} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LAS TENTACIONES (1ª parte. Mi conversión)

miércoles, 21 de mayo de 2014

LAS TENTACIONES (1ª parte. Mi conversión)





 
No hay ser humano que esté libre de ser tentado ya que en nuestra naturaleza carnal, los instintos viven a través de los sentidos.
Cuando has nacido de nuevo, el espíritu que moraba en tu corazón ha sido regenerado pero mientras vivas en este caparazón, la vieja naturaleza carnal cohabita ahora con la espiritual que vive para agradar a Dios en todo. 

Como dijo un cristiano célebre,  no puedes impedir que los pájaros vuelen por encima de tu cabeza, pero si puedes evitar que hagan su nido en ella.

Así ocurre con las tentaciones. Llegan por los sentidos y si tú te recreas en ellas es cuando anidan en ti y dan lugar al pecado.
Ser tentado no es pecado, deslizarse o recrearse en la tentación, cual sea, si es pecar.  No podemos escondernos de ellas, pero si evitar caer en su juego.

Nada más abrir los ojos vienen por la vista muchas formas de tentación.  Habrá quien su vista irá sobre una mujer que enseña más de lo que debe, vendiendo su mercancía.  La primera mirada no la podré evitar, pero si mis ojos la buscan de nuevo, comienzo a coquetear con la tentación y doy pie a que entre en mi mente, lo cual no me conviene.

Otro ejemplo. En tu oficina un compañero te envía un correo o un enlace a tu ordenador, lo abres y te encuentras una página de pornografía. Has abierto sin querer algo y tú tienes que tomar la decisión de verla o eliminarla de tu ordenador.

Otro más.  Una mujer cristiana, debe saber por la Palabra de Dios en la Biblia, cómo vestirse y cómo comportarse. Si no domina sus instintos puede sucumbir a la coquetería. Ve el anuncio de un perfume para atraer a los hombres, o se ciñe un pantalón con calzador, o una blusa con ciertos botones sin pasar a modo de descuido, cuando actúa así sabe que puede ser piedra de tropiezo para alguien en su congregación y dar lugar al pecado.Por su actuación, el pecado afectará a todos los miembros.

Dios es Santo, Santo, Santo y no puede tolerar esto. Por eso hay entre ellos divisiones, chismes. Filtrando el mosquito se tragan el camello. Se vuelven legalistas y cumplidores pero en sus corazones no hay la reverencia, el respeto, porque sus pecados favoritos continúan escondidos dominando su mente. Inútilmente intentan disimular de qué pie cojean; no son sinceros a los ojos de Dios y creen que pueden engañarlo con su hipocresía.

Dios sabe como somos, el nos ha creado. Cuando nacemos somos portadores del pecado y también por los genes de nuestros padres llevamos los "fallos de fábrica".

A modo de ejemplo. Si mi padre fue alcohólico hay muchas posibilidades de que yo tenga la tendencia a beber en demasía.  Pero sabiendo que he nacido cojeando de ese pié,  ante la invitación a tomar un vaso de agua o un vaso de whisky, la decisión depende de mí. La tentación, usará,  mi cojera, para centrarme en el whisky con la escusa de que es cosa de hombres,  una copa no pasa nada, no sabes lo que te pierdes o eslóganes por el estilo.
Si yo sé,  lo que me conviene, el bien o el mal, elijo el agua que Dios ha creado para bebida del hombre y no aquel producto industrial que acabará haciéndome su esclavo.
Cada victoria sobre la tentación, cual sea, es un testimonio de que Dios gobierna mi vida, no soy yo el que pudo vencer, fue el Espíritu de Dios que ha sido alimentado en la sana doctrina, en la Palabra de Dios y que mora en mí. Alimentarse espiritualmente con comida sana, sin adulterar es fundamental para poder resistir al enemigo.

 Me he rendido y mostrado a Dios Padre tal como soy, con todos mis pecados, con todos mis defectos, mis debilidades, todo aquello donde cojeo. Nada puedo esconder a los ojos de Dios pues todo lo escudriña. No me importa lo que piensen los hombres ni su opinión, la única válida es la de mi Señor Jesús.
Una vasija de barro defectuosa no puede ocultar sus fallos al alfarero que la modeló. 
En mi caso, traía ya una mancha de serie,el pecado "original" otras llegaron por herencia y otras se fueron incrustando y adquiriendo hasta que conocí a Dios a través de Su Palabra en la Biblia.
Nadie puede deshacerse de tanto lastre inútil si no ha nacido de nuevo.  
Todos los esfuerzos y propósitos que hagas por limpiar tanta porquería acumulada son estériles.

-MI CONVERSIÓN-

Antes de conocer al Señor Jesucristo como mi Señor y Salvador,  lo había intentado todo por cambiar mi vida pero lo único que conseguía era qué, tras una supuesta corrección engañosa, volvía a caer cada vez más hondo en mis pecados. Le echaba la culpa de mi estado a los demás,  a las circunstancias, al ambiente en que vivía, a que era algo normal ocurriera siendo tan joven.  A pesar de todo, no me creía tan malo, intentando inútilmente acallar así la voz de mi conciencia.

Había nacido en el seno de una familia católica.  Recuerdo una hermana de mi abuela que aun siendo analfabeta, no sabía ni leer ni escribir, se sabía de memoria  y recitaba todo el rosario en latín y todos los rezos en latín. Mis padres eran religiosos a medias, pero nos inculcaron, a mí y mis hermanos, y obligaron a cumplir todos los ritos de dicha religión. Cumplía fielmente con la confesión ante el cura para poder recibir los sacramentos, pero había pecados escondidos que eran mis favoritos y no los confesaba. Cómo el cura no lo sabía,  tampoco Dios. Este era mi razonamiento adquirido por las enseñanzas que aprendía.

Con 14 años fui catequista de niños; estaba entregado y convencido de que aquello que hacia estaba bien.  Cuando comencé a estudiar en el 12 de Octubre en Ourense, tenía 14 años cumplidos.

Salir del ambiente del pueblo al de la ciudad produjo un profundo cambio en mis sentidos. Adquirí vicios para estar a la altura de mis nuevos compañeros.  
De todos modos me decía que era normal, me convencía pensando que era una etapa de la vida y que tenía que pasarla. Seguía practicando la confesión ahora casi a diario, ya con el cura del nuevo colegio, ya en el pueblo, mis pecados eran más cuantiosos. Me sabía los mandamientos de memoria y había algunos en que las miradas me hacían fallar.
Al lado de la casa de mis padres estaba el colegio de las monjas. Había muchas chicas de mi edad de varias regiones. Las monjas me permitían ir a su biblioteca; de paso, miraba y después pecaba.

A los 17 años me nombraron representante provincial de J.M.V (juventudes marianas vicencianas) y como tal tenía que asistir a congresos, conferencias, y otros eventos religiosos en distintas ciudades de España. Me movía bien en aquel ambiente religioso. Como me miraban con buenos ojos los curas y las monjas, le propusieron a mis padres dejara la Formación Profesional de Segundo Grado (me faltaba un año para terminar) para que pudiera ir a la Pontificia de Salamanca y prepararme con los Paúles.
El cambio fue radical. Pasé de la libertad y poder relacionarme con mis compis a estar en un régimen de internado muy duro, con otras asignaturas como el latín,  griego y filosofía. En un verano adquirí los conocimientos de éstas materias para estar a la altura. Se había terminado ir al rio o a las piscinas.
De mi litera a las duchas,  al comedor, al estudio, a la misa diaria, al santuario. Asi tres meses sin descanso para dar la talla en estas materias.  Paseos al lado del tutor, supervisado y controlado. Echaba de menos a mi familia y a los escasos "amigos" de edad. Mis padres contentos porque iban a tener un hijo cura. Mis estudios no les costaban un duro y supongo que algún regalo les llegó,  tales eran los Paúles. Me nombraron Presidente de JMV en Orense.

 Ahí comenzó el Señor a meter mano abriéndome los ojos. Resulta que todas las colectas, Domund y demás tenía que llevarlas a Hortaleza en Madrid. Pero me di cuenta que si por ejemplo recogían 100 llegaban a destino 50. Comencé a hacer preguntas y evitaban ser claros, embarullando sus respuestas.
Aquello me hizo estar más atento a todo lo que me rodeaba. Gracias a eso pude ver muchas incoherencias que antes me pasaban desapercibidas.  
(Los votos de los Paúles. Se puede decir que son tres: amor a la pobreza, la mortificación de los placeres y la sumisión a la voluntad de Dios. Desde este punto de vista coinciden con los tres votos clásicos: pobreza, castidad y obediencia. Desde otro punto de vista san Vicente parte de las cinco virtudes propias de los misioneros: humildad, sencillez, mansedumbre, mortificación y celo por la salvación de las almas, que el santo recomienda de manera especial para la práctica, con el fin de desenvolverse mejor en el apostolado, además de ser necesarias para la realización del camino de perfección).

Sus comidas opíparas distaban mucho de sus votos; las rencillas entre ellos se alejaban de la obediencia; la elegancia, el derroche, los coches, pisos a nombre de terceros; relaciones con el sexo femenino que en nada guardaban la castidad. (Sorprendí a la superiora sentada en una mesa, con su hábito por los muslos y mi tutor espiritual, realizando ejercicios no precisamente espirituales. Por suerte para mí, al entreabrir la puerta, asomé la cabeza y no pudieron verme).  
Con esto no quiero decir que fuera la regla pero había muchas piezas que no encajaban.
Una rebeldía controlada pugnaba por estallar y comenzaron a infringirme castigos para dominar y refrenar mi lengua.
Casi tenía 21 años cuando tuve que vestir la imagen de una virgen. Aquel momento quedó grabado en mi retina para siempre. Al quitar todo el ropaje, vi con estupor que aquella talla de madera tenía una cabeza muy lograda así como las manos, pero debajo no era más que un tosco trozo de madera.
Dentro de mí se rompieron todos los esquemas, como si de un espejo que estallara en mil pedazos se tratara. Aún estoy viendo la escena. Baje de la escalera, salí del santuario y por mucho que trataron de convencerme no quise saber más de ellos. 

Debo añadir una anécdota que me había quedado en el tintero. Viendo el engaño de esa religión, ideé en mi fuero interno descubrir su mentira. Para ello, rellené un boleto de la quiniela de futbol y sabidos los resultados, borré con una goma los que tenía y puse los premiados. En la cafetería del colegio grite que había acertado una de catorce. Se corrió la noticia como la pólvora, no tardando mucho el director y demás frailes en acercarse a mí, para camelarme y sacar tajada. Me llevaron al despacho y allí les dije: "Miren ustedes, lo de la quiniela premiada es mentira, tan mentira como los santos y virgenes que ustedes tienen aquí" Aquello acabó por sacar a relucir lo que realmente persiguen, mantener en la ignorancia y ciegos a los fieles. 

Comenzaron entonces a mostrarse tal y como son. Comenzaron a criticarme en el pueblo a decir mentiras,  a levantar falsas acusaciones de índole sexual.
Fue duro con 21 años ver como se había propagado la cizaña y hasta mi padre llegó a tragarse la mentira. Era señalado por las miradas, las chicas me rehuían y los que tenía por “amigos” me dejaron tirado.
Mientras duró la mili pude salir de aquella situación de acoso y derribo. Los cubatas fueron mi refugio una vez regresé.  Había llegado al límite. La mezcla de unas pastillas y Cointreau con piña fue un plan premeditado para poner fin a mi cobardía.

Pero en los planes de Dios no cabían los míos.

Para escapar de ese ambiente había solicitado, meses antes, en el Instituto de Emigración en la Carballeira, un contrato de estudiante para Suiza y por aquél entonces era fácil recibirlos.
Tres días de tren duró el viaje. Salí de Orense el 12 de Octubre de 1983 y crucé la frontera en Ginebra,(tras pasar un control médico en grupo, donde no permitían el paso a personas con caries o caspa en el pelo y los volvían para la parte francesa de la frontera, (mis ojos fueron testigos de semejante humillación) el 15 del mismo mes.
Mi destino era el Cantón alemán de Zúrich. Una pequeña población que se llama Shilbrug-dorf en la que el rio que pasa por ella, la divide en dos cantones con el mismo idioma, el de Zug y Zúrich (Si trabajabas en el de Zug ganabas 350 francos suizos menos que si cruzabas el puente, e ibas al de Zúrich, por eso cuando me enteré cambié al hotel)  para trabajar de Küchenjunge en el restaurante Shiltor y poco después en el Hotel Kröne.
 Vivía en la buhardilla del restaurante. Pasé bastante frío. Una noche me mordió lo que parecía una rata y denuncié el caso en la Agregaduría Laboral y mi jefa, Rita Müllher fue sancionada. Me dieron una habitación que se podía llamar así, con calefacción. Tenía que asistir a clase dos días a la semana de forma obligatoria, pagadas por el empresario como jornada laboral, para ello tenía que desplazarme a la ciudad de Zúrich.  Tenía un dia libre de descanso. En cuanto pude defenderme con el idioma busqué trabajo en el otro cantón. Cuando lo encontré y se lo dije a mi jefa, se asustó temiendo la fuera denunciar por el trato vejatorio, pero no lo hice. Estaba amargada pues la clientela se le marchaba. Su carácter era muy difícil de aguantar; su marido cuando se ponía así, me llamaba con la escusa de que le ayudara, y cuando estaba más calmada volvíamos.
Las primeras semanas me desplazaba en el tranvía que pasaba a varios kilómetros en otra población Baar. Hasta qué un día me retrasé y se me ocurrió ir, como en España para desplazarme, haciendo auto-stop.
Durante 12 días que tuvimos de vacaciones donde trabajaba, y como no merecía la pena venir a España en tren, recorrí buena parte del territorio suizo por este método. Este sería un capitulo para contar en otro momento.

-Hoy no sé cómo será en ese país, pero entonces, casi todo el mundo paraba para llevarte.-

 Aquello me permitió conocer un montón de gente, su carácter, su cultura y su religión. Aprender su idioma parecido al alemán, sus costumbres y respeto hacia los demás y lo que más me llamó la atención fue su honradez.   

Los días de clase tenia libre y podía conocer cada día más esa bella ciudad. Mi trabajo era llevadero. Muchas horas eso sí. De 7 horas a 14 y de 18 a 24 horas. El salario, libre de gastos, era muy bueno por el cambio peseta franco suizo. Pero si tuviera que pagar gastos allí no habría sido suficiente.

Recorrer la ciudad descubrió ante mis ojos lo bello y también lo que no me convenía ver. Quise ver más de lo que había visto hasta entonces en mi corta vida y me hice esclavo por los ojos.
En mi mente me montaba cada película deleitándome noche tras noche; cuando creía que estaba solo que nadie me veía.

Dios y la religión los había desterrado de mi vida, eso creía yo. ¡Infeliz de mí!

Una noche al llegar a mi habitación,  hacia calor. Abrí la ventana y miré hacia el cielo. Estaba despejado, apoyado en el alfeizar estuve observando largo rato mientras recordaba la lectura del Génesis sobre la Creación por obra de Dios. Fui hacia la radio y busqué música bonita.
 Pero el dial fue a sintonizar una emisora de habla hispana. Recuerdo que eran sobre las 2 o 3 de la madrugada.  Al dia siguiente tenía libre. Escuché una melodía a modo de sintonía que me gustó. La cama estaba frente a la ventana, me tumbe tal cual estaba y presté atención a cada palabra que escuchaba mientras veía las estrellas. Volvió a sonar una sintonía y el nombre de la emisora, La Voz de Salvación.
 Cuán lejos está Dios pensaba.
Estaba pensando en lo que me había convertido, en un guiñapo... cuando escuché la voz que a través de las ondas de radio me presentó a Jesús como mi Salvador, por qué había dado Su vida para perdonar los pecados de los hombres que le confiesan y creen en Él,  en su obra redentora, en su sacrificio, muerte y resurrección.
 Parecía que el locutor me conociera toda mi vida pasada incluida la que tenia oculta, como si hablara de mi.
Todos mis sentidos se centraron en escuchar sin perder palabra, mientras llegaban al rincón más oscuro de mi corazón, partiéndolo. Yo no tenía que hacer nada, Él, Jesucristo lo había hecho todo; debía tener fe, creer, confesarle mis pecados y aceptarlo como mi Señor y Salvador.

El locutor se había callado, como si esperara mi respuesta. Y entonces sucedió que cayendo de rodillas en medio de la habitación, cerca de la ventana, a la claridad de la luna; me humillé y le mostré la negrura de mi corazón confesándole todos los pecados llorando arrepentido, por cada lágrima un pecado; repetía palabra por palabra la oración de fe sin parar de llorar, cuándo dijo que ya era salvo y que había sido sellado por el Espíritu Santo para ser propiedad de Dios, no sé como describir lo que ocurrió pero es como si tuvieras los bolsillos llenos de piedras que te impiden caminar y de repente aquella carga hubiera desaparecido.

No sé si me explico con claridad.

A continuación el locutor pedía que si alguien lo deseaba podía escribir al programa. Busque en la mesilla el papel que usaba para escribir las cartas y apunté la dirección.
Al día siguiente escribí más o menos lo que acabo de relatar pero con más detalle. Aquello no era una carta, era una confesión por escrito de todos mis pecados.
Fue tan genuina mi confesión, que en un programa la leyeron, omitiendo datos personales, tras leerla, me animaron a comprar una Biblia y ellos a su vez me enviarían un libro que me ayudaría a entender.

(Nunca me perdí ningún programa mientras estuve en Suiza).

 Pasaban las semanas y como no me llegaba nada, perdí la esperanza de recibirlo.

Pasaron dos meses y mi nuevo jefe, un día, haciéndose entender me entregó un paquete.
Sorpresa, remitente el programa La Voz de Salvación.  Abrí y pude leer el Título del libro RELIGION O CRISTO.
Un libro que guió mis pasos para abrir mi entendimiento para distinguir la farsa de las religiones, el intento vano de los hombres para restablecer la comunicación con Dios; y Cristo, el Hijo de Dios, que es el UNICO MEDIADOR entre Dios y los hombres. SALVADOS POR FE por gracia de Dios, no por nuestras obras buenas, no por ser piadosos, no por limosnas ni obras de caridad;  SOLO POR FE EN JESUCRISTO.
Este es el relato de mi conversión,  cuando nací de nuevo, cuando comencé a caminar por fe.


 Hoy, sigo aprendiendo a beber en  las aguas de la Palabra de Dios para saciar mi sed y en camino hacia una mayor madurez espiritual alimentándome con la sana doctrina en la Biblia. Por mi trabajo puedo permitirme el lujo de o bien escuchar la Palabra a través de una aplicación en el móvil, o escuchar la predicación de la Palabra por pastores, siervos de Dios, exponiendo el verdadero Evangelio de Jesucristo, todos los momentos posibles del día
Aprendí que no es oro todo lo que reluce y que de boca todos somos cristianos, pero que es en la prueba cuando se ve la calidad del oro; cuando el fuego lo funde es cuando se eliminan las impurezas de las aleaciones. Así, el nacido de nuevo debe ser probado, disciplinado por Dios para corrección y volver al camino. Duele recibir la aflicción, pero tiene que ser así. Dios Padre nos educa para una vida espiritual en santidad, para acercarnos a Él debemos lavar los pies manchados del polvo del camino que se pega durante nuestro peregrinaje diario, lavándonos en el agua pura de Cristo Jesús.  



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