MIS
PRIMEROS PASOS DE RECIÉN NACIDO
Aquella
noche que nací de nuevo, escapé para siempre de las garras de Satanás. Pero
como era un recién nacido, se despachó a gusto por medio de los recuerdos
pecaminosos. Sembrando la duda, muchas veces, de mi conversión a cada tropiezo
en el camino.
Mi vida, fuera del trabajo, comenzó a limitarse nada más que a ir a las clases de alemán que se impartían en el centro de la Agregaduría Laboral en la ciudad de Zúrich. Tres horas por la mañana, de gramática y pronunciación. Por la tarde una hora de traducción y escritura. En la clase había alumnos de varias nacionalidades. Españoles estábamos en mi clase tres, dos chicas y yo; dos australianos, una canadiense, dos chinos, una japonesa, dos italianas, un italiano, tres turcos y un tunecino. Una de las españolas era de Villafranca de los Barros, Badajoz, la otra era de Manzanares, Ciudad Real. La de Badajoz tenía dos años más que yo, la otra aparentaba bastantes más, era muy huraña.
Mi vida, fuera del trabajo, comenzó a limitarse nada más que a ir a las clases de alemán que se impartían en el centro de la Agregaduría Laboral en la ciudad de Zúrich. Tres horas por la mañana, de gramática y pronunciación. Por la tarde una hora de traducción y escritura. En la clase había alumnos de varias nacionalidades. Españoles estábamos en mi clase tres, dos chicas y yo; dos australianos, una canadiense, dos chinos, una japonesa, dos italianas, un italiano, tres turcos y un tunecino. Una de las españolas era de Villafranca de los Barros, Badajoz, la otra era de Manzanares, Ciudad Real. La de Badajoz tenía dos años más que yo, la otra aparentaba bastantes más, era muy huraña.
Antes de proseguir tengo confesar algo
Debo
decir que mi relación con las jóvenes se había limitado a tratarlas con
educación y respeto. Siempre pensando que así me gustaría se comportaran con mi
hermana. Con las chicas de las monjas me llevaba bien con una,
pero eso era todo. Sí, había estado con ellas en Málaga de convivencias durante
una semana. Pero dada mi estricta moral católica, mantenía oculto cualquier
pensamiento libidinoso.
A esas
alturas de mi juventud lo único que sabía y conocía del sexo femenino era lo
que obtenía por cauces poco dignos y nada edificantes. Tenía varios amores
platónicos, irrealizables.
Antes
de marchar para Suiza, conocí a una chica en las piscinas de Baños de Molgas.
Me
había tumbado cerca de la orilla del rio y allí estaba abstraído, escribiendo
"mis memorias". Tan absorto me encontraba que escuché una voz
femenina que me sacó de la escritura diciéndome: ¿Muchas suspensas? Giré
la cabeza hacia aquella voz y vi una señora que estaba tumbada cerca. La
miré, sonriendo y le dije: "Se equivoca, estoy escribiendo mis
memorias". ¡¡Ah perdone!! Iba a
enfrascarme a mi tarea cuando al dar la vuelta, vi a una chica que se dirigía
hacia la señora, llevaba de la mano a dos niños. ¡¡Vaya ojos más
bonitos!! Dije para mí. Su semblante era distinto al que estaba acostumbrado a
ver. Su sonrisa era perfecta y su risa alegre y contagiosa. Dejé de
escribir para observarla. Pude ver como la señora me miraba a través de sus
gafas de sol, mientras sonreía. Supuse que sería su hija. Al rato llego un
señor gordinflón que imaginé seria su marido. Enseguida se fue para la cantina
y tardó en volver. Como aquella joven se había metido en el rio, decidí entrar
al agua también. Hacía calor.
Pronto
me di cuenta que su fuerte no era el agua. No salía de la orilla, con los
niños.
Sabía
nadar de muchos estilos, pero donde me desenvolvía como pez en el agua, nunca
mejor dicho, era buceando. Comencé por inmersiones cortas para habituar los
pulmones, prolongándolas cada vez más en el tiempo. Cuando salía a la
superficie encontraba su mirada en mí. Bueno, había conseguido atraer su
atención, también de la señora. Empleando unas técnicas de
respiración que conocía por la mili, conseguí permanecer bajo el agua dos
minutos. Durante ese tiempo ambas mujeres creyeron que algo ocurría y subí a la
superficie porque escuche gritos, pensando que algo pasaba a sus hijos.
Era por mí. Tranquilicé a las féminas diciéndolas que hacía aquello a menudo.
Pero a la señora no debió gustarle mucho porque enseguida recogieron sus cosas
y se marcharon.
Con
tristeza, subí rio arriba, siguiéndolas para descubrir su coche y la matricula.
Era de Orense. Me imaginé que estaría de vacaciones por la zona. Con mi bici
recorrí varios pueblos cercanos tratando inútilmente de verla.
A primeros de septiembre, le pedí la moto a un viejo amigo y me la prestó. Iba a recorrer algunos más lejanos. Las tormentas de esos días habían arrastrado arena a alguna de las carreteras de montaña, con la mala suerte que en una curva bastante cerrada, derrapó la moto y fui a rastras por la carretera. Las erosiones en la piel por la abrasión del duro asfalto unido a la arenilla que se incrustó en la carne, me hicieron aullar de dolor. Había fracturado el dedo pulgar derecho por la primera falange. La moto sólo rompió el asiento y la empuñadura derecha.
No fue nada, tuve mucha suerte. Mi aventura de búsqueda había terminado.
A la semana siguiente, el domingo acudí como era costumbre a la discoteca EQUS la única entonces en el pueblo. Venia la juventud de todas partes, atraídos por las chicas internas de las monjas que al llegar el fin de semana se desmadraban.
Como siempre iba sólo. Los antiguos "amigos" me habían tachado de lo que no era, porque no hacia lo que ellos, por eso no era bien visto. No entendía cómo podían tratar así a sus novias, saliendo con otras. No les gustaba les dijera que imaginaran si les gustaría a caso que se lo hicieran a sus hermanas.
A primeros de septiembre, le pedí la moto a un viejo amigo y me la prestó. Iba a recorrer algunos más lejanos. Las tormentas de esos días habían arrastrado arena a alguna de las carreteras de montaña, con la mala suerte que en una curva bastante cerrada, derrapó la moto y fui a rastras por la carretera. Las erosiones en la piel por la abrasión del duro asfalto unido a la arenilla que se incrustó en la carne, me hicieron aullar de dolor. Había fracturado el dedo pulgar derecho por la primera falange. La moto sólo rompió el asiento y la empuñadura derecha.
No fue nada, tuve mucha suerte. Mi aventura de búsqueda había terminado.
A la semana siguiente, el domingo acudí como era costumbre a la discoteca EQUS la única entonces en el pueblo. Venia la juventud de todas partes, atraídos por las chicas internas de las monjas que al llegar el fin de semana se desmadraban.
Como siempre iba sólo. Los antiguos "amigos" me habían tachado de lo que no era, porque no hacia lo que ellos, por eso no era bien visto. No entendía cómo podían tratar así a sus novias, saliendo con otras. No les gustaba les dijera que imaginaran si les gustaría a caso que se lo hicieran a sus hermanas.
Pedí
como siempre mi cubata y apoyado en la barra observaba las mismas caras de
siempre. Pero allí en la pista bailando había una cara y unos ojos que no
podía olvidar. ¡¡Era ella!! ¡¡Estaba allí!! Me acerqué a la barandilla que
dividía la zona de paso de la pista de baile y me puse cerca para verla mejor.
Entonces
fumaba cigarrillos y como tenia la mano derecha con escayola, la izquierda no
me acostumbraba a usarla, quise encender el mechero y no daba, ¿Te ayudo?
Escuché me decían. Mire y era ella, le di el mechero y le dije: gracias.
Tenía el corazón en la garganta, y una tensión que me ponía nervioso. No sabía
cómo actuar, que debía hacer. Estaba sudando del puro nervio, pues no sabía nada
del arte de enamorar, de "ligar". Se me ocurrió la feliz idea de
pedir otro cubata, para enmascarar mi cobardía y mi timidez, (la mayor
estupidez que se puede hacer). La falsa seguridad que me proporcionó aquella
droga legalizada, fue tan efímera y duradera como el humo del cigarrillo
encendido.
Después de la música tipo dance, rock... comenzaba la música romántica. La pista se llenaba de cazadores en busca de pieza.
Después de la música tipo dance, rock... comenzaba la música romántica. La pista se llenaba de cazadores en busca de pieza.
Recordaba
con tristeza los intentos de mi hermana para enseñarme a bailar en pareja, me
decía que era "muy patoso"; sin embargo el baile libre o suelto se me
daba bien.
Cargado
con aquél sambenito, no tenía ningún plan” b” para salir a bailar. Mi
mente sabía el proceso, observaba como hacían los demás. Debía acercarme
y decirle ¡bailas!
Mentalmente
se lo pedí mil veces y el NO, retumbaba en mi mente; las piernas me
temblaban, tenía ganas intensas de ir al baño, pero los pies no me
obedecían ni para un lado ni para el otro, permanecían pegados al mismo sitio,
sin intención de obedecer.
Veía
como bailaba, ahora con uno, ahora con otro; me miraba y no pude aguantar
más. Salí a la calle, había tormenta y llovía. No me importó
mojarme, el calor, el sopor y el nerviosismo podían conmigo. Me sentó fenomenal
echar aquella carrera hasta casa, darme una ducha, vestirme y regresar de nuevo
a la disco.
Regresaba con ganas de jugar, la última baza.
Busqué con la mirada y estaba con su amiga bailando en una esquina de la pista. Me dirigí al pinchadiscos y le pedí las canciones que él sabía me gustaban.
Regresaba con ganas de jugar, la última baza.
Busqué con la mirada y estaba con su amiga bailando en una esquina de la pista. Me dirigí al pinchadiscos y le pedí las canciones que él sabía me gustaban.
Mis pasos se encaminaron hacia la otra esquina, frente a ellas. Estaríamos ocho
o diez personas bailando. Cuando comenzó a sonar Gotta Go Home de Boney M,
comencé a disfrutar bailando como me gustaba. Por el rabillo del ojo, veía como
se hacían señas entre ellas y se fueron acercando hasta donde estaba y la de
los ojos lindos quiso imitarme. Bailé más lento para que pudiera aprender los
movimientos...no era tan difícil conectar con una chica, pensaba.
Pero
todo lo bueno se acaba y comenzó otra vez la música de pareja. Ella se quedó
frente a mí, como esperando la sacara a bailar, pero otra vez se habían pegado
mis pies al suelo, las piernas temblaban. Comenzó la música, pidieron para
sacarla a bailar y no aceptó, dándome una oportunidad para decidirme.
Permanecí inmóvil como una estatua, diciendo ¡tierra trágame! Otro le pidió de
bailar y aceptó. Como si el pegamento se hubiera esfumado, fui junto su
amiga y le pedí de bailar. Aceptó y me dijo que no sabía bailar muy bien. A lo
cual le respondí que yo tampoco sabía. Nos reímos y llamó la atención de
su amiga. Con su mirada lo decía todo. Esperaba que terminara esa canción para
pedirle a ella. Mientras, ensayaba los pasos y movimientos con su amiga que
disimuló y aguantó estoica los pisotones que le propiné. Terminó la canción y
siguió bailando con el chico. Su amiga se separó y le dije ¡gracias! Salí de la
pista esperando que terminara y al hacerlo, se soltó del chico; ella y su amiga
se fueron. Las seguí con la mirada, iban dirección al baño. Me mantuve a
la espera, repitiendo "quieres bailar" una y otra vez para darme
ánimos. No daban salido. Las canciones lentas se estaban terminando
siempre era el mismo repertorio. Menudo chasco. No había sabido jugar la
partida y se esfumaba mi esperanza.
Comenzó
otra vez la música salsa y llegaron ellas, venían de la calle. Se pusieron a
bailar muy cerca, sonriendo ella de un modo especial. Seguro que su amiga le
habría dicho que me había interesado por su nombre.
Tenía
que jugar muy bien la última oportunidad. Y decidí ser natural, sin
ambigüedades ni chorradas; educado y
cortés como con todo el mundo, cuanto más con ella. Bailamos en trió y en la
última pieza la Muñeira de Chantada derrochamos tanta energía que estábamos
colorados, sudorosos y alegres. Las invité a tomar un refresco a la salida en
una cafetería del pueblo. Ella mirándome con aquellos ojos muy fijamente me
dijo que sí. Me presenté y me dijo su nombre, Lucy, su amiga no era tal, era su
hermana y se llamaba Fátima. Mientras íbamos a la cafetería del centro del
pueblo le dije si la podía acompañar a casa. Aceptó. (Relatado con su
autorización)
Retomando el relato inicial de Suiza
Como
decía: aquella joven de Badajoz, había cambiado de sitio en clase varias veces
hasta colocarse a mi lado. Supe que ella trabajaba también con un contrato de
estudiante en el Zoo de Zúrich y le terminaba también en agosto de 1984. Éramos
de la misma remesa.
Ella
también dejaba novio en España, llevaba tres años con él. Yo le hablé de mi
novia y del poco tiempo que llevábamos. Cuando terminábamos las horas de clase
íbamos o al centro gallego unas veces o al centro extremeño a pasar el resto
del día, cuando el tiempo impedía pasear. Siempre mantuve una actitud de
respeto hacia ella en todos los sentidos. Pero con el paso de las semanas,
comencé a ver como se tomaba ciertas libertades, y no dije nada. Debió mal
interpretar mi silencio y un día en el centro extremeño, pusieron música. Esto
no fue casualidad, fue premeditado, porque sonó una canción que le dije me
gustaba, Canción de Boda de Demis Roussos y me dijo si bailaba. Bueno, no veía
nada de malo. Acepté y comenzamos a bailar. Comenzó a decirme que estaba muy
sola, que si yo también lo estaba…huy aquello ya olía mal. Dejé que corriera el
aire entre nosotros, estaba tenso. Cuando quiso acercarse demasiado, le dije:¡
mira yo respeto mucho a mi novia, así que será mejor, que me marche!. Mientras
salía, escuche como gritaba: ¡¡Tú no eres un hombre eres un mari… y tendrás
unos cuernos como un cabestro!!. Cerré la puerta y marché para mi lugar de
residencia.
A la
semana siguiente, yo había olvidado el incidente, pero ella estaba herida y
montó un escándalo en el centro de estudios. No paraba de gritar e insultarme.
Entonces el director Hüber Tanner, nos mandó llamar para saber a qué se debía lo
ocurrido. Primero entró ella y dio su versión; luego yo y conté la verdad.
Estaba también la secretaria presente. Después nos hicieron pasar a los dos y
hubo una especie de careo. Dejé que se desahogara y cuando le dije en cara que
era una mentirosa y en qué mentía. Tardó en admitir que mentía. Comenzó a
llorar al ver que la confrontaba con la verdad. Reconoció que era como yo decía
y que estaba despechada. Pidió perdón por su comportamiento. Le dijeron que
saliera.
Cuando
quedé a solas, me preguntó el Sr, Tanner, ¿Es usted cristiano? Mire usted,-le
respondí, hace poco que entregué mi vida a Jesús y creo que es mi Señor y
Salvador. Vi, como sonreían ambos y me dijo: "cuando usted sea un
cristiano maduro se dará cuenta del paso que ha dado." No entendía el
mensaje de lo que estaba diciéndome.
Después
salí y me comunicaron que había sido expulsada, finalizado su contrato de
trabajo y le habían retirado su permiso de permanencia temporal. Si en 24 horas
no abandonaba el país, la policía la pondría en la frontera francesa en
Ginebra. Al día siguiente tenía que estar fuera de Suiza. Ella no hacía más que
lamentarse. Sabía de lo estricto de las normas del contrato y el régimen
sancionador pero no pensé fuera para tanto. Me sentí culpable de su marcha. Me
sentí muy mal durante un tiempo y en mi mente comencé a sufrir remordimientos.
Si hubiera actuado de otro modo...tal vez.
Tal
vez, si por casualidad lee esto, pueda corroborar que es cierto, con un
mensaje.