1 Corintios 15:42-43: Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en
corrupción, resucitará en incorrupción. 43
Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad,
resucitará en poder.
La Palabra de Dios en la Biblia es un
consuelo para todo hijo de Dios, todo aquél que ha nacido de nuevo por gracia
de Dios por fe en Jesucristo. La esperanza por lo tanto es qué cuando llegue
la muerte, sabremos cual será nuestro destino: ir a la presencia de Dios. Al
cerrar para siempre los ojos físicos, nuestros ojos espirituales se abrirán en el cielo, donde no habrá más llanto, ni dolor, ni aflicciones
por el pecado. Quizás, como a muchos otros, la vida en este mundo está llegando
a su fin. Cuantos alrededor del mundo en este momento han expirado su último
aliento, saliendo de ellos su alma y su espíritu; tal vez muchos desconociendo
su destino final, otros con la convicción que produce la fe en el Hijo de Dios,
Jesucristo, saben que tienen la vida eterna garantizada en la misma presencia
de Dios. La fe en Jesucristo produce esa seguridad, sabiendo también que Dios
está al control de todas las situaciones de la vida de sus hijos. Fiel es Dios
para cumplir Sus promesas.
Haremos bien en tener presente una cosa: aquí Pablo está tratando de cosas
que no conocemos experimentalmente. No está hablando de cosas que se pueden
verificar, sino de cuestiones de fe. Al tratar de expresar lo inexpresable, y
de describir lo indescriptible, lo hace lo mejor posible con las ideas y las
palabras humanas, que son las únicas de que disponemos. Si tenemos eso
presente, nos librará de una interpretación literalista cruda, y nos hará
afianzar el pensamiento en los principios que subyacen en la mente de Pablo.
Sin duda, uno de
los temas más candentes entre algunos miembros de la congregación en Corinto
giraría en torno a la naturaleza del cuerpo resucitado. Como ya se ha visto,
Pablo invirtió mucho tiempo y esfuerzo para convencer a cierto elemento de la
congregación de la realidad de la resurrección corporal del creyente. No tan
sólo este segmento de la iglesia haría preguntas acerca de la forma que tomaría
el cuerpo en la resurrección, sino que era natural que toda la congregación,
por piadosos que fueran sus miembros, las hiciera al Apóstol. Algunos, sin
embargo, harían las preguntas para objetar la idea de la resurrección de los
creyentes, y el Apóstol se anticipa a esto.
1. ¿Cómo
resucitarán los muertos, esto es, por qué medios? ¿Cómo pueden resucitar?
2. En cuanto a
los cuerpos que resucitarán, ¿tendrán la misma forma, estatura, miembros y
cualidades?
La primera
objeción es de quienes se oponen a la doctrina, la segunda de los curiosos. La
respuesta para la primera es:
será efectuada por el poder divino; ese poder que todos ven obrar algo
parecido, año tras año, en la muerte y el revivir del trigo. Necio es
cuestionar al omnipotente poder de Dios para resucitar a los muertos, cuando lo
vemos diariamente vivificando y reviviendo cosas que están muertas.
A la segunda
pregunta: el grano emprende un tremendo cambio, y así será con los
muertos, cuando sean levantados y vivan otra vez. La semilla muere, aunque una
parte de ella brota a vida nueva, pero no podemos entender cómo es esto. Las
obras de la creación y de la providencia nos enseñan diariamente a ser humildes,
y a admirar la sabiduría y la bondad del Creador. Hay una gran variedad entre
otros cuerpos como la hay entre las plantas. Hay una variedad de gloria entre
los cuerpos celestiales. Los cuerpos de los muertos, cuando sean levantados,
serán adecuados para el estado celestial; y habrá una variedad de gloria entre
ellos.
Enterrar a los
muertos es como entregar la semilla a la tierra para que brote de ella otra
vez. Nada es más aborrecible que un cuerpo muerto.
Pero en la resurrección, los creyentes
tendremos cuerpos preparados para estar unidos para siempre a espíritus hechos
perfectos. Todas las cosas son posibles para Dios. Él es el Autor y la Fuente
de la vida espiritual y de la santidad para todo su pueblo, por la provisión de
su Espíritu Santo para el alma; también vivificará y cambiará el cuerpo por
obra de su Espíritu. Los muertos en Cristo no seremos sólo resucitados sino
resucitaremos cambiados gloriosamente. Los cuerpos de los santos serán
cambiados cuando resuciten. Entonces, serán cuerpos gloriosos y espirituales,
aptos para el mundo y el estado celestiales, donde viviremos para siempre
jamás.
El cuerpo humano
en su forma presente y con sus necesidades y debilidades, no puede entrar en el
reino de Dios, ni disfrutar de él. Entonces, no sembremos para la carne, de la
cual sólo podemos cosechar corrupción. El cuerpo sigue al estado del alma. Por
tanto, el que descuida la vida del alma, expulsa a su bien presente; el que
rehúsa vivir para Dios, despilfarra todo lo que tiene.
A menudo se
pregunta qué relación se guarda entre el cuerpo mortal y el cuerpo resucitado.
Pareciera que hay una relación, pero difícilmente se detalla con precisión. Al
igual que la planta conserva algo de la semilla sembrada, el cuerpo resucitado
conserva la identidad de la persona. Es cierto que la diferencia entre los dos
cuerpos es mayor que la similitud, pero no se puede decir que no hay relación
alguna. Hay cierta continuidad entre lo que se sepulta y lo que es resucitado,
ya que se conserva la identidad de la persona. Hay una gran discontinuidad
también en que el cuerpo que es resucitado no es el mismo que fue sepultado.
Eso sí, la misma persona es resucitada con cuerpo espiritual nuevo. Pablo no
nos describe con lujo de detalle la naturaleza de este cuerpo nuevo, pero está seguro
de que Dios ha de dárnoslo. Urgía que los corintios entendieran esto.
A fin
de que lo entendamos mejor, dada la imposibilidad de expresar adecuadamente los
estados sobrenaturales, el Apóstol comienza valiéndose de algunas imágenes
tomadas del mundo vegetal, del mundo animal y del mundo mineral, lanzando por
delante un rotundo “¡necio!” a los contradictores de la resurrección, que es
una invitación a reflexionar en la obra y poder de Dios, al que no podemos
poner límites. Por lo que toca al reino vegetal, hace notar cómo la semilla no
emprende una nueva vida si antes no muere
y se corrompe, y cómo esa semilla no es numéricamente la planta misma que de ella sale,
sino algo anterior que se desarrolla,
según una determinada ley puesta por Dios. En cuanto al reino animal,
hace notar la gran variedad que podemos apreciar de organismos, unos más
excelentes que otros. La misma variedad podemos apreciar también en el mundo
mineral, siendo muy diferente el esplendor de los cuerpos celestes y el de los
terrestres, y aun el de los mismos cuerpos celestes entre sí.
Pues bien, añade
el Apóstol, todas ésas son analogías de lo que sucederá con el cuerpo humano en
la resurrección de los muertos. Es de notar, sin embargo, que el Apóstol no
hace la aplicación en detalle de cada una de las imágenes, sino que, dejando a
un lado la cuestión de la diversidad de
los cuerpos gloriosos entre sí, que ciertamente parece estar incluida en las
comparaciones precedentes, se fija sólo en las cualidades comunes a todos los cuerpos
resucitados por las que se distinguen de los actuales. Cuatro cualidades
atribuye aquí Pablo a los cuerpos glorificados. La fundamental es la
espiritualidad o sutileza, opuesta a la grosería o animalidad presente. A esta
espiritualidad siguen las otras tres propiedades: una, en cierto modo,
negativa, la incorruptibilidad, impasibilidad o inmortalidad; y otras dos
positivas: la claridad radiante de la hermosura y la energía vigorosa en la
acción y el movimiento.
Estas cualidades son:
La incorruptibilidad,
en contraposición al estado actual de sujeción a desgaste y a muerte.
La gloria o claridad, en contraposición al actual estado de vileza y
grosería, con sujeción a las más humillantes necesidades.
El poder o
agilidad, en contraposición a
la debilidad y torpeza actuales.
La espiritualidad
o sutileza, en contraposición
a la “animalidad” actual.
De estas cuatro propiedades, la principal, sin duda
alguna, que resume las tres anteriores, es la “espiritualidad,” que el Apóstol
explica y que quizá por eso dejó para la última.
No cabe duda que hablar de cuerpo-espiritual parece una
contradicción, de ahí que el Apóstol comience por ratificarse en lo dicho, como
tratando de dar a entender que sabe bien lo que dice. Entiende por cuerpo espiritual, el cuerpo que está
totalmente bajo la acción y dominio
del Espíritu, gozando de sus prerrogativas.
El cuerpo “animal,” sujeto a las leyes
de crecimiento y corrupción, es el que recibimos de Adán, nuestro primero y
común padre, hecho por Dios “alma viviente,” es decir, ser que tiene vida y
puede comunicarla Génesis 2:7 Entonces Jehová Dios
formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y
fue el hombre un ser viviente. ; el cuerpo “espiritual,” en cambio, lo
debemos a la virtud del segundo Adán, Jesucristo resucitado, hecho para
nosotros “espíritu vivificante,” que nos transmite una vida muy superior a la
que nos viene de Adán, capaz de transformar incluso nuestros cuerpos Romanos 1:4 que fue
declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la
resurrección de entre los muertos. En orden de tiempo ha sido primero el
cuerpo “animal” que el “espiritual,” ya que desde nuestro mismo nacimiento
hemos venido participando de la frágil condición del primer Adán mas,
como hemos llevado la imagen del “terreno”, llevaremos también , cuando llegue la
resurrección, la imagen del Adán “celeste” (Filipenses 2:6-7el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse,
7 sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
Juan 6:38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió), Jesucristo, entrando a
participar de su resurrección gloriosa que la uniformidad entre cabeza y miembros está pidiendo (Romanos 8:29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó
para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos.
2 Corintios 3:18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
Filipenses 3:21 el cual transformará el cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el
poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.).
Hechas estas explicaciones, el Apóstol,
como resumiendo todo lo anterior, afirma solemnemente que “la carne y la
sangre,” es decir, este cuerpo animal y corruptible que ahora tenemos (Gálatas 1:16 revelar a su Hijo en mí, para que yo le
predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre,),
no puede entrar en la eterna bienaventuranza sin sufrir una transformación en
que pierda su carácter carnal que
de hecho lleva como incluida cierta oposición a la ley divina (Romanos 8:3-8 Porque lo que era imposible para la ley, por
cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne
de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
4 para que la justicia de la ley se cumpliese
en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
5 Porque los que son de la carne piensan en las
cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
6 Porque el ocuparse de la carne es muerte,
pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
7 Por cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden;
8 y los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios.), transformación que tendrá lugar al
final de los tiempos, en la parusía, y
afectará a todos los elegidos, vivos y muertos; los unos, siendo “transformados,”
y los otros, resucitando “incorruptibles” . Pablo no mira sino a los justos, únicos también que entran aquí en su
perspectiva. De ellos afirma dos cosas: que no todos morirán, pero que todos serán transformados. Es decir, cuando llegue la parusía, los cristianos que se
encuentran viviendo sobre la tierra, al mismo tiempo que los ya muertos
resucitan incorruptibles, ellos recibirán también la necesaria transformación.
Y todo tendrá lugar en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, merced a una
potente intervención de Dios que, de ese modo, los transforma de “terrenos” en
“celestes.” No está claro si, cuando el Apóstol dice que va a declarar un
“misterio”, está refiriéndose a que “no todos morirán,” o más bien, a que
“todos serán transformados.” Más probable parece esto último, que es la
afirmación central, aunque incluyendo explícitamente el hecho de que entre los transformados habrá algunos que “no
morirán”, serán arrebatados. Al llamar a todo esto “misterio,” Pablo está
indicando que se trata de una realidad mesiánica que Dios ha tenido como
escondida y que ahora revela a sus elegidos (Efesios 3:9
y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los
siglos en Dios, que creó todas las cosas;).
En la tierra tenemos «los arcos rotos;»
en la vida por venir estará "el círculo completo.»
El cuerpo presente es un cuerpo material; el futuro será un cuerpo
espiritual. Puede que Pablo quisiera decir que aquí no somos más que vasijas e
instrumentos imperfectos para el Espíritu; pero en la vida venidera seremos
tales que el Espíritu pueda llenarnos perfectamente, como no puede ahora, y el
Espíritu nos pueda usar de veras como no le es posible ahora. Entonces podremos
ofrecer a Dios el verdadero culto, el servicio obediente y el perfecto amor que
ahora son sólo anhelo y sueño.
¡Maranatha! ¡Si,
ven Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario