Mateo 26:41 dice: “26:41 Velad y orad, para que no entréis en
tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”
Apocalipsis 3:10 dice: “3:10 Por cuanto has guardado la palabra de mi
paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre
el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.”
Mirando hacia atrás, me doy cuenta que desde que
nací de nuevo, varias veces he subestimado de un modo inconsciente el poder de
la tentación. Mi vanidad me llevó a confiar y creerme con fuerzas para resistir
la prueba. Mi corazón engañoso y perverso encendió mi orgullo empujándome a
juguetear con el temor y la atracción de las mil diversas formas de tentación.
No dándome cuenta de las terribles consecuencias que me causaría en mi vida
entrar en la fatídica hora de la
tentación.
Entrar en tentación no significa simplemente ser
tentado, tampoco significa ser vencido por la tentación.
En 1ª Timoteo 6:9 podemos ver: “6:9 Porque los que quieren enriquecerse caen
en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los
hombres en destrucción y perdición”
En este versículo, Pablo menciona y compara
el hecho de caer en tentación y el acto de caer en lazo (o trampa). Cuando caes
en una trampa es muy difícil salir o escapar de ella. Entrar en tentación es
experimentar una atracción fatal, sentir en un grado muy intenso el poder
cautivador de la tentación.
Podía comparar la tentación como un vendedor puerta
a puerta. En el momento que llama a la puerta, podemos ver por la mirilla,
invitarlo a pasar o ignorarlo, o decirle que se vaya y lo hace. Pero en otras
ocasiones ese vendedor ya ha medido el pie en la entrada de la puerta, en el cuarto
de nuestro corazón. Este vendedor está decidido a vender su producto y todos
los que lleva, porque son atractivos a las debilidades, pasiones y maldades de
nuestro corazón. Mientras la tentación sólo toque a la puerta somos libres para
decidir si le abrimos o no. Pero cuando la tentación ya se ha metido en la
casa, ha llegado al corazón, entramos en tentación.
Cuando nos ocurre esto, lo que llega a nosotros, es
un poder especial de Satanás que actúa desde fuera de nosotros. Es un poder más
fuerte de lo normal para hacernos pecar, nos tienta con algo que deseamos
muchísimo.
Cada uno de nosotros tuvimos algo, un mal momento
en nuestra vida, que sirvió para hacernos caer. El pecado en la carne que mora
en nosotros nos hace vulnerables ante la tentación, actuando como un traidor
dentro de nuestro corazón que nos vende a la menor señal de aparición, se pone
de parte del tentador y trata de animar a que cedamos ante la insistencia de
Satanás.
Hay otro tipo de tentaciones que están recogidas en
la Biblia y que nos sirven de ejemplo para nosotros, para mantenernos atentos y
no caer. Se trata de las ocasiones en que Satanás obtiene permiso especial por
parte de Dios, por razones que sólo Dios conoce, que podemos entre ver y están
en:
Job 1:12 dice:“1:12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo
lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió
Satanás de delante de Jehová. “
Job 2:6 dice:“2:6 Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él
está en tu mano; mas guarda su vida.”
También en el Nuevo Testamento, en Lucas 22:31-32
dice:“22:31 Dijo
también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos
como a trigo;
22:32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.”
22:32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.”
Dios da permiso a Satanás para zarandear nuestras
vidas, y esto lo va hacer con una tentación muy fuerte. Cantas veces hemos
experimentado este sacudimiento tan intenso como inesperado; no lo esperamos, y
no entendemos por qué llega en esos momentos, por qué viene, pero ahí está y
sin duda el enemigo aprovechará para darnos duro. Aprovecha cuando los malos
deseos de nuestro corazón carnal encuentran la ocasión favorable para revelarse
a través de un medio muy atractivo
que pueda cumplirse.
Necesitamos estar preparados para una hora como esa. Hagamos caso a Jesús. Si siendo el Hijo de Dios necesitó el conocimiento de la Palabra y la oración para resistir como hombre la tentación de Satanás, cuanto más no necesitaremos nosotros obedecerle. Si Jesús nos manda: velad y orad, es porque Él conoce lo débiles e inconstantes que somos. Debemos usar todos los medios que Cristo nos ha dado para no caer en tentación.
En Mateo 6:13, en la oración del Padre Nuestro dice: “6:13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.”
Confiemos pues en su cuidado, y no nos olvidemos del mandato de Jesús: “velad y orad”.
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