} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CRISTO CALMA NUESTRAS TEMPESTADES

viernes, 19 de marzo de 2021

CRISTO CALMA NUESTRAS TEMPESTADES

 

 

Mar 6:45  En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.

Mar 6:46  Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;

Mar 6:47  y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.

Mar 6:48  Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.

Mar 6:49  Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;

Mar 6:50  porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

Mar 6:51  Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.

Mar 6:52  Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.

Mar 6:53  Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.

Mar 6:54  Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.

Mar 6:55  Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.

Mar 6:56  Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

 

 El primer acontecimiento que se relata en estos versículos, es un bello emblema de la condición en que nos encontraremos todos los creyentes, antes de la segunda venida de Jesucristo. Como los discípulos, somos juguete de las borrascas y no gozamos de la presencia visible de nuestro Señor; y como los discípulos,  veremos otra vez cara a cara a nuestro. Señor. Como los discípulos, veremos tiempos mejores, cuando nuestro Maestro venga a nosotros; no seremos azotados  por las tormentas y gozaremos de calma perfecta.

Nada hay de fantástico en la aplicación del pasaje. No debemos dudar que hay una profunda significación en todos los pasos de su vida, y que era "Dios  manifiesto en la carne". Por ahora, sin embargo, limitémonos a presentar las enseñanzas claras y prácticas que contienen estos versículos.

Notemos, el primer lugar, como nuestro Señor fija sus miradas en las angustias de su pueblo creyente, y los socorre en debido tiempo. Leemos, que cuando "la  barca estaba en medio del mar, y El solo estaba en la tierra, vio a sus discípulos afanados remando" se dirigió a ellos caminando sobre el mar, y los animó  con estas graciosas palabras, "Soy Yo, no temáis", cambiando la tempestad a bonanza.

¡Cuántos motivos de consuelo no hay en estas palabras para todos los verdaderos creyentes! En donde quiera que nos encontremos, y cualesquiera que sean las  circunstancias que nos rodean, el Señor Jesús nos ve. Solos o acompañados, en salud o enfermedad, por tierra o por mar, expuestos a peligros en las ciudades o  en los desiertos, los mismos ojos que vieron a los discípulos sacudidos por las olas en el lago, nos están de continuo contemplando. Nunca estamos fuera del  alcance de su cuidado, nuestros pasos no se le ocultan, sabe el sendero que tomamos y aún puede socorrernos. Quizás no venga a nuestra ayuda en el  momento que más deseamos, pero no permitirá que sucumbamos por completo. El que marchó sobre las olas no cambia nunca; llegará siempre en el tiempo  oportuno para sostener a su pueblo. Aunque se demore, esperemos con paciencia. Jesús nos ve y no nos abandonará.

Notemos, en segundo lugar, los terrores de los discípulos, al ver por primera vez a NuestroSeñor caminar sobre el mar. Se nos dice que "suponían  que era un espíritu, y comenzaron a gritar; pues todos ellos lo vieron y se amedrentaron.

En cuanto Jesús vio a Sus amigos en dificultad, puso a un lado Sus propios problemas; el momento de la oración había pasado; había llegado el momento de la acción; Jesús Se olvidó de Sí mismo, y acudió a ayudar a Sus amigos. Así era, y es, Jesús. Para Él, el clamor de la necesidad humana tenía prioridad sobre todos los otros compromisos. Sus amigos Le necesitaban, y tenía que acudir.

Lo que sucedió físicamente no lo sabemos, ni tal vez lo sepamos nunca. La historia está revestida de un misterio que excluye toda explicación. Lo que sí sabemos es que Jesús se acercó adonde ellos estaban, y su tormenta se convirtió en calma. Con Él a su lado nada podía angustiarlos.

Cuando Agustín estaba escribiendo acerca de este incidente dijo: " Vino hollando las olas; y así pone bajo Sus pies todos los tumultos de las marejadas de la vida.

¡Qué pintura tan fiel de la naturaleza humana nos presentan estas palabras! ¡Cuántos millares de personas, si vieran al presente lo que vieron los discípulos, se  manejarían de la misma manera! ¡Cuán pocos se mantendrían tranquilos, y libres de temor, si estando a bordo de un buque vieran de repente en una noche  tempestuosa a una persona marchando sobre las aguas y acercándose al bajel! Dejad que algunos se rían, si así les place, de los temores supersticiosos de sus  discípulos ignorantes. Encarezcan, si ese es su deseo, la marcha de la inteligencia y los progresos de los conocimientos de nuestros días. Pocos hay, lo  aseguramos con toda confianza, que colocados en la misma situación de los apóstoles, hubieran manifestado más valor que ellos. Los escépticos más audaces  han resultado ser los más grandes cobardes, al ver de noche objetos que no podían explicarse.

La verdad es, que hay un sentimiento instintivo en el hombre que lo hace apartarse con disgusto de todo lo que al parecer pertenece a otro mundo. Tenemos la  conciencia, que muchos se empeñan en vano ocultar con afectada indiferencia, de que hay seres invisibles así como visibles, y que la vida que ahora vivimos  en la carne no es la única existencia que tiene el hombre. Las historias vulgares de apariciones y duendes son, a no dudarlo, necias y supersticiosas; podemos  casi siempre encontrar su origen en las ilusiones y los terrores de personas débiles e ignorantes. Sin embargo, es un hecho que merece estudiarse la aceptación  y circulación que tales cuentos obtienen en todo el mundo. Es una prueba indirecta de la creencia latente en lo invisible, de la misma manera que la moneda  falsa es una evidencia que la hay buena. Forma un testimonio muy peculiar que el incrédulo encontrará difícil refutar, porque prueba que hay algo en el  hombre, que testifica que hay un mundo más allá de la tumba, y que lo aterra cuando lo siente.

Deber es del cristiano proveerse de un antídoto que lo preserve de los terrores de ese gran mundo invisible. Ese antídoto es la fe en un Salvador invisible y  estar en comunión constante con El. Armados con ese antídoto, y mirando al que invisible, no tenemos por qué temer. Estamos en viaje dirigiéndonos al  mundo de los espíritus, y aun ahora nos vemos rodeados de muchos peligros, pero teniendo a Jesús por nuestro Pastor, no hay por qué alarmarnos; estamos  seguros si Él es nuestro Escudo.

Notemos, al concluir con este capítulo, que brillante ejemplo tenemos de nuestros deberes mutuos. Se nos dice que cuando nuestro Señor llegó a tierra de  Genesaret, el pueblo "recorrió toda aquella región" y le llevó en lechos "a los que estaban enfermos" Leemos que "en dondequiera que entraba, en aldeas, o  ciudades o heredades, ponían a los enfermos en las calles, y le suplicaban que les permitiera tocar aunque fuera la orla de su vestido.

Que en esto veamos un ejemplo para nosotros. Hagamos lo mismo; tratemos de llevar a Jesús, el gran Médico, para que  cure a todos los que en torno nuestro necesitan medicina espiritual. Almas hay que mueren de continuo, y las  oportunidades pasan rápidamente, y la noche viene cuando nadie puede trabajar. No perdonemos esfuerzos en despertar en todos los conocimientos de Jesucristo, para que puedan salvarse. Es una idea consoladora saber que "todos los que lo tocan  quedan sanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario