En muchas
ocasiones vemos, en rededor nuestro, cómo
los no creyentes prosperan en todo lo que emprenden, salen airosos de sus
corruptelas, declarados inocentes de sus fechorías…etc. A veces, vemos por el
rabillo del ojo todo esto y el desanimo acude a llamar a nuestra puerta, para
ver si puede entrar e instalarse. No puedes impedir que llegue de sopetón, pero
si puedes impedirle que entre, si te encuentras ocupado en las cosas de Dios.
Si vives en el temor de Dios encontrarás
deleite, satisfacción y deseo de buscar más. Ese tiene que ser nuestro
propósito primordial, ocuparnos en hallar las riquezas espirituales que nos
ofrece la Palabra de Dios en La Biblia.
No debemos
olvidar que habrá un día de Juicio para los pecadores para recibir el pago. También
otro muy distinto para los cristianos nacidos de nuevo, aquellos que hemos
vivido bajo el temor de Dios perseverando hasta el final. Lo importante no es como Jesús nos encuentra,
sucios, pecadores, sino cómo llegamos a la meta para recibir el premio, nuestro
galardón, la piedra con el nombre que sólo sabremos nosotros.
No tenga
envidia tu corazón de los pecadores, el fin de los cuales es muerte eterna,
antes bien persevera en el temor de Dios todo el tiempo, porque ciertamente habrá
un fin, y tu esperanza no será cortada. No tengas envidia de los que les va
bien y acumulan riquezas y bienes en abundancia, pues si no tienen el temor de
Dios no les aprovecha de nada, no tienen nada. Te aseguro que esas personas no
son felices. Sus posesiones no le producen ni la paz, ni el gozo que tú o yo tenemos
viviendo en el temor de Dios. La felicidad nos la da el Señor cuando le
conoces, caminas obediente según sus mandatos y te alimentas día y noche en su
Palabra. La conciencia de vivir al lado de Dios por toda la eternidad debe más
que motivarnos, ayudarnos para transitar en medio de las circunstancias, las
que sean, en medio de este mundo.
En la
Palabra de Dios en la Biblia leemos en:
Juan 9:1-38
9:1 Al pasar Jesús, vio a un hombre
ciego de nacimiento.
9:2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo:
Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?
9:3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
9:4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
9:5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
9:6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
9:7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
9:8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
9:9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.
9:10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
9:11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.
9:12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé.
9:13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
9:14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
9:15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.
9:16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.
9:17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.
9:18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista,
9:19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
9:20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;
9:21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.
9:22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
9:23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
9:24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
9:25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
9:26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
9:27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?
9:28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos.
9:29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.
9:30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.
9:3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
9:4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
9:5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
9:6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
9:7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
9:8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
9:9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.
9:10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
9:11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.
9:12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé.
9:13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
9:14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
9:15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.
9:16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.
9:17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.
9:18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista,
9:19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
9:20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;
9:21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.
9:22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
9:23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
9:24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
9:25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
9:26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
9:27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?
9:28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos.
9:29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.
9:30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.
9:31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores;
pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.
9:32 Desde el principio no se ha oído decir que
alguno abriese los ojos a uno que nació ciego.
9:33 Si éste no viniera de Dios, nada podría
hacer.
9:34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del
todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
9:35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y
hallándole, le dijo: ¿Crees
tú en el Hijo de Dios?
9:36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para
que crea en él?
9:37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que
habla contigo, él es.
9:38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró
Vemos que
Jesús vuelve la vista a un ciego, y éste desde el versículo 10 al 30 responde a
las preguntas de los escribas y fariseos, a los doctos de la ley. Después desde
el 31 al 33, el ciego que había recobrado la vista les da una lección básica de
teología práctica.
Este ciego había nacido así, había sido mendigo toda su
vida, no había tenido formación, era un analfabeto. Lo poco que pudiera saber
lo habría oído y cuando escuchó de Jesús creyó en su corazón.
Dios oye los
corazones, escucha las oraciones de los corazones sinceros temerosos de Dios
que hacen su voluntad. El Señor no mira tu trabajo, tus estudios o tus títulos;
los ojos de Dios examinan tu corazón como si te hiciera una radiografía; nada hay
oculto que se le escape. Todo lo sabe, todo lo ve.
Si
intentamos presentarnos ante la Santidad de Dios con oraciones, peticiones,
ruegos, alabanzas y adoración examinémonos primero por si tenemos oculto en
nuestro corazón, algún pecado secreto, porque hasta eso llegamos si no hay
temor de Dios. Sin ese respeto profundo, sin ese temor reverente no podremos
obtener respuesta y gracias a la infinita misericordia de Dios no somos
consumidos al acercarnos a su presencia, sin estar limpios.
En el Salmo 25:14 leemos:
25:14 La
comunión íntima de Jehová es con los que le temen,
Y a ellos hará conocer su pacto.
Y a ellos hará conocer su pacto.
En Hebreos
12:28-29 leemos:
12:28 Así que, recibiendo nosotros un
reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios
agradándole con temor y reverencia;
12:29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.
12:29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.
Qué bonito
es acercarse al Señor con gratitud reverente; adorándole, alabándole y
glorificándole con gozo, paz y gratitud en nuestro corazón.
El temor de Dios nos hace persistir,
perseverar, continuar aunque nuestras circunstancias no pinten bien o se pongan
en nuestra contra, para que nuestra fe se sustente en la obediencia a los
mandatos de la Palabra de Dios.
En Isaías
33:6 leemos:
33:6 Y reinarán en tus tiempos la
sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación; el temor de Jehová será su
tesoro.
El temor de
Dios es el mayor tesoro que podemos tener, no debemos descuidarlo. Tenemos que
guardarlo como compañero inseparable para que podamos vivir una vida santa,
integra, consagrada al Señor para que pueda guiarnos a la vida eterna, bajo su
protección.
Cuidémonos
de no olvidar esto, de no dejarlo aletargado en nuestro corazón; vivamos en el
temor de Dios todos los días de nuestra vida, todos los días de nuestra peregrinación
en medio de este mundo.
Pidámosle
al Señor Jesús, que nos ayude para que esto sea posible, pues todo el mérito es
suyo. Nada podemos hacer por nosotros mismos.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario