} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: NOSOTROS VIVIMOS, ENTREGADOS A MUERTE.

jueves, 4 de junio de 2015

NOSOTROS VIVIMOS, ENTREGADOS A MUERTE.

  
2 Corintios 4:11  Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Como nacido de nuevo por gracia de Dios, cuando y cuanto hable acerca de Jesús, debo recordar que me hallo en la presencia de Dios, El oye cada palabra que pronuncio, y tendré que dar cuenta de ella. Todo queda grabado y nadie podrá negar lo que haya dicho. Cuando le hable a la gente, por el medio que sea, acerca de Cristo, debo tener cuidado en no distorsionar el mensaje para complacer al personal, para quedar bien con nadie, o recibir la aprobación de los hombres. Tengo que ser fiel al proclamar la verdad de la Palabra de Dios. Cuando testifique  de Jesús, tengo que hablar a la gente lo que Cristo ha hecho, no en qué consisten mis habilidades y logros. Las personas deben ser presentadas a Cristo no a nosotros. Y si oímos a alguien que predique acerca de sí mismo o trata de expresar sus propias ideas antes que las de Cristo, tengamos cuidado: es un falso maestro.

 El mensaje invalorable de salvación en Jesucristo ha sido confiado por Dios a hombres frágiles y falibles ("vasos de barro").  El tesoro de luz y gracia del evangelio está puesto en vasos de barro. Los ministros del evangelio están sometidos a las mismas pasiones y debilidades que los demás hombres. Dios podría haber enviado a los ángeles para dar a conocer la doctrina gloriosa del evangelio o podría haber enviado a los hijos de los hombres más admirados para enseñar a las naciones, pero escogió vasos más humildes, más débiles, para que su poder sea altamente glorificado al sostenerlos, y en el bendito cambio obrado por el ministerio de ellos.  

 Aun siendo débiles, Dios nos usa para difundir las buenas nuevas y nos da poder para cumplir con la obra. Si sabemos que el poder es suyo, no nuestro, podemos evitar que el orgullo se apodere de nosotros y esto nos motiva a mantener un contacto diario con Dios, nuestra fuente de poder. Nuestra responsabilidad es dejar que la gente vea a Dios por medio nuestro. Porque quien predica a Cristo, no a sí mismo, es fiel; el vaso humano es débil para que Dios sea glorificado; sin embargo, aunque débil, la fe y la esperanza de la gloria futura le sostienen rodeado como está por la decadencia del hombre exterior. Para que no diga alguien: ¿Cómo entonces es que continuamos gozándonos de gloria tan indecible en cuerpo mortal? Este hecho es una de las pruebas más maravillosas del poder de Dios, que un vaso de barro pudiera llevar semejante esplendor y guardar semejante tesoro”.   El tesoro, o “la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios”; el frágil “vaso de barro” es el cuerpo, el “hombre exterior”  propenso a aflicciones y muerte.
Así fue el tipo la luz en los cántaros de Gedeón. Los antiguos solían tener sus tesoros en vasos de barro. “Hay vasos de barro que todavía pueden ser limpios; mientras que el vaso de oro podrá ser sucio”  para que el poder del  Espíritu Santo , respecto de su “excelencia” abundante, manifestada en ganar almas  y en sostenernos a nosotros, sea atribuida sólo a Dios, siendo nosotros débiles como vasos de barro. Dios a menudo permite que el vaso sea picado o aun roto para que la excelencia del tesoro contenido y del poder que tiene aquel tesoro, sea todo suyo, sea de Dios, sea vista y sea con gratitud reconocida como perteneciente a Dios , y no  viniendo  de parte de nosotros. El poder no solamente viene de parte de Dios, sino que le pertenece continuamente, y ha de ser atribuido a él.


El Evangelio de Jesús lo recibimos de gracia por lo tanto, así debe ser predicado para estar disponible, revelado a todos los que abren sus oidos, su mente y su corazón, excepto a aquellos que se niegan a creer. Satanás es el "dios de este siglo"  su trabajo es engañar y aquellos que no creen serán cegados por él. El atractivo del dinero, el poder y el placer ciegan a la gente para poder ver la luz del evangelio. Todos aquellos que rechazan a Cristo, prefiriendo una vida mundana, convierten a Satanás en su dios. El es, en efecto, “el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia”  igual que  los que se pierden.   Cuando están cubiertos los ojos del malhechor, no está lejana su ejecución. Los incrédulos que perecen no sólo son velados, sino cegados.
 Quien desea ver la gloria de Dios, la puede ver  en la faz de Jesucristo. Cristo es  la imagen de Dios, en la cual  misma imagen  nosotros, mirándola en el espejo del evangelio, somos cambiados por el Espíritu; pero esta imagen no es visible a los que son cegados por Satanás.   

Estudiar la vida de los hombres de la Reforma, para hacer un resumen de su biografía en la página web de la Iglesia Evangélica Bonhome, me ha permitido comprender mejor la misericordia de Dios. Porque los mejores hombres llamados desmayarían si no recibieran misericordia de Dios. Podemos confiar nosotros también en esa misericordia que nos ha socorrido sacándonos y llevándonos adelante, hasta ahora, para que nos ayude hasta el fin.   

 Cristo por su evangelio hace una revelación gloriosa a la mente de los hombres, pero el designio del diablo es mantener a los hombres en la ignorancia; cuando no puede mantener fuera del mundo la luz del evangelio de Cristo, no se ahorra esfuerzos para mantener a los hombres fuera del evangelio o ponerlos en contra.
El rechazo del evangelio debido a la ceguera voluntaria y a la maldad del corazón humano son costra dura de limpiar porque se esconde en lo más profundo del alma, donde sólo la Palabra de Dios guiada por el Espíritu puede llegar y sacar a la luz, para su destrucción.

El yo no era el tema ni el fin de la predicación de los apóstoles; ellos predicaban a Cristo como Jesús, el Salvador y Libertador, que salva hasta lo sumo a todos los que vayan a Dios por su mediación.  
Es agradable contemplar el sol en el firmamento, pero es más agradable y provechoso que el evangelio brille en el corazón. Como la luz fue al principio de la primera creación, así, también, en la nueva creación, la luz del Espíritu es su primera obra en el alma.  
 Los apóstoles sufrieron enormemente, pero hallaron un sustento maravilloso. Los creyentes podemos ser abandonados por los amigos y ser perseguidos por los enemigos, pero Dios nunca nos dejará ni nos desamparará. Puede que haya temores internos y luchas externas, pero no somos destruidos.  

 La gracia de la fe es un remedio eficaz contra el desaliento en tiempos de prueba.  La esperanza de esta resurrección animará en el día de sufrimiento y nos pondrá por encima del temor a la muerte. Todos los sufrimientos son para el provecho de la Iglesia y para la gloria de Dios. Los sufrimientos de los nacidos en Cristo, y su predicación y conversación, son para el bien de la Iglesia y para la gloria de Dios. La perspectiva de la vida y la dicha eternas son nuestra fortaleza y consuelo. Lo que el sentido natural está dispuesto a considerar como pesado y largo, como doloroso y tedioso, la fe lo percibe leve y corto y sólo momentáneo. El peso de todas las aflicciones temporales es leve en sí, mientras la gloria venidera es una sustancia de peso y duración más allá de toda descripción; va más allá de lo que mi mente pueda lograr entender.   La fe en Cristo nos capacita para efectuar el recto juicio de las cosas. Hay cosas invisibles y cosas que se ven, y entre ellas hay esta vasta diferencia: las cosas invisibles son eternas, las cosas visibles son temporales o sólo pasajeras. Entonces, no miremos las cosas que se ven; dejemos de buscar las ventajas mundanales o de temer los trastornos presentes. Seamos y pongamos diligencia en nuestra fidelidad a la Palabra de Dios en la Biblia, para en nuestra futura felicidad recibir el galardón.


     Recordemos que aunque podamos estar al final de nuestra soga, nunca estaremos al final de la esperanza. Nuestros cuerpos perecederos están sujetos al pecado y al sufrimiento pero Dios nunca nos abandona. Como Cristo obtuvo la victoria sobre la muerte, tenemos vida eterna. Todos nuestros riesgos, humillaciones y pruebas son oportunidades para demostrar el poder y la presencia de Cristo en y a través de nosotros.

  Cuando enfrentamos dificultades, es más fácil enfocar el dolor antes que la meta final. Así como los atletas se concentran, pensando en la línea de llegada, y pasan por alto su incomodidad, nosotros también debemos concentrarnos en la recompensa a nuestra fe y en el gozo que permanece para siempre. No importa qué nos suceda en esta vida, tenemos la seguridad de la vida eterna en la que todo sufrimiento terminará y las tristezas y el gemido huirán.

  Es fácil desmayar. Todos enfrentamos problemas, en nuestras relaciones o en el trabajo, que nos inducen a pensar en echar a un lado las herramientas y abandonarlo todo. Antes que rendirse cuando la persecución arreciaba, Pablo se concentró en experimentar la fortaleza interior proveniente del Espíritu Santo. No permitamos que la fatiga, el dolor o la crítica nos motiven a abandonar la tarea. Renovemos nuestro compromiso diario de servir a Cristo. No renunciemos a su recompensa eterna por causa de la intensidad del dolor actual. Nuestra debilidad permite que el poder de la resurrección de Cristo nos fortalezca momento a momento.
Nuestros problemas no debieran desanimarnos o disminuir nuestra fe. En cambio, debemos entender que hay un propósito en nuestro sufrimiento. Los problemas y las limitaciones humanas tienen varios beneficios:   nos recuerdan los sufrimientos de Cristo por nosotros;  nos alejan del orgullo;   nos ayudan a mirar más allá de esta corta vida;   prueban nuestra fe a otros; y   le dan la oportunidad a Dios para demostrar su gran poder. ¡Veamos nuestros problemas como oportunidades!
Nuestra esperanza suprema cuando experimentamos terrible enfermedad, persecución o dolor es descubrir que esta vida no es todo lo que hay, ¡hay una vida después de la muerte! Saber que viviremos por siempre con Dios en un lugar sin pecado y sufrimiento puede ayudarnos a vivir sobre el dolor que enfrentamos en esta vida.  El mismo es nuestra Luz y Sol, como también Creador de la luz. El mundo físico responde al mundo espiritual .Cristo es la manifestación de la gloria de Dios, como su imagen. La única manifestación verdadera y completa del resplandor y gloria de Dios es “en la faz de Jesucristo”   
   

    La “muerte” de Cristo manifestada en el continuo  desgaste de nuestro hombre exterior, obra peculiarmente en nosotros, y es el medio de obrar la  vida  espiritual en nosotros. La vida a la cual damos testimonio en nuestro continuo morir corporal, se extiende más allá de nosotros mismos, y es traída a nosotros por nuestro morir.
   Conforme a lo que está escrito, creí, y por lo tanto hablé para serle fiel.