} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VIDA DE ELIAS VIII

jueves, 30 de junio de 2022

LA VIDA DE ELIAS VIII

 


“Elías le dijo: No tengas temor; vé, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo." (I Reyes 17:13).

    

      En lo que tenemos ante nosotros para considerar, vamos a ver de qué modo se comportó el profeta en un ambiente y unas circunstancias totalmente distintas de las que hasta ahora han ocupado nuestra atención. Hasta aquí, hemos visto algo de cómo se desenvolvió en público: su coraje y dignidad espiritual ante Acab; y también cómo obró en privado: su vida en secreto ante Dios junto al arroyo, obediente a la palabra del Señor, esperando pacientemente la orden de partida. Pero aquí el Espíritu nos concede ver cómo se condujo Elías en -el hogar de la viuda de Sarepta, revelándonos del modo más bendito la suficiencia de la gracia divina para los siervos y el pueblo de Dios en todas las situaciones en que puedan encontrarse. Cuán a menudo el siervo de Dios que es inflexible en público y fiel en sus devociones secretas, fracasa lamentablemente en la esfera doméstica, el círculo familiar. No debería ser así; ni fue así con Elías. Lo que acabamos de aludir quizá requiere unas cuantas observaciones que ofrecemos a modo de atenuante y no de explicación.

¿A qué es debido que el siervo de Dios a menudo salga mucho menos airoso en el hogar que en el púlpito o en la cámara secreta?

En primer lugar, al ir a cumplir sus deberes públicos, lo hace resuelto a presentar batalla al enemigo; y cuando regresa a casa, lo hace con su energía nerviosa agotada, y dispuesto a recuperarla y descansar. Es entonces que las cosas relativamente triviales le irritan y contrarían fácilmente.

En segundo lugar, en su ministerio público es consciente de luchar contra-los poderes del mal, pero en el círculo familiar está rodeado de aquellos que le aman, y no está tan en guardia, sin darse cuenta de que Satanás puede usar a los suyos para tener ventaja sobre él. En tercer lugar, la fidelidad consciente en público puede haber estimulado su vanidad, y un aguijón en la carne -el darse cuenta con dolor de su fracaso triste en su hogar- puede serle necesario para humillarse. Así y todo, la conducta que deshonra a Dios no tiene más justificación en el círculo doméstico que en el púlpito.

En el capítulo precedente llegamos al punto en que Elías -en respuesta a las órdenes de Jehová- dejó su retiro en Querit, atravesó el desierto, y llegó a las puertas de Sarepta, donde el Señor había mandado (secretamente) a una viuda que le sustentara. La encontró a la entrada de la ciudad, aunque en circunstancias que presentaban una apariencia de lo menos prometedor para la vista carnal. Esta mujer, en vez de dar una bienvenida gozosa al profeta, le habló con tristeza de su inminente muerte y de la de su hijo. Lejos de estar aparejada para cuidar de Elías, le dice que “un puñado de harina, y un poco de aceite” es todo lo que le queda. ¡Qué prueba para la fe! ¡Qué irrazonable parecía que el hombre de Dios esperara sustento bajo su techo! No más irrazonable que el hecho de que a Noé le fuera ordenado construir un arca antes de que hubiera lluvia, y mucho menos señal alguna de un diluvio; ni menos razonable que el que se pidiera a Israel simplemente andar y andar alrededor de las murallas de Jericó. El sendero de la obediencia puede andarse sólo cuando se ejercita la fe. “Y Elías le dijo: No hayas temor; ve, haz como has dicho" (I Reyes 17:13). ¡Qué palabra más afable para acallar el corazón de la pobre viudal No temas las consecuencias, ni para ti ni para tu hijo, al usar los medios a tu alcance, por escasos que sean. “Empero hazme a mi primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo” (v. 13). ¡Qué prueba más severa ésta! ¿Fue jamás una pobre viuda probada tan penosamente? Hacerle una torta “primero” era ciertamente, en sus circunstancias, uno de los mandatos más duros dados jamás. ¿No parecía fruto del egoísmo? ¿Requerían las leyes de Dios o de los hombres un sacrificio semejante? Dios no nos ha mandado hacer más que amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos; nunca nos ha mandado amarles más. ¡Empero aquí dice: “Hazme a mí primero”! “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra." (I Reyes 17; 14). Ahí estaba la diferencia: ello quitaba la avaricia de la petición, mostrando que no estaba inspirada por el egoísmo. Se le pedía una porción de lo poco que le quedaba; pero Elías le dijo que no dudara en dárselo porque, aunque el caso parecía desesperado, Dios- cuidaría de ella y de su hijo. Obsérvese con qué confianza implícita habló el profeta: no había incertidumbre, sino seguridad positiva y firme en que el repuesto no disminuiría. SÍ, Elías había aprendido en Querit una valiosa lección por propia experiencia: había comprobado la fidelidad de Jehová junto al arroyo, y, por lo tanto, estaba calificado para acallar los temores y confortar el corazón de esta pobre viuda (II Corintios 1:3,4, donde se revela el secreto de todo ministerio eficaz). Obsérvese el título especial conferido aquí a la Deidad. La mujer dijo: “Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. " (I Reyes 17; 12), pero ello no era suficiente. Elías declaró: Jehová Dios de Israel ha dicho así"; había de hacerse comprender a esta gentil la verdad humillante de que “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.” (Juan 4:22). “Jehová Dios de Israel", de cuyos hechos maravillosos tienes que haber oído tanto; el que hizo del altivo Faraón el estrado de sus pies; que llevó a Su pueblo a través del Mar Rojo sin que se mojara; que lo sostuvo milagrosamente en el desierto durante cuarenta años; y que subyugó a los cananeos. Podemos, en verdad, confiar en un Dios así para nuestro pan de cada día. “Jehová Dios de Israel” es aquél cuya promesa nunca falta, por cuanto " Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta. (I Samuel 15:29). Puede confiarse, ciertamente, en Uno así. "Porque Jehová. Dios de Israel ha dicho así: La tinaja de la harina no escaseará, ni se disminuirá la botija del aceite, hasta aquel día que Jehová dará lluvia sobre la haz de la tierra” (v. 14). Dios dio su palabra de promesa en que apoyarse; ¿podía ella confiar? .¿Podía esperar realmente en Él? Véase cuán definitiva era la promesa: no era simplemente que Dios no permitiría que muriese de hambre, o que supliría todas sus necesidades; sino que era como si el profeta hubiera dicho: La harina de tu tinaja no disminuirá, ni se secará el aceite de tu botija.

Si nuestra fe está sostenida por Dios, hará que confiemos en su promesa, que nos entreguemos sin reservas a su cuidado, y que hagamos bien a nuestros semejantes. Pero notemos que la fe ha de seguir ejercitándose continuamente; no se prometió ni proveyó una nueva tinaja de harina: sólo un “puñado” que no disminuía -al parecer una cantidad inadecuada para la familia, pero suficiente para Dios-. "Hasta aquel día que Jehová dará lluvia sobre la haz de la tierra” evidenciaba la fe firme del profeta. “Entonces ella fue, e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella y su casa, muchos días” (I Reyes 17; 15).

¿Quién puede dejar de exclamar: Oh, mujer, grande es tu fe? Podía haber puesto muchas excusas a la petición del profeta, especialmente al serle un extraño; pero, a pesar de lo grande que era la prueba, su fe en el Señor no fue menor. Su simple confianza en que Dios cuidaría de ellos acalló todas las objeciones de la razón carnal. ¿No nos recuerda ello otra mujer gentil, la sirofenicia, una descendiente de los cananeos idólatras, quien mucho tiempo después recibió a Cristo en los términos de Tiro, y buscó Su ayuda para su hija atormentada del demonio? Venció todos los obstáculos con fe asombrosa, y obtuvo una parte del pan de los hijos en la curación de su hija (Mateo 15).

 Ojalá esos casos nos movieran a clamar desde el corazón: “Señor, auméntanos la fe”, por cuanto sólo quien concede la fe puede aumentarla. "Y, comió él, y ella y su casa, muchos días. Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del aceite, conforme a la palabra de Jehová que había dicho por Elías" (I Reyes 17; 15, 16). No perdió nada por su generosidad. Su pequeña provisión de harina y aceite era suficiente sólo para una comida, y después, ella y su hijo hablan de morir. Pero su disposición de asistir al siervo de Dios le trajo lo suficiente, no sólo para muchos días, sino hasta que el hambre cesó. Dio a Elías de lo mejor que tenía, y por su bondad para con él, Dios mantuvo su casa provista a lo largo del periodo de carestía. Cuán cierto es que "el que recibe profeta en nombre de profeta, merced de profeta recibirá” (Mateo 10:41). Empero, no todos los hijos de Dios tienen el privilegio de socorrer a un profeta; con todo, pueden socorrer a los pobres de Dios. ¿No está escrito que " A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” (Proverbios 19:17)? Y también: "Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová” (Salmo 41;1). Dios no será deudor de hombre. "Entonces ella fue, e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella y su casa, muchos días. Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del aceite”.

De nuevo tenemos aquí un ejemplo de que recibir la bendición de Dios y obtener comida (comida espiritual en figura), es el resultado de la obediencia. Esa mujer cumplió la petición del siervo de Dios, y grande fue su recompensa. ¿Temes tú, lector, al futuro? Tienes miedo de que, cuando las fuerzas te falten y llegue la vejez, te veas sin lo necesario para vivir? Entonces, permítenos recordarte que no hay por qué temer. '“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (las necesidades temporales)' os serán añadidas” (Mateo 6:33). “Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le temen.” (Salmo 34:9). “Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.” (Salmo 84:11). Pero, fíjate bien que todas estas promesas son condicionales: tu obligación es dar a Dios el primer lugar en tu vida, temerle, obedecerle y honrarle en todas las cosas, y Él te garantiza que, a cambio, tendrás seguros tu pan y tú agua.

Quizá alguno de los que leen replicará: “Es más fácil recibir este sano consejo que obrar de acuerdo con él. Es más sencillo recordar las promesas de Dios que confiar en ellas”. Quizá otro dirá: “Ah, pero tú no sabes cuán penosas son mis circunstancias, cuán oscuras las perspectivas, qué dolorosas las dudas que Satanás está poniendo en mi mente”. Es verdad, pero, por desesperando que sea tu caso, te rogamos seriamente que pienses en la viuda de Sarepta; no es probable que tu situación sea tan extrema como la suya, con todo, no pereció de hambre. El que pone a Dios ante todo le encontrará siempre al fin. Las cosas que parecen ir contra nosotros, nos ayudan a bien en Sus maravillosas manos. Cualesquiera que sean tus necesidades, no olvides al Dios de Elías.

“Y comió él, y ella y su casa, muchos días”. Aquí vemos a Elías a salvo, morando en la humilde casa de la pobre viuda. Aunque la mesa era frugal, bastaba para vivir. No hay indicación alguna de que Dios les proveyera de variación en su régimen durante a muchos días”, ni de que el profeta estuviera descontento de comer lo mismo durante tanto tiempo. Ahí es donde obtenemos el primer reflejo de la manera en que se comportó en el círculo familiar. Tenemos en él un ejemplo bendito M precepto divino: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.” (I Timoteo 6:8). ¿De dónde procede este contentamiento? Del corazón sumiso y pacífico que descansa en Dios, sujeto a Su voluntad soberana, satisfecho con la porción que Él se complace en designarnos, y viendo Su mano tanto en el proveer como en el rehusar. “Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del aceite”. Ciertamente, la viuda no tenía motivo de queja de la prueba severa en que había sido puesta su fe. Dios, que envió Su siervo a morar con ella, le pagó bien por su manutención al proveer a su familia de alimentos mientras sus vecinos perecían de hambre, y al concederle la compañía y la instrucción de Su siervo. ¿Quién sabe la bendición que report6 a su alma la conversación edificante de Elías, y la eficacia de sus oraciones? Tenía una disposición humana y generosa, pronta a remediar la miseria de otros, y a socorrer las necesidades de los siervos de Dios; y su liberalidad le fue restituida cien veces. Dios muestra misericordia al misericordioso. “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado a Su nombre, habiendo asistido y asistiendo aún a los santos” (Hebreos 6:10). "Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del aceite”. Tratemos de mirar más arriba, no sea que nos perdamos el hermoso tipo que aquí se encuentra. La "harina” es, en verdad, una figura de Cristo escogida divinamente; “el grano de trigo” que murió (Juan 12-24), molido entre las ruedas del juicio de Dios a fin de ser "Pan de Vida” para nosotros. Esto se ve claramente en los -primeros capítulos de Levítico, donde tenemos las cinco grandes ofrendas establecidas para Israel, las cuales representan la persona y la obra del Redentor; la ofrenda de “flor de harina" (Levítico 2) representa las perfecciones de Su humanidad. Está igualmente claro que el “aceite” es un emblema del Espíritu Santo en su operación de unción, de iluminación y de sustento. Buscar en las Escrituras las referencias simbólicas al "aceite” es uno de los métodos de estudio más benditos. De la manera que la familia de Sarepta se sostenía, no con harina sola, o con aceite, sino con las dos cosas en conjunción, asimismo el creyente se sostiene espiritualmente de Cristo y del Espíritu Santo. No podríamos alimentarnos de Cristo, es más, nunca sentiríamos la necesidad de hacerlo, si no fuera por la influencia de gracia del Espíritu de Dios. El Uno es tan indispensable para nosotros como el Otro: Cristo por nosotros, el Espíritu en nosotros; el Uno defendiendo nuestra causa en lo alto, el Otro ministrándonos aquí abajo. El Espíritu está para dar testimonio” de Cristo (Juan 15:26), es más, para “glorificarle” (Juan 16:14), y es por ello que añadió el Salvador: “El tomará de lo mío, y os lo hará saber”. ¿No es ésta la razón de que la “harina” (por tres veces) se mencione primero en el símbolo? Tampoco es éste el único pasaje en el que vemos los dos tipos combinados; en las hermosas prefiguraciones del Antiguo Testamento, leemos una y otra vez acerca del aceite usado junto con la sangre (Éxodo 29:21; Levítico 14:14, etc.). “Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del aceite.” Había un aumento constante de la reserva de ambos según la poderosa virtud de Dios obrando un continuo milagro; ¿no hay un paralelo estrecho entre esto y la multiplicación sobrenatural por el Salvador de los cinco panes de cebada y los dos pececillos, mientras los discípulos los repartían y la multitud los comía (Mateo 14:19, 20)?

Pero, de nuevo pasemos la vista del tipo al Antitipo. La comida siguió sin disminuir, la provisión intacta; y la harina señalaba a Cristo, el alimentador de nuestras almas. La provisión que Dios ha hecho para sus hijos en el Señor Jesús permanece a través de los siglos; podernos ir a É1 una y otra vez y, aunque recibamos de Él “gracia por gracia”, su “plenitud” (Juan 1:16) permanece igual “ayer, y hoy, y por los siglos”. “Ni menguó la botija del aceiten prefiguraba la gran verdad de que el Espíritu Santo está con nosotros hasta el fin de nuestro peregrinaje (Efesios 4:30). Pero señalemos de nuevo que Dios no dio una nueva tinaja de harina y una nueva botija de aceite a la familia de Sarepta, ni llenó las viejas hasta el borde. Hay en esto otra importante lección para nosotros. Dios les dio lo suficiente para su uso diario, pero no provisión para un año entero, ni siquiera para una semana por adelantado. De la misma manera, no podemos acumular gracia para usarla en el futuro. Tenemos que ir constantemente a Cristo en busca de nueva provisión. A los Israelitas les estaba expresamente prohibido guardar el maná: tenían que salir a recogerlo nuevo cada mañana. No podemos procurar para nuestra alma, en el día del Señor, suficiente sustento para toda la semana, sino que debemos alimentarnos por la Palabra de Dios cada mañana. Así, también, aunque hayamos sido regenerados por el Espíritu de una vez y para siempre, con todo, Él renueva nuestro hombre interior "de día en día” (II Corintios 4:16). “Conforme a la palabra de Jehová que habla dicho por Elías” (v. 16). Esto ilustraba y demostraba un principio vital: ninguna palabra suya caerá en tierra, sino que "todas las cosas que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el siglo” (Hechos 3:21) se cumplirán verdaderamente. Ello es solemne y bendito. Solemne por cuanto las amenazas de la Sagrada Escritura no Son en vano, sino los avisos fieles del que no puede mentir. Así como la declaración de Elías: "No habrá lluvia ni roció en estos años, sino por mi palabra” (v. l), se cumplió al pie de la letra, así también, el Altísimo cumplirá todos los juicios que ha anunciado contra el impío. Bendito, por cuanto, así como la harina y el aceite no le faltaron a la viuda según Su palabra dicha por Elías, así también, todas las promesas hechas a sus santos tendrán perfecto cumplimiento. La veracidad intachable, la fidelidad inmutable y el poder absoluto de Dios en el cumplimiento de su Palabra son los fundamentos sólidos en los cuales puede descansar con seguridad la fe del creyente.

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