Cuantas
personas cada año, cansadas de buscar respuesta a sus preguntas vagando por
esta jungla, fabricada por los hombres, que llamamos civilización, deciden
poner fin a su vida, porque somos una civilización de gente vacía, de cabezas
llenas de conocimientos, pero dentro del alma un vacío espiritual que todo da
igual.
Diariamente muchos padres se quejan de que no entienden, ni pueden con sus hijos; que no saben lo que les pasa.
Los padres
no parecen entender que sus hijos, aparentemente bien educados y cuidadosamente
criados, en realidad están vacíos. Y, ¿por qué
están vacíos. Porque no saben de donde vinieron ni por qué están
aquí, ni a donde van.
Se parecen
a filas de automóviles nuevos, perfectos en todos los detalles, pero sin
gasolina en el depósito. Lo exterior es muy hermoso, pero no hay nada en su
interior que les dé potencia, de forma que permanecen parados y se oxidan de
aburrimiento.
Las
personas han llegado a estar tan vacías que no saben divertirse, tienen que
pagar a otras para que las diviertan, para que les hagan reír, les provoquen
una alegría ficticia, para sentirse cómodas, aunque sea por breves minutos para
tratar de librarse de esa sensación de perdición y soledad.
Alguien quizás piense que el aburrimiento es algo normal y le da poca importancia, pero permítame decirle algo en cuanto al aburrimiento y a esa apatía peligrosa que lentamente penetra en las mentes y en los corazones del pueblo.
El hombre es la única de las criaturas de DIOS que es capaz de aburrirse. Entre los seres vivientes, sólo él puede aburrirse de sí mismo o del ambiente que le rodea. Esto es muy significativo, ya que el CREADOR nunca hace las cosas sin una intención; y si dio al hombre la capacidad de aburrirse, lo hizo con un propósito.
El
aburrimiento es una de las formas más seguras de medir
el vacío dentro de uno. Es tan exacto como el termómetro para
decirnos cuán vacío está el espíritu. Su ser interior es un vacío y no hay cosa
más odiada por la misma naturaleza que el vacío. Una de las reglas infalibles
del universo es que todo vacío sea llenado, y llenado inmediatamente.
Para ver lo que le sucede a los pueblos en este estado, sólo basta remontarnos atrás a la reciente historia de España, Alemania, Italia y Rusia para ver con qué velocidad mortífera llena la naturaleza los vacíos dentro de nosotros. El fascismo y el comunismo no encuentran lugar en el corazón y el alma de la persona que está llena del ESPÍRITU DE DIOS, pero inundan con la mayor facilidad la mente y el corazón de los que esperan vacíos Nuestra responsabilidad como individuos es determinar con qué hemos de llenar nuestro vacío interior.
Hemos
tratado de satisfacernos con la ciencia y la cultura, viviendo mejor económicamente,
con placeres, con otras muchas cosas que creíamos necesitar. Y, sin embargo,
estamos vacíos ¿Por qué? Porque el CREADOR, nos hizo para Sí, y
nunca encontraremos perfección y plenitud fuera de la comunicación con ÉL.
Hace muchos años que JESÚS dijo:"No sólo con pan vivirá el hombre" pero no hemos tomado en cuenta sus palabras. Hemos seguido hartándonos de pan de todas clases, nos hemos saciado hasta caer enfermos...
Ya no podemos soportar el terrible vacío dentro de nosotros, no podemos mirar el camino solitario y desolado que se extiende frente a nosotros. Estamos desesperada mente cansados del odio, la mentira, la hipocresía, la codicia y la lujuria, que sabemos que están dentro de nosotros, pero que somos impotentes para eliminarlos y llenarnos de algo mejor.
Mientras tanto el tiempo se está acabando. Las herramientas para la aniquilación total están a nuestro alcance. Ya no podemos aventurarnos por otras sendas falsas, ni podemos explorar otros caminos desconocidos, no podemos correr el riesgo de vernos atrapados en más callejones sin salida. No tenemos tiempo suficiente para eso porque nuestra generación ha realizado lo que las otras generaciones sólo intentaron hacer o soñaron hacer en sus momentos de mayor ambición de poder. Hemos logrado construir un arma de destrucción total. Hemos presenciado el clímax de la locura humana, ¡ la desintegración del átomo ¡ ¡ la bomba atómica ¡ la bomba de neutrones ¡ y por último la más devastadora de todas más poderosa que la bomba atómica, más devastadora que la bomba de neutrones. La bomba etílica, el alcohol, es el arma de destrucción masiva que ha causado más muertos en toda la historia de la humanidad. Es tan eficaz que las propias víctimas son las encargadas de hacerse el harakiri.
"En nuestra cultura occidental el alcohol es
uno de los productos favoritos de la cesta familiar. Ante la tristeza, la
depresión, la frustración o la soledad es el antídoto recomendado. Sin él
nuestra vida cobraría en oportunidades un cariz agrio y dramático. El alcohol
nos excita y tiene el poder de abrir nuestros corazones. Entonces, podemos ser,
representar el papel que deseamos. Si queremos alcanzar la felicidad; tenemos
que beber; si queremos comunicarnos; tenemos que beber"...
Como deben
haberse reído los demonios mientras algunos de los hombres más inteligentes de
esta tierra, trabajaban durante años, con infatigables desvelos, para lograr
este horror. Partir, destruir, destrozar, aplastar, derrumbar. Satanás ha hecho
su obra, y los hombres le han ayudado se han puesto de su lado. Vemos ante
nosotros la obra maestra del Demonio, su habilidosa falsificación de las
lenguas repartidas de fuego divino. Pues esta hoguera satánica y las llamas del
Pentecostés vienen igualmente de arriba, ambas son múltiples, ambas iluminan,
ambas transforman instantáneamente todo lo que tocan, pero con cuánta
diferencia. La diferencia entre el cielo y el infierno
Vivimos en un mundo trastornado, en el que todo es confusión. Pero tú puedes estar seguro de que esta confusión se halla de acuerdo con un plan. ¡El plan de Satanás ¡
LA BIBLIA nos dice que Satanás es el gran impostor y que se ha dedicado a la causa de nuestra propia decepción, y a las decepciones que existen en el mundo. Nos ha inducido a creer que todo ha venido mejorando, con la técnica, los avances, la democracia, el comunismo...cuando en verdad las cosas van de mal en peor. Cuando todos creían que el mundo progresaba automáticamente hacia la perfección, que “el progreso” conduciría a una cierta utopía de felicidad.
Durante los últimos años los sucesos acaecidos vienen a mostrar claramente la gran mentira tejida como sutil araña esperando la caída de la raza humana. Las cosas no son tan fáciles. Satanás no ha muerto aún. Los principados y los poderes de las tinieblas viven todavía y el mundo entero aún se halla bajo el poder del Maligno.
Todos reconocemos que el mundo está cambiando radicalmente, somos conscientes de su acelerada marcha, del espíritu revolucionario, de los nacionalismos, de los separatismos, de las ansias de poder, de la carrera atómica de las potencias. Esto unido a la velocidad con la que el lenguaje arrasa las barreras y tradiciones establecidas.
La informática ha pasado de ser un instrumento ocasional a que sin ella se colapse este mundo especulativo y surrealista que nos toca vivir.
Hace pocos
años se veía en los parques como jugaban los niños; sus risas eran alegres,
musicales. Hoy los hemos convertido en simples extensiones de máquinas, ya no
saben jugar y menos compartir
Hemos
progresado en avances científicos para eliminar viejas enfermedades, que por
olvidadas están resurgiendo de nuevo. Tanto hemos avanzado que cada vez sigue
habiendo más pobreza y miseria en este planeta. Enfermedades que desconocíamos
o que estaban limitadas a zonas geográficas concretas se han trasmitido a
través de los movimientos migratorios, las vacaciones en lugares paradisíacos y
los envíos comerciales poco regulados sanitaria mente.
Pero a pesar de todo el hombre no ha resuelto el problema fundamental de la raza humana. Podemos levantar el edificio más alto del mundo (Dubái), construir misiles in ter continentales, naves espaciales, estaciones orbitales. Pero todavía no podemos gobernarnos a nosotros mismos o vivir juntos en igualdad y en paz. No hemos encontrado el antídoto para nuestras preocupaciones. Son las mismas que ha tenido siempre el hombre sólo que más numerosas y si cabe de mayor envergadura en tiempos de crisis. Puede ser que nos amenacen de forma nueva, que causen un dolor más agudo y una angustia más profunda; pero básicamente, hacemos frente a las mismas tentaciones y pruebas que han aquejado siempre a la humanidad.
Desde aquel momento trágico del Edén cuando el hombre rechazó la voluntad de DIOS para imponer la suya, el hombre ha sido atormentado por los mismos problemas cuya causa se declara en el primer capítulo del Génesis. Las terribles consecuencias se relatan en el primer capítulo de la Epístola a los Romanos. Y el Evangelio de Jesucristo nos proporciona el remedio.
Es la
depravada y pecaminosa naturaleza del hombre la que lo llena de odio, envidia,
codicia y celos. La maldición del pecado está sobre su cuerpo y siempre le
obsesiona el temor de la muerte. Su genio inventivo le ha capacitado para
cambiarlo todo, menos para cambiarse a sí mismo. Pues, a pesar del “progreso”
de nuestros tiempos, tan calurosamente aplaudido, el hombre sigue siendo lo que
era en un principio.
El pecado
ha quedado también inalterado, aunque el hombre haya hecho todo lo posible por
cambiarlo. Hemos tratado de bautizarlo con otros nombres, (interrupción
voluntaria cuidados paliativos, matrimonios del mismo género...) poniendo
etiquetas nuevas a la vieja botella de veneno. Creyendo que al suavizar los
términos empleados el pecado dejaría de serlo.
Hemos
tratado de llamar al pecado “errores”, “equivocaciones”, o “falta de
sabiduría”, mas el pecado ha quedado igual, sigue instalado en el corazón. Por mucho
que hayamos intentado aliviar la conciencia, siempre hemos sabido que somos
pecadores y que los resultados todavía son la enfermedad, la decepción, la
desilusión, la desesperación y la muerte.
Tampoco ha
cambiado el dolor. Principió cuando Adán y Eva miraron, con el corazón
angustiado, el cadáver de su hijo Abel, asesinado, y conocieron el peso
abrumador del dolor. Así ha continuado hasta nuestros días, en que el dolor es
el lenguaje universal del hombre. Nadie se escapa, todo el mundo lo experimenta.
Tampoco la
muerte ha cambiado. Los hombres han intentado modificar su aspecto, maquillando
o embalsamando el cadáver, pero la realidad, cruel y dura, no ha cambiado en el
transcurso de la vida humana.
Estos tres
hechos constituyen la verdadera historia del hombre: su pasado está lleno de
pecado; su presente impregnado de dolor; y en el futuro le espera la certeza de
la muerte.
La Biblia
dice que:”...está establecido a los hombres que mueran una vez”. Y al hombre
común le parece esto una perspectiva sin esperanza. Centenares de filosofías y
de religiones han sido inventadas por los hombres en sus intentos de alterar la
Palabra de Dios. Los filósofos y psicólogos actuales procuran todavía enseñar
que hay otra salida aparte de la que JESÚS ofrece. Pero el hombre las
ha probado todas, y todas llevan a la ruina.
Cristo vino para darnos la respuesta a tres problemas perdurables: el pecado, el dolor y la muerte. Jesucristo, y sólo ÉL, es el único permanente e inmutable, “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.
Todo lo
demás puede cambiar, pero Cristo permanece inmutable para siempre. En el
agitado mar de las pasiones humanas, Cristo está firme y tranquilo, dispuesto a
recibir a todos los que se vuelven a ÉL y acepten las bendiciones de seguridad
y paz. Porque vivimos en la edad de la gracia, en la que DIOS promete que
cualquiera puede acercarse a ÉL y recibir a su Hijo.