} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CARTA DEL APOSTOL PABLO A LOS ROMANOS CAPÍTULO 8;5-11

martes, 21 de junio de 2022

CARTA DEL APOSTOL PABLO A LOS ROMANOS CAPÍTULO 8;5-11

 

 

 

Romanos 8; 5-11

 

   5  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.

 6  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

 7  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;

 8  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

 9  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

 10  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.

 11  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

 

           Pablo espera que los cristianos vivan normalmente en las cosas del Espíritu. Esto supone santidad, no sólo en la conducta y las palabras, sino también en los pensamientos que se albergan en nuestra mente cada momento del día.

           Pablo está presentando el contraste entre dos clases de vida: (i) La vida que está dominada por la naturaleza humana pecadora, cuyo centro es el yo, cuya única ley es el propio deseo, que se apodera de lo que quiere en cuanto puede. Personas diferentes describirán esa vida de forma diferente. Puede estar controlada por las pasiones, por la lujuria, por el orgullo o por la ambición. Se caracteriza por estar absorta en las cosas en las que pone su delicia la naturaleza humana sin Cristo.

(ii) Y la vida controlada por el Espíritu de Dios. Como los seres vivos necesitan el aire para vivir, así el cristiano vive en Cristo. De la misma manera que está en nosotros el aire que respiramos, así también Cristo. El cristiano no tiene una mente propia; su mente es la de Cristo (1Corintios_2:16). No tiene deseos propios: la voluntad de Cristo es su única ley. Está gobernado por el Espíritu, controlado por Cristo, centrado en Dios.

Estas dos vidas van en sentidos diametralmente opuestos. La vida dominada por los deseos y las actividades de la naturaleza humana pecadora se dirige a la muerte. En el sentido más literal, no tiene futuro, porque se va alejando más y más de Dios. Y aquí está la gran distinción entre judíos y cristianos genuinos: los primeros son según la carne - están bajo el poder del principio carnal y rebelde; y en consecuencia mente, gusto, las cosas de la carne - las cosas que pertenecen meramente a la vida presente; sin gusto por las cosas espirituales y eternas. El permitir que las cosas del mundo dominen totalmente la vida conduce a la extinción, es un suicidio espiritual. Al vivir así uno se incapacita cada vez más para estar en la presencia de Dios. Se vuelve resentido contra la Ley y el control de Dios. No piensa en Dios como su amigo, sino como su enemigo.

La vida gobernada por el Espíritu, centrada en Cristo y orientada hacia Dios, se va acercando día a día al Cielo aun cuando sigue en la Tierra. Es una vida que es una marcha tan regular hacia Dios que la transición final de la muerte no es más que un paso más en el camino. Como Enoc, de quien se nos dice que su vida era un caminar con Dios, y Dios le tomó; o, como lo contó un niño,   se daba paseos con Dios, hasta que un día no volvió» (Genesis_5:24 ).

Los que hemos sido regenerados, que somos nacidos del Espíritu por la Gracia de Dios, siendo redimidos de la influencia y ley de la mente carnal;  disfrutamos de las cosas del Espíritu, formando una mente espiritual y pasamos por las cosas temporales, para no perder las cosas que son eternas. Y esto, que en estos tiempos apostólicos distinguió entre el judío carnal y el creyente espiritual en Cristo, es la gran marca de distinción entre el cristiano nominal y el cristiano real ahora. El primero tiene una mente terrenal y vive para este mundo; el último tiene una mente espiritual y vive para el mundo venidero.

Cuando Pablo acababa de decir esto, se le ocurrió una objeción: «Tú dices que una persona controlada por el Espíritu va de camino a la vida; pero el hecho es que todos tenemos que morir. ¿Qué quieres decir?» Y Pablo contesta: «Todos los seres humanos mueren porque están involucrados en la situación humana. Cuando entró en el mundo el pecado, le siguió la muerte como una consecuencia natural. Por tanto, es inevitable que los seres humanos mueran; pero los que están controlados por el Espíritu y tienen a Cristo en el corazón mueren para resucitar.» El pensamiento fundamental de Pablo es que el cristiano está indisolublemente unido a Cristo. Vivir bajo la influencia de la mente carnal es vivir en el estado de condenación, y por lo tanto sujeto a la muerte eterna: mientras que, por el contrario, el que es de mente espiritual tiene la vida y la paz de Dios en su alma, y está en plena perspectiva de la vida eterna. Ahora bien, Cristo murió y resucitó; y el que es uno con Cristo es uno con el Conquistador de la muerte y participa de Su victoria. La persona controlada por el Espíritu y unida a Cristo va de camino a la vida; la muerte no es más que un interludio inevitable que hay que pasar en el camino.  

  ¿Se ha preguntado alguna vez si es cristiano de verdad o no? Cristiano es todo el que tiene el Espíritu de Dios morando en El. Si usted ha confiado sinceramente en Cristo como Salvador y lo ha reconocido como Señor, el Espíritu Santo ha entrado a su vida y ya es cristiano. Uno no sabe que ha recibido el Espíritu Santo porque haya sentido ciertas emociones, sino porque Jesús lo ha prometido. Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, creemos que Jesús es el Hijo de Dios y que la vida eterna se obtiene a través de Él (1Juan_5:5); empezamos a actuar bajo la dirección de Cristo (Romanos_8:5; Galatas_5:22-23); encontramos ayuda en los problemas cotidianos y en la oración (Romanos_8:26-27); podemos servir a Dios y hacer su voluntad (Hechos_1:8; Romanos_12:6ss); y somos parte del plan de Dios para la edificación de su Iglesia (Efesios_4:12-13). 

 

 Este es el criterio por el cual podéis juzgar del estado de gracia en que os halláis. Si Cristo mora en vuestros corazones por la fe, el cuerpo está muerto a causa del pecado, en referencia al pecado; los miembros de vuestro cuerpo no hacen más la obra del pecado que el cuerpo de un hombre muerto no hace las funciones de la vida natural. O el apóstol puede querer decir que aunque, a causa del pecado, la vida del hombre se pierde; y la sentencia, polvo eres, y en polvo te convertirás, debe cumplirse sobre todo ser humano, hasta el juicio del gran día; sin embargo, siendo sus almas vivificadas por el Espíritu de Cristo que mora en ellos, el cual los capacita para vivir una vida de justicia, reciben la plena seguridad de que sus cuerpos, que ahora están condenados a muerte a causa del pecado, serán resucitados de nuevo a una vida de justicia y gloria inmortal. Si un hombre no está influenciado por el espíritu manso, puro y santo del Señor Jesús, si no está conforme a su imagen, si su vida no se asemeja a la del Salvador, es un extraño a la religión. Ninguna prueba podría aplicarse más fácilmente, y ninguna es más decisiva. No importa qué más pueda tener. Puede ser ruidoso en sus profesiones, afable en su temperamento, audaz en su celo o activo en la promoción de los intereses de su propia denominación en la iglesia; pero si no tiene el temperamento del Salvador, y no manifiesta su Espíritu, es como metal que resuena o címbalo que retiñe.

¡Esta es una conclusión terrible! Lector, ponlo en serio.

 Aunque el cuerpo va a morir a causa del primer pecado que entró en el mundo, el espíritu es vida y continuará viviendo para siempre, a través de esa justicia que introdujo el segundo Adán.   El creyente no es librado de la muerte temporal. Sin embargo, hay dos cosas que bien pueden reconciliarlo con la idea de dejar a un lado por un tiempo el tabernáculo de barro. El “cuerpo mortal”, aunque ahora muera, no está destinado a permanecer para siempre bajo el dominio de la muerte, sino que será resucitado incorruptible y glorioso, por el poder del mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos. Mientras tanto, “el espíritu, o alma, es vida, a causa de la justicia”. En consecuencia de esa justicia inmaculada, de la que tanto había dicho Pablo en la parte anterior de esta epístola, las almas de los creyentes, desde ahora, gozan de la vida espiritual, que resultará en vida y gloria eternas.

El creyente no es librado de la muerte temporal. Sin embargo, hay dos cosas que bien pueden reconciliarlo con la idea de dejar a un lado por un tiempo el tabernáculo de barro. El “cuerpo mortal”, aunque ahora muera, no está destinado a permanecer para siempre bajo el dominio de la muerte, sino que será resucitado incorruptible y glorioso, por el poder del mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos. Mientras tanto, “el espíritu, o alma, es vida, a causa de la justicia”. En consecuencia de esa justicia inmaculada, de la que tanto había dicho Pablo en la parte anterior de esta epístola, las almas de los creyentes, desde ahora, gozan de la vida espiritual, que resultará en vida y gloria eternas.

  El que aquí recibe la gracia y el Espíritu de Cristo, y continúa viviendo bajo su influencia una vida de obediencia a la voluntad divina, tendrá una resurrección a la vida eterna; y la resurrección de Cristo será el modelo según el cual serán resucitado.

En aquellos que han confiado en Cristo van a morir porque ellos viven en un mundo caído. Sin embargo, debido a la justicia que viene por la fe en Cristo ellos ya tienen vida eterna.  

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