1Pe 1:10 Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
1Pe 1:11 escudriñando qué persona y qué tiempo
indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de
antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.
1Pe 1:12 A éstos se les reveló que no para sí mismos,
sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los
que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo;
cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.
Aquí
tenemos otra vez un pasaje henchido de riquezas. La maravilla de la Salvación
que había de venir a la humanidad en la Persona de Jesucristo era tal que los
profetas inquirieron e indagaron acerca de ella; y hasta los ángeles estaban
ansiosos por vislumbrarla. Pocos pasajes tienen tanto que decirnos sobre cómo
escribieron los profetas y cómo eran inspirados.
(i)
Se nos dicen dos cosas de los profetas.
La primera, que inquirieron e indagaron sobre la
Salvación que iba a venir. La segunda, el
Espíritu de Cristo que estaba en ellos les habló acerca de Cristo. Aquí
tenemos la gran verdad de que la inspiración depende de dos cosas: la mente
investigadora de la persona, y el Espíritu revelador de Dios. Se solía decir a
veces que los que escribieron las Sagradas Escrituras eran como plumas en las
manos de Dios, o como flautas por las que soplaba el Espíritu o liras por las
que Se movía. Es decir: se afirmaba que no eran más que instrumentos, casi
inconscientes, en las manos de Dios. Pero este pasaje nos dice que la verdad de
Dios sólo viene al que la busca. En la 'inspiración hay un elemento humano, y
otro divino; es el producto, a la vez, de la búsqueda de la mente humana y de
la Revelación del Espíritu de Dios.
Además,
este pasaje nos dice que el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, siempre ha
estado activo en el mundo. Siempre que las personas han vislumbrado la belleza,
o han alcanzado la verdad, o han- sentido el anhelo de Dios, era por la acción
del Espíritu de Cristo. Nunca ha habido ningún momento en la historia de una
nación cuando el Espíritu Santo no estuviera moviendo a las personas a buscar a
Dios, y guiándolas para que Le encontraran. Algunas veces la gente estaba ciega
y sorda, o malentendían esa dirección; a veces no captaba más que fragmentos de
ella; pero siempre el Espíritu revelador estaba guiando a la mente buscadora.
(ii)
Este pasaje nos dice que los profetas
hablaron de los sufrimientos y de la gloria de Cristo. Pasajes tales como
el Salmo 22 e Isa_52:13-53:12 encontraron su consumación y cumplimiento en los
sufrimientos de Cristo. Pasajes tales como los Salmos 2, 16:8-11, o 110
encontraron su cumplimiento en la gloria y el triunfo de Cristo. No tenemos que
creer que los profetas tuvieron visiones del Hombre Jesús de manera anticipada.
Lo que sí previeron fue que Uno vendría un día en Quien se harían realidad y
cumplirían sus sueños y visiones.
(iii)
Este pasaje nos dice para quién hablaron
los profetas. Era el mensaje de la gloriosa liberación de Dios lo que ellos
trajeron a la humanidad. Esa era una liberación que ellos mismos no llegaron a
experimentar. A veces Dios le da una visión a una persona, pero le dice: «¡Pero
todavía no!» Llevó a Moisés a la cima del Pisga, y le mostró toda la Tierra
Prometida y le dijo: «Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá»
(Deu_34:1-4 ).
Alguien
cuenta que a la caída de la tarde había un ciego encendiendo las farolas. Iba
guiándose con el bastón de farola en farola llevando una luz que él mismo no
habría de ver. Como los profetas sabían, era un gran privilegio tener una
visión, aunque su cumplimiento fuera para otros en el futuro.
Este
pasaje nos habla, no sólo de las visiones de los profetas, sino también del
mensaje de los predicadores. Habían sido
los predicadores los que habían llevado el mensaje de Salvación a los lectores
de la carta de Pedro.
(i)
Nos dice que
predicar es anunciar la Salvación. La predicación puede cambiar
de sistema o de aspecto según los tiempos, pero fundamentalmente es la
proclamación del Evangelio, la Buena Noticia. Puede que el predicador tenga a
veces que advertir, amenazar y condenar; puede que tenga que recordarles a las
personas que hay tal cosa como el juicio y la ira de Dios; pero básicamente,
por encima de todo, su mensaje es el anuncio de la Salvación.
(ii)
Nos dice que
predicar es por medio del Espíritu Santo enviado del Cielo. El
mensaje del predicador no es algo suyo, sino que le es dado. Él presenta, no
sus propias opiniones y hasta prejuicios, sino la verdad que le ha dado el
Espíritu Santo. Como el profeta, tendrá que indagar e inquirir, que estudiar y
que aprender; pero debe fundamentalmente esperar que le llegue la dirección del
Espíritu Santo.
(iii)
Nos dice que el mensaje del predicador
es acerca de cosas que los ángeles querrían vislumbrar. Es inexcusable la
trivialidad en la predicación. No hay disculpas para presentar un mensaje
embadurnado de tierra y desamable, sin interés ni emoción. La Salvación de Dios
es una cosa tremenda.
Es
con el mensaje de Salvación y la inspiración del Espíritu de Cristo como debe
siempre presentarse el predicador.
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