} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: REFLEXIONES Y MEDITACIONES

domingo, 28 de junio de 2015

REFLEXIONES Y MEDITACIONES


La mayoría de las veces podemos plantearnos mal la pregunta cuando decimos ¿Qué tengo que hacer para ir al Paraíso, al Cielo? ya que de este modo estamos dando a entender como si por nuestras obras pudiéramos lograrlo.
Ese es el ardid que emplean las religiones para esclavizar las mentes de sus seguidores. Desde las radicales que ofrecen vírgenes si se inmolan matando gente inocente, a aquellas que si les entregas tus bienes materiales te garantizan un boleto para la eternidad, pero no te dicen dónde, y sus mediadores no se ponen de acuerdo.
Pero a ti que estás leyendo éstas líneas, te diré que ni tú ni yo podemos hacer nada para ir al Paraíso, al Cielo. No podemos volar hasta allí, ni ningún artilugio humano nos puede llevar. Reflexiona un momento. Para movernos entre ciudades o lugares que deseemos ir utilizamos un "medio" que nos ofrece la seguridad de llegar a ese destino. Si vas a una ciudad de tu país en autobús, compruebas en tu billete que quien te lo expide no te está engañando y te envía a un destino diferente. Imagínate que vas a otro país en avión y que por no comprobar tu billete te envían a otro destino diferente del que querías ir, menudo chasco te llevarías ¿verdad?. Pues si somos tan diligentes para comprobar algo tan pasajero y temporal ¿no tendremos que ser mucho más cautelosos para examinar dónde vamos a vivir en la eternidad?
La Buena Noticia es que Dios nos regala el Unico Medio para llegar al Paraiso. Dios sólo te pide que tengas fe en Su Hijo Jesucristo, que creas que por Su Sangre, derramada en la cruz, te limpia de pecado y que con Su Resurrección te garantiza la Nueva Vida junto a Dios. SÓLO POR FE, no por obras para que nadie se enorgullezca. SOLO CRISTO. Jesucristo es el ÚNICO MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES. Jesucristo dice: YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD, Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SI NO POR MI.
Esta es la VERDAD ABSOLUTA, Jesucristo es el Hijo de Dios, quien conoce al Hijo conoce al Padre y esa es la Vida Eterna, conocerlo, creerle, amarle, confiarle tu vida. Es tan sencillo que hasta un niño puede entenderlo. Y nosotros los adultos tenemos que volvernos como niños que confiaban en sus padres sabiendo que nos amaban para bien; si eso recibíamos de nuestros padres terrenales, cuanto más de nuestro Creador Dios y Padre. Qué ocurre, que el sistema del mundo, regido por Satanás, ha ido introduciendo desde la infancia "tareas" y " aprendizajes" para alejarnos de la Verdad; utilizando " tu propio esfuerzo para alcanzar metas"; palabras como: "mereces esto o aquello" "esfuérzate para alcanzar"; "tienes que lograr"; " cuanto más logres"...y un sin fin de expresiones que van inoculando tu mente, con el único fin de que no puedas aceptar que la SALVACIÓN ES UN REGALO DE DIOS, QUE LA SALVACIÓN ES POR FE y nada más.
Satanás es el maestro del engaño, de la mentira, de la suplantación. Nunca te va a decir abiertamente que No creas a Jesús, su misión es entretenerte y desviarte a otras cosas; sembrar dudas o interrumpir por ejemplo sigas leyendo esto. Satanás te va a decir que tienes cosas más importantes que hacer, trabajar, estar ocupado ¿ para qué? para que no te ocupes de lo más importante en tu vida: la Salvación.
Satanás te va decir que lo dejes para otro momento, cuando seas mayor o te jubiles...pero ¿acaso sabes si vas a estar vivo dentro de una hora? ¿ acaso sabes el tiempo que te resta de vida? Yo tampoco sé cuanto me queda a mí, eso está en manos de Dios. Pero lo que si sé es que si me muero dentro de unos momentos, estaré en la presencia de Dios porque recibí la fe para creer en Su Hijo Jesucristo como mi Salvador y Señor y su Promesa es suficiente para mi. Yo sé y conozco a Quién he creído.
Te pregunto a ti, ¿ Tú sabes a dónde vas a ir cuando mueras?¿ Tienes la convicción, la certeza absoluta, o dudas y no estás seguro?
No dejes ni un segundo más la decisión más importante de tu vida, porque tú y solo tú decides. No dejes para más tarde una decisión que la muerte te puede impedir; y después no tendrás oportunidad y te lamentaras por toda la eternidad. ¡Ven a Jesucristo! Entrégale tu vida, aceptale como tú Único Salvador y Señor.
Los dones de la gracia de Cristo son tan asombrosos y abundantes que aun los creyentes, al principio, nos cuesta discernirlos. Son tan profundos y misteriosos que aun quienes conocen bien su mente, están prontos a ofrecer razonamientos para hacerlos entender a los que aún no hemos alcanzado tal grado de madurez espiritual. Creo sinceramente que debemos dar gracias al Señor por todos ellos y ser fieles administradores de la medida de la fe que hayamos recibido, no dejándola languidecer, sino cultivarla, abonarla y regarla abundantemente con la Palabra de Dios en la Biblia, para que el Espíritu la mantenga viva y contagie a quienes nos rodean. Quienes tienen mucho del Espíritu de Dios, mientras están aquí ven que necesitan pedir más de Cristo, cuanto más nos muestra su carácter más anhelamos imitarle. 
Nuestro Señor Jesús consideró conveniente, para cumplir toda justicia, apropiarse de cada institución divina, y mostrar su disposición para cumplir con todos los preceptos justos de Dios.
En Cristo y por medio de Él, los cielos están abiertos para los hijos de los hombres, para todos aquellos que hemos nacido de nuevo por gracia de Dios. Este descenso del Espíritu sobre Cristo demuestra que estaba dotado sin medida con sus poderes sagrados. El fruto del Espíritu Santo es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, todos ellos se irán desarrollando en nosotros mismos cuanto más caminemos por fe en Jesucristo para que nuestra transformación sea diaria y continua; percibiremos como opera desde nuestro interior para ir produciendo esos frutos del Espíritu, del mismo género y naturaleza.
En el bautismo de Cristo hubo una manifestación de las tres Personas de la Santa Trinidad. El Padre confirmando al Hijo como Mediador; el Hijo que solemnemente se encarga de la obra; el Espíritu Santo que desciende sobre Él para ser comunicado al pueblo por su mediación. En Cristo son aceptables nuestros sacrificios espirituales, porque Él es el altar que santifica todo don. Fuera de Cristo Dios es fuego consumidor; en Cristo, un Padre reconciliador. Este es el resumen del evangelio, el cual debemos abrazar jubilosamente por fe y obedecerlo por vida.
Te invito a conocer a Cristo como Salvador y Señor para que puedas ver la Vida Eterna. No dejes esa decisión para mañana; quien sabe tal vez tu mañana nunca llegue y hoy sea tu último dia. ¡Te imaginas! Si tuvieras que dejar este mundo y rendir cuentas ante Dios, ¿Cómo llegarías a Su presencia? ¿Creyendo en Cristo o rechazándolo? Puedes filosofar todo lo que quieras y poner las excusas que se te antojen, pero al final lo quieras o nó, ante la Majestad de Dios mo podrás decir ni pío. Dios Padre sólo te pide que creas en y a Su Hijo Jesucristo.
Una vez que dejes este cuerpo donde habita tu espíritu, irás a la presencia de Dios. Allí, oirás, verás, tocaras, sentirás sin el estorbo corpóreo; y gozarás de la presencia de Cristo, si has creído en Él, o por el contrario sufrirás eternamente lejos de la presencia de Dios. Lo más terrible es que podrás ver como gozamos de todos los galardones del Señor, en cambio tú estarás carcomido por la culpa por no haber creído en vida que iba ser así.
Puedo gritar más alto o escribir en mayúscula, pero no puedo decirlo más claro: o aceptas por fe a Jesús como Salvador y Señor o sino prepárate para el infierno.
Cristo es el Camino al Padre que los pecadores tenemos en su persona como Dios manifestado en carne, en su sacrificio expiatorio, y como nuestro Abogado. Él es la Verdad, que cumple todas las profecías del Salvador; creyendo eso los pecadores vamos por Él, el Camino. Él es la Vida, por su Espíritu vivificador recibimos vida los muertos en pecado. Nadie que no sea vivificado por Él, la Vida, y enseñado por Él, la Verdad, puede acercarse a Dios como Padre por Él, el Camino. Por Cristo, el Camino, nuestras oraciones van a Dios y sus bendiciones vienen a nosotros; este es el Camino que lleva al reposo, el buen Camino antiguo. Él es la Resurrección y la Vida. Todo el que ve a Cristo por fe, ve al Padre en Él. 
A la luz de la doctrina de Cristo vemos a Dios como Padre de las luces y, en los milagros de Cristo vemos a Dios como el Dios del poder. La santidad de Dios brilló en la pureza inmaculada de la vida de Cristo. Tenemos que creer la revelación de Dios al hombre en Cristo; porque las obras del Redentor muestran su gloria, y a Dios en Él.
Cristo no es solo igual a Dios, El es Dios; como imagen del Dios invisible, El es la exacta representación de Dios. No solo refleja a Dios, sino que también nos revela a Dios; como primogénito de toda creación tiene la prioridad y autoridad como príncipe en la casa del Rey. Vino del cielo, no del polvo de la tierra, y es el Señor de todo. El es completamente santo, y tiene autoridad para juzgar al mundo. Por lo tanto, es supremo sobre toda la creación, incluyendo el mundo espiritual. Nosotros debemos creer en la deidad de Jesucristo (que Jesús es Dios), sino nuestra fe cristiana es hueca, mal dirigida y sin sentido. Esta es una verdad central del cristianismo. Debemos oponernos a aquellos que dicen que Dios es solo un profeta o un gran maestro.
Por más que el prójimo esté abrumado por las penas de esta época actual, de su vida sin esperanza, de la crisis y otras circunstancias, nosotros no estamos así. Los discípulos de Cristo debemos mantener nuestra mente en paz, cuando todo lo que nos rodea está revuelto. He aquí el remedio contra este trastorno de la mente, “Creed”. Creyendo en Cristo como Mediador entre Dios y el hombre, recibimos consuelo. Se habla de la dicha del cielo como estar en la casa del padre. Hay muchas mansiones, porque hay muchos hijos para ser llevados a la gloria. Las mansiones son viviendas que duran, no como las terrenales que se deterioran y son temporales. Cristo será el Consumador de aquello, de lo cual es el Autor o Iniciador; si tiene preparado el lugar para nosotros, nos preparará para eso.
Todo lo que recibimos por Cristo se resume en esta sola palabra: gracia; recibimos: “gracia sobre gracia”un don tan grande, tan rico, tan inapreciable; la buena voluntad de Dios para con nosotros, y la buena obra de Dios en nosotros. La ley de Dios es santa, justa y buena; y debemos hacer el uso apropiado de ella. Pero no podemos derivar de ella el perdón, la justicia o la fuerza. Nos enseña a adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador, pero no puede tomar el lugar de esa doctrina. Como ninguna misericordia procede de Dios para los pecadores sino por medio de Jesucristo, ningún hombre puede ir al Padre sino por Él; nadie puede conocer a Dios salvo que Él lo dé a conocer en el Hijo unigénito y amado.
Dios se comunicó mediante varias personas en el Antiguo Testamento, por lo general profetas que recibían mensajes específicos. Pero nadie vio a Dios. En Cristo, Dios reveló su naturaleza y esencia de una forma que podía verse y tocarse. En Cristo, Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Dios se ha revelado a sí mismo a la humanidad en varias formas, pero estas revelaciones estaban relacionadas con la esencia de Dios que es un espíritu invisible. Jesús es la imagen visible, tangible, del Dios invisible. Es la revelación completa de lo que es Dios. Jesús explicó a Felipe, el que deseaba ver al Padre, que conocerlo a El equivalía a conocer a Dios. La búsqueda de Dios, de la verdad y de la realidad, conduce a Cristo.
Así como Jesucristo tiene inmortalidad, así la dará a nosotros los que creemos; estar fuera d Cristo es la muerte. No es sino la filosofía pagana la que atribuye al alma indestructibilidad en sí, la cual ha de atribuirse sólo al don de Dios. Así como Dios tiene vida en sí, así ha dado al Hijo tener vida en sí. Si uno no puede mirar de fijo al sol, el cual no es sino una pequeña parte de la creación, a causa del intenso calor y poder; ¡cuánto menos puede el hombre mortal mirar la gloria indecible de Dios! Tal vez aun en el estado perfecto ninguna criatura verá completamente a Dios. Sin embargo los santos, en cierto sentido tendrán la bienaventuranza de verle, lo que es negado al mero hombre.
Los ojos mortales no toleran el resplandor de la gloria divina. Nadie puede acercarse a Él a menos que se dé a conocer a los pecadores en Cristo y por medio de Cristo. La Deidad es adorada aquí sin distinción de Personas, porque todas las cosas se dicen apropiadamente del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo. Dios nos es revelado sólo en la naturaleza humana de Cristo y a través de ella, como el Unigénito Hijo del Padre.
Cristo en su naturaleza humana es la revelación visible del Dios invisible y quien le ha visto a Él ha visto al Padre. Adoremos estos misterios con fe humilde y contemplemos la gloria de Dios en Cristo Jesús. Siendo todas las cosas creadas por Él, fueron creadas para Él; siendo hechas por su poder, fueron hechas conforme a su beneplácito y para alabanza de su gloria. No sólo las creó todas al principio; por la palabra de su poder las sustenta.
Cristo como Mediador es la Cabeza del cuerpo, la Iglesia; toda gracia y fuerza son de Él; y la Iglesia es su cuerpo. Toda plenitud habita en Él; la plenitud de mérito y justicia, de fuerza y gracia para nosotros. Dios mostró su justicia al requerir plena satisfacción. Este modo de redimir a la humanidad por la muerte de Cristo fue el más apto. Aquí se presenta ante nuestra visión el método de ser reconciliado. Pese al odio hacia el pecado por parte de Dios, quiso Dios reconciliar consigo al hombre caído. Si estamos convencidos en nuestra mente de que éramos enemigos por las malas obras, y que ahora estamos reconciliados a Dios por el sacrificio y muerte de Cristo según nuestra naturaleza, no intentaremos explicar ni siquiera pensar en comprender plenamente estos misterios, pero veremos la gloria de este plan de redención y nos regocijaremos en la esperanza que nos es puesta por delante. Si el amor de Dios por nosotros es tan grande, ¿ahora qué podemos hacer por Dios? Orar con frecuencia y abundar en los deberes santos y no vivir más para sí mismo, sino para Cristo, el que murió por nosotros. Pero, ¿para qué? ¿para que sigamos viviendo en el pecado? No, sino para que muramos al pecado y vivamos entonces no para nosotros sino para Él.
Cuando todo hombre anhela lo que puede obtener y ansía conservar lo que tiene, esto hace que los hombres sean peligrosos, los unos para los otros. Cuando los hombres no temen a Dios, no consideran al hombre. Cuando los hijos son desobedientes con sus padres, esto hace que los tiempos sean peligrosos. Los hombres son impíos y sin temor de Dios porque son ingratos ante las misericordias de Dios. Abusamos de las dádivas de Dios si las hacemos alimento y combustible de nuestras concupiscencias. Los tiempos también son peligrosos cuando los padres carecen de afecto natural por sus hijos. Cuando los hombres no mandan sus propios espíritus sólo desprecian lo bueno y honroso. Dios tiene que ser amado por encima de todo, pero la mente carnal, llena de enemistad contra Él, prefiere cualquier cosa antes que a Él, especialmente al placer carnal. Una forma de piedad es muy diferente del poder; los cristianos debemos alejarnos de los que son hallados hipócritas. Tales personas se han encontrado dentro de la iglesia externa, en todo lugar y en todos los tiempos.
Siempre ha habido hombres astutos que, con pretensiones y halagos, se infiltran en el favor y la confianza de los que son demasiado crédulos, ignorantes y fantasiosos. Todos debemos estar siempre aprendiendo a conocer al Señor, pero estos siguen cualquier noción nueva, pero nunca buscan la verdad como es en Jesús. Como los magos egipcios, estos eran hombres de mentes corrompidas, perjuiciados contra la verdad, y carecen de fe. Pero aunque el espíritu de error pueda estar libre por un tiempo, Satanás no puede engañar a las naciones e iglesias más allá de lo que Dios permite.
La gente será arrastrada por todo tipo de perversiones egoístas, contrarias a lo natural. Algunos mantendrán una apariencia externa de gente que usa el vocabulario cristiano, pero que rehúsa aceptar las realidades que la fe cristiana expresa. El poder que niegan constituye la esencia del cristianismo; el hecho de un Redentor resucitado, la verdad de la Palabra inspirada por Dios, y la presencia y plenitud del Espíritu Santo obrando en las vidas de los creyentes y transformándolas. Se compara a los falsos maestros con Janes y Jambres, magos egipcios que se opusieron a Moisés debido a su conciencia baja y perversa.
En los tiempos finales los hombres del mundo serán peligrosos, chalepos, ásperos, salvajes, difíciles, dolorosos, fieros, dañinos, duros de tratar. La palabra describe a una sociedad desprovista de virtud en la que abundan los vicios.Muy poco tiempo queda para entrar por la gracia a la presencia de Dios. No hay opción ni deriva; o entras por Cristo o te quedas fuera. No demores por más tiempo la decisión más importante de tu vida. Ven a Cristo; aceptale como Señor y Salvador y entonces si, tu vida tendrá sentido.
La Palabra de Dios no es simplemente la colección de palabras suyas, un medio de comunicar ideas; es viviente, cambia la vida y es dinámica al obrar en nosotros. Con la agudeza del bisturí de un cirujano, revela lo que somos y lo que no somos. Penetra la médula de nuestra moral y vida espiritual. Discierne lo que está dentro de nosotros, tanto lo bueno como lo malo. No solo debemos oír la Palabra sino que también debemos permitir que moldee nuestra vida.
Nada puede ocultarse de Dios. El ve todo lo que hacemos y tiene conocimiento de todo lo que pensamos. Aun cuando estemos pasando por alto su presencia, El está allí. Cuando procuramos ocultarnos de Dios, El nos ve. No podemos tener secretos para El. Es consolador saber que, aunque nos conoce íntimamente, sigue amándonos.
Cada persona es responsable ante Cristo, no ante otros. Aunque la iglesia no debe transigir en cuanto a las actividades expresamente prohibidas por las Escrituras (adulterio, homosexualidad, homicidio, hurto), tampoco debe crear reglas adicionales ni regulaciones que se consideren al mismo nivel que la Ley de Dios. Muchas veces los cristianos basan sus juicios morales en opiniones, aversiones personales y prejuicios culturales antes que en la Palabra de Dios. Cuando hacen esto, muestran la debilidad de su fe. Piensan que Dios no tiene suficiente poder para guiar a sus hijos. Cuando estemos ante la corte de justicia de Dios (el tribunal de Cristo), no tendremos que preocuparnos de lo que nuestro vecino cristiano haya hecho.
Los cristianos no debemos juzgarnos unos a otros sobre la base de cuestiones moralmente neutras, porque cada individuo es responsable ante Dios. Como Señor, a Cristo pertenece el derecho de juzgar. Cristianos débiles y fuertes, todos compareceremos, no unos ante otros, sino ante el tribunal de Cristo. Ese juicio se basará en lo que hayamos hecho durante la vida. No determinará si entramos o no al cielo, sino los grados de recompensa que se recibirán allí.Los galardones que nos aguardan son la recompensa. La Salvación no se conquista, fue regalo de Dios. 
Las Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios. Cuando Dios la instala por su Espíritu, convence poderosamente, convierte poderosamente y consuela poderosamente. Hace que sea humilde el alma que ha sido orgullosa por mucho tiempo; el espíritu perverso sea manso y obediente. Los hábitos pecaminosos que se han vuelto naturales para el alma, estando profundamente arraigados en ella, son separados y cortados por la espada del Espíritu. Dejará al descubierto a los hombres sus pensamientos y propósitos, las vilezas de muchos, los malos principios que los mueven, las finalidades pecaminosas para las cuales actúan. La palabra mostrará al pecador todo lo que hay en su corazón.
Aferrémonos firmes las doctrinas de la fe cristiana en nuestras cabezas, sus principios vivificantes en nuestros corazones, su confesión franca en nuestros labios, y sometámonos a ellos en nuestras vidas. 
Así como Dios descansó de su obra en la creación, quien confía en Cristo descansa en lo que Dios ha hecho por él. Ha cesado en la búsqueda de la salvación por sus propios esfuerzos, y ha comenzado a depender en la vida diaria de la ayuda del Espíritu Santo.
Dos grandes provisiones alientan a los creyentes en su fe: la Palabra de Dios, que revela si una persona está viviendo una vida plena o espiritual; y el ministerio de Cristo, nuestro gran sumo sacerdote, quien tiene poder para hacernos gozar de la inmediata compañía de Dios.