} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CRISTO, NUESTRA SALVACIÓN

miércoles, 4 de marzo de 2015

CRISTO, NUESTRA SALVACIÓN


Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo fue muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
1ª Corintios 15:3-4

La palabra resurrección señala, habitualmente, nuestra existencia más allá de la tumba.  La doctrina de la muerte y resurrección de Cristo es el fundamento del cristianismo. Si se quita, se hunden de inmediato todas nuestras esperanzas de eternidad. Por sostener con firmeza esta verdad los cristianos soportamos el día de la tribulación, y nos mantenemos fieles a Dios. Creemos en vano, a menos que nos mantengamos en la fe del evangelio. Esta verdad es confirmada por las profecías del Antiguo Testamento; muchos vieron a Cristo después que resucitó.   Cuando los pecadores somos hechos santos por la gracia divina, Dios hace que el recuerdo de los pecados anteriores nos haga humildes, diligentes y fieles.   Aunque no ignoramos lo que el Señor ha hecho por nosotros, en nosotros y por medio de nosotros, cuando miramos toda nuestra conducta y nuestras obligaciones, los creyentes verdaderos somos guiados a sentir que nadie es tan indigno como nosotros. Todos los cristianos verdaderos creemos que Jesucristo, y éste crucificado, y resucitado de entre los muertos, es la suma y la sustancia del cristianismo. Todos los que nos antedecieron, para ejemplo nuestro, concuerdan en este testimonio; por esta fe vivieron y en esta fe murieron.

El hecho más terrible y destructor del Universo es el pecado; es la causa de toda dificultad, el origen de todo pesar, la angustia de todo hombre se resume en una sola palabra: pecado.
Ha invertido la naturaleza del hombre; ha destruido la armonía interior de la vida del hombre; le ha privado de su nobleza; ha trastocado lo planes que Dios tenía para el hombre, creado a su semejanza, para caer por el pecado en las redes del diablo.
Toda locura, toda enfermedad, toda guerra y toda destrucción tienen su origen en el pecado. Éste ocasiona la demencia y el envenenamiento del corazón. Se describe en la Biblia como una enfermedad espantosa y agotadora que demanda un remedio radical. Es un huracán desenfrenado; es un volcán en erupción; es un loco escapado del manicomio; es un ladrón al acecho; es un león rugiente buscando su presa; es un cáncer mortal carcomiendo el alma del hombre; es un torrente enfurecido que todo lo arrastra.
A causa del pecado, cada arroyo está manchado con un crimen humano, cada brisa está corrompida moralmente, la luz de cada día está oscurecida, la copa de la vida está colmada de amargura, cada camino de la vida se halla lleno de trampas, cada jornada se hace peligrosa por los traidores principios. El pecado, que destruye toda felicidad, que entenebrece el entendimiento, que hace insensible la conciencia, que todo lo marchita, que origina todo llanto y todo dolor, que promete terciopelo y da andrajos, que promete libertad y esclaviza, que promete néctar y da hiel.
Durante siglos los hombres se encontraban perdidos en tinieblas espirituales, cegados por la enfermedad del pecado, forzados a andar a tientas, buscando, palpando, tratando de encontrar una vía de escape. El hombre necesitaba que alguien le condujese fuera de la confusión mental y del laberinto moral, alguien que pudiese redimirle de la cárcel satánica, alguien que pudiese abrir las puertas de la prisión. Hombres con corazones hambrientos, mentes sedientas y espíritus acongojados que permanecían sin esperanza, buscando, anhelando, deseando. Mientras tanto el diablo se recreaba, con cruel satisfacción, de su victoria esplendida en el Edén.
Desde el hombre primitivo en la selva, hasta el de las poderosas civilizaciones de Egipto, Grecia y Roma seres perplejos se preguntan: ¿Cómo saldré? ¿Cómo puedo reformarme? ¿Qué puedo hacer? ¿A dónde iré? ¿Cómo puedo librarme de esta horrible enfermedad? ¿Cómo puedo salir de la red en que me hallo. Si hay un camino ¿cómo podré encontrarlo?
La Biblia nos habla de un Dios que es amor, que el ha proveído al hombre cuando este cedió al pecado cubriéndolo de su desnudez con pieles de un animal, no con hojas como el hombre había elaborado su vestimenta. Nuevamente proveería un plan para redimir al hombre del pecado. Jesús fue el sustituto, el Cordero degollado, cuya sangre limpia una vez y para siempre. No ha sido por merito u obras del hombre, para que nadie se gloríe; ha sido el Hijo de Dios Padre que en su infinita obediencia, se entregó a una muerte en el madero dando su vida por todos aquellos que creemos en ÉL, que a través de su muerte y resurrección nos da la Vida Eterna de regalo.
¿TU, a que esperas? Acércate a Jesús que a Él nada ni nadie se le resiste.