} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL SERMÓN DEL MONTE 13

sábado, 4 de febrero de 2017

EL SERMÓN DEL MONTE 13


Mat 5:23- 26  Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti,
   deja allí tu presente delante del altar, y ve, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente.
   Concíliate con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el camino; para que no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión.
   De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
(La Biblia Casiodoro de Reina 1569)

El propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es para reconciliarnos con El. Sería absurdo, pues, presentar ofrenda a Dios antes de arrepentirnos y corregir el mal que nos apartó de Dios.
Los profetas dijeron repetidas veces que los sacrificios y ofrendas no eran aceptables sin la santificación.  Amos_5:21-22, "no los recibiré". Miqueas_6:6-8, ofrendas sin justicia no eran aceptables. Salmo_40:6-8, no quería sacrificio, sino que hicieran su voluntad. Salmo_51:17, Dios quiere corazón contrito. La enseñanza de Mateo_5:23-24 es semejante a lo que decían los profetas. Juan el bautista dijo, "Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento" (Mateo_3:8).
Jesús pinta la imagen del oferente que trae su ofrenda al altar para esperar la llegada del sacerdote, pero al meditar se acuerda que no ha buscado la reconciliación con su hermano.

Y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti.

 Jesús pinta la imagen del oferente que trae su ofrenda al altar para esperar la llegada del sacerdote, pero al meditar se acuerda que no ha buscado la reconciliación con su hermano. El contexto indica que probablemente que se haya enojado contra su hermano y que lo haya despreciado con palabras abusivas. Dios no acepta la adoración de la persona que tiene malicia, celos, amargura, etc. en el corazón. Por lo tanto, primero debe reconciliarse con su hermano y luego ofrecer su ofrenda a Dios. Debemos reconocer las faltas, pedir disculpas al hermano ofendido, y entonces ofrecer culto a Dios.
Por lo tanto, Jesús dice, "Deja allí tu ofrenda delante del altar". Antes de ofrecer su culto a Dios, hay otro asunto que requiere atención. ¿No es el culto a Dios lo primero y lo principal? Sí, pero algo tiene que precederlo, es decir, la reconciliación con el hermano.

 Nuestra relación con Dios depende de nuestra relación con los hermanos. 
1 Juan_4:20, "Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" Entre los hermanos no debe haber nada que separe, ninguna aversión ni discordia. De no ser así, los hermanos no son aptos para servir dignamente a Dios. El ejemplo de la ofrenda en el templo explica el mandamiento de Jesús: si entre los hermanos hay desunión, también se ha roto el lazo entre ellos y Dios. Jesús nada dice contra la presentación de sacrificios, que estaba prescrita y naturalmente era ejercitada según lo que disponía la ley. Jesús no es un celador contra las formas de culto y los ritos litúrgicos. En la presentación de ofrendas, de las públicas para todo el pueblo y de las privadas para la salvación del individuo, puede hacerse ostensible la auténtica adoración de Dios. Pero esta manifestación está enlazada con una indispensable condición: el sentimiento de la adoración de Dios sólo es auténtico, cuando viene de la paz y de la unidad entre los hermanos. El ejemplo no nombra el caso en que yo tenga algo contra otra persona, aversión, un reproche justificado, cuando no el rencor en el corazón; sino por el contrario, ya basta saber que hay quien tiene algo contra mí. Entonces debo dar el primer paso para la reconciliación, irme y restablecer la paz. Este primer paso es tan urgente, que debo dejar y deponer mi ofrenda, el animal escogido o los frutos de la cosecha ante el altar, no obstante la detención y retraso en el decurso de los sacrificios, a pesar del ruido y de las habladurías que causará mi partida. Solamente por el conocimiento alarmante (del que me he dado cuenta repentinamente) de que no vivo en paz con mi hermano, y que por ello soy indigno. Sólo cuando habré conseguido la reconciliación, seré apto para ofrecer mi sacrificio. Entonces mi ofrenda resultará muy agradable a Dios y también logrará la reconciliación con Dios. La paz entre los hermanos es condición previa para la paz con Dios. Esto es realmente algo nuevo. El culto divino y la realización de la fraternidad en la vida cotidiana están estrechamente enlazadas entre sí.
 El servicio ante Dios pierde su valor, si no es sostenido por el amor y la unidad fraternas. Nunca pueden sustituir esta condición previa los sacrificios que se presentan, por muchos y por valiosos que sean. Jesús aquí tiene ante su vista los sacrificios que en su tiempo se ofrecían en el culto del templo. San Marcos nos ha conservado un ejemplo de la práctica que los escribas declaraban como permitida. Allí el Señor defiende el mismo principio: Nunca puede ser agradable a Dios un don que se adquiere a costa de las obligaciones del hijo con sus padres (Marcos_7:9-13; Mateo 15.3-9).
Siempre existe el peligro de cercenar las obligaciones humanas y morales en nombre de la adoración de Dios. Desde los abusos que los profetas denunciaban hasta muchas formas de piedad hipócrita en el día de hoy. ¡Cuánto nos gustaría exonerarnos de una tarea humana pesada mediante la fácil evasión al terreno exclusivamente religioso, a la oración o a una obra de penitencia! Desde que Jesús como el sumo sacerdote una vez para siempre ha ofrecido a Dios un sacrificio muy agradable en el Espíritu Santo, han sido anulados estos antiguos sacrificios en el culto (Hebreos_9:10.18). Con todo los cristianos también ofrecen sacrificios, dones espirituales, sus cuerpos y a sí mismos como dádivas muy agradables en el sumo sacerdote Cristo y por medio de él. Las palabras de Jesús también pueden aplicarse a estos sacrificios, sobre todo a su fuente y a su centro, la Cena del Señor. Dios solamente los acepta por el amor y la paz mutua. ¡Con cuánto cuidado hemos de pensar en este respecto! La discordia y la desunión incapacitan a la comunidad para el culto divino. ¡Con cuánto empeño y solicitud hemos de procurar reconciliarnos para que el culto divino no pierda su sentido y llegue a quedar vacío!

Y ve, vuelve primero en amistad con tu hermano.

Jesús no dice, "Espera hasta que tu hermano venga a ti", sino " y ve", de una vez, aun antes de ofrecer culto a Dios.  El que ofende a otro, debe buscarlo cuanto antes. El culpable debe tomar la iniciativa. Debe encontrar al hermano ofendido para pedirle perdón.  Mateo_18:15, "si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos". Es decir, también el ofendido debe buscar al ofensor. Ve tú. Dice Cristo que el ofensor debe buscar al ofendido, y el ofendido debe buscar al ofensor. Cristo no dice, "Quéjate y murmura del hermano con todo el mundo", sino "anda", "ve" a él en persona, y de manera responsable y madura resuelve el problema. Si los dos hacen la voluntad de Cristo, se encontrarán en el camino buscando el uno al otro.
 ¡Qué cambio positivo habría en las iglesias de Cristo si los miembros creyeran y practicaran esta enseñanza!  La triste verdad es que muchos miembros de la iglesia prefieren hablar de los errores en lugar de oír esta enseñanza y reconciliarse.
¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios semana tras semana sin recordar esto? ¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios y ni siquiera quieren saludarse unos a otros, mucho menos reconciliarse unos con otros? ¿Creemos, quizá, que Dios hará acepción de personas porque nosotros somos "la iglesia verdadera"? La triste verdad es que hay muchos que practican esta enseñanza más que algunos hermanos.

Concíliate con tu adversario presto.

 Este caso trata de alguien que debe dinero a otro. Conviene pagar al acreedor ("adversario"), o hacer algún arreglo con él, cuanto antes, para evitar más problemas. Tales problemas siempre crecen si no se busca muy pronto una solución. ¡Crucifíquese el orgullo egoísta!
 Es más fácil solucionar el problema si se hace pronto. De otro modo, el problema crece. ¿Por qué esperar? Recuérdese que hasta que se arregle el problema con el hermano, no es posible adorar a Dios
Al que tiene deudas con otro y no quiere pagar, el acreedor le arrastra a viva fuerza entre injurias y maldiciones al juez. El juez certifica la deuda y manda al guardia que lleve al deudor al calabozo. Allí tiene que estar hasta que haya pagado el último cuadrante de la suma adeudada. Así sucede también entre los hombres: todos intentan con la ayuda de la ley hallar justicia, y si es preciso, por la violencia. ¿En qué consiste la advertencia que Jesús enlaza con esta historia narrada de una forma casi astutamente humorística? Aprovecha el tiempo para la reconciliación, mientras todavía tienes esperanzas de lograrla. Vas por el camino con tu adversario en el proceso, a solas. Allí puedes intentarlo todo para arreglarte con él. Quizás tengas éxito en tu tentativa, quizás no, si el adversario se mantiene duro e inflexible. Pero en cualquier caso debes aprovechar el tiempo. Aquí no parece que se vea la componenda con el adversario como una obligación de la fraternidad. ¿No es un consejo muy trivial decir que se obre según exige la prudencia? Lo sería, si la breve historia no tuviera un fondo tan serio. Aprovecha el tiempo, antes que sea demasiado tarde -estas prisas denotan otro acontecimiento que se aproxima, y el juez se refiere a otro juez mayor: el reino y la magistratura de Dios-. Todos vamos por el camino hacia el juicio. Nos podemos imaginar las consecuencias y casi calcular la hora... La reconciliación se convierte en una solicitud urgente, mientras todavía hay tiempo. Luego será tarde. Así pues, no aplacéis el tiempo de la reconciliación, y poned todo el empeño en vivir mutuamente en paz.

Una y otra vez confirma la experiencia de la vida que, si una pelea, o desavenencia, o disputa no se resuelve inmediatamente, puede seguir generando peores y peores dificultades con el tiempo. La amargura engendra amargura. Ha sucedido a menudo que una pelea entre dos personas se ha transmitido a sus familias, y la han heredado generaciones futuras, y ha acabado por dividir una iglesia o una sociedad en dos.
Si en el mismo comienzo una de las partes hubiera tenido la gracia de disculparse o admitir su falta, una situación lamentable no tendría por qué haberse producido. Si alguna vez estamos desavenidos con otro, debemos arreglar la situación sin pérdida de tiempo. Puede que esto suponga que se es lo suficientemente humilde para confesar que nos hemos equivocado y disculparnos; puede que quiera decir que, aun en el caso de que tengamos razón, tenemos que dar el primer paso para restablecer la relación. Cuando las relaciones personales se deterioran, en nueve casos de cada diez una acción inmediata las puede remediar; pero si esa acción inmediata no tiene lugar, seguirán deteriorándose, y se extenderá la amargura en círculos cada vez más amplios.
Puede que Jesús tuviera en mente algo más definitivo que esto. Puede que estuviera diciendo: «Arreglad las cosas con vuestros semejantes mientras dure vuestra vida; porque algún día -no sabéis cuando- la vida llegará a su fin, e iréis a presentaros ante Dios, el Juez final de todos.» El más grande de todos los días judíos era el Día de la Expiación. Sus sacrificios se creía que expiaban por los pecados conocidos y no conocidos; pero hasta este día tenía sus limitaciones. El Talmud establece claramente: " El Día de la Expiación expía las ofensas entre el hombre y Dios. El Día de la Expiación no expía las ofensas entre el hombre y su prójimo, a menos que el hombre haya arreglado las cosas con su prójimo.» Aquí tenemos otra vez un hecho fundamental: Uno no puede estar en paz con Dios si no lo está con sus semejantes. Una persona debe vivir de tal manera que el final la encuentre en paz con todo el mundo.

  Lo que Jesús está diciendo es: " Si quieres la felicidad en el tiempo, y la felicidad en la eternidad, no dejes nunca una desavenencia sin zanjar entre ti y tu hermano. Actúa inmediatamente para quitar las barreras que la ira haya levantado.»

¡Maranatha!

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