Mat 5:33-37 Además
habéis oído que fue dicho a los antiguos: No te perjurarás; mas pagarás al
Señor tus juramentos.
Mas yo
os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de
Dios;
ni por
la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la
ciudad del gran Rey.
Ni por
tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer un cabello blanco o negro.
Mas
sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
(La Biblia Casiodoro de Reina 1569)
Una de las cosas
que nos extrañan en el Sermón del Monte es el número de ocasiones en que Jesús
les recuerda a los judíos cosas que ya sabían. Sus maestros ya les habían
insistido en la obligación suprema de decir la verdad. "El mundo se
mantiene en pie sobre tres cosas: la justicia, la verdad y la paz.» «Cuatro
tipos de personas son excluidas de la presencia de Dios: el burlón, el
hipócrita, el mentiroso y el divulgador de calumnias.» "El que ha dado su
palabra y luego cambia es tan malo como el idólatra.»
Los maestros judíos
insistían todavía más en la verdad si se había reforzado con un juramento. Este
principio se establece repetidamente en el Nuevo Testamento. El mandamiento
decía: «No pronunciarás el nombre del
Señor tu Dios en vano; porque el Señor no dará por inocente al que pronuncie Su
nombre en vano» (Exodo_20:7).
Ese mandamiento no se refiere exclusiva ni necesariamente a las blasfemias,
sino a jurar que una cosa es verdad cuando no lo es, o cuando se hace algún
juramento en falso. (Jurar es " Afirmar o negar una cosa, poniendo por
testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas», según el primer sentido que
recoge el D.R.A.E.). «Cuando
alguien haga un voto al Señor, o haga un juramento ligando su alma con alguna
obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su
boca» (Números_30:2).
«Cuando hagas voto al Señor tu Dios,
no tardes en pagarlo, porque ciertamente te lo demandará el Señor tu Dios, y
cargarías con un pecado» (Deuteronomio_23:21).
Pero en tiempos de
Jesús había dos cosas reprobables sobre los juramentos.
La primera era lo
que podríamos llamar los juramentos frívolos, el tomar o hacer juramento
cuando no era necesario ni adecuado. Se había hecho muy corriente el empezar
una aseveración diciendo: "¡Por mi vida!», o "¡Por mi cabeza!», o « ¡Que
no vea yo el consuelo de Israel si...!» Los rabinos establecían que el usar
cualquier fórmula de juramento en una simple aserción era pecado. «El sí de los
justos es sí --decían-- y su no es no.»
La segunda
costumbre judía era, en cierto sentido, todavía peor. Se podrían llamar juramentos
evasivos. Los judíos dividían los juramentos en dos clases: los que eran
absolutamente vinculantes, y los que no. Cualquier juramento que incluía el
nombre de Dios era absolutamente vinculante; cualquier juramento que se las
ingeniaba para evitar en nombre de Dios, no era vinculante. El resultado era
que, si una persona juraba por el nombre de Dios en cualquier forma, estaría
obligada a cumplir su juramento; pero, si hacía un juramento por el Cielo, o
por la Tierra, o por Jerusalén, o por su cabeza, se sentía perfectamente libre
para incumplirlo. En consecuencia, se hacían verdaderas virguerías en este arte
de la evasión en los juramentos.
La idea detrás de
todo esto era que, si se usaba el nombre de Dios, Dios era parte de la
transacción; mientras que si no se Le nombraba, no tenía nada que ver con el
asunto.
El principio que
Jesús establece está muy claro. En efecto, lo que Jesús dice es que, lejos de
tener que hacer a Dios parte en ningún asunto, no se Le puede excluir de
ninguno. Dios está en todo. El Cielo es el trono de Dios; la Tierra es el
estrado de Sus pies; Jerusalén es la ciudad de Dios; la cabeza de un hombre no
le pertenece a él, sino a Dios; su vida pertenece a Dios; no hay nada en el
mundo que no pertenezca a Dios; y, por tanto, el que se Le nombre con todas las
letras o no, no es esencial; el hecho es que Dios está en todo.
Aquí tenemos una
gran verdad eterna. La vida no se puede dividir en compartimientos estancos, en
algunos de los cuales está Dios y en otros no. No puede haber una clase de
lenguaje en la iglesia, y otra en el mercado, en la fábrica o en la oficina. No
puede haber un nivel de conducta en la iglesia y otro en el mundo de los
negocios. El hecho es que Dios no necesita que se Le invite a ciertos
departamentos de la vida, y se Le impida la entrada en otros. Está en todo; en
toda la vida y en todas las actividades. No oye sólo lo que Le decimos en la
iglesia dirigiéndonos a Él por nombre. Lo oye todo. No puede haber ciertas
expresiones que eviten que esté implicado en una transacción. Consideraremos
sagradas todas las promesas si tenemos presente que siempre se hacen en Su
presencia.
Hay dos lecciones básicas en estos versículos:
No
mentir. Efesios_4:25, "Desechando la
mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo". El discípulo de
Jesucristo es veraz. Dice la verdad. No miente. No engaña, sino que cumple su
promesa.
Por segunda vez Jesús empieza con la introducción más larga: «Habéis
oído que se dijo a los antiguos», y con estas palabras inicia un segundo grupo
de ejemplos de la verdadera justicia. Aquí se trata de dos mandamientos del
Antiguo Testamento. El primero se refiere a la solemne aseveración ante Dios,
al invocarle como testigo de lo que se declara. A esta aseveración la llamamos
juramento. El Antiguo Testamento ordena no jurar en falso (Levítico 19; 12). Cuando el hombre se vuelve a Dios y
le llama para dar testimonio, tiene que ser muy verdadero y real lo que dice.
De lo contrario haría el ultraje de rebajar a Dios poniéndole al servicio de
una mentira, haciéndole testigo del error a él, que es santo y veraz. El
segundo mandamiento también se refiere a las relaciones del hombre con Dios,
pero en otro aspecto. Si una persona hace a otra una promesa, el honor de los
dos exige que se mantenga la promesa. También se puede prometer algo a Dios.
Entonces surge una especie de juramento, que llamamos voto. Cuando alguien se
ha comprometido así con Dios, sobre él recae el santo deber de cumplir la
promesa. El mandamiento advierte: «cumplirás
al Señor tus juramentos». Las dos veces se trata de deberes del hombre con
Dios, se exhorta al hombre a tener profundo respeto ante la santidad de Dios.
También hemos de cuidar de este respeto, pero aún no es suficiente...
Que
nuestro "sí" sea "sí" y que nuestro "no" sea
"no". La palabra del cristiano vale porque es apoyada, no por
juramentos, sino por su buen carácter. No necesita de juramentos para apoyar
(confirmar, reforzar) lo que dice.
¿Cómo
se relaciona este texto con el resto del sermón? El que obedece este texto:
(1). Es de "limpio corazón", Mateo_5:8.
(2). Su justicia es mayor que la de los escribas y fariseos, Mateo_5:20.
(3). Entra por la puerta estrecha, y anda en el camino angosto, Mateo_7:13-14. (4). Es el hombre prudente que edifica
su casa sobre la roca Mateo_7:24-27.
"No perjurarás (no
jurarás falsamente), sino cumplirás al Señor tus juramentos", Mateo_5:33.
Levítico_19:12, "Y no juraréis falsamente por mi
nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová". Números_30:2, "Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su
alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que
salió de su boca". . Jesús dice
que sus oyentes habían oído esta enseñanza, y El no quita nada de ella.
No minimiza tal enseñanza. Bajo la ley de Cristo no se debe jurar falsamente, y
se debe cumplir la palabra.
No basta precaverse tan sólo de los pecados y negligencias con
respecto a Dios, por tanto no basta limitarse a evitar el mal. El discípulo
debe tener una proximidad más personal con Dios. Aunque se cumplan
escrupulosamente estos dos mandamientos, se puede vulnerar la santidad de Dios.
Así lo hacían los rabinos y fariseos con motivos a menudo sutiles. Por eso en
primer lugar se prohíbe con energía: No juréis en manera alguna. Porque el
juramento, tal como es usual entre nosotros, ya deteriora el profundo respeto a
Dios. Entonces algunos dicen: No se puede pronunciar el nombre de Dios ni
emplearlo en una obtestación, en una afirmación solemne, porque el nombre de
Dios es santo. Pero se puede hacer una circunlocución: por el cielo, por
Jerusalén, y con estas expresiones siempre se hace alusión a Dios. Pero de este
modo se abre más la puerta al abuso y a la ligereza. Jesús pone el dedo en esta
doblez de los sentimientos, en este sutil manejo de las cosas divinas...
Dice Jesús: El que jura por el cielo, prácticamente nombra a Dios,
porque el cielo es el trono de Dios, como se puede leer en Isaías: «Esto dice el Señor: el cielo es mi solio, y
la tierra peana de mis pies: ¿qué casa es esa que vosotros edificaréis para mí,
y cuál es aquel lugar donde he de fijar mi asiento? Estas cosas todas las hizo
mi mano» (Isaías_66:1…). Lo mismo puede
decirse, si se jura por la tierra. Esta expresión no era costumbre emplearla
como circunlocución del nombre de Dios. Pero si la tierra es el escabel de los
pies de Dios, también es propiedad de Dios. Algo semejante puede decirse de la
expresión «por Jerusalén», porque Dios ha escogido para sí esta ciudad y el
monte de Sión como lugar de su presencia. Esta ciudad es ensalzada en el salmo:
«Hermosa altura, alegría de la tierra, la
colina de Sión, en el extremo norte, la ciudad del gran rey» (Salmo_47:3). El que pronuncia el nombre de Jerusalén
con ligereza para jurar, también quebranta el honor de Dios.
Debemos siempre decir la verdad (Efesios_4:25; Apocalipsis_21:8) y no tomar el nombre
de Dios en vano. Hay perfecta armonía entre la enseñanza de las dos leyes sobre
estos puntos.
No
quebrantar la palabra. Eclesiastes_5:4-5,
"Cuando a Dios haces promesa, no
tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que
prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas".
El Nuevo Testamento está en perfecta armonía con esta enseñanza.
Sin
embargo, Jesús tenía mucho más que enseñar sobre el asunto por causa de los
grandes abusos del jurar y la hipocresía en general con respecto al tema.
"Pero yo os digo: no juréis en ninguna
manera".
Jesús explica la expresión, "en ninguna
manera", agregando las palabras calificativas, "ni por el cielo... ni
por la tierra... etc."; es decir, no dice, "No juréis en ninguna
manera" ¡punto!
Comparemos Lucas_9:3, no dice, "No toméis nada para el camino" ¡punto!, sino que agrega "ni bordón, ni alforja, ni pan, etc."
Mateo_10:9-11 explica el asunto aun mejor. La
palabra "nada" tiene que explicarse a la luz de las cosas excluidas.
Así también la prohibición de jurar se explica a la luz de las cosas
prohibidas. Aun en Mateo_5:21, la prohibición, "No matarás",
tiene que entenderse a la luz de otros textos, por ejemplo, Romanos_13:4. La expresión, "en ninguna
manera", introduce los ejemplos de jurar a la ligera o jurar con
hipocresía. Esto es lo que Jesús condena en este texto y en Mateo_23:16-22 Es necesario "usar bien" la
palabra (2Timoteo_2:15).
Jesús
no condena el juramento serio y necesario. Hebreos_6:13,
"juró por sí mismo"; "Juró el Señor". Mateo_26:63, "Entonces el sumo sacerdote le dijo:
Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de
Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho" (respuesta afirmativa). Jesús
testificó bajo juramento 2Corintios_1:23, "Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi
alma". En este texto y en otros (Gálatas_1:20; Filipenses_1:8) Pablo juró. Desde luego,
Pablo no desobedeció a Cristo; no hay conflicto alguno entre los juramentos de
Pablo y la enseñanza de Jesús. Había gran solemnidad en lo que Pablo escribió
(y, desde luego, lo que escribió fue inspirado por el Espíritu Santo), y era
necesario jurar para confirmar lo que dijo.
Es
correcto dar testimonio bajo juramento ante el tribunal civil, para
defender los derechos del inocente y para condenar el crimen del culpable. Es
verdad que el buen carácter del cristiano hace innecesario el juramento, pero
vivimos en un mundo perverso, y el gobierno requiere que el testigo jure para
confirmar su testimonio en asuntos judiciales. Mateo_22:39, el
amor al prójimo lo requiere. Si el prójimo es defraudado y el cristiano es
testigo de ello y rehúsa testificar en su favor, no le ama, y no es amigo de la
justicia. Mateo_7:12
("la regla de oro") lo requiere. Supongamos que algún hermano
sea testigo de un accidente, y que sepa que uno de los choferes estaba
borracho, ¿no debe el cristiano dar su testimonio para ayudar al inocente y
para condenar al culpable? Si el cristiano estuviera en el lugar del inocente,
¿querría que el testigo le ayudara con su testimonio? Es lo que Mateo_7:12 enseña. Levítico_5:1, "Si
alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o
supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado". Es lo que Dios siempre ha
pensado acerca del tema, porque es Dios de justicia.
¿Afirmar en lugar de jurar? Hay hermanos que
creen que no deben jurar nunca, bajo circunstancia alguna, pero están
dispuestos a decir, "Yo afirmo", pero si después de decir
"yo afirmo", agregan el nombre de Dios, entonces juran. La
palabra jurar significa "afirmación o negación que se hace tomando
por testigo a Dios".
Romanos_14:1-23 tiene aplicación aquí. Si la
conciencia de algún hermano no le permite jurar, su conciencia debe ser
respetada. Nadie debe despreciarle. Sin embargo, tal hermano no debe juzgar al
hermano que no comparte su creencia.
¿Por
qué jurar por el cielo, por la tierra, por la cabeza, etc.?
Es jurar con hipocresía.
Los que juran de esta manera saben que su palabra no vale y quieren confirmar y
reforzar lo que dicen (alguna afirmación, exclamación, promesa o amenaza).
Quieren dar más énfasis al dicho, para poder persuadir o, por lo menos,
impresionar al oyente.
Par obtener el efecto
(resultado) máximo, el hipócrita quiere jurar por el nombre de Dios, pero no
quiere comprometerse tanto a Dios. Números_30:2,
el que jura liga "su alma con obligación", y no debe quebrantar su
palabra. Su dilema, pues, es cómo jurar y al mismo tiempo no ligar su alma.
El remedio, según el hipócrita,
es no jurar por Dios, sino por algo relacionado con Dios (el cielo,
Jerusalén, etc.). El cree que de esta manera escapa de su dilema, porque cree
que su juramento da fuerza a su palabra pero evita el nombre de Dios y, por lo
tanto, no liga su alma (no tiene que cumplir lo que dice). Jurar de esta manera
es mentir y engañar.
Jesús explica que el jurar por
el cielo, por Jerusalén, por la tierra, etc. es jurar por Dios, porque tales
juramentos no tienen fuerza alguna aparte de Dios. "El que jura por el
cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquel que está sentado en él"
Muchos toman en vano el nombre
de Dios (o de Cristo o del Espíritu Santo) en exclamaciones emocionales,
al decir ¡Ay Dios!, ¡Oh Dios!, ¡Dios mío!, ¡Ay Señor! ¡Válgame Dios!,
¡Jesucristo!, etc. ¿Qué quiere decir la exclamación, "¡Cielos!"?
"No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano", (Deuteronomio_5:11).
Imaginémonos un charlatán, que gesticulando con violencia y
revolviendo los ojos procura convencer a otro de la verdad de lo que dice,
quizás tan sólo de la baratura de su mercancía. El otro no le cree y le
reprocha su desmedido afán de lucro. Entonces el vendedor recurre al juramento
solemne: Te juro por mi cabeza... ¿Qué quiere decir toda esta ostentación? dice
Jesús. Le ofreces tu cabeza como precio de tu veracidad, por una materia
ridícula. Nunca puedes volver blanco o negro uno solo de tus cabellos, es decir
hacer fija tu edad o cambiarla. Esta frase de Jesús es de una sencillez tan
estupenda y tiene una profundidad de pensamiento tan recóndita como otras
muchas. Porque detrás de esta sentencia está la gran verdad de que Dios es el
Señor de tu vida, ha contado todos los cabellos de tu cabeza (Salmo_10:30) y te ha hecho tal cual eres. ¿Cómo se
podría ofrecer, por así decir, como garantía algo de lo que no se dispone? ¿No
estamos con frecuencia prontos para usar expresiones fuertes como «por mi
vida», «por mi alma», sin reflexionar en lo que decimos? Lo que decimos debe
ser tan sencillo y verdadero, que no necesitemos exagerar nada.
"Pero sea vuestro hablar: sí, sí; no,
no".
Santiago_5:12, "sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no". Es
necesario decir la verdad, y cumplir (no quebrantar) la palabra. El cristiano
no necesita de juramentos para confirmar la palabra porque su carácter bueno la
apoya.
¿Para qué jurar? Si la palabra
vale, no es necesario jurar, y si la palabra no vale, el juramento no la ayuda.
Es malo no decir la verdad y no cumplir la promesa; es peor jurar para
confirmar una mentira y lo peor de todo es jurar por el cielo o la tierra, etc.
para confirmar una mentira.
Muchos juramentos son para apoyar dichos insignificantes, es decir, se
jura para confirmar cosas que no son importantes y que no necesitan
confirmación. Esto indica que tal práctica es un hábito malo que debe ser
corregido. Mateo_12:36, "Mas yo os digo que de toda palabra ociosa
que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio".
Cuando habláis, vuestras palabras deben decir realmente lo que pensáis
en el corazón. Un sí debe ser realmente un sí, y un no debe ser realmente un no.
Esto tiene validez sobre todo ante Dios, pero también ante los hombres, porque
solamente somos una persona, y siempre la misma. El que ante Dios es abierto y
verídico, también lo será ante los hombres. Porque Jesús no quiere solamente
dar una regla ética, establecer una norma para una conducta humanamente recta.
Esta norma permanecería dentro de una manera mundana de pensar, que está al alcance
de las fuerzas propias del hombre, y que también ha sido alcanzada por gentiles
nobles. No se trata de ningún humanismo. La palabra de Jesús siempre está
orientada desde el punto de vista de Dios. Jesús también ve el gran adversario,
el demonio. Las habladurías ligeras, los juegos de equilibrio con el honor de
Dios no solamente son una imperfección humana, sino un pecado: Lo que de esto
excede, proviene del malo. Al malo le gusta, de forma especial, permanecer en
el extenso campo entre el mandamiento terminante y la prohibición terminante.
Procurar hacernos responsables solamente de las prescripciones y de la letra de
la ley, y procurar persuadirnos que tenemos a nuestra disposición un extenso
campo libre de lo que ni está prohibido ni permitido. También le gusta
escudarse con interpretaciones de la palabra de Dios, que exteriormente parecen
ser tersas e intachables, pero que interiormente son hipocresía. ¿Nos hemos de
dar crédito solamente cuando empleamos una fórmula de juramento? Es preciso ser
veraces hasta las raíces de los sentimientos. Entonces todos los accesorios se
vuelven superfluos.
El ideal es que una
persona no necesite nunca un juramento para reforzar o garantizar la verdad de
lo que dice Gálatas. Su carácter debería hacer el juramento totalmente
innecesario. Su garantía y su testimonio deberían estar en la clase de persona
que es.
Sócrates, el gran
maestro y orador griego, decía: «Una persona debe llevar una vida que genere
más confianza en ella que la que pueda producir nunca un juramento.»
Clemente de Alejandría insistía en que los
cristianos deberían vivir de tal manera y demostrar tal carácter que a nadie se
le ocurriera nunca exigirles un juramento. La sociedad ideal sería una en la
que la palabra de una persona no requiriera nunca un juramento que garantizara
su veracidad, y ninguna promesa suya necesitara un juramento para asegurar su
cumplimiento.
¿Prohíbe entonces
esta palabra de Jesús el hacer un juramento en cualquier caso -por ejemplo,
como testigo de un juicio? Ha habido dos clases de personas que se negaban
rotundamente a hacer un juramento. La primera fueron los esenios, una antigua
secta judía.
Josefo escribe
acerca de ellos: «Son eminentes en su
fidelidad, y son ministros de la paz. Lo que quiera que digan es más firme que
un juramento. Evitan el jurar, y lo consideran peor que el perjurio. Porque
dicen que el que tiene que jurar para que se le crea se autocondena.»
La segunda fueron, y
todavía son, los cuáqueros, que se niegan a hacer juramentos en ninguna
situación. A lo más que llegaba su fundador George Fox era a usar la palabra
bíblica Verily, de cierto. Escribe: "No he defraudado jamás a
ningún hombre o ninguna mujer en todo ese tiempo [que trabajó en los negocios].
Cuando hacía ese servicio, usaba en mis contratos la palabra Verily, y todos
decían: "Si George Fox dice Verily, no habrá nada que le haga
cambiar."»
En la antigüedad,
los esenios no hacían un juramento en ninguna circunstancia, y hasta el día de
hoy los cuáqueros hacen lo mismo.
¿Tienen razón en
seguir esta línea de conducta? Hubo ocasiones en las que Pablo, por así
decirlo, recurrió al juramento. «Invoco
a Dios por testigo sobre mi alma -escribe a los corintios-, que por ser
indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto» (2 Corintios_1:23). «En esto que os escribo escribe a
los GálatasGa.-, ¡os aseguro delante de Dios que no miento!» (Gálatas_1:20). En estas ocasiones, Pablo recurre a un
juramento. El mismo Jesús no protestó cuando se Le sometió a juramento. En Su
juicio ante el sumo sacerdote, este Le conjuró por Dios mismo: "¡Te conjuro por el Dios viviente -Te increpo
con un juramento por Dios mismo- que nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de
Dios!» (Mateo_26:63). ¿Qué hacer en esa
situación?
Veamos la última
parte del versículo 37, que dice que se debe contestar sencillamente sí o no,
porque «todo lo que se le añada a eso tiene su raíz en el mal.» ¿Qué quiere
decir esto? una de dos cosas.
(a) Si se le tiene que tomar juramento a una persona,
eso proviene del mal que hay en la humanidad. Si no existiera ese mal, no
harían falta tomar juramento. Es decir: el hecho de que sea necesario a veces
hacer que alguien haga un juramento es una prueba del mal que hay en la criatura
humana sin Cristo.
(b) El hecho de que sea necesario tomarle juramento a
una persona en algunos casos procede del hecho de que este es un mundo malo. En
un mundo ideal, en un mundo que fuera el Reino de Dios, no haría falta recurrir
a juramentos. Es necesario porque el mundo es malo.
Lo que Jesús está
diciendo es: una persona realmente buena no necesita recurrir a juramentos; la
veracidad de sus dichos y la realidad de sus promesas no necesitan más
garantía. Pero el hecho de que los juramentos sean a veces necesarios es prueba
de que ni las personas ni el mundo son buenos.
Así que este dicho
de Jesús nos coloca bajo dos obligaciones. La primera es la de ser tales, que
los demás vean en nosotros nuestra bondad transparente y no nos exijan nunca un
juramento; y la segunda es la de hacer que este mundo sea tal que la falsedad y
la infidelidad sean tan eliminadas en él que se pueda abolir la necesidad de
juramentos.
Podemos concluir:
Jesús no condena el jurar: Dios
juró, Cristo juró, Pablo juró. Más bien condena los juramentos necios y
frívolos. Condena el jurar a la ligera. Condena la hipocresía que caracterizaba
a los escribas y fariseos. Nuestra palabra no debe ser apoyada por juramentos,
sino por el carácter bueno y confiable.
Es necesario decir la verdad y
no quebrantar la palabra.
No debemos profanar el nombre
de Dios ni el nombre de algún objeto relacionado con Dios.
Esto es el camino angosto; es edificar sobre la roca es la justicia
mayor que la de los escribas y fariseos.
En cuanto a los juramentos, el
verdadero problema es el corazón impuro. Mucha gente jura locamente y
maldice por causa de su genio fuerte (carnal).
¿Por qué todavía tienen genio fuerte los hermanos en Cristo? ¿Si son nacidos de nuevo, por qué siguen como antes?
Porque rehusan cambiar. Predican que
los vecinos deben arrepentirse pero ellos mismos rehúsan arrepentirse, y
siguen causando escándalos y tropiezos en sus propios hogares, como también en
la iglesia.
¡Maranatha!
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