} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LOS ENEMIGOS DEL CRISTIANO 3ª Parte – La codicia de la carne.

lunes, 1 de abril de 2013

LOS ENEMIGOS DEL CRISTIANO 3ª Parte – La codicia de la carne.



  
El tercer enemigo con el que hemos de enfrentarnos es la codicia de la carne. La carne es esa tendencia mala de nuestro yo interior. Aun después de haber nacido de nuevo, de vez en  cuando volverán tus viejos y pecaminosos deseos. Te asustarás y preguntarás ¿De dónde vienen?
La Biblia enseña que la vieja naturaleza, con toda su corrupción, aún existe y que las tentaciones hacia el mal proceden de ella, en otras palabras: ”un traidor vive dentro de ti”. Esa inclinación perversa hacia el pecado, siempre está presente en tu vida para arruinarla, para marcarte y señalar tus instintos animales. ¡Se ha declarado la guerra! Ahora tienes dos naturalezas en conflicto, y cada una se esfuerza por obtener la victoria.
La Biblia enseña: Gálatas 5:17 “ Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra de la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Es la lucha entre la vida egocéntrica y la vida Cristocéntrica. Esa vieja naturaleza animal no puede agradar a Dios, no puede convertirse, ni siquiera reformarse. Pero gracias a Dios, cuando Jesús dio su vida por nosotros, nuestra vieja naturaleza quedó crucificada con Él. No teniéndola presente nunca más. Ahora podemos vernos cómo dice la Biblia en Romanos 6:11 “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Por la fe, esto llega a ser una realidad.
No obstante, será necesario distinguir muy bien entre el uso y abuso, entre lo que es lícito y lo que no lo es. Puede ser que algunas de estas cosas sean pecaminosas, o producto de la codicia. Habrá que estar siempre en guardia.
El significado original de la palabra codicia es un**deseo vehemente**y no necesariamente un deseo pecaminoso, puesto que hay ciertos apetitos de naturaleza meramente física, como el hambre y la sed, que pertenecen al reino animal y que en sí son naturales y no pecaminosos. Sólo su abuso es malo. La falta de moderación, la intemperancia, de esos instintos producen un deseo pecaminoso. La pereza es un pecado. El matrimonio está dentro del plan de Dios, y de acuerdo con las funciones de la vida humana, física, mental y social. El adulterio es un pecado por la codicia de la carne, y se opone a la voluntad de Dios y a todo lo que es puro. Pero hay otros deseos de la carne que son de naturaleza sensual y pecaminosa. Como el deseo de saciar, a cualquier precio, nuestra sed de odio y de venganza. Por eso tenemos que estableces una diferencia entre el apetito o deseo natural, y la codicia, como deseo pecaminoso.
Los pecados de la carne son los más terribles, porque representan las ansias naturales de hacer lo malo. Ni el diablo, ni el mundo, ni aún nuestro propio corazón inclinado al mal, pueden obligarnos a pecar. Pecamos por decisión y voluntad propias, y es aquí donde entra en acción nuestra corrompida naturaleza con sus vehementes inclinaciones al mal.
San Pablo dijo que no tenía confianza en la carne. En otra ocasión dijo: Romanos 13.13-14 “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.  Debemos rendirnos y entregarnos tan completamente a Dios que podamos, por la fe, considerar a la vieja naturaleza como muerta al pecado.

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