} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL SEÑOR ES NUESTRO CONSUELO

viernes, 28 de noviembre de 2014

EL SEÑOR ES NUESTRO CONSUELO





En la Biblia podemos leer en 2 Corintios 1:3-5, dice así:

2 Cori 1:3 Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación,
 4  quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.
 5  Pues así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo.
Parakaleo (παρακαλέω) se traduce como consolar, consuelo, alentaos, consolaos y los verbos AMONESTAR, ANIMAR, CONFORTAR (RECIBIR), CONSOLAR, EXHORTAR, LLAMAR, ORAR, RECIBIR (CONSOLACIÓN), ROGAR.

Paramutheomai (παραμυθέομαι) aliviar, consolar, alentar

REFLEXIÓN:
Se nos exhorta a ir directamente al trono de la gracia para obtener misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro en tiempo de necesidad.  Es necesario pasar por momentos de aflicción, de angustia, de sufrimiento, hasta el punto que nos rendimos al Señor porque no entendemos lo que está pasando; pero sabemos que Dios es Soberano y tiene todo bajo su control. El Señor es capaz de dar paz a la conciencia turbada y de calmar las pasiones rugientes del alma. Estas bendiciones son dadas por Él como Padre de su familia redimida. Nuestro Salvador es quien dice: No se turbe vuestro corazón. Él cicatriza nuestras heridas, para que no vuelvan más a nuestra memoria para atormentarnos.
Toda consolación viene de Dios y nuestras consolaciones más dulces están en Él. Da paz a las almas otorgando remisión gratuita de pecados, las consuela por la influencia vivificante del Espíritu Santo y por las ricas misericordias de su gracia. Él es capaz de vendar el corazón roto, de sanar las heridas más dolorosas, y de dar esperanza y gozo en las aflicciones más pesadas. Los favores que Dios nos otorga no son sólo para alegrarnos, sino también para que podamos ser útiles al prójimo. Él envía consuelos suficientes para sostener a los que simplemente confían en Él y le sirven. Si fuéramos llevados tan bajo como para desesperar hasta de vivir, aun entonces podemos confiar en Dios para que nos libere de esa situación si está en Su Voluntad. Nuestro deber es no sólo ayudarnos unos a otros con oración, sino en la alabanza y la acción de gracias y  por ellas, dar retorno adecuado a los beneficios recibidos. De esta manera, las pruebas y las misericordias terminarán bien para nosotros y el prójimo.

Muchos piensan que cuando Dios nos consuela, nuestras aflicciones desaparecen, si así fuera siempre, mucha gente buscaría a Dios sólo para ser librada de las privaciones y no buscaría mostrar su amor por El. Debemos entender que consolar puede también significar recibir fortaleza, ánimo y esperanza para hacer frente a las aflicciones. Cuanto más sufrimos, más somos consolados por Dios. Si estamos siendo abrumados, permitamos que Dios nos consuele tanto como El puede. Recordemos que cada problema que enfrentemos, luego se convertirá en una oportunidad para ayudar a otras personas que lleguen a padecer aflicciones similares, sobre llevando unos las cargas de los otros.

  Las "aflicciones de Cristo" son aquellas que experimentamos cuando nos convertimos en seguidores y siervos suyos. Al mismo tiempo, Cristo sufre con su pueblo, con nosotros, desde que nos unimos a Él.  
La “aflicción” de los creyentes no es inconsecuente con la misericordia de Dios, y no engendra en nosotros una sospecha respecto de su misericordia, más bien  palpamos al fin que Él es “el Dios de TODA consolación”, quien imparte la única consolación verdadera y perfecta en cada situación para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier angustia,  de modo que todas las gracias que Dios nos confiere las consideramos concedidas no para nosotros solo, sino para que tengamos mayor capacidad para ayudar a otros.  Así de esta manera, entendemos que la participación en todas las aflicciones del hombre  le capacitó a Jesús para que fuera el consolador del hombre en sus diferentes aflicciones.   Los sufrimientos soportados, sea por uno mismo o por los demás hermanos, con los cuales nos sentimos identificado, ponen de manifiesto realmente nuestro amor en Cristo por los suyos. Debido a la simpatía y la unión mística entre él y nosotros. Porque son soportados por amor a él.   Porque tienden a su gloria. “Así por medio de Cristo abunda también nuestra consolación”. Los sufrimientos  son muchos; pero la consolación los traga a todos.  
El cristianismo no prohíbe nuestros afectos naturales y la gracia no los elimina. Pero no debemos exagerar nuestros pesares, esto es demasiado parecido a los que no tienen esperanza de una vida mejor. Llorar es un sentimiento humano, que cumple una función, así lo ha diseñado Dios. Con las lágrimas aliviamos nuestro dolor, actúan como una válvula de escape por la cual se va esfumando nuestro pesar. Lo que sería inhumano y contrario  a nuestra fe, es estar dando vueltas a lo ocurrido, y tener nuestra alma en vilo por lo ocurrido. De esta forma estamos permitiendo que nuestro corazón se endurezca, buscando causas e imaginando culpables.
Dependamos totalmente del Señor. Descansemos y confiemos en Dios Padre como lo hicimos con nuestros padres terrenales cuando éramos niños. Seamos esos niños, sin doblez ni maldad en el corazón, para poder caminar confiados en pos de Nuestros Salvador y Señor Jesucristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario