} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: NUEVOS EN CRISTO

sábado, 15 de noviembre de 2014

NUEVOS EN CRISTO






En la Palabra de Dios en la Biblia podemos leer en Efesios 4: 17-27

 17  Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
 18  teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
 19  los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.
 20  Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo,
 21  si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.
 22  En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,
 23  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
 24  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios  en la justicia y santidad de la verdad.
 25  Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
 26  Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
 27  ni deis lugar al diablo.

CONTEXTO:
Dios nos ha escogido para ser los representantes de Cristo en la tierra. A la luz de esta verdad, Pablo nos desafía a tener vidas dignas al llamado que hemos recibido, el maravilloso privilegio de ser llamados propiedad de Cristo. Esto incluye ser humilde, gentil, paciente, comprensivo y pacificador. Pablo dice que somos parte de un solo cuerpo. La unidad no aparece por sí sola, hay que trabajar para lograrla. Muchas veces las diferencias que existen entre las personas, pueden conducir a la división; esto no necesariamente tiene que ser así en la iglesia. En lugar de concentrarnos en lo que nos divide, debiéramos recordar qué nos une:
¡Un cuerpo, un Espíritu, una misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios!  

REFLEXIÓN:
El apóstol encarga a los efesios, en el nombre y por la autoridad del Señor Jesús, que habiendo profesado el evangelio, no deben ser como los gentiles inconversos que andaban en la vanidad de su mente y en afectos carnales. ¿No andan los hombres en la vanidad de su mente por todos lados? ¿No debemos, entonces, enfatizar la distinción entre los cristianos genuinos y los que sólo son de labios para fuera? Ellos estaban desprovistos de todo conocimiento salvador; estaban en tinieblas y las amaban más que a la luz. Les disgustaba y aborrecían la vida de santidad, que no sólo es el camino de vida que Dios exige y aprueba, y por el cual vivimos para Él, sino tiene alguna semejanza a Dios mismo en su pureza, justicia, verdad y bondad. La verdad de Cristo se manifiesta en su belleza y poder cuando aparece en Jesús.
La naturaleza corrupta se llama hombre, como el cuerpo humano tiene diversas partes que se apoyan y fortalecen entre sí. Los deseos pecaminosos son concupiscencias engañosas; prometen felicidad a los hombres pero los vuelven más miserables; los llevan a la destrucción, si no se someten y se mortifican. Por tanto, deben quitarse como ropa vieja y sucia; deben ser sometidas y mortificadas. Pero no basta con sacarse los principios corruptos, debemos tener principios de gracia. Por el hombre nuevo se manifiesta la nueva naturaleza, la nueva criatura, dirigida por un principio nuevo, la gracia regeneradora, que capacita al hombre para llevar una vida nueva de justicia y santidad. Esto es creado o producido por el poder omnipotente de Dios.
  Cuidémonos de toda cosa contraria a la verdad. No adulemos ni engañemos al prójimo. El pueblo de Dios es de hijos que no mienten, que no se atreven a mentir, que odian y aborrecen la mentira. Cuidémonos de la ira y de las pasiones desenfrenadas. Si hay una ocasión justa para expresar descontento por lo malo, y reprenderlo, hágase sin pecar. Damos lugar al diablo cuando los primeros indicios del pecado no contristan nuestra alma, cuando consentimos a ellos y cuando repetimos una obra mala. Esto enseña que es pecado si uno se rinde y permite que el diablo venga a nosotros, tenemos que resistirle, no facilitándole el trabajo a través de nuestra mente, cuidándonos de toda apariencia de mal.
El ocio hace al ladrón. Los que no trabajan se exponen a la tentación de robar. Los hombres deben ser trabajadores para que puedan hacer algo de bien, y para que sean librados de la tentación. Deben trabajar no sólo para vivir honestamente, sino para que puedan dar para las necesidades del prójimo. Entonces, ¡qué hemos de pensar de los llamados cristianos, que se enriquecen con fraude, opresión y prácticas engañosas! Para que Dios acepte las ofrendas, no deben ganarse con injusticia y robo, sino con honestidad y trabajo.  

  Vivir en "la vanidad de su mente" se refiere a la tendencia natural y humana de pensar sus caminos lejos de Dios. El orgullo intelectual, la racionalización y las excusas alejan a la gente de Dios. No nos sorprendamos si las personas no aceptan el evangelio. El evangelio parecerá locura a quienes abandonan la fe y se apoyan en su propio entendimiento.
 La gente debiera poder ver una diferencia entre los cristianos y los que no lo son por la forma de vivir de los primeros. Ahora vivimos como hijos de luz.  La vida cristiana es un proceso. Aunque tenemos una nueva naturaleza, no adquirimos automáticamente todos los pensamientos y las actitudes buenas cuando nos convertimos en nuevas personas en Cristo. Pero si nos mantenemos atentos a Dios, conociendo Su voluntad a través de Su Palabra en la Biblia siempre estaremos cambiando.
¿Notamos un proceso de cambio para mejorar pensamientos, actitudes y acciones en comparación con los años pasados?
A pesar de que el cambio puede ser lento, ocurrirá de todas maneras si confiamos en que Dios nos cambiará.  

  Nuestra vieja manera de vivir, la que teníamos antes de que creyéramos en Cristo, es cosa del pasado. Debemos dejarla atrás como ropa vieja que necesita desecharse.
 (Recomiendo leer el capítulo del 2 de noviembre del 2014 titulado: OLVIDANDO PARA CAMINAR HACIA CRISTO).
Esto es tanto una decisión que hacemos para toda la vida cuando decidimos aceptar el regalo de salvación que Cristo nos da, como un compromiso consciente diario. No andamos por impulsos ni deseos. Debemos ubicarnos en nuestro nuevo papel, apuntar en la nueva dirección y apropiarnos de la nueva línea de pensamiento que el Espíritu Santo nos da.

  Mentirle a otro quebranta la unidad, crea conflicto y destruye la confianza. Rompe las relaciones y conduce a una guerra abierta en la iglesia. La Biblia no nos dice que debemos evitar sentir enojo, pero sí destaca que debemos saber controlarlo apropiadamente. Si somos descuidados al hablar, el enojo herirá a otros y destruirá las relaciones. Si las guardamos, motivará amargura y nos destruirá por dentro. Pablo nos dice que debemos enfrentar nuestro enojo de inmediato, de modo que edifique relaciones antes que las destruya. Si alimentamos nuestro enojo, daremos a Satanás la oportunidad para dividirnos. ¿Estamos molestos con alguien en este momento? ¿Qué puedo hacer para resolver las diferencias? No dejemos que termine el día antes de que empecemos a hacer algo para solucionar el conflicto y salvar esa relación.

  Podemos contristar al Espíritu Santo por la forma en que vivimos. Pablo nos amonesta en contra del lenguaje vulgar, sin sentido, uso inapropiado del lenguaje, amargura, palabras torpes y actitudes impropias contra otros. En cambio, debiéramos perdonar, así como Dios lo hizo con nosotros. ¿Lastimamos o agradamos a Dios con nuestras actitudes y acciones? Actuemos en amor con nuestros hermanos en Cristo en la forma que Dios lo hizo al enviar a su Hijo para morir por nuestros pecados. El Espíritu de Dios en nosotros es un sello de que le pertenecemos y nuestra obediencia debe ser absoluta.

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