asuntos sin importancia! Nuestros discursos, conferencias, e incluso nuestras mismas oraciones se han visto teñidos con ello. Tenemos tanto que hacer fuera, que no hemos podido hacer mucho dentro. ¿Y cuántas preciosas oportunidades hemos perdido así? ¿Cuántas amonestaciones del Espíritu han pasado infructuosamente? ¿Cuán a menudo nos ha llamado Dios y nuestros pensamientos mundanos nos han impedido escuchar?

Pero ciertamente existe una forma de disfrutar de Dios incluso en nuestros empleos mundanos. Si perdemos la vista de Él cuando estamos ocupados en nuestros asuntos temporales, la falta es nuestra.

 

3. Falta de verdaderos cristianos

Finalmente, para despertar de todos, infiero que, si el guardar el corazón es la gran obra del cristiano, existen pocos cristianos verdaderos en el mundo.

Si todo aquel que ha aprendido el dialecto del cristianismo y que puede hablar como un santo, si todo el que tiene don y parte y puede predicar, orar, o hablar como un cristiano, en otras palabras, si todos los que se asocian con el pueblo de Dios y toman parte en las ordenanzas pueden pasar por ser considerados cristianos, entonces sí que hay muchos.

Pero encontramos muy pocos si los juzgamos por esta regla: ¡Cuán pocos hay que guarden sus corazones conscientemente, que miren sus pensamientos y disciernan escrupulosamente sus motivaciones! Hay pocas personas que entren al cuarto de oración entre los que dicen ser cristianos. Es más fácil ponerse al día con otros deberes de la fe que con este.

La parte secular del mundo hará poco más que entremeterse de vez en cuando con los deberes religiosos, y mucho menos se involucrará con el cuidado del corazón; y en lo que respecta a los hipócritas, aunque pueden ser muy meticulosos con lo externo, es difícil persuadirlos de cumplir con este trabajo interior y difícil, que descubre rápidamente aquello que el hipócrita no se preocupa por conocer.

Así que, por consenso general, este trabajo del corazón se deja en manos de unas pocas personas apartadas, y me da temor pensar en lo pocas que son estas manos.

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