En la Palabra de Dios
en la Biblia podemos leer en Efesios 4: 17-27
17 Esto, pues, digo y
requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la
vanidad de su mente,
18 teniendo el entendimiento entenebrecido,
ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de
su corazón;
19 los cuales, después que perdieron toda
sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de
impureza.
20 Mas vosotros no habéis aprendido así a
Cristo,
21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido
por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.
22 En cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos
engañosos,
23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la
verdad.
25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad
verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol
sobre vuestro enojo,
27 ni deis lugar al diablo.
CONTEXTO:
Dios nos ha escogido para ser los representantes de Cristo en la
tierra. A la luz de esta verdad, Pablo nos desafía a tener vidas dignas al
llamado que hemos recibido, el maravilloso privilegio de ser llamados propiedad
de Cristo. Esto incluye ser humilde, gentil, paciente, comprensivo y pacificador.
Pablo dice que somos parte de un solo cuerpo. La unidad no aparece por sí sola,
hay que trabajar para lograrla. Muchas veces las diferencias que existen entre
las personas, pueden conducir a la división; esto no necesariamente tiene que
ser así en la iglesia. En lugar de concentrarnos en lo que nos divide,
debiéramos recordar qué nos une:
¡Un cuerpo, un Espíritu, una misma esperanza, un
Señor, una fe, un bautismo, un Dios!
REFLEXIÓN:
El apóstol encarga a los efesios, en el nombre y por la autoridad del
Señor Jesús, que habiendo profesado el evangelio, no deben ser como los
gentiles inconversos que andaban en la vanidad de su mente y en afectos
carnales. ¿No andan los hombres en la vanidad de su mente por todos lados? ¿No
debemos, entonces, enfatizar la distinción entre los cristianos genuinos y los que
sólo son de labios para fuera? Ellos estaban desprovistos de todo conocimiento
salvador; estaban en tinieblas y las amaban más que a la luz. Les disgustaba y
aborrecían la vida de santidad, que no sólo es el camino de vida que Dios exige
y aprueba, y por el cual vivimos para Él, sino tiene alguna semejanza a Dios
mismo en su pureza, justicia, verdad y bondad. La verdad de Cristo se
manifiesta en su belleza y poder cuando aparece en Jesús.
La naturaleza corrupta se llama hombre, como el cuerpo humano tiene
diversas partes que se apoyan y fortalecen entre sí. Los deseos pecaminosos son
concupiscencias engañosas; prometen felicidad a los hombres pero los vuelven
más miserables; los llevan a la destrucción, si no se someten y se mortifican.
Por tanto, deben quitarse como ropa vieja y sucia; deben ser sometidas y
mortificadas. Pero no basta con sacarse los principios corruptos, debemos tener
principios de gracia. Por el hombre nuevo se manifiesta la nueva naturaleza, la
nueva criatura, dirigida por un principio nuevo, la gracia regeneradora, que
capacita al hombre para llevar una vida nueva de justicia y santidad. Esto es
creado o producido por el poder omnipotente de Dios.
Cuidémonos de toda cosa contraria a la verdad.
No adulemos ni engañemos al prójimo. El pueblo de Dios es de hijos que no
mienten, que no se atreven a mentir, que odian y aborrecen la mentira. Cuidémonos
de la ira y de las pasiones desenfrenadas. Si hay una ocasión justa para
expresar descontento por lo malo, y reprenderlo, hágase sin pecar. Damos lugar
al diablo cuando los primeros indicios del pecado no contristan nuestra alma,
cuando consentimos a ellos y cuando repetimos una obra mala. Esto enseña que es
pecado si uno se rinde y permite que el diablo venga a nosotros, tenemos que
resistirle, no facilitándole el trabajo a través de nuestra mente, cuidándonos
de toda apariencia de mal.
El ocio hace al ladrón. Los que no trabajan se exponen a la tentación
de robar. Los hombres deben ser trabajadores para que puedan hacer algo de
bien, y para que sean librados de la tentación. Deben trabajar no sólo para
vivir honestamente, sino para que puedan dar para las necesidades del prójimo.
Entonces, ¡qué hemos de pensar de los llamados cristianos, que se enriquecen
con fraude, opresión y prácticas engañosas! Para que Dios acepte las ofrendas,
no deben ganarse con injusticia y robo, sino con honestidad y trabajo.
Vivir en
"la vanidad de su mente" se refiere a la tendencia natural y humana
de pensar sus caminos lejos de Dios. El orgullo intelectual, la racionalización
y las excusas alejan a la gente de Dios. No nos sorprendamos si las personas no
aceptan el evangelio. El evangelio parecerá locura a quienes abandonan la fe y
se apoyan en su propio entendimiento.
La gente debiera poder ver una
diferencia entre los cristianos y los que no lo son por la forma de vivir de
los primeros. Ahora vivimos como hijos de luz. La vida cristiana es un proceso. Aunque
tenemos una nueva naturaleza, no adquirimos automáticamente todos los
pensamientos y las actitudes buenas cuando nos convertimos en nuevas personas
en Cristo. Pero si nos mantenemos atentos a Dios, conociendo Su voluntad a
través de Su Palabra en la Biblia siempre estaremos cambiando.
¿Notamos un proceso de cambio para mejorar pensamientos, actitudes y
acciones en comparación con los años pasados?
A pesar de que el cambio puede ser lento, ocurrirá de todas maneras si
confiamos en que Dios nos cambiará.
Nuestra
vieja manera de vivir, la que teníamos antes de que creyéramos en Cristo, es
cosa del pasado. Debemos dejarla atrás como ropa vieja que necesita desecharse.
(Recomiendo
leer el capítulo del 2 de noviembre del 2014 titulado: OLVIDANDO PARA CAMINAR
HACIA CRISTO).
Esto es tanto una decisión que hacemos para toda la vida cuando
decidimos aceptar el regalo de salvación que Cristo nos da, como un compromiso
consciente diario. No andamos por impulsos ni deseos. Debemos ubicarnos en
nuestro nuevo papel, apuntar en la nueva dirección y apropiarnos de la nueva
línea de pensamiento que el Espíritu Santo nos da.
Mentirle a
otro quebranta la unidad, crea conflicto y destruye la confianza. Rompe las
relaciones y conduce a una guerra abierta en la iglesia. La Biblia no nos dice que
debemos evitar sentir enojo, pero sí destaca que debemos saber controlarlo
apropiadamente. Si somos descuidados al hablar, el enojo herirá a otros y
destruirá las relaciones. Si las guardamos, motivará amargura y nos destruirá
por dentro. Pablo nos dice que debemos enfrentar nuestro enojo de inmediato, de
modo que edifique relaciones antes que las destruya. Si alimentamos nuestro
enojo, daremos a Satanás la oportunidad para dividirnos. ¿Estamos molestos con
alguien en este momento? ¿Qué puedo hacer para resolver las diferencias? No
dejemos que termine el día antes de que empecemos a hacer algo para solucionar
el conflicto y salvar esa relación.
Podemos
contristar al Espíritu Santo por la forma en que vivimos. Pablo nos amonesta en
contra del lenguaje vulgar, sin sentido, uso inapropiado del lenguaje,
amargura, palabras torpes y actitudes impropias contra otros. En cambio,
debiéramos perdonar, así como Dios lo hizo con nosotros. ¿Lastimamos o agradamos
a Dios con nuestras actitudes y acciones? Actuemos en amor con nuestros
hermanos en Cristo en la forma que Dios lo hizo al enviar a su Hijo para morir
por nuestros pecados. El Espíritu de Dios en nosotros es un sello de que le
pertenecemos y nuestra obediencia debe ser absoluta.
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