} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: SOMOS LENTOS EN COMPRENDER

sábado, 27 de marzo de 2021

SOMOS LENTOS EN COMPRENDER


Mar 8:11  Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle.

Mar 8:12  Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.

Mar 8:13  Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.

Mar 8:14  Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.

Mar 8:15  Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.

Mar 8:16  Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan.

Mar 8:17  Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?

Mar 8:18  ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?

Mar 8:19  Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.

Mar 8:20  Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.

Mar 8:21  Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?

  

Este pasaje arroja un haz de luz muy intensa sobre las mentes de los discípulos. Estaban pasando al otro lado del mar de Galilea, y se habían olvidado de llevar suficiente pan. Obtendremos mejor el sentido de este pasaje si lo relacionamos estrechamente con lo precedente. Jesús estaba pensando en la demanda que los fariseos Le habían hecho de una señal, y también en la reacción aterrada de Herodes hacia Sí mismo. «¡Cuidado -les dijo, traduciéndolo literalmente- con la levadura de los fariseos y la de Herodes!» Para los judíos, la levadura era un símbolo de la corrupción. La levadura era una pizquita de masa fermentada de la hornada anterior que se había guardado. Para los judíos, la fermentación era lo mismo que la putrefacción, y de ahí que la levadura representara el mal, sobre todo el mal moral.

Algunas veces los judíos usaban la palabra levadura en el sentido del pecado original, o de la maldad de la naturaleza humana. Rabí Alejandro decía: «Está claro para Ti que nuestra voluntad es hacer Tu voluntad. ¿Y qué lo impide? La levadura que está en la masa, y la esclavitud a los reinos de este mundo. Sea Tu voluntad librarnos de sus manos.» Representaba, por así decirlo, la mancha de la naturaleza humana, el pecado original, la levadura corruptora que impedía al hombre hacer la voluntad de Dios. Así que, cuando Jesús dijo esto, lo que quería decir era: «Manteneos en guardia frente a la mala influencia de los fariseos y de Herodes. No sigáis el camino por el que ellos van.»

¿Qué relación existía entre los fariseos y Herodes? Los fariseos acababan de pedir una señal. Para un judío -veremos esto más claramente dentro de poco- lo más fácil del mundo era pensar en el Mesías en términos de maravillas y conquistas y sucesos milagrosos y triunfos nacionalistas y supremacía política. Herodes había tratado de edificar la felicidad adquiriendo poder y riqueza e influencia y prestigio. En un sentido, el Reino de Dios era un reino terrenal tanto para los fariseos como para Herodes; se basaba en poder y grandeza terrenales, y en las victorias que podía obtener la fuerza. Era como si Jesús, con Su sugerencia, estuviera preparando a Sus discípulos para algo que había de suceder muy pronto. Era como si les dijera: «Puede que pronto os amanezca el hecho de que Yo soy el Ungido de Dios, el Mesías. Cuando lleguéis a esa convicción, no penséis en términos de poder y gloria terrenales, como hacen los fariseos y Herodes.» Del verdadero sentido no les dijo nada de momento. Aquella sombría Revelación habría de esperar su momento.

De hecho, esta insinuación de Jesús les pasó por encima de la cabeza a los discípulos. No podían pensar en nada más que en el hecho de que se habían olvidado de llevar pan, y que pasarían hambre. Jesús vio que estaban preocupados por el pan material. Bien puede ser que les hiciera estas preguntas, no enfadado, sino con una sonrisa, como el que trata de conducir a un torpe chiquillo a descubrir una verdad evidente. Les recordó que por dos veces había satisfecho el hambre de grandes multitudes con comida suficiente y de sobra. Es como si les dijera: " ¿Por qué os preocupáis? ¿No os acordáis de lo que ha sucedido antes? ¿No habéis aprendido por propia experiencia que no tenéis que preocuparos por esas cosas cuando estáis conmigo?»

Notemos el solemne apercibimiento que nuestro Señor dirige a sus discípulos al principio de este pasaje. Dice, "Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos,  y de la levadura de Herodes...

No tenemos que ponernos a conjeturar la significación de ese apercibimiento, pues nos lo aclara el pasaje paralelo en el Evangelio de S. Mateo. Allí leemos  que Jesucristo no se refería a levadura "de pan," sino a levadura de "doctrina." El formalismo y la justificación propia de los fariseos, la mundanalidad y el  escepticismo de los cortesanos de Herodes, eran los objetos de las precauciones de nuestro Señor. Encarga a sus discípulos que se pongan en guardia contra  esos defectos.

Tales apercibimientos son muy importantes, y sería un gran bien para la iglesia de Cristo que se recordasen con más frecuencia. Las persecuciones no le han  hecho a la iglesia ni la mitad del daño que le ha acarreado la aparición en su seno de falsas doctrinas. Falsos profetas y falsos maestros en su campamento han  producido más daños en la cristiandad que todas las persecuciones tan sangrientas de los emperadores romanos. La espada del enemigo no ha perjudicado  tanto la causa de la verdad como la lengua y la media verdad.

Las doctrinas que nuestro Señor especifica son precisamente las que más han dañado la causa del Cristianismo. El formalismo por una parte, y el escepticismo  por otro, han sido dolencias crónicas en la que profesa ser iglesia de Cristo. En todas épocas muchos cristianos se han visto atacados por ellas y por eso se ha  necesitado en todo tiempo mucha vigilancia y mucho cuidado para preservarse.

La expresión que nuestro Señor usa al hablar de las falsas doctrinas es muy significativa y apropiada; las llama "fermento." No hubiera podido emplearse otra  palabra más exacta: pinta de una manera gráfica los comienzos humildes de la falsa doctrina, la manera sutil y callada con que se difunde insensiblemente  introduciendo en la religión del, creyente el poder mortífero con que transforma todo el carácter del Cristianismo; cualidades que constituyen el peligro más  grande de una doctrina falsa. Si se aproximase tremolando su verdadero estandarte, poco daño haría; pero el secreto de sus triunfos es su sutileza y su  semejanza con la verdad. Se ha dicho que todo error en religión es una verdad desfigurada.

"Examinémonos con frecuencia para ver si estamos en la fe," y guardémonos de la "levadura. "No miremos con indiferencia una doctrina falsa por  insignificante que nos parezca, como no lo hacemos con un acto inmoral o con una mentira por ligeros que sean a nuestro entender. Admitida una vez en  nuestros corazones no sabemos cuán lejos nos podrá extraviar. El comenzar a desviarnos de la verdad pura es como dejar correr las aguas, gotas al principio y  después torrentes. Un poco de levadura hace fermentar toda la masa. Gal_5:9.

Paremos la atención en la obtusa inteligencia de los discípulos cuando el Señor les dirigió el apercibimiento que encierra este pasaje. Creyeron que la  "levadura " de que habla, debía ser levadura de pan. No se les ocurrió por un momento que se refiriera a ninguna doctrina, y así es que se atrajeron este duro  reproche " ¿No percibís aun, ni entendéis? ¿Tenéis aun el corazón endurecido? ¿Cómo es que no comprendéis?" Aunque los discípulos eran creyentes, y  estaban convertidos y renovados, comprendían aún con dificultad las cosas espirituales. Tenían aún los ojos confusos, y su percepción era muy lenta en todo  lo que se refería al reino de Dios.

Útil nos será recordar lo que aquí se refiere de los discípulos; puede servirnos para modificar la alta idea que estamos dispuestos a formarnos de nuestra  sabiduría, y para mantenernos en la humildad y en la sumisión espiritual. No debemos imaginarnos, que en cuanto nos convertimos, lo sabemos todo. Nuestro  conocimiento, como todas nuestras gracias, es siempre imperfecto, y nunca está más lejos de la perfección como cuando empezamos a dar los primeros pasos  en el servicio del Señor. Hay más ignorancia en nosotros de la que podemos imaginarnos. "Si alguno piensa que sabe algo, aún no sabe cosa alguna como le  conviene saber." 1 Cor. 8.2.

Útil nos será sobre todo recordar lo que en este pasaje se refiere a nuestras relaciones con cristianos jóvenes. No podemos esperar que un recién convertido sea  perfecto. No podemos declararlo destituido de gracia, sin conocimiento de Dios, y falso maestro, porque no discierne al principio sino una parte de la verdad y  comete muchos errores. Posible es que a los ojos de Dios esté en el buen camino, y sea, sin embargo, como los discípulos lento en comprender las cosas del  Espíritu. Debemos ser tolerantes y pacientes con él y no dejarlo a un lado como inútil. Démosle tiempo para que crezca en gracia y conocimiento, y quizás en  sus últimos días lo veamos lleno de sabiduría, como Pedro y Juan. Que bendición es pensar que Jesús, nuestro Maestro celestial, no desprecia a ningún  miembro de su pueblo. Por extraordinaria y digna de crítica que sea su torpeza para aprender, es indudable que Su paciencia nunca se agota. Continúa  enseñándoles, "renglón tras renglón, y precepto tras precepto." Hagamos lo mismo; sea nuestra regla invariable no mirar con desprecio la debilidad y torpeza  de los cristianos jóvenes. Esperemos y seamos bondadosos, siempre que descubramos una chispa de verdadera gracia por pálida que sea, y aunque esté  mezclada con mucha debilidad. Hagamos lo que desearíamos que hicieran con nosotros.

 

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