En Gálatas
podemos ver como erraron aquellos que creyendo por fe, volvieron a las obras
muertas de sus mentes carnales, de sus buenos pensamientos para agradar a Dios
Gálatas 3:3
¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado
por el Espíritu, ahora vais a acabar por
la carne?
Varias cosas hacían más grave la necedad de los
cristianos gálatas. A ellos (como a nosotros) se les había predicado la
doctrina de la cruz, y se les ministraba la cena del Señor. En ambas se había
expuesto plena y claramente a Cristo crucificado y la naturaleza de sus
sufrimientos. ¿Habían sido hechos partícipes del Espíritu Santo por la
ministración de la ley o por cuenta de algunas obras que ellos hicieron en
obediencia a aquella? ¿No fue porque oyeron y abrazaron la doctrina de la sola
fe en Cristo para justificación? No fue por lo primero, sino por lo último. Muy
poco sabios son quienes toleran ser desviados del ministerio y la doctrina en
que fueron bendecidos para provecho espiritual de ellos. ¡Ay, que los hombres
se desvíen de la doctrina de Cristo crucificado, de importancia absoluta, para
oír distinciones inútiles, pura prédica moral o locas imaginaciones! El dios de
este mundo ha cegado el entendimiento de los hombres por diversos hombres y
medios, para que aprendan a no confiar en el Salvador crucificado. Podemos
preguntar directamente, ¿dónde se da más evidentemente el fruto del Espíritu
Santo; en los que predican la justificación por las obras de la ley, o en
quienes predican la doctrina de la fe? Con toda seguridad, en estos últimos.
Los creyentes de Galacia habían sido
fascinados por los argumentos falsos de los maestros, hasta dar la apariencia
de que estaban bajo la influencia de un encanto. La magia era común en los días
de Pablo. Los magos empleaban tanto la ilusión como el poder de Satanás para
lograr sus milagros. La gente se involucraba en los ritos misteriosos de los
magos sin tomar en cuenta su peligroso origen.
Los creyentes en Galacia, algunos de los
cuales habían estado en Jerusalén en Pentecostés y habían recibido el Espíritu
Santo allí, sabían que no recibieron el Espíritu de Dios por obedecer la ley
judía. Pablo enfatizó que así como comenzaron la vida cristiana en el poder del
Espíritu, de igual manera crecerían por el poder del Espíritu. Los gálatas
dieron un paso atrás cuando decidieron cumplir con las leyes judías. Debemos
darnos cuenta que crecemos espiritualmente gracias a la obra de Dios en
nosotros por su Espíritu, no por seguir normas especiales, o estrategias de
conducta.
Los gálatas sabían que habían recibido al
Espíritu Santo cuando creyeron, no cuando obedecieron la ley. Muchas personas
se sienten inseguras en su fe, porque la fe sola parece muy sencilla; por ello
es que procuran acercarse a Dios por medio de reglas. Mientras ciertas
disciplinas estudio bíblico, oración y
servicio pueden ayudarnos a crecer, estas no pueden ocupar el lugar del
Espíritu Santo en nosotros o ser un fin en sí mismo. Al plantear estas
preguntas, Pablo esperaba lograr que los gálatas vieran otra vez a Cristo como
el fundamento de su fe.
El Espíritu Santo da a los cristianos un poder
especial para vivir para Dios. Algunos cristianos desean más que esto. Ellos
desean vivir en un alto estado emocional de manera perpetua. El aburrimiento de
la vida cotidiana parece denotar que algo anda mal espiritualmente.
Frecuentemente, una de las obras más grandes del Espíritu Santo en nosotros es
enseñarnos a persistir, mantenernos en hacer lo que es correcto, aunque
aparentemente haya perdido su interés o entusiasmo. Los gálatas rápidamente se
volvieron de las enseñanzas de Pablo a las novedades de los maestros en su
ciudad, necesitaban el don de la perseverancia que da el Espíritu Santo. Si la
vida cristiana nos parece anodina, quizás estemos necesitando que el Espíritu nos
sacuda. Cada día la vida ofrece un desafío para vivir por Cristo.
Pablo comienza la defensa de su evangelio
recordándoles a los gálatas que su vida cristiana, que comenzó por la fe en el
Cristo crucificado y fue certificada por el don del Espíritu Santo, era
completamente ajena a la Ley. Serían insensatos si abandonaran los
caminos de Dios para buscar la perfección por sus propios esfuerzos.
Los judaizantes son como hechiceros malvados
que distraen la atención de sus víctimas llevándoles de la cruz a la Ley.
Por
lo tanto debemos crucificar cualquier pensamiento de la mente carnal que
intente presentarse como bondadoso o digno a los ojos de Dios, porque toda la
obra está basada en la fe en Cristo.