Los
impíos van siempre en busca del gozo, y no lo encuentran: se afanan y desazonan
en su búsqueda, pero es en vano. Sus corazones se apartan del Señor, buscan el
gozo aquí abajo, donde no se encuentra; rechazan la sustancia y con diligencia
persiguen la sombra, la cual se burla de ellas. Es el decreto soberano del
cielo que nada puede hacer a los pecadores felices excepto Dios en Cristo; pero
esto no quieren creerlo, y por ello van de criatura en criatura, de una
cisterna rota a la otra, inquiriendo donde puede ser hallado verdadero gozo.
Cada cosa mundana que les atrae les dice: se encuentra en mí, pero pronto se
ven decepcionados. Sin embargo, siguen buscando hoy en la misma cosa que les
decepcionó ayer. Si después de muchas pruebas descubren el vacío de un objetivo
de la palabra del Señor: "El que bebe de esta agua volverá a tener
sed".
Yendo ahora al
otro extremo: hay algunos cristianos que suponen que gozarse es pecado. No hay
duda que muchos lectores se sorprenderán de oír esto, pero que se alegren que
ellos han sido criados en un ambiente más soleado, y tengan paciencia mientras
platicamos con otros que han sido menos favorecidos. A algunos se les ha
enseñado que es una obligación el estar sombrío, no ya tanto por inculcación
directa, sino por implicación y con el ejemplo. Se imaginan que los
sentimientos de gozo son producidos por el demonio que se les aparece como un
ángel de luz. Llegan a la conclusión de que es casi una especie de maldad el
ser feliz en un mundo de pecado tal como éste en que se hallan. Creen que es
presunción gozarse en saber que su pecados han sido perdonados y si ven a
algunos cristianos jóvenes que lo hacen les dicen que no tardarán mucho en
estar anegándose en el Pantano del Desespero. A los tales con cariño les
instamos a que lean el resto del presente capítulo considerándolo en oración. "Estad siempre gozosos" (1ª Tesalonicenses 5:16). No puede haber peligro en hacer lo que
Dios nos manda. El Señor no ha prohibido el regocijarse. ¡No! es Satán el que
se esfuerza por que colguemos las arpas. No hay ningún precepto en la Escritura
que diga: "Afligíos en el Señor siempre, y otra vez os digo que os
aflijáis". En cambio hay la exhortación que nos manda: "Alegraos, oh justos, en Jehová; a los rectos
les va bien la alabanza" (Salmo 33: 1). Lector, si eres un cristiano real (y ya
es hora de que te hayas puesto a prueba por la Escritura y hayas aclarado este
punto), entonces Cristo es tuyo, y todo lo suyo es tuyo. Te manda: "Comed, amigos; bebed en abundancia, oh
amados" (Cantares 5:1): el único pecado que podéis cometer
contra su banquete de amor es retraeros e inhibiros. "Se deleitará vuestra alma con lo más
sustancioso" (Isaías 55:2) se dice no sólo de los santos en el
cielo sino de los que están aún en la tierra.
Nos
beneficiamos de la Escritura cuando nos damos cuenta de que el gozo es un
deber. «Gozaos en el Señor siempre; otra vez digo:
¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4). La Sagrada
Escritura habla aquí de regocijarse como un deber personal, presente y permanente
para el pueblo de Dios. El Señor no nos ha dejado a nosotros el que escojamos
si queremos estar contentos o tristes, sino que ha hecho de la felicidad algo
imperativo. El no regocijarse es un pecado de omisión. La próxima vez que
encuentres un creyente radiante no se lo eches en cara, tú, habitante del
Castillo de la Duda; al contrario, tú mismo tienes que vapulearte: en vez de
estar dispuesto a poner en duda la fuente divina de la alegría del otro,
júzgate a ti mismo por tu estado luctuoso.
No es carnal el
gozo que te insto a que disfrutes, por lo cual se quiere decir que no
procede de fuentes carnales. Es inútil buscar el gozo en las riquezas terrenas,
porque con frecuencia extienden las alas y se alejan. Algunos buscan su gozo en
el círculo de familia, pero esto permanece sólo durante unos pocos años. No, si
queremos "gozarnos siempre" debemos hacerlo en un objeto
que sea permanente. No me refiero a un gozo fanático. Hay algunos con
naturalezas hábiles a la emoción que son sólo felices cuando se hallan
excitados; pero, la reacción es terrible. No, aquí se trata de un deleite del
corazón en Dios mismo, inteligente, sobrio, firme. Cada atributo de Dios,
cuando es contemplado por la fe, hará que cante el corazón. Cada doctrina del
Evangelio, cuando ha sido captada verdaderamente, dará lugar a más alegría y
alabanza.
El gozo está en
la línea del deber para el cristiano. Quizá alguien dirá: Mis emociones de gozo
y pena no las puedo controlar; no puede evitar el estar contento o triste,
según dictan las circunstancias. Pero, repito "Gozaos en el Señor" es
un mandato divino, y la obediencia, en gran parte, se encuentra en nuestro
poder. Y soy responsable del control de mis emociones. Es verdad que no puedo
evitar estar triste en presencia de pensamientos que causan tristeza, pero
puedo rehusar a la mente el entretenerlos, hasta cierto punto. Puedo verter
hacia afuera mi corazón para hallar alivio en el Señor, y poner mi carga sobre
El. Puedo buscar su gracia para meditar en su bondad, sus promesas, el glorioso
futuro que me aguarda. Y puedo decidir si puedo salir y estar bajo la luz, o
esconderme en la sombra. El no regocijarse en el Señor es más que una
desgracia, es una falta que tenemos que confesar y suprimir.