Es una virtud
que consiste en sufrir con entereza el mal o las ofensas, sin renunciar a la
esperanza de que mejore la relación turbada. Por lo tanto, la gran paciencia
tiene por objeto el bienestar del que provoca la situación desagradable. Sin embargo,
no significa tolerar el mal. Cuando su propósito se realiza, o cuando ya no hay
razón para aguantar más la situación, la gran paciencia termina, bien con un
resultado favorable para el que provocó la situación desagradable, o
desfavorable para el transgresor. En cualquier caso, el que ejerce gran
paciencia no se desalienta.
El significado
literal de la expresión hebrea que se traduce “tardo para la cólera” es:
“largura de ventanas de la nariz (donde se enciende la cólera)”. (Éxodo 34:6;
Números 14:18.)
La palabra
griega ma·kro·thy·mí·a, que se traduce “gran paciencia”, significa
literalmente “largura de espíritu”. (Romanos 2:4.) Tanto en hebreo como
en griego, la expresión denota longanimidad, ser tardo para la cólera. La palabra
española “paciencia”, que forma parte de la expresión “gran paciencia”,
transmite las ideas de aguante, conformidad, tolerancia, calma, resignación o
demora. “Gran paciencia” significa más que solo aguantar cosas molestas,
envuelve reprimirse deliberadamente, la capacidad de padecer sin rebelarse o
sin desesperarse.
Las Escrituras
revelan cómo evalúa Dios la gran paciencia e indican la tontedad y los malos
resultados de no tener “largura de espíritu”. La persona paciente puede parecer
débil, pero en realidad manifiesta discernimiento. “El que es tardo para la
cólera abunda en discernimiento, pero el que es impaciente está ensalzando la
tontedad.” (Proverbios 14:29.) La gran paciencia supera a la fuerza física y es
más efectiva. “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso;
y el que controla su espíritu, que el que toma una ciudad.” (Proverbios 16:32.)
El hombre que no
tiene “largura de espíritu”, sino que da rienda suelta a sus impulsos, está
expuesto a que le invadan todo tipo de pensamientos y le dominen las acciones
impropias, pues “como una ciudad en que se ha hecho irrupción, que no tiene
muro, es el hombre que no tiene freno para su espíritu”. (Proverbios 25:28.)
“Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir, pero el que es sabio lo
mantiene calmado hasta lo último.” (Proverbios 29:11.) Por estas razones, el
sabio aconseja que no tengamos un espíritu irascible: “No te des prisa en tu
espíritu a sentirte ofendido, porque el ofenderse es lo que descansa en el seno
de los estúpidos”. (Eclesiastés 7:9.)
La gran paciencia
de Jehová. Cuando Jehová hizo subir a Moisés al monte Horeb y
le mostró allí parte de su gloria, le dijo: “Jehová, Jehová, un Dios
misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y
verdad, que conserva bondad amorosa para miles, que perdona error y
transgresión y pecado, pero de ninguna manera dará exención de castigo”. (Éxodo
34:5-7.) Moisés, David y Nahúm, entre otros, también repitieron esta afirmación
de que Jehová es tardo para la cólera. (Números 14:18; Nehemías 9:17; Salmos
86:15; 103:8)
Aunque la gran
paciencia es un atributo de Jehová, siempre se expresa en armonía con sus
atributos principales: amor, justicia, sabiduría y poder. (1Juann 4:8; Deuteronomio
32:4; Proverbios 2:6; Sal 62:11; Isaías
40:26, 29.) La justicia se debe, en primer lugar, al propio nombre de Dios, que
ha de ser ensalzado sobre todos los demás del universo, algo esencial para el
bienestar de todas sus criaturas. El engrandecimiento de su nombre es una de
las razones principales por las que muestra gran paciencia, como explica el
apóstol Pablo: “Pues, si Dios, aunque tiene la voluntad de demostrar su ira y
de dar a conocer su poder, toleró con mucha y gran paciencia vasos de ira
hechos a propósito para la destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de
su gloria sobre vasos de misericordia, que él preparó de antemano para gloria,
a saber, nosotros, a quienes llamó no solo de entre los judíos, sino también de
entre las naciones, ¿qué hay de ello?”. (Romanos 9:22-24.) Ejerciendo su gran
paciencia, Dios toma de entre las naciones un pueblo para su nombre, y
valiéndose de él, se engrandece a sí mismo por toda la Tierra. (Hch 15:14; 1Co
3:9, 16, 17; 2Co 6:16.)
Dios manifestó
su gran paciencia en el mismísimo comienzo de la historia humana. La rebelión
de la primera pareja humana fue una violación de su ley, pero en lugar de
ejecutarlos de inmediato, como pudo haber hecho con toda justicia, manifestó
amorosamente su gran paciencia. Hizo esto por causa de los descendientes de
esta pareja, que estaban aún por nacer y para quienes esa gran paciencia
significaba todo (su paciencia significaba salvación para muchos; 2Pe 3:15).
Más importante aún, Dios también tenía en mira engrandecer su gloria por medio
de la Descendencia prometida. (Génesis 3:15; Juan 3:16; Gálatas 3:16.) Además,
no solo mostró gran paciencia en aquel tiempo, sino que sabía que tendría que
tolerar la imperfección humana durante varios miles de años de historia,
aplazando el castigo contra un mundo que estaba en enemistad con Él. (Santiago
4:4.) Hay quienes han interpretado mal la bondad inmerecida de Dios y se han
valido equivocadamente de ella sin entender su propósito, atribuyéndole
lentitud en lugar de verla como paciencia amorosa. (Romanos 2:4; 2Pe 3:9.)
Nada prueba tan
bien la gran paciencia de Dios como su relación con la antigua nación de
Israel. (Romanos 10:21.) Vez tras vez aceptó a los israelitas después que estos
se apartaron, fueron castigados y se arrepintieron. Mataron a sus profetas y,
finalmente, a su propio Hijo. Lucharon contra la predicación de las buenas
nuevas por parte de Jesús y sus apóstoles. Sin embargo, la gran paciencia de
Dios no fue en vano. Hubo un resto que demostró fidelidad. (Isa 6:8-13; Rom
9:27-29; 11:5.) Dios inspiró a algunos de estos fieles para que escribieran su
Palabra. (Rom 3:1, 2.) La Ley que dio mostró que todos los humanos son
pecadores y necesitan un redentor, y además señaló al que daría su vida como
precio de rescate y que sería ensalzado a la elevada posición de Rey. (Gál
3:19, 24.) Se proporcionaron modelos del Reino y también del sacerdocio de Cristo
(Col 2:16, 17; Heb 10:1), y se pusieron ejemplos que deberíamos seguir o
evitar. (1Co 10:11; Heb 6:12; Sant 5:10.) Todos estos modelos y ejemplos son
esenciales para que la humanidad consiga la vida eterna. (Ro 15:4; 2Ti 3:16,
17.)
La
paciencia de Jehová tiene un límite. Por otro lado, la gran
paciencia de Dios solo durará mientras esté en armonía con la rectitud, la
justicia y la sabiduría. El hecho de que la gran paciencia se ejerce cuando
concurren circunstancias difíciles o desagradables muestra que su propósito es
dar a los implicados la oportunidad de cambiar y enderezar su camino. Cuando
los asuntos llegan a un punto donde se ve que no hay esperanza de que se
produzca tal cambio, el seguir ejerciendo gran paciencia iría contra la
rectitud y la justicia. Llegado ese momento, Dios interviene a fin de eliminar
la mala situación; su paciencia se acaba.
La relación de
Dios con la generación antediluviana es un ejemplo de que la longanimidad de
Dios tiene un límite. Debido a la deplorable condición que existía, Dios dijo:
“Ciertamente no obrará mi espíritu para con el hombre por tiempo indefinido, ya
que él también es carne. Por consiguiente, sus días tendrán que llegar a ser
ciento veinte años”. (Génesis 6:3.) Más tarde, cuando Israel abusó de la gran
paciencia de Jehová, Isaías dijo: “Pero ellos mismos se rebelaron e hicieron
que su espíritu santo se sintiera herido. Ahora él fue cambiado en enemigo de
ellos; él mismo guerreó contra ellos”. (Isa 63:10; compárese con Hch 7:51.)
Por estas
razones se insta a los cristianos a que “no acepten la bondad inmerecida de
Dios y dejen de cumplir su propósito”. (2Co 6:1.) Se les aconseja: “No estén
contristando [entristeciendo] el espíritu santo de Dios”. (Efe 4:30, nota.)
También: “No apaguen el fuego del espíritu”. (1Tes 5:19.) De otra manera, puede
que lleguen hasta el punto de pecar y blasfemar contra el espíritu de Dios, en
cuyo caso no hay arrepentimiento ni perdón, solo les espera destrucción. (Mat
12:31, 32; Hebr 6:4-6; 10:26-31.)
Jesucristo.
Jesucristo fue un ejemplo sobresaliente de gran paciencia. El profeta Isaías
escribió de él: “Estuvo en severa estrechez, y él fue dejando que se le
afligiera; no obstante, no abría la boca. Se le fue llevando justamente como
una oveja a la degollación; y, como una oveja que delante de sus esquiladores
ha enmudecido, él igualmente no abría la boca”. (Isa 53:7.) Toleró las
debilidades de sus apóstoles y los insultos y groserías con que le colmaron sus
crueles y maliciosos enemigos. Sin embargo, no devolvió mal por mal, ni de palabra
ni por obra. (Ro 15:3.) Cuando el apóstol Pedro actuó insensatamente al cortar
la oreja de Malco, Jesús le reprendió con las palabras: “Vuelve tu espada a su
lugar… ¿O crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este
momento más de doce legiones de ángeles? En tal caso, ¿cómo se cumplirían las
Escrituras en el sentido de que tiene que suceder de esta manera?”. (Mt
26:51-54; Juan 18:10, 11.)
¿Por
qué es importante para los cristianos cultivar la gran paciencia?
De lo antedicho
se desprende que la gran paciencia se origina en Jehová Dios. Es un fruto de su
espíritu. (Gála 5:22.) El hombre, hecho a la imagen y semejanza de Dios, goza
de esta cualidad y puede desarrollarla obedeciendo la Palabra de Dios y la
dirección de su Espíritu Santo. (Gén 1:26, 27.) Por lo tanto, a los cristianos
se les manda que cultiven y desplieguen esta cualidad (Col 3:12), pues es una
marca distintiva de un ministro de Dios. (2Cor 6:4-6.) El apóstol Pablo dice:
“Tengan gran paciencia para con todos”. (1Tes 5:14.) Indica que es esencial
ejercer esta cualidad para agradar a Dios. Pero no demuestran tener gran
paciencia genuina si murmuran y se quejan. Pablo muestra que lo encomiable es “
ser sufridos con gozo”. (Col 1:9-12.)
Si ejercemos
gran paciencia, no solo obtendremos gozo, sino también grandes recompensas. Por
ejemplo, glorificamos el nombre de Jehová, pues queda probada la falsedad del
desafío a lo justo y legítimo de la soberanía de Dios, con lo que Jehová se
vindica. (Gén 3:1-5; Job 1:7-11; 2:3-5.) ¿Qué habría sucedido si Jehová hubiera
ejecutado a Adán, Eva y Satanás cuando se rebelaron? Algunos podrían haber
concluido que Satanás tenía razones para lanzar su desafío. Sin embargo, al
manifestar su gran paciencia, Jehová dio a los hombres la oportunidad de demostrar
que prefieren servirle por sus maravillosas cualidades, es decir, les dio la
oportunidad de demostrar que prefieren su soberanía a la independencia total,
porque reconocen su superioridad. (Salm 84:10.)
Por obedecer a
Jehová con gran paciencia, Jesucristo recibió una maravillosa recompensa cuando
su Padre lo ensalzó a una posición superior, y le dio “el nombre que está por
encima de cualquier otro nombre”. (Filip 2:5-11.) Además de esto, recibe una
“novia”, compuesta por sus hermanos espirituales, la Nueva Jerusalén,
representada por una ciudad cuyas piedras de fundamento llevan los nombres de
los doce apóstoles del Cordero. (2Co 11:2; Apoca 21:2, 9, 10, 14.)
De igual manera,
a todas las personas que cultivan la gran paciencia y la observan en armonía
con el propósito de Dios les espera una gran recompensa. (Heb 6:11-15.) Tienen
la satisfacción de imitar esta cualidad de Dios, hacer su voluntad y tener su
aprobación. Además, su gran paciencia resultará en que ayuden a otros a conocer
a Dios y a conseguir la vida eterna. (1Timoteo 4:16.)
¡Maranatha! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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