} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CRUCIFICANDO LAS OBRAS DE LA MENTE CARNAL (II)

sábado, 14 de marzo de 2015

CRUCIFICANDO LAS OBRAS DE LA MENTE CARNAL (II)


  Muchos que detestan dejar a Cristo, sin embargo, lo dejan. Después de larga lucha con sus convicciones y sus corrupciones, ganan sus corrupciones. Se lamentan mucho de no poder servir a ambos, pero si deben dejar a uno, dejarán a su Dios, no a su ganancia mundanal. La obediencia de que se jactan resulta ser puro espectáculo; el amor al mundo está, de una u otra forma, en la raíz de esto.
Los hombres son dados a hablar demasiado de lo que dejaron y perdieron, de lo que hicieron y sufrieron por Cristo, como hizo Pedro. Más bien, debemos avergonzarnos que haya alguna dificultad para hacerlo.

Vemos un ejemplo en:

Lucas 18:18  Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

  La riqueza de este hombre trajo cierta clase de paz a su vida y le dio poder y prestigio. Cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que poseía, tocaba su seguridad e identidad. El hombre no entendió que estaría mucho más seguro si seguía a Jesús, más que la estabilidad que le daba sus riquezas. Jesús no pide a todos los creyentes que vendan las cosas que tienen, más bien esta puede ser su voluntad para algunos. Sin embargo, nos pide todo para que no nos atrape algo que quizás consideremos más importante que Dios. Si la base de su seguridad ha cambiado de Dios a lo que poseemos, sería mejor deshacerse de esas posesiones.

  Debido a que el dinero representa poder, autoridad y éxito, a menudo es difícil para la gente adinerada concienciarse de su necesidad y de su incapacidad para salvarse. Los ricos en talento o inteligencia sufren la misma dificultad. A menos que Dios penetre en sus vidas, estas por sí solas no irán a El. Jesús sorprendió a algunos de sus oyentes al ofrecer salvación al pobre. Hoy en día quizás sorprenda a algunos ofrecérsela a los ricos. Es difícil para una persona autosuficiente aceptar su necesidad e ir a Jesús, pero "lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios
Este caso presenta ciertos aspectos notables.   El hombre fué de un carácter moral irreprochable; y esto en medio de todas las tentaciones de la juventud, pues era un “mancebo” (Mateo_19:22), y rico, pues tenía muchas posesiones” ( Marcos_10:22). Pero   inquieto, porque su corazón anhelaba la vida eterna.  Diferente de los “príncipes”, a cuya clase pertenecía,  él creyó en Jesús hasta el punto de pensar que él podía dirigirlo autorizadamente en este asunto vital. Tan fervoroso es que viene “corriendo” e “hincando la rodilla delante de él” y eso, cuando Jesús había salido al camino público (Marcos_10:17), el camino público en aquel tiempo lleno de viajantes que iban a la Pascua; no asustado por la oposición virulenta de la clase a la cual pertenecía como “príncipe” ni por la vergüenza que se creería que sentiría al proponer tal cuestión a oídos de una multitud y en la calle pública.
 Quería decir nuestro Señor que sólo se debe llamar “bueno” a Dios? Imposible; pues eso sería contradecir toda la enseñanza de la Escritura y la de él también. (Salmos_112:5; Mateo_25:21; Tito_1:8). Si no hemos de atribuir a nuestro Señor un espíritu de cavilosidad, él no podría tener sino un objeto, el de elevar las ideas del joven en cuanto a su persona, como que él, Jesús, no había de clasificarse meramente con otros “buenos maestros”, y que él se negaba a aceptar este título aparte de aquel “Uno”, quien es esencial y solamente “bueno”. Esto en efecto es sólo lejanamente insinuado; pero si no se ve esto en el fondo de las palabras de nuestro Señor, no se puede sacar de ellas nada digno de él.   
 Mateo es más completo: “Y si quieres andar en la vida, guarda los mandamientos.   Nuestro Señor adrede se limita a la segunda tabla, que consideraría fácil de guardar, enumerando todos ellos, porque en Marcos   “No defraudes” está en lugar del décimo (si no, el octavo es repetido dos veces). En Mateo la suma de esta segunda tabla de la ley es agregada: “Amarás a su prójimo como a ti mismo”, como para ver si el hombre se atrevería a decir que había guardado aquél.
 Sin duda era perfectamente sincero; pero algo dentro de su corazón le susurraba que el guardar los mandamientos era una manera demasiado fácil de llegar al cielo. Sentía que algo además de esto sería necesario; después de guardar los mandamientos, estaba perplejo por saber qué seria aquel algo; y vino a Jesús precisamente por aquel algo. “Entonces,” dice Marcos  “Jesús mirándole, amóle,” o “le miraba de manera cariñosa”. Su sinceridad, franqueza y cercanía al reino de Dios, en sí cualidades encantadoras, conquistaron la estima de nuestro Señor, aunque el hombre le dió la espalda: una lección para aquellos que no pueden ver nada amable sino en los regenerados.
 Ah! mas aquélla una falta fundamental, fatal.  Como las riquezas eran su ídolo, nuestro Señor, sabiéndolo desde el principio, pone su sello autorizado en ello, diciendo: “Abandona esto por mí, y todo estará bien.” Aquí, pues, no se da una dirección general para la disposición de las riquezas, sino que debemos apreciarlas poco, y ponerlas a los pies de aquel que las dió. El que hace esto con todo lo que tiene, sea rico, sea pobre, es heredero verdadero del reino de los cielos.
 Mateo más completo: “se fue triste”; Marcos más completo todavía: “entristecido por esta palabra, se fue triste”. Triste era el separarse de Cristo; pero el separarse de su dinero le habría costado más dolor todavía. Cuando las riquezas o el cielo, bajo las condiciones establecidas por Cristo, eran las alternativas, el resultado manifestó a qué lado se inclinaba la balanza. Así se demostró que a ese hombre le faltaba el solo requisito que comprendía toda la ley, la absoluta sujeción del corazón a Dios, y esta falta invalidaba todas las otras obediencias suyas.
 Marcos dice: “Entonces Jesús mirando alrededor”—como si siguiera con sus ojos al joven que se iba, “dice a sus discípulos  “¡Cuán difícil es entrar en el reino de Dios los que confían en las riquezas”, etc., con qué dificultad es vencida esta confianza idólatra, sin lo cual ellos no pueden entrar y esto se introduce por la palabra “hijos”, lindo diminutivo de cariño y misericordia.