Mat 5:23- 26
Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares
de que tu hermano tiene algo contra ti,
deja allí tu presente delante del altar, y
ve, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu
presente.
Concíliate con tu adversario presto, entre
tanto que estás con él en el camino; para que no acontezca que el adversario te
entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión.
De cierto te digo, que no saldrás de allí,
hasta que pagues el último cuadrante.
(La Biblia Casiodoro de Reina
1569)
El propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es
para reconciliarnos con El. Sería absurdo, pues, presentar ofrenda a Dios antes
de arrepentirnos y corregir el mal que nos apartó de Dios.
Los profetas dijeron repetidas veces que los sacrificios y ofrendas no eran aceptables
sin la santificación. Amos_5:21-22, "no los recibiré". Miqueas_6:6-8, ofrendas sin justicia no eran
aceptables. Salmo_40:6-8, no quería sacrificio,
sino que hicieran su voluntad. Salmo_51:17, Dios
quiere corazón contrito. La enseñanza de Mateo_5:23-24 es
semejante a lo que decían los profetas. Juan el bautista dijo, "Haced,
pues, frutos dignos de arrepentimiento" (Mateo_3:8).
Jesús pinta la imagen del oferente que trae su ofrenda al altar para
esperar la llegada del sacerdote, pero al meditar se acuerda que no ha buscado
la reconciliación con su hermano.
Y allí te acordares de que tu hermano tiene algo
contra ti.
Jesús pinta la imagen del
oferente que trae su ofrenda al altar para esperar la llegada del sacerdote,
pero al meditar se acuerda que no ha buscado la reconciliación con su hermano. El
contexto indica que probablemente que se haya enojado contra su hermano y que
lo haya despreciado con palabras abusivas. Dios no acepta la adoración de la
persona que tiene malicia, celos, amargura, etc. en el corazón. Por lo
tanto, primero debe reconciliarse con su hermano y luego ofrecer su ofrenda a
Dios. Debemos reconocer las faltas, pedir disculpas al hermano ofendido, y
entonces ofrecer culto a Dios.
Por lo tanto, Jesús dice, "Deja allí tu ofrenda delante del
altar". Antes de ofrecer su culto a Dios, hay otro asunto que requiere
atención. ¿No es el culto a Dios lo primero y lo principal? Sí, pero algo tiene
que precederlo, es decir, la reconciliación con el hermano.
Nuestra relación con Dios
depende de nuestra relación con los hermanos.
1 Juan_4:20, "Si alguno dice, Yo
amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su
hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" Entre
los hermanos no debe haber nada que separe, ninguna aversión ni discordia. De
no ser así, los hermanos no son aptos para servir dignamente a Dios. El ejemplo
de la ofrenda en el templo explica el mandamiento de Jesús: si entre los
hermanos hay desunión, también se ha roto el lazo entre ellos y Dios. Jesús
nada dice contra la presentación de sacrificios, que estaba prescrita y
naturalmente era ejercitada según lo que disponía la ley. Jesús no es un
celador contra las formas de culto y los ritos litúrgicos. En la presentación
de ofrendas, de las públicas para todo el pueblo y de las privadas para la
salvación del individuo, puede hacerse ostensible la auténtica adoración de Dios.
Pero esta manifestación está enlazada con una indispensable condición: el
sentimiento de la adoración de Dios sólo es auténtico, cuando viene de la paz y
de la unidad entre los hermanos. El ejemplo no nombra el caso en que yo tenga
algo contra otra persona, aversión, un reproche justificado, cuando no el
rencor en el corazón; sino por el contrario, ya basta saber que hay quien tiene
algo contra mí. Entonces debo dar el primer paso para la reconciliación, irme y
restablecer la paz. Este primer paso es tan urgente, que debo dejar y deponer
mi ofrenda, el animal escogido o los frutos de la cosecha ante el altar, no
obstante la detención y retraso en el decurso de los sacrificios, a pesar del
ruido y de las habladurías que causará mi partida. Solamente por el conocimiento
alarmante (del que me he dado cuenta repentinamente) de que no vivo en paz con
mi hermano, y que por ello soy indigno. Sólo cuando habré conseguido la
reconciliación, seré apto para ofrecer mi sacrificio. Entonces mi ofrenda
resultará muy agradable a Dios y también logrará la reconciliación con Dios. La
paz entre los hermanos es condición previa para la paz con Dios. Esto es
realmente algo nuevo. El culto divino y la realización de la fraternidad en la
vida cotidiana están estrechamente enlazadas entre sí.
El servicio ante Dios pierde su
valor, si no es sostenido por el amor y la unidad fraternas. Nunca pueden
sustituir esta condición previa los sacrificios que se presentan, por muchos y
por valiosos que sean. Jesús aquí tiene ante su vista los sacrificios que en su
tiempo se ofrecían en el culto del templo. San Marcos nos ha conservado un
ejemplo de la práctica que los escribas declaraban como permitida. Allí el
Señor defiende el mismo principio: Nunca puede ser agradable a Dios un don que
se adquiere a costa de las obligaciones del hijo con sus padres (Marcos_7:9-13; Mateo 15.3-9).
Siempre existe el peligro de cercenar las obligaciones humanas y
morales en nombre de la adoración de Dios. Desde los abusos que los profetas
denunciaban hasta muchas formas de piedad hipócrita en el día de hoy. ¡Cuánto
nos gustaría exonerarnos de una tarea humana pesada mediante la fácil evasión
al terreno exclusivamente religioso, a la oración o a una obra de penitencia!
Desde que Jesús como el sumo sacerdote una vez para siempre ha ofrecido a Dios
un sacrificio muy agradable en el Espíritu Santo, han sido anulados estos
antiguos sacrificios en el culto (Hebreos_9:10.18).
Con todo los cristianos también ofrecen sacrificios, dones espirituales, sus
cuerpos y a sí mismos como dádivas muy agradables en el sumo sacerdote Cristo y
por medio de él. Las palabras de Jesús también pueden aplicarse a estos
sacrificios, sobre todo a su fuente y a su centro, la Cena del Señor. Dios
solamente los acepta por el amor y la paz mutua. ¡Con cuánto cuidado hemos de
pensar en este respecto! La discordia y la desunión incapacitan a la comunidad
para el culto divino. ¡Con cuánto empeño y solicitud hemos de procurar
reconciliarnos para que el culto divino no pierda su sentido y llegue a quedar
vacío!
Y ve, vuelve primero en amistad con tu hermano.
Jesús no dice, "Espera hasta que tu hermano
venga a ti", sino " y ve", de una vez, aun antes de ofrecer
culto a Dios. El que ofende a otro, debe
buscarlo cuanto antes. El culpable debe tomar la iniciativa. Debe encontrar al
hermano ofendido para pedirle perdón. Mateo_18:15, "si tu hermano peca contra ti, ve y
repréndele estando tú y él solos". Es decir, también el ofendido debe
buscar al ofensor. Ve tú. Dice Cristo que el ofensor debe buscar al
ofendido, y el ofendido debe buscar al ofensor. Cristo no dice, "Quéjate y
murmura del hermano con todo el mundo", sino "anda", "ve"
a él en persona, y de manera responsable y madura resuelve el problema. Si los
dos hacen la voluntad de Cristo, se encontrarán en el camino buscando el
uno al otro.
¡Qué cambio positivo habría en
las iglesias de Cristo si los miembros creyeran y practicaran esta enseñanza! La triste verdad es que muchos miembros de la
iglesia prefieren hablar de los errores en lugar de oír esta enseñanza y reconciliarse.
¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios semana tras semana sin recordar
esto? ¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios y ni siquiera quieren saludarse
unos a otros, mucho menos reconciliarse unos con otros? ¿Creemos, quizá, que
Dios hará acepción de personas porque nosotros somos "la iglesia
verdadera"? La triste verdad es que hay muchos que practican esta
enseñanza más que algunos hermanos.
Concíliate con tu adversario presto.
Este caso trata de alguien que debe dinero a
otro. Conviene pagar al acreedor ("adversario"), o hacer algún
arreglo con él, cuanto antes, para evitar más problemas. Tales problemas
siempre crecen si no se busca muy pronto una solución. ¡Crucifíquese el orgullo
egoísta!
Es más fácil solucionar el
problema si se hace pronto. De otro modo, el problema crece. ¿Por qué esperar?
Recuérdese que hasta que se arregle el problema con el hermano, no es
posible adorar a Dios
Al que tiene deudas con otro y no quiere pagar, el acreedor le
arrastra a viva fuerza entre injurias y maldiciones al juez. El juez certifica
la deuda y manda al guardia que lleve al deudor al calabozo. Allí tiene que
estar hasta que haya pagado el último cuadrante de la suma adeudada. Así sucede
también entre los hombres: todos intentan con la ayuda de la ley hallar
justicia, y si es preciso, por la violencia. ¿En qué consiste la advertencia
que Jesús enlaza con esta historia narrada de una forma casi astutamente
humorística? Aprovecha el tiempo para la reconciliación, mientras todavía
tienes esperanzas de lograrla. Vas por el camino con tu adversario en el
proceso, a solas. Allí puedes intentarlo todo para arreglarte con él. Quizás
tengas éxito en tu tentativa, quizás no, si el adversario se mantiene duro e
inflexible. Pero en cualquier caso debes aprovechar el tiempo. Aquí no parece
que se vea la componenda con el adversario como una obligación de la
fraternidad. ¿No es un consejo muy trivial decir que se obre según exige la
prudencia? Lo sería, si la breve historia no tuviera un fondo tan serio.
Aprovecha el tiempo, antes que sea demasiado tarde -estas prisas denotan otro
acontecimiento que se aproxima, y el juez se refiere a otro juez mayor: el
reino y la magistratura de Dios-. Todos vamos por el camino hacia el juicio.
Nos podemos imaginar las consecuencias y casi calcular la hora... La
reconciliación se convierte en una solicitud urgente, mientras todavía hay
tiempo. Luego será tarde. Así pues, no aplacéis el tiempo de la reconciliación,
y poned todo el empeño en vivir mutuamente en paz.
Una y otra vez
confirma la experiencia de la vida que, si una pelea, o desavenencia, o disputa
no se resuelve inmediatamente, puede seguir generando peores y peores
dificultades con el tiempo. La amargura engendra amargura. Ha sucedido a menudo
que una pelea entre dos personas se ha transmitido a sus familias, y la han
heredado generaciones futuras, y ha acabado por dividir una iglesia o una
sociedad en dos.
Si en el mismo
comienzo una de las partes hubiera tenido la gracia de disculparse o admitir su
falta, una situación lamentable no tendría por qué haberse producido. Si alguna
vez estamos desavenidos con otro, debemos arreglar la situación sin pérdida de
tiempo. Puede que esto suponga que se es lo suficientemente humilde para
confesar que nos hemos equivocado y disculparnos; puede que quiera decir que,
aun en el caso de que tengamos razón, tenemos que dar el primer paso para
restablecer la relación. Cuando las relaciones personales se deterioran, en
nueve casos de cada diez una acción inmediata las puede remediar; pero si esa
acción inmediata no tiene lugar, seguirán deteriorándose, y se extenderá la
amargura en círculos cada vez más amplios.
Puede que Jesús
tuviera en mente algo más definitivo que esto. Puede que estuviera diciendo:
«Arreglad las cosas con vuestros semejantes mientras dure vuestra vida; porque
algún día -no sabéis cuando- la vida llegará a su fin, e iréis a presentaros
ante Dios, el Juez final de todos.» El más grande de todos los días judíos era
el Día de la Expiación. Sus sacrificios se creía que expiaban por los pecados
conocidos y no conocidos; pero hasta este día tenía sus limitaciones. El Talmud
establece claramente: " El Día de la Expiación expía las ofensas entre
el hombre y Dios. El Día de la Expiación no expía las ofensas entre el hombre y
su prójimo, a menos que el hombre haya arreglado las cosas con su prójimo.»
Aquí tenemos otra vez un hecho fundamental: Uno no puede estar en paz con Dios
si no lo está con sus semejantes. Una persona debe vivir de tal manera que el
final la encuentre en paz con todo el mundo.
Lo que
Jesús está diciendo es: " Si quieres la felicidad en el tiempo, y la
felicidad en la eternidad, no dejes nunca una desavenencia sin zanjar entre ti
y tu hermano. Actúa inmediatamente para quitar las barreras que la ira haya
levantado.»
¡Maranatha!
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