Mateo 5:21-22 Oísteis que fue dicho a los antiguos:
No matarás; y cualquiera que matare, será culpado del juicio.
Mas yo os digo, que
cualquiera que se enojare descontroladamente con su hermano, será culpado del
juicio; y cualquiera que dijere a su hermano: Raca, será culpado del concejo; y
cualquiera que dijere: Fatuo, será culpado del quemadero del fuego.
(La Biblia Casiodoro de Reina 1569)
En
este texto enseña Jesús que no basta con no matar. También es "culpable de
juicio" el que se enoja contra su hermano y usa lenguaje abusivo.
Jesús
se refiere a lo que sus discípulos habían oído de sus maestros, la enseñanza
general que habían recibido, mayormente la de "los escribas y
fariseos". Entonces les hace ver en forma exacta y clara el significado
verdadero y amplio de los mandamientos de Dios. Los escribas y fariseos
enfatizaban los actos externos. No tomaban en cuenta el propósito del acto. No
se preocupaban por la condición del corazón. No enseñaban las
"bienaventuranzas". La doctrina de los escribas y fariseos, la que
los discípulos de Jesús habían oído hasta esa fecha, no les inculcaba la
necesidad de ser "pobres en espíritu", de "llorar" por los
pecados, de ser "mansos", de tener "hambre y sed de
justicia", de ser "misericordiosos", de tener "limpio
corazón", de ser "pacificadores", ni mucho menos de sufrir
"por causa de la justicia". Por lo tanto, ellos veían en el sexto
mandamiento solamente la prohibición, "no matarás", sin tomar en
cuenta los motivos de matar. El matar es condenable y el que matare será
juzgado. "El juicio" en este texto se refiere al "juicio"
de los judíos. Se refiere al tribunal local, la corte que se estableció en cada
pueblo. (Deuteronomio_16:18). Jesús habla con
voz de autoridad. "Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se
admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no
como los escribas" (Mateo_7:28-29). Los escribas nunca daban enseñanza original.
Citaban a Moisés, cuando les convenía, al Talmud (sus leyes tradicionales), al
rabí Hillel, al rabí Shammai, o a otro de los rabinos. Pero Jesús dice,
"pero yo os digo". La gente nunca había escuchado a tal maestro. Se
admiraban de su enseñanza. No solamente será culpable de juicio el homicida,
sino también el que se enoje contra su hermano. ¿Qué decía la ley? Aun bajo la ley de Moisés, Dios no prohibió
solamente el matar, sino también condenó el odio, la venganza personal, y el
guardar rencor en el corazón (Levítico_19:17-18).
Cuando Dios dio el sexto mandamiento ("no matarás"), no quería decir
que el pueblo podía tener malicia en sus corazones y odiar el uno al otro con
tal que no mataran. El matar es causado por el enojo, el odio, el lenguaje
abusivo y el deseo de tomar venganza. Jesús se refiere a la instrucción dada
por los escribas. De sus labios se percibe la palabra de Dios y su explicación.
Los discípulos han oído todo lo que Dios mandó, pero sólo poquísimos podían
leer. Han aceptado con ánimo creyente lo que Dios antiguamente habló a sus
antepasados. Los antepasados, la generación de la salida de Egipto y de la
peregrinación por el desierto son los antiguos, a quienes Dios se reveló.
Permaneciendo con santo temor al pie del monte Sinaí, percibieron de labios de
Moisés su mandamiento. Esta palabra permanece viva en la historia, se
retransmite de generación en generación hasta los días de Jesús, que también la
ha escuchado y aprendido en la sinagoga. Una de las frases lapidarias de los
diez mandamientos es la siguiente: No matarás. Toda vida viene de Dios y es
santa. Al hombre, Dios sólo le había permitido expresamente matar los animales,
y así había autorizado nutrirse con carne.
La vida humana permaneció como posesión
intangible de la divinidad. «Derramada será la sangre de cualquiera que derrame
sangre humana: porque a imagen de Dios fue creado el hombre» (Génesis_9:6). La sangre derramada del hombre clama al
cielo pidiendo reparación, como la sangre de Abel que ha empapado la tierra (Génesis_4:10). El mismo Dios tiene que vengar esta
sangre, y cuando el hombre la venga, es por encargo de Dios. Una vida humana
sólo puede ser contrapesada con otra vida humana. Nunca está permitido a nadie
matar a un ser humano por codicia, venganza, por descuido o enemistad o tal vez
por frío cálculo. Pero si se perpetra el homicidio, entonces se conmueven los
fundamentos de la sociedad humana...
Jesús profundiza el tema, y explica el
verdadero y profundo propósito de Dios al dar el sexto mandamiento. Nos habla
del corazón: "bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a
Dios" (Mateo_5:8). Dios no quiere solamente la limpieza en los
actos externos, sino también limpieza de corazón.
Algunos matan mientras que otros solamente quieren
matar (o golpear). ¿Usted nunca mató a nadie? ¿Nunca ha querido matar (o
por lo menos golpear) a otro? 1Juan_3:15,
"todo aquel que aborrece.. es homicida". Por lo tanto, también el que aborrece a su
hermano es "culpable de juicio". El que así procede, comparecerá ante
el tribunal y será juzgado según el principio expresado en la alianza de Noé (Génesis_9:6). Desde el tiempo de Moisés este principio
está en vigor con una formulación todavía más jurídica: «Quien hiriere a un
hombre y lo matare, muera irremisiblemente. Quien hiriere a un animal,
restituirá otro equivalente, a saber, animal por animal. Quien lesionare la
persona de cualquiera de sus conciudadanos, se hará con él según hizo. Rotura
por rotura, ojo por ojo, diente por diente ha de pagar: cual fuere el daño
causado, tal será forzado a sufrir» (Levítico24; 17-20).
La represalia de la injusticia se debe mantener estrictamente dentro de los
límites del mandamiento de Dios, no debe infringir estos límites con un
desenfrenado deseo de venganza. Es seguro y también lo fue siempre en la
aplicación que el homicidio (deliberado) se castiga con la pena de muerte. Esta
manera de pensar (vida por vida, ojo por ojo) estaba profundamente grabada no
sólo en los israelitas, sino en todo oriente. Una cosa implica necesariamente
la otra. El homicida queda a merced de la sentencia del juicio y de la pena de
muerte, a la que se le condena en el nombre de Dios, el Señor de la vida. En el
juicio humano tiene lugar el juicio de Dios.
Jesús no condena el enojo sano. A esta
manera de pensar Dios contrapone algo nuevo. Se anuncia solemnemente con la
fórmula, que suena como si la pronunciara un legislador: Pero yo os digo. A los
antiguos Dios les dijo entonces las palabras precedentes. Ahora Jesús dice de
una forma nueva lo que Dios quiere. Ya no está en vigor la unidad insoluble, la
balanza continuamente equilibrada: la muerte se castiga con pena de muerte.
Ahora se dice: el sentimiento del corazón ya hace que se esté a punto para
comparecer ante el tribunal humano, en el que se hace patente el tribunal de
Dios. Los platillos de la balanza parecen desequilibrarse, ningún hombre puede
concebir, a primera vista, cómo puede decirse: Todo el que se enoje contra su
hermano, comparecerá ante el tribunal. Eso sólo puede ocurrir, si la ira en el
corazón pesa tanto como el homicidio. ¿No hay algo que coincida con nuestra
experiencia? El que lleva la ira en el corazón, querría toda clase de
desgracias a otra persona, desea no tener nada que ver con ella, que ella ya no
exista para él. ¿No es esta ira como un asesinato espiritual, un sentimiento
que aborrece a otra persona, la envilece y rechaza? «Quien odia a su hermano es
homicida...» (1Juan 3; 15). En seguida nos damos
cuenta de cómo en este ejemplo debe haberse conseguido la «justicia que supera
la de los escribas y fariseos». El discípulo de Jesús ante la ira que brota en
el corazón, debe tener tanto temor como ante el homicidio. La norma se ha
cambiado y exige algo interior y mucho más excelso.
Es posible enojarse sin pecar:
El enojo contra el pecado no se condena.
Varios
textos hablan de la ira de Dios (Mateo_3:7; Juan_3:36; Romanos_1:18).
Todas las cosas que provocan a Dios a ira también deben provocarnos a ira a
nosotros. No debemos ser indiferentes hacia el pecado y error.
La ira de Jesús, Marcos_3:5.
La
ira de Moisés, Éxodo 32:19.
El enojo sano busca solamente el bien de
otros. Nos mueve a enseñar, a exhortar, a amonestar y aun a reprender, pero
siempre con el propósito de corregir el mal y de efectuar el bien de otros
(sobre todo su salvación).
Efesios_4:26-27, "airaos,
pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al
diablo". El enojo debe ser controlado y de poca duración. Si no se acaba
pronto, llega a ser malicia. Cualquier enojo es peligroso. Puede y debe servir
para un propósito sano. Es una emoción fuerte que nos mueve a tomar cierta
acción, buena o mala.
El
enojo no controlado es pecado.
Después de hablar del "enojo", Jesús describe la clase de enojo que
se condena. Es el enojo carnal, una actitud de malicia y odio que se expresa en
lenguaje abusivo, palabras insultantes y de reproche y de desprecio. Tal enojo
quiere injuriar a otros. Tal enojo es una causa principal del homicidio, y si
no se elimina pronto, puede destruir el alma en el infierno.
El
enojo carnal está condenado.
Algunos pecados asociados con el enojo carnal son "enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones", Gálatas_5:19-21.
Dice Efesios_4:31, "quítense de vosotros
toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia". "y
cualquiera que diga: necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego". El
"concilio" era la corte suprema de los judíos (el sanedrín)
Los
dos ejemplos siguen desarrollando el mismo principio sin cambiar su esencia y
sin que haya que concebirlo como una triple gradación. Se trata de lo mismo,
con la diferencia de que se aplica el principio a otros dos casos de la ira: Y
el que diga a su hermano «estúpido»... El que tal dice, no solamente tiene la
ira oculta en el corazón, sino que la patentiza en la injuria. El discípulo
también se ha de precaver de proferir esta palabra. Es arriesgado. No se quiere
decir ni nunca ha sucedido que una tal persona haya sido llevada ante el
sanedrín y haya sido condenado por él. Lo que debe decirse es lo mismo que en
el primer ejemplo: la ira hace que ya se esté a punto para el tribunal. Lo
mismo puede decirse del tercer ejemplo, que nombra otra injuria: loco. La
primera injuria es difícil distinguirla de la segunda, en cualquier caso no se
distingue tanto que se pueda entender tan gran diferencia en el castigo. El que
injuria a su hermano con ira y le degrada, jurídicamente es como un asesino
ante el tribunal, pero por causa de su culpa ante Dios, por su pecado es como
quien está a punto para la gehenna. Regularmente se habla del hermano. ¿Quién
es este hermano? Los israelitas se daban entre sí este nombre honorífico. Era
un título para el que pertenecía al pueblo de la alianza. Hermano es el hombre
de la misma procedencia, de la misma sangre y de la misma fe. A este hombre
también se refiere Jesús en primer lugar. Más tarde la Iglesia, cuando se
aplicó a sí misma estas palabras de Jesús, tuvo que entender con el vocablo
«hermano» al compañero en la fe. Ya no valen las diferencias entre paganos y
judíos, libres y esclavos, sino que todos, los nacidos de nuevo, somos hermanos
en Cristo. Esta ley va dirigida a los compañeros en la fe y en el combate, y a los
coherederos de Jesucristo. Tiene que vivir en la fraternidad, en la comunidad
cristiana. En ellas deben estar prohibidas y se han de temer la aversión, la
ira y el odio. ¡Cuán cuidadosa y exactamente tendría que estar formada la
conciencia! ¡Qué sensación tan terrible debería causar el quebrantamiento de
este mandato de Jesús en la comunidad! ¡Cuán fuerte tendría que ser en nosotros
el impulso de estrangular ya en el primer brote todo el mal contra el hermano!
Palabras
insultantes. "necio, RAKA, era una palabra de
sumo menosprecio, significando vacío". "Cada edad y cada país tienen
sus modos de expresar tales cosas; sin duda el Señor hizo uso de la fraseología
corriente en sus días". Se emplean tales palabras como "necio",
"fatuo", "estúpido", "tonto", "idiota",
etc. para insultar y despreciar a otra persona. La fuerza de algún apodo o
epíteto depende de cómo suena a los oídos de la persona insultada. Si hay odio
y enojo en el tono de voz del que habla, tales insultos hieren y lastiman aún
más.
¿Cuál
es la relación entre matar, enojarse, e insultar? ¿Por qué conecta Jesús
el enojarse y el usar lenguaje ofensivo con el matar? Porque muchas veces el enojado quiere matar
o perjudicar al objeto de su ira, y conocerá cuáles armas serán más eficaces
para lograr su propósito. Dice Cristo
que los culpables de enojarse y de usar lenguaje insultante quedarán expuestos
al juicio más severo (el infierno) al igual que los homicidas. ¿Por qué? 1Juan_3:15,
porque "todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que
ningún homicida tiene vida eterna permanente en Él".
La
palabra GEENNA (infierno) corresponde a la palabra hebrea que significa
"valle de Hinom", un valle hondo y angosto cerca de Jerusalén que era
el sitio donde algunos israelitas ofrecieron a sus propios hijos al dios Moloc
(1Reyes_23:10).
Como
los maestros judíos daban énfasis al sexto mandamiento de no matar, Jesús da
énfasis al enojo y al lenguaje abusivo que son causas comunes del homicidio. Estos
versículos sirven como ilustración de la necesidad de tener corazón limpio, y
también son otro ejemplo de la justicia que es mayor que la de los escribas y
fariseos.
Verdaderamente
el Sermón del Monte describe la "puerta estrecha" y el "camino
angosto" (Mateo_7:13-14).
Recordemos
que "cualquiera que me oye estas palabras, y las hace" es hombre
prudente (sabio) y el que las oye pero no las hace es insensato (Mateo_7:24-27).
¡Maranatha!
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