} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VENGANZA DE UNA MENTE DEPRAVADA

lunes, 1 de marzo de 2021

LA VENGANZA DE UNA MENTE DEPRAVADA

 

Mar 6:14  Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.

Mar 6:15  Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.(E)

Mar 6:16  Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.

Mar 6:17  Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer.

Mar 6:18  Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.(F)

Mar 6:19  Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;

Mar 6:20  porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.

Mar 6:21  Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,

Mar 6:22  entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.

Mar 6:23  Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.

Mar 6:24  Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.

Mar 6:25  Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

Mar 6:26  Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.

Mar 6:27  Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.

Mar 6:28  El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.

Mar 6:29  Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.

        

        Estos versículos narran la muerte de uno de los más eminentes santos de Dios; describen el asesinato de Juan el Bautista. De todos los evangelistas ninguno  refiere esa triste historia tan minuciosamente como S. Marcos.

Esta historia tiene toda la sencillez de las grandes tragedias.

Primero, veamos la escena. Fue en el castillo de Maqueronte, que se elevaba en un acantilado solitario, entre torrentes terribles, mirando al lado oriental del Mar Muerto. Era una de las fortalezas más solitarias, hoscas e inexpugnables. Hasta este día se conservan las mazmorras, y los viajeros pueden ver todavía los grillos y los ganchos de hierro en las paredes donde Juan estuvo encarcelado. Fue en aquella fortaleza inhóspita y desolada donde tuvo lugar el último acto de la vida de Juan.

Segundo, veamos los caracteres. Los líos matrimoniales de la familia de Herodes son realmente increíbles, y sus entrecruces son tan complicados que casi no se pueden desenredar. Cuando nació Jesús, el rey era Herodes el Grande. Fue el que mandó matar a los niños de Belén (Mat_2:16-18 ). Herodes el Grande se casó muchas veces. Hacia el final de su vida se volvió locamente suspicaz, y asesinó a miembro tras miembro de su propia familia hasta que llegó a decirse: " Está más a salvo un cerdo en casa de Herodes que un hijo de Herodes.»

Primero se casó con Doris, de la que le nació su hijo Antípatro, al que más tarde asesinó. También se casó con' Mariamne la Asmonea, de la que tuvo dos hijos, Alejandro y Aristóbulo, a los que también asesinó. Herodías, la villana de este drama, era la hija de Aristóbulo. Herodes el Grande se casó también con otra Mariamne llamada la Betusiana. De ella tuvo un hijo, Herodes Felipe, que se casó con Herodías, la hija de su hermanastro Aristóbulo, que era, por tanto, su sobrina. De Herodías, Herodes Felipe tuvo una hija llamada Salomé, que es la joven que bailó ante Herodes de Galilea en nuestro pasaje. Herodes el Grande se casó también con Maltake, de la que tuvo dos hijos: Arquelao, y Herodes Antipas, que es el de nuestro pasaje, el gobernador de Galilea. El Herodes Felipe que fue el primer marido de Herodías y el padre de Salomé, no heredó ninguno de los dominios de Herodes el Grande. Vivió como un ciudadano privado rico en Roma. Herodes Antipas le visitó allí. Allí sedujo a Herodías, y la persuadió para que abandonara a su marido y se casara con él.

 

Fijémonos en quién era Herodías: (a) Era la hija de Aristóbulo, hermanastro de Herodes, y por tanto sobrina de este; y (b) había sido la mujer de Herodes Felipe, hermanastro de Herodes, y por tanto cuñada de este. Anteriormente, Herodes Antipas había estado casado con la hija del rey de los nabateos, un país árabe. Ella se volvió huyendo con su padre, que invadió el territorio de Herodes para vengar el honor de su hija, y derrotó duramente a Herodes. Para completar este cuadro sorprendente, Herodes el Grande se había casado por último con Cleopatra de Jerusalén, de la que había tenido un hijo que se llamó el tetrarca Felipe. Este Felipe se casó con Salomé, que era al mismo tiempo (a) la hija de Herodes Felipe, su hermanastro, y (b) la hija de Herodías, que era hija de Aristóbulo, otro de sus hermanastros. Salomé era por tanto al mismo tiempo la sobrina y la sobrina nieta de su marido. Al casarse con Herodías, la mujer de su hermano, Herodes había quebrantado la ley judía (Lev_18:16 ; Lev_20:21 ) y había ofendido las leyes de la decencia y de la moralidad.

Por este matrimonio adulterino y por la deliberada seducción de su cuñada, Juan reprendió a Herodes públicamente.

Veamos qué lecciones prácticas para nuestras almas contiene este pasaje.

 

Descubrimos, en primer lugar, el poder maravilloso que la verdad ejerce sobre la conciencia. Herodes "teme" a Juan el Bautista mientras este vive, y su  recuerdo lo conturba después de su muerte. Un pecador solitario y sin amigos, no usando otra arma que la verdad de Dios, perturba y aterra a un rey.

Todo hombre tiene conciencia, y ese es el secreto del poder que ejerce un ministro fiel. Por eso Félix "tembló" y Agripa quedó "Casi persuadido", cuando  Pablo, que era un prisionero, habló en su presencia. Dios ha encerrado un testigo suyo en el corazón de los inconversos. Aunque el hombre es un ser caído y  corrompido, sus pensamientos lo acusan o lo excusan, según es su vida, pensamientos que no se pueden ahogar, y que inquietan y espantan aún a los reyes  como Herodes.

Nadie tiene que recordar esto más que los ministros y los maestros. Si predican y enseñan la verdad de Cristo, pueden estar seguros que su trabajo no es vano.

Podrán ser los niños desatentos en la escuela, los oyentes en las congregaciones descuidados; pero en uno y otro caso, el efecto producido en la conciencia es a  menudo mucho más grande de lo que vemos. Se ven brotar semillas y dar fruto, después que el sembrador, como Juan Bautista, ha muerto o partido.

 

Vemos, en segundo lugar, cuan adelantados pueden estar en religión algunas personas y no salvarse con todo por ceder a un pecado que los domina.

El rey Herodes fue más lejos que muchos: "temía a Juan;" "sabía que era un justo y un santo;" lo "observaba;" lo "escuchaba, y hacía muchas cosas" de las  que recomendaba; hasta "lo oía con gusto". Pero Herodes no quería dejar de hacer una cosa: no quería cesar en su adulterio; no quiso abandonar a Herodías; y  por eso condenó su alma por una eternidad.

Que el caso de Herodes sea para nosotros un apercibimiento. No nos reservemos nada, no nos adhiramos a ningún vicio favorito no tengamos consideración  con nada que se interponga entre nosotros y nuestra salud eterna. Examinemos nuestro interior hasta estar seguros que no hay ninguna concupiscencia  favorita, ninguna trasgresión acariciada, que como otra Herodías, esté matando nuestras almas. Prefiramos cortarnos la mano derecha y sacarnos el ojo  derecho, a descender al fuego del infierno. No nos contentemos con ir a admirar a predicadores de fama, ni oír con gusto sermones evangélicos; no  descansemos hasta que no podamos repetir con David, "Estimo justos todos tus mandamientos, respecto a todas las cosas, y aborrezco los falsos manejos"  Salmo 119.128

 

Vemos en tercer lugar, con qué valor un fiel ministro de Dios debe reprochar el pecado. Juan Bautista habló muy francamente a Herodes de la maldad que  cometía. No se excusó de hacerlo so pretexto que decírselo pudiera ser imprudente, impolítico, inoportuno o inútil. No lo trató con suavidad, ni intentó paliar  la maldad del rey empleando palabras blandas para describir su falta. Dijo a su real oyente la verdad sencilla sin mirar a las consecuencias: "No es justo que  tengas a la mujer de tu hermano".

He aquí un ejemplo que todos los ministros deberían imitar. En público y en privado, desde el púlpito y en sus visitas domiciliarias, deben reprochar todo  pecado conocido, y apercibir a todos los que viven en él. Quizás incomode; quizás se haga impopular; pero no debe ocuparse de ello; cumplan con su deber y  dejen a Dios las consecuencias.

No hay duda que se necesita mucha gracia y mucho valor para manejarse así. No hay duda que un acusador, como Juan Bautista, debe trabajar con mucho  amor y mucha prudencia al cumplir con la comisión que ha recibido de su Maestro de reprochar a los malvados; pero es asunto en que su fidelidad y su  caridad están empeñadas. Si cree que una persona está perjudicando su alma, debe decírselo; si lo ama realmente, no debe dejar de advertirle que corre a su  ruina. Por grande que la ofensa parezca al principio, el acusador fiel al cabo será generalmente respetado. "El que reconviene a un hombre, encontrará después  más favor en él, que el que lo lisonjea con sus palabras" Prov. 28.23

 

Vemos, en cuarto lugar, cuan profundamente odian los hombre a los que los reconvienen cuando están determinados a continuar en sus pecados. Herodías, la  desgraciada cómplice de la iniquidad del rey, estaba al parecer más hundida en el abismo del pecado que Herodes. Con una conciencia endurecida y  cauterizada por la maldad, aborrecía a Juan Bautista por su franqueza y rectitud, y no paró hasta lograr su muerte.

No debemos maravillarnos; cuando los hombres han escogido su línea de conducta, y están resueltos a continuar por la senda del crimen en que han entrado,  miran mal a todo el que trata de sacarlos de ella. Quieren que los dejen tranquilos; se irritan con la oposición, y se enfurecen cuando se les dice la verdad. Se  dijo del profeta Elías que era un "hombre que revolvía a Israel". El profeta Miqueas fue odiado por Acab, "porque nunca profetizó de él bien, sino mal". Los  profetas y los predicadores fieles han sido tratados de la misma manera en todas épocas. Han sido aborrecidos al mismo tiempo que no creídos.

No nos sorprendamos, pues, cuando oigamos que se odian, que se injurian a algunos ministros fieles del Evangelio, y que se habla mal de ellos. Recordemos  que han sido ordenados para servir de testigos contra el pecado, el mundo, y el diablo, y que si son fieles, tienen que causar ofensas. No es una mancha en el  carácter de un ministro no agradar a los impíos y a los malvados; ni deben tener por un honor que todos hablen bien de ellos. Creemos que no se meditan  bastante estas palabras de nuestro Señor: "Ay de vosotros cuanto todos los hombres hablan bien de ustedes.

 

Vemos, en quinto lugar, cuanta influencia tienen en producir el pecado las fiestas y los banquetes. Herodes celebra su natalicio con un espléndido banquete;  pasa el día con los convidados en beber y danzar; y en un momento de excitación concede a una joven impía la petición que le hacer de ordenar la  decapitación de Juan Bautista. Es probable que el día siguiente se arrepintiera de su conducta; pero era ya tarde; lo hecho no tenía remedio.

Es una pintura fiel de las consecuencias que suelen tener las fiestas y las diversiones. Se hacen cosas en tales ocasiones, cuando las pasiones se encienden, que  se lloran después amargamente. ¡Felices los que se alejan de semejantes tentaciones, y evitan presentarle al diablo esas oportunidades! Nadie sabe lo que es  capaz de hacer una vez que se aventura lejos de los caminos seguros y conocidos. Muchos pueden considerar muy inocente permanecer hasta horas muy  avanzadas en salones llenos de turbas numerosas, gozando en fiestas espléndidas con la música y con la danza; pero el cristiano no debe olvidar nunca que  tomar parte en ellas es abrir ancha puerta a las tentaciones.

Vemos, finalmente, en estos versículos que premio tan escaso reciben en este mundo algunos de los mejores siervos de Dios. Una prisión injusta y una muerte  violenta fueron los frutos que recogió Juan Bautista de sus asiduas tareas. Como Esteba y Santiago y otros, de quienes el mundo no fue digno, fue llamado a  sellar su testimonio con sangre.

Historias como estas han sido escritas para recordarnos que cosas mejores están reservadas aun para los verdaderos  cristianos. Su descanso, su corona, su salario, su premio, están del otro lado de la tumba. Aquí, en este mundo, tienen que  marchar guiados por la fe, y no por la vista; y muy desconsolados se verán, si esperan obtener alabanzas de los hombres.

Aquí, en esta vida, tenemos que sembrar, trabajar, combatir y sufrir persecuciones; y si esperamos una gran recompensa en la  tierra, esperamos lo que no recibiremos. Pero esta vida no es todo: tiene que llegar el día de la retribución, el tiempo de la  cosecha de la Gloria, y el cielo compensará por todo. No, los ojos no han visto, ni los oídos han escuchado, las glorias que  Dios ha atesorado para todos los que lo aman. No se ha de medir el valor de la fe verdadera por lo que se ve, sino por  lo que no se ve. "Porque yo juzgo, que lo que en este tiempo se padece, no es digno de compararse con la Gloria venidera  que en nosotros ha de ser manifestada". Rom.8.18. "Porque nuestra leve tribulación, que no es sino por un momento, obra  por nosotros un peso de Gloria inconmensurablemente grande y eterno". Cor.4.17

 

 


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