Leyendo la Palabra
de Dios en la Biblia en el libro de Isaías 64:6-8, leemos estos principios:
6 Todos somos como gente
impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos
nos marchitamos como hojas: nuestras iniquidades nos arrastran como el viento.
7 Nadie invoca tu nombre, ni
se esfuerza por aferrarse a ti. Pues nos has dado la espalda y nos has
entregado en poder de nuestras iniquidades.
8
A pesar de todo, SEÑOR, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro,
y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.
Tame(טָמֵא)
«inmundo». El inmundo. La inmundicia ritual pudiera resultar por varias
razones. Hacía que la persona afectada fuera incapaz de adorar a Dios.
Trapo de
inmundicia. Paño de
menstruosa. Este trapo era usado por
la mujer durante su periodo. Durante este tiempo la mujer era considerada
ceremonialmente inmunda, también lo era todo lo que la tocara (Levítico 20:18 Si alguien se acuesta con
una mujer y tiene relaciones sexuales con ella durante su período menstrual,
pone al descubierto su flujo, y también ella expone el flujo de su sangre. Los
dos serán eliminados de su pueblo.)
Nosotros barro: Esta metáfora alude a la soberanía de Dios, que
moldea a los individuos, a las naciones y la historia de la humanidad según su
propósito.
REFLEXIÓN:
Este pasaje puede malinterpretarse con mucha facilidad. No significa
que Dios nos rechace si vamos a Él con fe, ni que El desprecia nuestros
esfuerzos para agradarle. Significa que si vamos a Dios demandando su
aceptación sobre la base de nuestra "buena" conducta, nuestros méritos, Él señalará que
nuestra bondad no es nada comparada con su justicia infinita. Este pasaje va
dirigido sobre todo a los impenitentes, los no arrepentidos, no para el verdadero seguidor de Dios.
La apariencia de Dios es tan intensa como un fuego abrasador que
consume todo a su paso. Si somos tan impuros, ¿cómo podemos ser salvos? Solo
por la misericordia de Dios. Los israelitas experimentaron la gloria de Dios en
el monte Sinaí (Éxodo19:16-19 16 En la madrugada del
tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte.
Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el
campamento.
17 Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera
a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí.
18 El monte estaba cubierto de humo, porque el SEÑOR había
descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte,
que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente,
19 y el sonido de la trompeta era cada vez más fuerte. Entonces
habló Moisés, y Dios le respondió en el trueno). Cuando Dios se presentó ante
Moisés, hubo truenos, humo y un terremoto. Si Dios se presentara ante nosotros,
su gloria nos aplastaría especialmente cuando miráramos nuestros "trapos
de inmundicia"
Incapaces de enmendarnos debidamente, pedimos a la soberana voluntad
de Dios que nos plasme para salvación, como nos hizo al principio, por
cuyo motivo es nuestro “Padre”.
El pecado nos hace impuros para que no podamos acercarnos más a Dios (Romanos 3:23 pues todos han
pecado y están privados de la gloria de Dios). Nuestros mejores
esfuerzos siguen infectados de pecado. La única esperanza, por lo tanto, es la
fe en Jesucristo, quien nos puede limpiar y llevar ante la presencia de Dios (Romanos 3:24-26
24 pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la
redención que Cristo Jesús efectuó.
25 Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe
por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su
paciencia, Dios había pasado por alto los pecados;
26 pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para
manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que
justifica a los que tienen fe en Jesús)
La felicidad de su pueblo está unida a lo que Dios ha destinado y está
preparando para nosotros. ¿Podemos creer esto, y luego pensar que cualquier
cosa es demasiado grande para esperar de su verdad, poder y amor? Es espiritual
y no puede ser comprendido por la inteligencia humana. Está todo preparado por
Dios desde la eternidad. Para Él ya todo ha ocurrido, mientras que para
nosotros aún es futuro. Si llegamos a
entender qué comunión hay entre un Dios de gracia y un alma que recibe la
gracia, estaremos preparados para rendirnos plenamente a Su Voluntad.
Debemos tomar conciencia de cumplir nuestro deber en todo lo que
requiere el Señor nuestro Dios. Tú lo encontraste, mejor dicho Él nos halló, a
cada uno en sus circunstancias y pecados; ahí se pone de manifiesto Su poder de
transformación, esto habla de su libertad y disposición para hacernos bien.
Aunque Dios ha estado enojado con nosotros por nuestros pecados, y con
justicia, su ira ha terminado pronto, pero en su favor hay vida que sigue y
continúa y en eso confiamos para nuestra salvación.
El pueblo de Dios, en aflicción, confiesa y lamenta sus pecados, y se
reconoce indigno de su misericordia. El pecado es eso abominable que el Señor
odia. Nuestras obras, no importa lo que parezcan ser, si pensamos que tienen
mérito delante de Dios, son como harapos, y no nos cubrirán, trapos inmundos
que sólo nos contaminarán. Hasta nuestras pocas buenas obras en que hay
verdadera excelencia, como fruto del Espíritu, son tan defectuosas y
contaminadas por ser hechas por nosotros, que deben ser lavadas en la fuente
abierta para el pecado y la inmundicia.
Malo es cuando se retiene la oración al faltar la comunión con el
Señor; acercarse a Él sin antes habernos lavado en la única fuente limpia,
Cristo Jesús. Orar es aferrarse por fe de las promesas que el Señor nos ha
hecho por su buena voluntad y presentarlas como argumento para aferrarse de Él,
y rogarle fervorosamente que no nos abandone o suplicar su intercesión.
Los incrédulos se acarrearon los problemas por su propia necedad. Los
pecadores son destruidos y luego llevados por el viento de su propia iniquidad;
los marchita y luego los destruye. Cuando se hicieron como cosa inmunda, no
asombró que Dios los aborreciera.
Necios y negligentes como somos, pobres y despreciados, todavía eres
nuestro Padre. Es por estar sometidos a la ira de un Padre que seremos
reconciliados y el alivio que requiere
nuestro caso lo esperamos sólo de Él. Nos encomendamos a Dios. No decimos:
“Señor, no nos reprendas”, porque eso podría ser necesario, sino “No te
enojes”. Dios puede demorar la respuesta
a nuestras oraciones por un tiempo, pero al final, responderá a los que
invocaron su nombre y esperan en su misericordia.
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