} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: COMPASIÓN Y DESAFÍO

viernes, 26 de marzo de 2021

COMPASIÓN Y DESAFÍO


Mar 8:1    En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:

Mar 8:2  Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;

Mar 8:3  y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.

Mar 8:4  Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?

Mar 8:5  El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete.

Mar 8:6  Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.

Mar 8:7  Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.

Mar 8:8  Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas.

Mar 8:9  Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió.

Mar 8:10  Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.

 

 Vemos otra vez a nuestro Señor dando de comer a una gran multitud con unos pocos panes y peces. Conocía el corazón del hombre, y veía la nube de  disputadores y escépticos que iba a levantarse, y que pondrían en duda la realidad de las obras portentosas que hacía. Repite el milagro asombroso que aquí  se refiere para cerrar la boca a todos los que no se empeñan en cerrar los ojos a la evidencia. Muestra la grandeza de su poder por segunda vez ante cuatro  mil testigos.

Observemos en este pasaje cuán grande es la bondad y compasión de nuestro Señor Jesucristo. Veía en torno suyo a una "multitud muy grande," que no  tenía nada que comer; sabía que una gran mayoría lo seguían tan solo por mera curiosidad, y no tenían el más ligero título para ser considerados como  discípulos suyos. Sin embargo, cuando los vio hambrientos y destituidos, se compadeció de ellos: "Tengo compasión de la multitud, porque hace tres días  que están conmigo, y no tienen nada que comer...

En estas palabras se descubre lo sensible del corazón de nuestro Señor Jesucristo. Se compadece aun de aquellos que no son miembros de su pueblo, de los  infieles, de los que no tienen gracia, de los adoradores del mundo; por ellos se enternece, aunque ellos no lo conocen; muere por ellos, aunque ellos se cuidan  muy poco de lo que El hizo en la cruz. Los recibiría graciosamente, y les concedería un perdón absoluto y gratuito, si tan solo se arrepintieran y creyeran en  El. Guardémonos de medir el amor de Cristo con medidas humanas. Indudable es que tiene un amor especial a los creyentes que forman su pueblo, pero se  compadece amorosamente aun de los malos y de los mal agradecidos. Su amor" excede todo conocimiento." Efes.3:19.

Empeñémonos en hacer a Jesús nuestro modelo tanto en este particular, como en todo. Seamos bondadosos, compasivos, piadosos y corteses con todos los  hombres; estemos siempre dispuestos a hacer bien a todos, y no solo a los amigos ni a los que pertenecen a la familia de los creyentes. Practiquemos la orden  de nuestro Señor, "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen." Mat_5:44. Esto es tener el espíritu de  Cristo; esta es la mejor manera de amontonar carbones encendidos sobre la cabeza de nuestros enemigos, y convertirlos en amigos. Rom_12:20.

Observemos, en segundo lugar, según este pasaje, que para Cristo nada es imposible. Los discípulos dijeron "¿de dónde puede un hombre hartar a estos  hombres de pan, aquí en el desierto?" Bien podían decirlo. Sin la mano de Aquel que hizo al principio el mundo de la nada, no hubiera podido realizarse. Pero  en las manos omnipotentes de Jesús siete panes y unos pocos peces resultaron suficientes para satisfacer a cuatro mil hombres. Nada es muy difícil para el  Señor.

No nos permitamos nunca dudar del poder de Cristo para subvenir a las necesidades espirituales de todo su pueblo. Tiene "pan bastante y aun de sobra" para  toda alma que en El confía. Por débiles, enfermos, corrompidos, y vacíos que se encuentren los creyentes, que no desesperen jamás, pues Cristo vive. Hay en  El tesoro inagotable de misericordia y gracia, reservado para el uso de todos los miembros creyentes, y listo para ser concedido a todo aquel que en sus  oraciones lo pidiera. "Plugo al Padre que en El residiera toda la plenitud." Col_1:19.

No dudemos nunca del cuidado providencial que Cristo se toma para remediar las necesidades temporales de todo su pueblo. Está informado de sus  circunstancias; conoce todas sus necesidades, y no permitirá que les falte nada que realmente sea para su bien. Su corazón no ha cambiado después que subió  al cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Vive aún el que tuvo compasión de las turbas hambrientas en el desierto, y socorrió su necesidad. ¿Con cuanta más  razón no debemos suponer que remediará las necesidades de los que confían en El? De seguro que las remediará; podrá poner su fe a prueba algunas veces;  algunas veces tendrán quizás que esperar largo tiempo y se encontrarán agobiados; pero el creyente no quedará destituido. "Pan recibirá; su agua estará  segura." Isa_33:16.

Observemos, por último, que gran pesar la incredulidad causa a nuestro Señor Jesucristo. Se nos dice que cuando "los fariseos empezaron a altercar con El,  pidiéndole un signo del cielo, tentándolo, suspiró profundamente en su espíritu." ¡Cuanto significaba ese suspiro! Se escapaba de un corazón que se lamentaba de la ruina que esos malvados estaban acarreando a sus propias almas. Aunque enemigos suyos, Jesús no podía contemplar sin dolor como se endurecían en la  incredulidad.

El sentimiento que nuestro Señor Jesucristo manifiesta en esta ocasión será siempre el de todos los cristianos verdaderos. Dolerse de los pecados de nuestros  prójimos es una prueba evidente de la gracia. El que está verdaderamente convertido mirará al inconverso con piedad e interés. Así pensaba David: "  Contemplé a los transgresores y me afligí." Salmo_119:138. Así sentían los buenos en los días de Ezequiel: "Suspiran y claman por las abominaciones que se  cometen en la tierra." Ezeq. 9:4. Ese era el espíritu que dominaba á Lot: "Su alma recta se angustiaba con las maldades de los que lo rodeaban."  2Pe_2:8.

Lo mismo sucedía con Pablo: " Que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón." Rom_9:2. En todos estos casos descubrimos algo del espíritu de  Cristo. Como siente la Cabeza excelsa de la iglesia, así sienten los miembros. Todos se afligen cuando ven el pecado.

No concluyamos con este pasaje sin examinarnos escrupulosamente. ¿Sabemos lo que es imitar a Cristo, y tener sus mismos sentimientos? ¿Nos sentimos  lastimados, afligidos y angustiados cuando vemos a los hombres persistir en sus pecados y en su incredulidad? ¿Nos lamentamos é interesamos por la  condición de los inconversos? Estas son cuestiones importantes, íntimas, y que demandan seria consideración. Hay pocos signos más seguros de un corazón  inconverso, que la indiferencia y el descuido respecto a las almas de los demás.

No olvidemos finalmente que la incredulidad y el pecado son ahora causa tan grande de dolor para nuestro Señor como lo  fueron hace dos mil  años. Luchemos y oremos para que ningún acto ó hecho nuestro vaya a aumentar ese dolor.

Muchos cometen continuamente el pecado de afligir a Cristo sin pensarlo y sin reflexionarlo. No ha cambiado Aquel que  suspiro al ver la incredulidad de los fariseos. ¿Podemos dudar que se aflija cuando ve a alguno que persiste ahora en su  incredulidad? ¡Permita Dios que nos veamos libres de semejante pecado!

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