1 Corintios 3:1-23
El verdadero crecimiento espiritual requiere de LA PALABRA DE DIOS. Pablo
comienza a examinar nuestra necesidad de sabiduría y revelación dada por el
Espíritu Santo, y la relaciona estrechamente con el hecho de que hemos recibido
las palabras que enseña el Espíritu.
Tras estas observaciones, pasa a una franca confrontación con la carnalidad de
los corintios, la cual atribuye a que sólo habían conocido superficialmente la
Palabra de Dios. La iglesia en Corinto estaba construida con "madera, heno
y hojarasca", con miembros que eran inmaduros, insensibles a los demás, y
receptivos a las doctrinas erróneas. No nos extrañe que tuvieran tantos
problemas.
La verdad que
plantea este pasaje es que ninguna cantidad de supuesta riqueza o experiencia
espiritual refleja un genuino crecimiento espiritual, si este conocimiento está
separado de nuestro crecimiento básico en el conocimiento de la Palabra de
Dios. Sin esta consistencia en la palabra, podemos estar engañados acerca de
nuestro crecimiento. Este «enraizar» es en verdad y amor, y
no tan solo en un conocimiento
aprendido o en un estudio
realizado. A fin de experimentar verdadero crecimiento espiritual, debemos
dedicar tiempo a la lectura de la Palabra y separarnos de los impedimentos de
la falta de amor, rivalidad y contienda.
Con tres
ejemplos Pablo coloca dentro de una perspectiva correcta a los líderes
religiosos de que los corintios se vanagloriaban. Vosotros sois labranza de Dios: El primer ejemplo, tomado de la
agricultura, rechaza la supuesta superioridad de alguno de ellos, y destaca que
ninguno tiene motivos de jactancia puesto que Dios es el que da el crecimiento. Les
corresponden reconocimientos individuales, pero en términos de metas y servicio
son uno solo.
Sois templo de Dios: La segunda metáfora también muestra la relativa
insignificancia de los líderes religiosos, pero destaca su responsabilidad. Los
ministros son como constructores con permisos restringidos para edificar sólo
sobre un determinado fundamento. La originalidad se reduce en arquitectura al
diseño del plano básico; así sucede con el evangelio, ningún ser humano es el
autor de la revelación original, sino sólo Dios, a través del sabio plan del
Padre, por medio de la diligente obediencia del Hijo y la poderosa obra del
Espíritu Santo.
Para
construir sobre el fundamento de un edificio con materiales resistentes (oro, plata, piedras preciosas) es
necesario enseñar una sana doctrina y vivir siendo fieles a la verdad, y de esa
manera conducir a los conversos hacia la madurez espiritual. Construir con
materiales perecederos (madera, heno, hojarasca)
equivale a impartir enseñanzas inadecuadas y superficiales, o comprometer la
verdad con un estilo de vida que la contradice, o que falla a la hora de
ponerla en práctica. El fundamento de la
Iglesia -de todos los creyentes- es Jesucristo, y este es el fundamento que
Pablo estableció (al predicar a Cristo) cuando empezó la iglesia en Corinto.
Cualquiera que edifica la iglesia -maestros, predicadores, padres y otros- debe
construir con materiales de alta calidad (sana doctrina y testimonio) que
encaje en las normas de Dios. Pablo no está criticando a Apolos, sino
desafiando a los futuros líderes de la iglesia a tener una predicación, así
como una enseñanza, sana y sólida.
En la iglesia
basada en Jesucristo, cada miembro debería ser maduro, espiritualmente sensible
y sano en lo doctrinal. Las iglesias
locales deben estar edificadas en Cristo. La iglesia debe ser edificada sobre Cristo, no
sobre alguna persona o principio. El evaluará la contribución de cada ministro
a la vida de la iglesia y el día del juicio revelará la sinceridad de la obra
de cada persona. Dios determinará si una persona fue o no fiel a las
instrucciones de Jesús. El buen trabajo será recompensado, el trabajo infiel o
inferior será descartado. El que edifica "será salvo, aunque así como por
fuego" significa que el trabajador infiel será salvo, pero como alguien
que escapa de un edificio en llamas. Hay dos clases de los que se apoyan en
este fundamento. Algunos se aferran a nada sino a la verdad como es en Jesús, y
no predican otra cosa. Otros edifican sobre el buen fundamento lo que no pasará
el examen cuando llegue el día de la prueba. Podemos equivocarnos con nosotros
mismos y con los demás, pero viene el día en que se mostrarán nuestras acciones
bajo la luz verdadera, sin encubrimientos ni disfraces. Los que difundan la fe en
Cristo verdadera y pura en todas sus ramas y cuya obra permanezca en el gran
día, recibirán recompensa.
Hay otros cuyas corruptas opiniones y
doctrinas y vanas invenciones y prácticas en el culto a Dios serán reveladas,
desechadas y rechazadas en aquel día. Esto claramente se dice de un fuego
figurado, no uno real, porque ¿qué fuego real puede consumir ritos o doctrinas
religiosas? Es para probar las obras de cada hombre, los de Pablo y los de
Apolos, y las de otros. Consideremos la tendencia de nuestras empresas,
comparémoslas con la palabra de Dios, y juzguemos nosotros mismos para que no
seamos juzgados por el Señor.
Las
verdades más claras del evangelio, en cuanto a la pecaminosidad del hombre y la
misericordia de Dios, el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor
Jesucristo, expresadas en el lenguaje más sencillo, es más entendible a la
gente que los misterios más profundos. Los hombres pueden tener mucho
conocimiento doctrinal, pero ser sólo principiantes en la vida de fe y
experiencia.
Las discusiones y las
peleas sobre la fe son tristes pruebas de carnalidad. La verdadera fe en Cristo
hace pacíficos a los hombres, no
belicosos. Hay que lamentar que muchos que debieran andar como cristianos,
vivan y actúen demasiado como los otros hombres. Muchos creyentes y
predicadores también, muestran que son carnales aún por discordias
vanagloriosas, la ansiedad por entrar en debate, y la facilidad para despreciar
a otros y hablar mal de ellos.
El
apóstol era un perito constructor pero la gracia de Dios lo hizo así. El
orgullo espiritual es abominable; es usar los favores más grandes de Dios para
alimentar nuestra vanidad, y hacer ídolos de nosotros mismos. Pero que todo
hombre se cuide, puede haber mala edificación sobre un fundamento bueno. Nada
debe ponerse encima sino lo que el fundamento soporte, y que sea de una pieza
con él. No nos atrevamos a unir una vida meramente humana o carnal con la fe
divina, la corrupción del pecado con la confesión del cristianismo. Cristo es
la Roca de los tiempos, firme, eterno e inmutable, capaz de soportar, de todas
maneras, todo el peso que Dios mismo o el pecador puedan poner encima de Él;
tampoco hay salvación en ningún otro. Quitemos la doctrina de Su expiación y no
hay fundamento para nuestras esperanzas.
El
fundamento de nuestras vidas es Jesucristo, El es nuestra base, nuestra razón
de ser. Cada cosa que somos y hacemos debe encajar en el molde que se ha dado
por medio de Cristo.
¿Estamos edificando nuestra vida en el único fundamento
real y duradero o estamos edificando en un fundamento falso como la riqueza, la
seguridad o el éxito?