} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: VIVIENDO EN CRISTO II

lunes, 24 de noviembre de 2014

VIVIENDO EN CRISTO II



En el primer siglo referirse a la sangre de Jesús era una forma importante de hablar sobre la muerte de Cristo. Su muerte señala dos verdades maravillosas: redención y perdón. Redención era el precio pagado para obtener la libertad de un esclavo.  A través de su muerte, Jesús pagó el precio para liberarnos de nuestra esclavitud al pecado. El perdón se garantizaba en los tiempos del Antiguo Testamento en base a la sangre vertida de animales (Levítico 17:11 Porque la vida de toda criatura está en la sangre. Yo mismo se la he dado a ustedes sobre el altar, para que hagan propiciación por ustedes mismos, ya que la propiciación se hace por medio de la sangre). Ahora recibimos perdón en base al derramamiento de la sangre de Jesús, porque murió y fue el sacrificio perfecto y verdadero.  Podemos leer en 1Pedro 1:18-19  18 Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata,
 19  sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.
 La gracia es el favor voluntario y amoroso que da Dios a los que salva. No lo podemos ganar, no lo merecemos. Ningún esfuerzo moral ni religioso lo puede ganar, viene solo por la misericordia y el amor de Dios. Sin la gracia de Dios, nadie puede salvarse. Para recibirlo debemos reconocer que no podemos salvarnos a nosotros mismos, que solo Dios puede hacerlo y que solo hay un camino, el amoroso favor es a través de la fe en Cristo. Dios no escondía a propósito un secreto  "el misterio de su voluntad", pero su plan para el mundo no se comprendería por completo hasta que Cristo resucitara. El misterio de su propósito para enviar a Cristo fue unir a judíos y a gentiles en un solo cuerpo, teniendo a Cristo como cabeza. Mucha gente aún no entiende el plan de Dios, pero en el momento oportuno  "la dispensación del cumplimiento de los tiempos”, permitirá que estemos con Él para siempre y entonces todos lo entenderán. En ese día, todos se inclinarán ante Jesús como Señor, sea porque lo aman o porque temen su poder (Filipenses 2:10-11  10  para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, 11  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.).

  El propósito de Dios es ofrecer la salvación al mundo, tal como lo planeó mucho tiempo atrás. Dios es soberano, El tiene el control. Cuando nuestra vida parezca caótica, descansemos en esta verdad: Jesucristo es el Señor y Dios tiene el control. Su propósito para salvarnos no puede frustrarse, no importa lo que Satanás pretenda hacer. El Espíritu Santo es el sello de Dios de que le pertenecemos y su depósito o arras nos garantizan que El hará lo prometido. El Espíritu Santo es un anticipo, un depósito, una firma válida en un contrato. Su presencia en nuestras vidas ratifica que tenemos una fe genuina y prueba que somos hijos de Dios. Ahora su poder obra en nosotros la transformación de nuestras vidas y es un adelanto del cambio total que experimentaremos en la eternidad.
Pablo oró para que los efesios conocieran mejor a Cristo. Él es nuestro modelo y cuanto más lo conozcamos, más seremos como Él. Estudiemos la vida de Jesús en los Evangelios que muestran cómo era cuando estuvo en la tierra hace dos mil años y conozcámosle en oración ahora. ¡El conocimiento personal de Cristo cambiará nuestra vida!  Nuestra esperanza no es un vago sentimiento de que el futuro será positivo, sino una total seguridad de victoria a través de Dios que nos viene por el Espíritu Santo que obra en nosotros.  

  El mundo teme el poder del átomo, pero nosotros pertenecemos al Dios del universo, el que no solo creó el poder atómico, sino que también resucitó a Jesucristo de la muerte. El poder incomparable de Dios está a nuestro alcance para ayudarnos. No hay nada demasiado difícil ni imposible para Él.

  Después que resucitó de la muerte, Cristo es ahora la cabeza suprema de la Iglesia, la verdadera autoridad sobre el mundo. Jesús es el Mesías, el Ungido de Dios, el esperado de Israel, el que enderezará al mundo quebrantado. Como cristianos debemos tener la certeza de que Dios ha ganado la victoria final y tiene el control de todo. No necesitamos temer a ningún dictador, nación, muerte ni al mismo Satanás. El contrato está firmado y sellado, nuestra espera para obtener la total libertad será por poco tiempo. Pablo dice en Romanos 8:37-39 37  Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38  Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes,  39  ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor, que nada puede separarnos de Dios y su amor.

  La Iglesia debe ser la plena expresión de Cristo, quien lo llena todo.  Al leer Efesios, es importante recordar que se escribió a la Iglesia, no a una persona en particular. Cristo es la cabeza y nosotros somos el cuerpo de su Iglesia. La imagen del cuerpo muestra la unidad de la Iglesia. Cada miembro se involucra con los demás a medida que van cumpliendo con la obra de Cristo en la tierra. No debemos intentar trabajar, servir ni adorar simplemente nosotros. Necesitamos todo el Cuerpo.
La ascensión de Cristo es el medio de introducirnos en los lugares celestiales, los cuales a causa de nuestros pecados nos estaban cerrados.  Mientras Cristo estaba en la carne en la forma de siervo, los hijos de Dios no podían darse cuenta de sus privilegios celestiales como hijos. Ahora, “nuestra ciudadanía está en los cielos”, donde nuestro Sumo Sacerdote “nos está bendiciendo” constantemente. Nuestros “tesoros” están allí,  nuestras miras y afectos,  nuestra esperanza, nuestra herencia. El mismo don del Espíritu, la fuente de la “bendición espiritual”, se debe al hecho de que Jesús ha ascendido allá.  
 Así como un sello impreso en algún documento da una validez cierta al contrato asentado en él así el “amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo”  y la adopción otorgada por el Espíritu en la regeneración, nos asegura  a los creyentes la buena voluntad de Dios para con nosotros. El Espíritu, como un sello, imprime en el alma, en el acto de la regeneración, la imagen de nuestro Padre. El acto de haber sido sellados por el Espíritu Santo se menciona como un hecho que ya ha pasado. El testimonio a nuestro corazón de que somos hijos de Dios y sus herederos es el testimonio presente del Espíritu, “las arras de la herencia venidera. “La palabra de verdad” prometió el Espíritu Santo. Aquellos que “creyeron la palabra de verdad” fueron sellados por el Espíritu según la promesa.
Entonces la criatura será librada de la servidumbre de la corrupción, y del príncipe usurpador de este mundo, y gozará de la libertad gloriosa de los hijos de Dios como suyo propio por la sangre de Cristo.
Si viviéramos liberados de esas ataduras temporales que tantas veces estorban  nuestra vida espiritual, percibiríamos esos dones abundantes que Dios nos brinda en el momento presente.  Dejemos que sean nuestros sentidos espirituales quienes nos guíen a la luz de la Palabra de Dios en la Biblia, conociendo, comprendiendo y obedeciendo para vivir conforme a la Voluntad del Señor.







No hay comentarios:

Publicar un comentario