} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL SERMÓN DEL MONTE 12

jueves, 2 de febrero de 2017

EL SERMÓN DEL MONTE 12

  

Mateo 5:21-22  Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare, será culpado del juicio.
  Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare descontroladamente con su hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere a su hermano: Raca, será culpado del concejo; y cualquiera que dijere: Fatuo, será culpado del quemadero del fuego.
(La Biblia Casiodoro de Reina 1569)



En este texto enseña Jesús que no basta con no matar. También es "culpable de juicio" el que se enoja contra su hermano y usa lenguaje abusivo.
Jesús se refiere a lo que sus discípulos habían oído de sus maestros, la enseñanza general que habían recibido, mayormente la de "los escribas y fariseos". Entonces les hace ver en forma exacta y clara el significado verdadero y amplio de los mandamientos de Dios. Los escribas y fariseos enfatizaban los actos externos. No tomaban en cuenta el propósito del acto. No se preocupaban por la condición del corazón. No enseñaban las "bienaventuranzas". La doctrina de los escribas y fariseos, la que los discípulos de Jesús habían oído hasta esa fecha, no les inculcaba la necesidad de ser "pobres en espíritu", de "llorar" por los pecados, de ser "mansos", de tener "hambre y sed de justicia", de ser "misericordiosos", de tener "limpio corazón", de ser "pacificadores", ni mucho menos de sufrir "por causa de la justicia". Por lo tanto, ellos veían en el sexto mandamiento solamente la prohibición, "no matarás", sin tomar en cuenta los motivos de matar. El matar es condenable y el que matare será juzgado. "El juicio" en este texto se refiere al "juicio" de los judíos. Se refiere al tribunal local, la corte que se estableció en cada pueblo. (Deuteronomio_16:18). Jesús habla con voz de autoridad. "Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas" (Mateo_7:28-29).  Los escribas nunca daban enseñanza original. Citaban a Moisés, cuando les convenía, al Talmud (sus leyes tradicionales), al rabí Hillel, al rabí Shammai, o a otro de los rabinos. Pero Jesús dice, "pero yo os digo". La gente nunca había escuchado a tal maestro. Se admiraban de su enseñanza. No solamente será culpable de juicio el homicida, sino también el que se enoje contra su hermano. ¿Qué decía la ley?  Aun bajo la ley de Moisés, Dios no prohibió solamente el matar, sino también condenó el odio, la venganza personal, y el guardar rencor en el corazón (Levítico_19:17-18). Cuando Dios dio el sexto mandamiento ("no matarás"), no quería decir que el pueblo podía tener malicia en sus corazones y odiar el uno al otro con tal que no mataran. El matar es causado por el enojo, el odio, el lenguaje abusivo y el deseo de tomar venganza. Jesús se refiere a la instrucción dada por los escribas. De sus labios se percibe la palabra de Dios y su explicación. Los discípulos han oído todo lo que Dios mandó, pero sólo poquísimos podían leer. Han aceptado con ánimo creyente lo que Dios antiguamente habló a sus antepasados. Los antepasados, la generación de la salida de Egipto y de la peregrinación por el desierto son los antiguos, a quienes Dios se reveló. Permaneciendo con santo temor al pie del monte Sinaí, percibieron de labios de Moisés su mandamiento. Esta palabra permanece viva en la historia, se retransmite de generación en generación hasta los días de Jesús, que también la ha escuchado y aprendido en la sinagoga. Una de las frases lapidarias de los diez mandamientos es la siguiente: No matarás. Toda vida viene de Dios y es santa. Al hombre, Dios sólo le había permitido expresamente matar los animales, y así había autorizado nutrirse con carne.

 La vida humana permaneció como posesión intangible de la divinidad. «Derramada será la sangre de cualquiera que derrame sangre humana: porque a imagen de Dios fue creado el hombre» (Génesis_9:6). La sangre derramada del hombre clama al cielo pidiendo reparación, como la sangre de Abel que ha empapado la tierra (Génesis_4:10). El mismo Dios tiene que vengar esta sangre, y cuando el hombre la venga, es por encargo de Dios. Una vida humana sólo puede ser contrapesada con otra vida humana. Nunca está permitido a nadie matar a un ser humano por codicia, venganza, por descuido o enemistad o tal vez por frío cálculo. Pero si se perpetra el homicidio, entonces se conmueven los fundamentos de la sociedad humana...

   Jesús profundiza el tema, y explica el verdadero y profundo propósito de Dios al dar el sexto mandamiento. Nos habla del corazón: "bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo_5:8).  Dios no quiere solamente la limpieza en los actos externos, sino también limpieza de corazón.
  Algunos matan mientras que otros solamente quieren matar (o golpear). ¿Usted nunca mató a nadie? ¿Nunca ha querido matar (o por lo menos golpear) a otro? 1Juan_3:15, "todo aquel que aborrece.. es homicida".  Por lo tanto, también el que aborrece a su hermano es "culpable de juicio". El que así procede, comparecerá ante el tribunal y será juzgado según el principio expresado en la alianza de Noé (Génesis_9:6). Desde el tiempo de Moisés este principio está en vigor con una formulación todavía más jurídica: «Quien hiriere a un hombre y lo matare, muera irremisiblemente. Quien hiriere a un animal, restituirá otro equivalente, a saber, animal por animal. Quien lesionare la persona de cualquiera de sus conciudadanos, se hará con él según hizo. Rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente ha de pagar: cual fuere el daño causado, tal será forzado a sufrir» (Levítico24; 17-20). La represalia de la injusticia se debe mantener estrictamente dentro de los límites del mandamiento de Dios, no debe infringir estos límites con un desenfrenado deseo de venganza. Es seguro y también lo fue siempre en la aplicación que el homicidio (deliberado) se castiga con la pena de muerte. Esta manera de pensar (vida por vida, ojo por ojo) estaba profundamente grabada no sólo en los israelitas, sino en todo oriente. Una cosa implica necesariamente la otra. El homicida queda a merced de la sentencia del juicio y de la pena de muerte, a la que se le condena en el nombre de Dios, el Señor de la vida. En el juicio humano tiene lugar el juicio de Dios.

  Jesús no condena el enojo sano. A esta manera de pensar Dios contrapone algo nuevo. Se anuncia solemnemente con la fórmula, que suena como si la pronunciara un legislador: Pero yo os digo. A los antiguos Dios les dijo entonces las palabras precedentes. Ahora Jesús dice de una forma nueva lo que Dios quiere. Ya no está en vigor la unidad insoluble, la balanza continuamente equilibrada: la muerte se castiga con pena de muerte. Ahora se dice: el sentimiento del corazón ya hace que se esté a punto para comparecer ante el tribunal humano, en el que se hace patente el tribunal de Dios. Los platillos de la balanza parecen desequilibrarse, ningún hombre puede concebir, a primera vista, cómo puede decirse: Todo el que se enoje contra su hermano, comparecerá ante el tribunal. Eso sólo puede ocurrir, si la ira en el corazón pesa tanto como el homicidio. ¿No hay algo que coincida con nuestra experiencia? El que lleva la ira en el corazón, querría toda clase de desgracias a otra persona, desea no tener nada que ver con ella, que ella ya no exista para él. ¿No es esta ira como un asesinato espiritual, un sentimiento que aborrece a otra persona, la envilece y rechaza? «Quien odia a su hermano es homicida...» (1Juan 3; 15). En seguida nos damos cuenta de cómo en este ejemplo debe haberse conseguido la «justicia que supera la de los escribas y fariseos». El discípulo de Jesús ante la ira que brota en el corazón, debe tener tanto temor como ante el homicidio. La norma se ha cambiado y exige algo interior y mucho más excelso.
 Es posible enojarse sin pecar:
 El enojo contra el pecado no se condena.
Varios textos hablan de la ira de Dios (Mateo_3:7; Juan_3:36; Romanos_1:18). Todas las cosas que provocan a Dios a ira también deben provocarnos a ira a nosotros. No debemos ser indiferentes hacia el pecado y error.
 La ira de Jesús, Marcos_3:5.
La ira de Moisés, Éxodo 32:19.
 El enojo sano busca solamente el bien de otros. Nos mueve a enseñar, a exhortar, a amonestar y aun a reprender, pero siempre con el propósito de corregir el mal y de efectuar el bien de otros (sobre todo su salvación).
Efesios_4:26-27, "airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo". El enojo debe ser controlado y de poca duración. Si no se acaba pronto, llega a ser malicia. Cualquier enojo es peligroso. Puede y debe servir para un propósito sano. Es una emoción fuerte que nos mueve a tomar cierta acción, buena o mala.

El enojo no controlado es pecado. Después de hablar del "enojo", Jesús describe la clase de enojo que se condena. Es el enojo carnal, una actitud de malicia y odio que se expresa en lenguaje abusivo, palabras insultantes y de reproche y de desprecio. Tal enojo quiere injuriar a otros. Tal enojo es una causa principal del homicidio, y si no se elimina pronto, puede destruir el alma en el infierno.

El enojo carnal está condenado. Algunos pecados asociados con el enojo carnal son "enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones", Gálatas_5:19-21. Dice Efesios_4:31, "quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia". "y cualquiera que diga: necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego". El "concilio" era la corte suprema de los judíos (el sanedrín)
Los dos ejemplos siguen desarrollando el mismo principio sin cambiar su esencia y sin que haya que concebirlo como una triple gradación. Se trata de lo mismo, con la diferencia de que se aplica el principio a otros dos casos de la ira: Y el que diga a su hermano «estúpido»... El que tal dice, no solamente tiene la ira oculta en el corazón, sino que la patentiza en la injuria. El discípulo también se ha de precaver de proferir esta palabra. Es arriesgado. No se quiere decir ni nunca ha sucedido que una tal persona haya sido llevada ante el sanedrín y haya sido condenado por él. Lo que debe decirse es lo mismo que en el primer ejemplo: la ira hace que ya se esté a punto para el tribunal. Lo mismo puede decirse del tercer ejemplo, que nombra otra injuria: loco. La primera injuria es difícil distinguirla de la segunda, en cualquier caso no se distingue tanto que se pueda entender tan gran diferencia en el castigo. El que injuria a su hermano con ira y le degrada, jurídicamente es como un asesino ante el tribunal, pero por causa de su culpa ante Dios, por su pecado es como quien está a punto para la gehenna. Regularmente se habla del hermano. ¿Quién es este hermano? Los israelitas se daban entre sí este nombre honorífico. Era un título para el que pertenecía al pueblo de la alianza. Hermano es el hombre de la misma procedencia, de la misma sangre y de la misma fe. A este hombre también se refiere Jesús en primer lugar. Más tarde la Iglesia, cuando se aplicó a sí misma estas palabras de Jesús, tuvo que entender con el vocablo «hermano» al compañero en la fe. Ya no valen las diferencias entre paganos y judíos, libres y esclavos, sino que todos, los nacidos de nuevo, somos hermanos en Cristo. Esta ley va dirigida a los compañeros en la fe y en el combate, y a los coherederos de Jesucristo. Tiene que vivir en la fraternidad, en la comunidad cristiana. En ellas deben estar prohibidas y se han de temer la aversión, la ira y el odio. ¡Cuán cuidadosa y exactamente tendría que estar formada la conciencia! ¡Qué sensación tan terrible debería causar el quebrantamiento de este mandato de Jesús en la comunidad! ¡Cuán fuerte tendría que ser en nosotros el impulso de estrangular ya en el primer brote todo el mal contra el hermano!
Palabras insultantes.   "necio, RAKA, era una palabra de sumo menosprecio, significando vacío". "Cada edad y cada país tienen sus modos de expresar tales cosas; sin duda el Señor hizo uso de la fraseología corriente en sus días". Se emplean tales palabras como "necio", "fatuo", "estúpido", "tonto", "idiota", etc. para insultar y despreciar a otra persona. La fuerza de algún apodo o epíteto depende de cómo suena a los oídos de la persona insultada. Si hay odio y enojo en el tono de voz del que habla, tales insultos hieren y lastiman aún más.
¿Cuál es la relación entre matar, enojarse, e insultar? ¿Por qué conecta Jesús el enojarse y el usar lenguaje ofensivo con el matar?  Porque muchas veces el enojado quiere matar o perjudicar al objeto de su ira, y conocerá cuáles armas serán más eficaces para lograr su propósito.  Dice Cristo que los culpables de enojarse y de usar lenguaje insultante quedarán expuestos al juicio más severo (el infierno) al igual que los homicidas.  ¿Por qué? 1Juan_3:15, porque "todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en Él".

La palabra GEENNA (infierno) corresponde a la palabra hebrea que significa "valle de Hinom", un valle hondo y angosto cerca de Jerusalén que era el sitio donde algunos israelitas ofrecieron a sus propios hijos al dios Moloc (1Reyes_23:10).

Como los maestros judíos daban énfasis al sexto mandamiento de no matar, Jesús da énfasis al enojo y al lenguaje abusivo que son causas comunes del homicidio. Estos versículos sirven como ilustración de la necesidad de tener corazón limpio, y también son otro ejemplo de la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos.
Verdaderamente el Sermón del Monte describe la "puerta estrecha" y el "camino angosto" (Mateo_7:13-14).
Recordemos que "cualquiera que me oye estas palabras, y las hace" es hombre prudente (sabio) y el que las oye pero no las hace es insensato (Mateo_7:24-27).

¡Maranatha!


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