Mar 6:30 Entonces los
apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo
que habían enseñado.
Mar 6:31 Él les dijo:
Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran
muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
Mar 6:32 Y se fueron
solos en una barca a un lugar desierto.
Mar 6:33 Pero muchos los
vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y
llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
Mar 6:34 Y salió Jesús y
vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que
no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
Mar 6:35 Cuando ya era muy
avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es
desierto, y la hora ya muy avanzada.
Mar 6:36 Despídelos para
que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué
comer.
Mar 6:37 Respondiendo él,
les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos
pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
Mar 6:38 El les dijo:
¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
Mar 6:39 Y les mandó que
hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
Mar 6:40 Y se recostaron
por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
Mar 6:41 Entonces tomó
los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió
los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los
dos peces entre todos.
Mar 6:42 Y comieron
todos, y se saciaron.
Mar 6:43 Y recogieron de
los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
Mar 6:44 Y los que
comieron eran cinco mil hombres.
Marquemos
en este pasaje la conducta de los apóstoles cuando volvieron de su primera
misión como predicadores. Leemos que "se juntaron con Jesús, y le dijeron todas las cosas que habían hecho, y
lo que habían enseñado".
Estas
palabras son muy instructivas: deben servir de guía a todos los ministros del
Evangelio y a todos los que trabajan en hacer bien a las almas. Todos
ellos deben hacer diariamente lo que los
apóstoles en esta ocasión. Deben referir todo lo que hagan a la gran Cabeza de
la iglesia; presentar toda su obra a Cristo, y
pedirle consejos, dirección, fuerza y ayuda.
La
plegaria es el gran secreto del éxito en esas empresas espirituales; conmueve
al que pone en movimiento el cielo y la tierra; hace descender la
prometida ayuda del Espíritu Santo, sin
quien, los mejores sermones, la enseñanza más luminosa, y el trabajo más
diligente, son completamente vanos. No son los que tienen las dotes más eminentes los que logran
más éxito al trabajar por Dios, sino los que se mantienen en comunión más íntima con Cristo y
son más constantes en la oración. Los que claman con el profeta Ezequiel, "Ven de
los cuatro puntos cardinales, Oh aliento, y sopla sobre estos muertos para que vivan". Ezeq. 37.9. Los que siguen con
más exactitud el modelo apostólico, y "se consagran a la plegaria y al
ministerio de la palabra". Hech.6.4. ¡Feliz la iglesia que tiene ministros que saben orar lo
mismo que predicar! La pregunta que debemos hacer respecto a un nuevo ministro,
no es solamente "¿Sabe predicar
bien?" sino también "¿Ora mucho a favor de su pueblo y de su obra?.
Aquí
vemos lo que podríamos llamar el ritmo de la vida cristiana. La vida cristiana
es un constante entrar en la presencia de Dios desde la presencia de la
sociedad, y salir de la presencia de Dios a la presencia de nuestros
semejantes. Es como el ritmo del descanso y el trabajo. No podemos trabajar a
menos que tengamos un tiempo de descanso; y el sueño no nos vendrá a menos que
hayamos trabajado hasta cansarnos.
Hay
dos peligros en la vida. El primero es el peligro de
una actividad demasiado constante. Ninguna persona puede trabajar sin
descansar; y ninguna persona puede vivir la vida cristiana a menos que se tome
tiempo con Dios. Bien pudiera ser que todos los problemas de nuestras vidas
estuvieran en que no Le damos a Dios la oportunidad de hablarnos, porque no
sabemos estarnos quietos y escuchar; no
Le damos tiempo a Dios para recargar nuestras energías y fuerza espiritual,
porque no apartamos un tiempo para esperar en Él. ¿Cómo podremos
asumir las cargas de la vida si no tenemos contacto con el Que es el Señor de
toda la vida? ¿Cómo podremos hacer la obra de Dios a menos que sea con las
fuerzas que Dios da? ¿Y cómo podremos recibir esas fuerzas si no buscamos en
tranquilidad y a solas la presencia de Dios?.
Segundo,
existe el peligro de retirarnos demasiado. La devoción que
no desemboca en la acción no es la verdadera devoción. La oración que
no desemboca en las obras de servicio no es la verdadera oración.
No debemos nunca buscar la comunión con Dios a fin de evitar la comunión con
nuestros semejantes, sino para prepararnos mejor para ella. El ritmo de la vida cristiana es el encuentro alternativo con
Dios en el lugar secreto y con nuestros semejantes en los diversos campos de la
actividad humana.
Pero
el descanso que Jesús buscaba para Sí mismo y para Sus discípulos no tendría
lugar. Las multitudes vieron marcharse a Jesús y a Sus hombres.
Estas
palabras están llenas de una tierna consideración. Nuestro Señor sabe bien que
sus siervos son carne así como espíritu, y que tienen cuerpos lo mismo que almas. Sabe que los mejores tienen un
tesoro encerrado en vasos de tierra y están sujetos a muchas flaquezas. Les
hace ver que no espera de ellos más que
lo que su fuerza corporal permite. Nos exige lo que podemos hacer, no lo
imposible. "Apartaos" les dice, "y descansad un poco.
Estas
palabras están llenas de profunda sabiduría. Nuestro Señor sabe que sus siervos
tienen que atender a sus almas así como atender a las de los demás. Sabe que dedicar una atención constante a una obra
pública puede hacernos olvidar los intereses privados de nuestras almas y que
mientras cuidemos de las viñas ajenas,
corremos peligro de descuidar la Nuevo Testamento. Cant.1.6. nos recuerda que
es bueno que los ministros se retiren algunas veces de sus trabajos públicos y se examinen. "Apartaos",
les dice, "a un lugar desierto.
Desgraciadamente
hay poco en la iglesia de Cristo que necesitan estas amonestaciones; hay pocos
en peligro de trabajar demasiado y de dañar sus cuerpos y sus almas por ocuparse con exceso de los
demás. La gran mayoría de los que se llaman cristianos es indolente y perezosa,
y nada hace en bien del mundo que los
rodea; pocos hay que necesiten de la brida tanto como del acicate; estos pocos,
sin embargo, deben atesorar en sus corazones las enseñanzas que se desprenden de este pasaje. Deben economizar
su salud como un capital, y no malgastarlo como jugadores; deben contentarse
con gastar la renta diaria de fuerza que
poseen, y no girar contra el principal destinadamente; deben recordar que hacer
poco y hacerlo bien, es el medio de hacer más al cabo. Sobre todo no deberían olvidarse nunca de vigilar del
continuo sus corazones y proporcionarse de una manera metódica tiempo para
examinarse y para meditar con calma. El
éxito del ministerio de una persona y de los buenos resultados de sus trabajos
públicos está íntimamente enlazado con la buena condición de su alma; muy útil le es el retirarse de cuando
en cuando.
En
este lugar determinado, el lago no tiene más que seis kilómetros de ancho yendo
en barca, y quince kilómetros por tierra, rodeando el lago por la parte
superior. En un día sin viento, o con viento contrario, se podría necesitar un
cierto tiempo para cruzar en barca, y una persona que anduviera deprisa podría
rodear el lago a pie y llegar antes que la barca. Eso fue lo que sucedió aquel
día; y cuando Jesús y Sus hombres desembarcaron al otro lado, la misma multitud
de la que se habían querido retirar para estar tranquilos un tiempo los estaba
esperando allí.
Cualquier
persona corriente se habría molestado mucho. El descanso que Jesús deseaba y
necesitaba y se había ganado con creces se Le negaba. Le invadían Su intimidad.
Cualquier persona normal se habría enfadado, pero Jesús Se conmovió de misericordia: por la condición lastimosa de la
multitud. Fijemos la atención en los sentimientos que
manifiesta nuestro Señor Jesucristo respecto a las personas que se les unieron.
Leemos "que sintió por ellas gran
compasión, porque estaban como ovejas sin pastor". No tenían maestros que
los enseñaran, y sus guías eran los escribas y fariseos que estaban ciegos, sin recibir otro alimento espiritual
que las tradiciones humanas. Millares de almas inmortales estaban allí, en
presencia de nuestro Señor, ignorantes,
desvalidas, marchando por el ancho camino de la perdición. El bondadoso
corazón de nuestro Señor Jesucristo se conmovió. "Sintió compasión por
ellos, y empezó a enseñarles muchas
cosas.
No
olvidemos nunca que nuestro Señor es el mismo ayer, hoy y eternamente, que
jamás cambia y que en el cielo, a la diestra de Dios, contempla compasivo
a los hijos de los hombres; se compadece
aún del ignorante y de los que están extraviados y aún está dispuesto a
"enseñarles muchas cosas". Aunque siente un amor especial por las ovejas que oyen su voz,
siente también un amor inmenso y universal por el género humano entero, amor
compasivo y lleno de misericordia. Es
una teología muy estrecha la que enseña que Cristo se ocupa tan solo de los
creyentes. Apoyándonos en la Escrituras podemos asegurar a los pecadores más endurecidos, que Jesús los
compadece, que se ocupa de sus almas; que Jesús desea salvarlos y los invita a
creer y a encontrar su salvación. Los miró; iban desesperadamente en serio;
querían tanto lo que Él solo les podía dar; Le parecían como ovejas que no
tuvieran pastor. ¿Qué quería decir con eso?
(i) Una oveja son pastor no puede encontrar
el camino. Dejados a nosotros mismos, nos perdemos en la vida. El doctor
Caims hablaba de personas que se sienten como " chiquillos en la lluvia.»
Dante tiene un verso en el que dice: " Me desperté en medio del bosque, y
estaba oscuro, y no se veía ningún camino.» La vida puede llenarnos de
confusión. Puede que nos encontremos en un cruce de caminos, y no sepamos cuál
tomar. Es
solamente cuando Jesús nos guía y nosotros Le seguimos cuando podemos encontrar
el camino:
(ii)
Una oveja sin pastor no puede encontrar
pastos ni agua. En esta vida tenemos que buscar sustento. Necesitamos
fuerzas para seguir adelante; necesitamos inspiración para elevarnos por encima
de nosotros mismos. Cuando buscamos estas cosas en otro sitio, nuestra mente
sigue insatisfecha, nuestro corazón inquieto, nuestra alma en ayunas. Sólo podemos
obtener las fuerzas para la vida del Que es el Pan de la Vida.
(iii)
Una oveja sin pastor no tiene defensa
frente a los peligros que la acechan. No se puede defender ni de los
ladrones ni de las fieras. Si la vida nos ha enseñado algo es que no podemos
vivir solos. Nadie se puede defender a sí mismo de las tentaciones que le
asedian y del mal del mundo que le ataca. Sólo en la compañía de Jesús podemos caminar por el mundo y
librarnos del mal. Sin Él no tenemos defensa; con Él estamos a salvo.
Preguntémonos si comprendemos el espíritu de
Cristo y lo sentimos en nosotros. ¿Nos interesamos como El por las almas de los inconversos?
¿Nos compadecemos, como El, profundamente a todos los que están como ovejas sin pastor? ¿Nos cuidamos de los impenitentes
y de los impíos que están a nuestra puerta? ¿Nos cuidamos de los paganos, de los judíos, de los mahometanos, de los
católicos romanos que habitan en remotas tierras? ¿Empleamos todos los
medios que están a nuestro alcance y
damos con placer nuestro dinero, para esparcir el Evangelio por el mundo? Estas
son preguntas muy graves, y que exigen
graves respuesta. El que no se cuida
de las almas de los demás no es como Jesucristo.
Puede
muy bien ponerse en duda si está convertido, y si conoce el valor de su misma
alma.
Es
un hecho indudable que ningún milagro de Jesús parece haberles hecho tanta
impresión a los discípulos como este, porque es el único que nos cuentan los
cuatro evangelios. Ya hemos visto que el evangelio de Marcos realmente
incorpora los materiales de la predicación de Pedro. El leer esta historia, tan
sencilla pero también tan dramáticamente contada, es leer algo que suena al
relato de un testigo presencial. Notemos algunos de sus detalles peculiares y
realistas.
La multitud se sentó en la hierba
verde. Es como si Pedro estuviera viendo otra vez toda la
escena con los ojos de la memoria. Resulta que esta breve frase descriptiva nos
provee de un montón de información. La única parte del año cuando la hierba
estaría verde sería al final de la primavera, al final de abril. Así es que
sería por entonces cuando tuvo lugar este milagro. En esa época, el sol se pone
hacia las seis de la tarde; así es que esto tiene que haber sucedido algo antes
de esa hora.
Marcos
nos dice que se sentaron en secciones de cien o de cincuenta. La palabra que se
usa para secciones (prasíai) es una palabra muy pictórica. Es el término griego
normal para lechos de plantas en una huerta o de flores en un jardín. Mirando a
esos pequeños grupos, sentados ordenadamente, parecerían como bancales de
plantas en una huerta.
Al
final recogieron doce cestas de pedazos sobrantes. Ningún judío ortodoxo viajaba
nunca sin su cesta característica (kofinos). Los autores latinos nos han dejado
chistes que se hacían de los judíos con sus cestas. Había dos razones para
llevar esa cesta, que estaba hecha de mimbre y tenía un cuello estrecho que se
iba ensanchando hacia abajo. La primera era que un judío ortodoxo tenía que
llevar sus provisiones de comida para estar seguro de comer alimentos permitidos
por la Ley. Segunda, muchos judíos iban por la vida de pordioseros
profesionales, y metían lo que les daban en su cesta. La razón de que hubiera
doce cestas es sencillamente que los apóstoles eran doce. Fue en sus propias
cestas donde recogieron ahorrativamente los trozos sobrantes para que no se
perdiera nada.
Lo
más maravilloso de esta historia es que por toda ella discurre el contraste
implícito entre la actitud de Jesús y la de Sus discípulos.
(i)
Nos muestra dos reacciones a la necesidad humana. Cuando los discípulos vieron
lo tarde que era y lo cansada y hambrienta que estaba la gente, dijeron: "
Despídelos para que puedan encontrar algo de comer.» Lo que equivalía a decir:
«Estas personas están cansadas y hambrientas. Líbrate de ellas, y que sea otro
el que se preocupe de ellos.» Pero Jesús dijo: «Dadles vosotros algo de comer.»
Lo que Jesús estaba diciendo de hecho era: «Estas personas están cansadas y
hambrientas. Tenemos que ayudarlas.» Siempre hay personas que se dan perfecta
cuenta de que hay otras que tienen dificultades y problemas, pero que quieren
pasarle la responsabilidad de hacer algo para ayudarlos a algún otro; y hay
algunas personas que, cuando ven que alguien está pasando apuros, se sienten
impulsados a ayudarle por sí mismos. Hay algunos que dicen: «Que se encarguen
otros.» Y hay quienes dicen: "La necesidad de tú hermano es mi
responsabilidad.»
(ii)
Nos muestra dos reacciones a los recursos humanos. Cuando Jesús les pidió a Sus
discípulos que le dieran a la gente algo de comer, insistieron en que
doscientos denarios no bastarían para comprar solamente el pan. La palabra que
usan casi todas las versiones es denario. Esta era una moneda de plata que
representaba el salario diario de un obrero. Lo que los discípulos estaban
diciendo realmente era: "Lo que ganara un obrero en seis meses no bastaría
para darle a cada uno de estos el pan de una comida.» Realmente querían decir:
"Lo que nosotros podamos tener es totalmente insuficiente.»
Jesús
les preguntó: "¿Cuánto tenéis?» Tenían cinco panes. No serían hogazas
grandes, sino más bien panecillos. Juan (6:9) nos dice que eran panecillos de
cebada, que eran el alimento de los más pobres de los pobres. El pan de cebada
era el más barato y áspero de todos. También tenían dos pescados, que serían
probablemente del tamaño de sardinas. Teriquea -que quiere decir " el
pueblo del pescado salado»- era un lugar muy conocido en las proximidades del
lago, del que se mandaba pescado salado a todo el mundo. Los pescaditos salados
se comían con delicia con los panecillos secos.
No
parecía gran cosa. Pero Jesús lo tomó en Sus manos, e hizo maravillas con
ellos. En las manos de Jesús, poco es siempre mucho. Puede que creamos que
tenemos poco talento o pocos medios que ofrecerle a Jesús. Esa no es razón para
un pesimismo derrotista como el de los discípulos. Lo único fatal es decir:
«Para lo que yo puedo hacer, no vale la pena intentarlo.» Si nos ponemos en
manos de Jesucristo, está por ver lo que Él puede hacer con nosotros y por
medio de nosotros.
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