} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA TENTACION 6 (vuelta al pasado)

miércoles, 28 de mayo de 2014

LA TENTACION 6 (vuelta al pasado)




MIS PRIMEROS PASOS DE RECIÉN NACIDO

Aquella noche que nací de nuevo, escapé para siempre de las garras de Satanás. Pero como era un recién nacido, se despachó a gusto por medio de los recuerdos pecaminosos. Sembrando la duda, muchas veces, de mi conversión a cada tropiezo en el camino.
Mi vida, fuera del trabajo, comenzó a limitarse nada más que a ir a las clases de alemán que se impartían en el centro de la Agregaduría Laboral en la ciudad de Zúrich.  Tres horas por la mañana, de gramática y pronunciación. Por la tarde una hora de traducción y escritura. En la clase había alumnos de varias nacionalidades. Españoles estábamos en mi clase tres, dos chicas y yo; dos australianos,  una canadiense, dos chinos, una japonesa, dos italianas, un italiano, tres turcos y un tunecino. Una de las españolas era de Villafranca de los Barros, Badajoz, la otra era de Manzanares, Ciudad Real. La de Badajoz tenía dos años más que yo, la otra aparentaba bastantes más,  era muy huraña.

Antes de proseguir tengo confesar algo
 
Debo decir que mi relación con las jóvenes se había limitado a tratarlas con educación y respeto. Siempre pensando que así me gustaría se comportaran con mi hermana.    Con las chicas de las monjas me llevaba bien con una, pero eso era todo. Sí, había estado con ellas en Málaga de convivencias durante una semana. Pero dada mi estricta moral católica, mantenía oculto cualquier pensamiento libidinoso.
A esas alturas de mi juventud lo único que sabía y conocía del sexo femenino era lo que obtenía por cauces poco dignos y nada edificantes. Tenía varios amores platónicos, irrealizables.
Antes de marchar para Suiza, conocí a una chica en las piscinas de Baños de Molgas. 

Me había tumbado cerca de la orilla del rio y allí estaba abstraído, escribiendo "mis memorias". Tan absorto me encontraba que escuché una voz femenina que me sacó de la escritura  diciéndome: ¿Muchas suspensas? Giré la cabeza hacia aquella voz y vi una señora que estaba tumbada cerca.  La miré, sonriendo y le dije: "Se equivoca, estoy escribiendo mis memorias". ¡¡Ah perdone!! Iba a enfrascarme a mi tarea cuando al dar la vuelta, vi a una chica que se dirigía hacia la señora,  llevaba de la mano a dos niños. ¡¡Vaya ojos más bonitos!! Dije para mí. Su semblante era distinto al que estaba acostumbrado a ver. Su sonrisa era perfecta y su risa alegre y contagiosa. Dejé de escribir para observarla. Pude ver como la señora me miraba a través de sus gafas de sol, mientras sonreía. Supuse que sería su hija. Al rato llego un señor gordinflón que imaginé seria su marido. Enseguida se fue para la cantina y tardó en volver. Como aquella joven se había metido en el rio, decidí entrar al agua también. Hacía calor. 

Pronto me di cuenta que su fuerte no era el agua. No salía de la orilla, con los niños. 
Sabía nadar de muchos estilos, pero donde me desenvolvía como pez en el agua, nunca mejor dicho, era buceando. Comencé por inmersiones cortas para habituar los pulmones, prolongándolas cada vez más en el tiempo. Cuando salía a la superficie encontraba su mirada en mí. Bueno, había conseguido atraer su atención,  también de la señora.  Empleando unas técnicas de respiración que conocía por la mili, conseguí permanecer bajo el agua dos minutos. Durante ese tiempo ambas mujeres creyeron que algo ocurría y subí a la superficie porque  escuche gritos, pensando que algo pasaba a sus hijos. Era por mí. Tranquilicé a las féminas diciéndolas que hacía aquello a menudo. Pero a la señora no debió gustarle mucho porque enseguida recogieron sus cosas y se marcharon.
Con tristeza, subí rio arriba, siguiéndolas para descubrir su coche y la matricula. Era de Orense. Me imaginé que estaría de vacaciones por la zona. Con mi bici recorrí varios pueblos cercanos tratando inútilmente de verla.
 A primeros de septiembre,  le pedí la moto a un viejo amigo y me la prestó.  Iba a recorrer algunos más lejanos. Las tormentas de esos días habían arrastrado arena a alguna de las carreteras de montaña,  con la mala suerte que en una curva bastante cerrada, derrapó la moto y fui a rastras por la carretera.  Las erosiones en la piel por la abrasión del duro asfalto unido a la arenilla que se  incrustó en la carne, me hicieron aullar de dolor. Había fracturado el dedo pulgar derecho por la primera falange.  La moto sólo rompió el asiento y la empuñadura derecha.
No fue nada, tuve mucha suerte. Mi aventura de búsqueda había terminado.
 A la semana siguiente, el domingo acudí como era costumbre a la discoteca EQUS la única entonces en el pueblo. Venia la juventud de todas partes, atraídos por las chicas internas de las monjas que al llegar el fin de semana se desmadraban.
Como siempre iba sólo. Los antiguos "amigos" me habían tachado de lo que no era, porque no hacia lo que ellos, por eso no era bien visto. No entendía cómo podían tratar así a sus novias, saliendo con otras. No les gustaba les dijera que imaginaran si les gustaría a caso que se lo hicieran a sus hermanas.
 Pedí como siempre mi cubata y apoyado en la barra observaba las mismas caras de siempre.  Pero allí en la pista bailando había una cara y unos ojos que no podía olvidar. ¡¡Era ella!! ¡¡Estaba allí!! Me acerqué a la barandilla que dividía la zona de paso de la pista de baile y me puse cerca para verla mejor.
Entonces fumaba cigarrillos y como tenia la mano derecha con escayola, la izquierda no me acostumbraba a usarla, quise encender el mechero y no daba, ¿Te ayudo? Escuché me decían.  Mire y era ella, le di el mechero y le dije: gracias. Tenía el corazón en la garganta, y una tensión que me ponía nervioso. No sabía cómo actuar, que debía hacer. Estaba sudando del puro nervio, pues no sabía nada del arte de enamorar, de "ligar". Se me ocurrió la feliz idea de pedir otro cubata,  para enmascarar mi cobardía y mi timidez, (la mayor estupidez que se puede hacer). La falsa seguridad que me proporcionó aquella droga legalizada, fue tan efímera y duradera como el humo del cigarrillo encendido.
Después de la música tipo dance, rock... comenzaba la música romántica. La pista se llenaba de cazadores en busca de pieza.
Recordaba con tristeza los intentos de mi hermana para enseñarme a bailar en pareja, me decía que era "muy patoso"; sin embargo el baile libre o suelto se me daba bien.
Cargado con aquél sambenito,  no tenía ningún plan” b” para salir a bailar. Mi mente sabía el proceso, observaba como hacían los demás.  Debía acercarme y decirle ¡bailas!
 Mentalmente se lo pedí mil veces y el NO, retumbaba en mi mente; las piernas me temblaban,  tenía ganas intensas de ir al baño, pero los pies no me obedecían ni para un lado ni para el otro, permanecían pegados al mismo sitio, sin intención de obedecer.
Veía como bailaba, ahora con uno, ahora con otro; me miraba y no pude aguantar más.  Salí a la calle, había tormenta y llovía.  No me importó mojarme, el calor, el sopor y el nerviosismo podían conmigo. Me sentó fenomenal echar aquella carrera hasta casa, darme una ducha, vestirme y regresar de nuevo a la disco.
Regresaba con ganas de jugar, la última baza.
Busqué con la mirada y estaba con su amiga bailando en una esquina de la pista. Me dirigí al pinchadiscos y le pedí las canciones que él sabía me gustaban.
  Mis pasos se encaminaron hacia la otra esquina, frente a ellas. Estaríamos ocho o diez personas bailando. Cuando comenzó a sonar Gotta Go Home de Boney M, comencé a disfrutar bailando como me gustaba. Por el rabillo del ojo, veía como se hacían señas entre ellas y se fueron acercando hasta donde estaba y la de los ojos lindos quiso imitarme. Bailé más lento para que pudiera aprender los movimientos...no era tan difícil conectar con una chica, pensaba.

 Pero todo lo bueno se acaba y comenzó otra vez la música de pareja. Ella se quedó frente a mí, como esperando la sacara a bailar, pero otra vez se habían pegado mis pies al suelo, las piernas temblaban. Comenzó la música, pidieron para sacarla a bailar y no aceptó,  dándome una oportunidad para decidirme. Permanecí inmóvil como una estatua, diciendo ¡tierra trágame! Otro le pidió de bailar y aceptó.  Como si el pegamento se hubiera esfumado, fui junto su amiga y le pedí de bailar. Aceptó y me dijo que no sabía bailar muy bien. A lo cual le respondí que yo tampoco sabía.  Nos reímos y llamó la atención de su amiga. Con su mirada lo decía todo. Esperaba que terminara esa canción para pedirle a ella. Mientras, ensayaba los pasos y movimientos con su amiga que disimuló y aguantó estoica los pisotones que le propiné. Terminó la canción y siguió bailando con el chico. Su amiga se separó y le dije ¡gracias! Salí de la pista esperando que terminara y al hacerlo, se soltó del chico; ella y su amiga se fueron. Las seguí con la mirada, iban dirección al baño.  Me mantuve a la espera, repitiendo "quieres bailar" una y otra vez para darme ánimos.  No daban salido.  Las canciones lentas se estaban terminando siempre era el mismo repertorio.  Menudo chasco. No había sabido jugar la partida y se esfumaba mi esperanza. 

Comenzó otra vez la música salsa y llegaron ellas, venían de la calle. Se pusieron a bailar muy cerca, sonriendo ella de un modo especial. Seguro que su amiga le habría dicho que me había interesado por su nombre.
Tenía que jugar muy bien la última oportunidad. Y decidí ser natural, sin ambigüedades ni chorradas;  educado y cortés como con todo el mundo, cuanto más con ella. Bailamos en trió y en la última pieza la Muñeira de Chantada derrochamos tanta energía que estábamos colorados, sudorosos y alegres. Las invité a tomar un refresco a la salida en una cafetería del pueblo. Ella mirándome con aquellos ojos muy fijamente me dijo que sí. Me presenté y me dijo su nombre, Lucy, su amiga no era tal, era su hermana y se llamaba Fátima. Mientras íbamos a la cafetería del centro del pueblo le dije si la podía acompañar a casa. Aceptó. (Relatado con su autorización

Retomando el relato inicial de Suiza

Como decía: aquella joven de Badajoz, había cambiado de sitio en clase varias veces hasta colocarse a mi lado. Supe que ella trabajaba también con un contrato de estudiante en el Zoo de Zúrich y le terminaba también en agosto de 1984. Éramos de la misma remesa.
Ella también dejaba novio en España, llevaba tres años con él. Yo le hablé de mi novia y del poco tiempo que llevábamos. Cuando terminábamos las horas de clase íbamos o al centro gallego unas veces o al centro extremeño a pasar el resto del día, cuando el tiempo impedía pasear. Siempre mantuve una actitud de respeto hacia ella en todos los sentidos. Pero con el paso de las semanas, comencé a ver como se tomaba ciertas libertades, y no dije nada. Debió mal interpretar mi silencio y un día en el centro extremeño, pusieron música. Esto no fue casualidad, fue premeditado, porque sonó una canción que le dije me gustaba, Canción de Boda de Demis Roussos y me dijo si bailaba. Bueno, no veía nada de malo. Acepté y comenzamos a bailar. Comenzó a decirme que estaba muy sola, que si yo también lo estaba…huy aquello ya olía mal. Dejé que corriera el aire entre nosotros, estaba tenso. Cuando quiso acercarse demasiado, le dije:¡ mira yo respeto mucho a mi novia, así que será mejor, que me marche!. Mientras salía, escuche como gritaba: ¡¡Tú no eres un hombre eres un mari… y tendrás unos cuernos como un cabestro!!. Cerré la puerta y marché para mi lugar de residencia.
A la semana siguiente, yo había olvidado el incidente, pero ella estaba herida y montó un escándalo en el centro de estudios. No paraba de gritar e insultarme. Entonces el director  Hüber Tanner, nos mandó llamar para saber a qué se debía lo ocurrido. Primero entró ella y dio su versión; luego yo y conté la verdad. Estaba también la secretaria presente. Después nos hicieron pasar a los dos y hubo una especie de careo. Dejé que se desahogara y cuando le dije en cara que era una mentirosa y en qué mentía. Tardó en admitir que mentía. Comenzó a llorar al ver que la confrontaba con la verdad. Reconoció que era como yo decía y que estaba despechada. Pidió perdón por su comportamiento. Le dijeron que saliera. 

Cuando quedé a solas, me preguntó el Sr, Tanner, ¿Es usted cristiano? Mire usted,-le respondí, hace poco que entregué mi vida a Jesús y creo que es mi Señor y Salvador. Vi, como sonreían ambos y me dijo: "cuando usted sea un cristiano maduro se dará cuenta del paso que ha dado." No entendía el mensaje de lo que estaba diciéndome.  

Después salí y me comunicaron que había sido expulsada, finalizado su contrato de trabajo y le habían retirado su permiso de permanencia temporal. Si en 24 horas no abandonaba el país, la policía la pondría en la frontera francesa en Ginebra. Al día siguiente tenía que estar fuera de Suiza. Ella no hacía más que lamentarse. Sabía de lo estricto de las normas del contrato y el régimen sancionador pero no pensé fuera para tanto. Me sentí culpable de su marcha. Me sentí muy mal durante un tiempo y en mi mente comencé a sufrir remordimientos. Si hubiera actuado de otro modo...tal vez.
Tal vez, si por casualidad lee esto, pueda corroborar que es cierto, con un mensaje.