1Pe 1:6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
1Pe 1:7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho
más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea
hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
1Pe 1:8 a quien amáis sin haberle visto, en quien
creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;
1Pe 1:9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la
salvación de vuestras almas.
Pedro
se sitúa en las circunstancias concretas de la vida en que se encuentran sus
lectores. Su Cristianismo los había hecho siempre impopulares, pero ahora los
acechaba una persecución más que probable. Pronto se desataría la tormenta, y
la vida se convertiría en una agonía. Ante esa situación amenazadora, Pedro les
recuerda tres razones por las que ellos podrán resistir cualquier cosa que se
les venga encima.
(i)
Pueden resistirlo todo a causa de lo que
pueden esperar. Al fin y al cabo, tienen una herencia magnífica: la vida
con Dios. De hecho, así es como interpretamos la frase en el tiempo postrero
(en kairó esjátó). Nosotros la hemos tomado en el sentido de en el momento en
que llegue a su fin el mundo tal como lo conocemos; pero en el original puede
significar cuando las cosas lleguen a lo peor. Es entonces cuando todo llegue
al límite, cuando se desplegará el poder salvador de Cristo.
En
cualquier caso, el sentido resultante es el mismo. Para el cristiano, la
persecución y la prueba no son el final; más allá se encuentra la gloria y en
la esperanza de esa gloria se puede sufrir todo lo que la vida nos depare. A
veces sucede que una persona tiene que sufrir una grave operación o curso de
tratamiento; pero acepta el dolor o las molestias porque espera recuperar una
salud y unas fuerzas renovadas que la esperan al otro lado. Es uno de los hechos
fundamentales de la vida que lo que se puede sufrir está en función de lo que
espera -y el cristiano espera un gozo indescriptible.
(ii)
Se puede soportar cualquier cosa que le
sobrevenga a uno si se tiene en cuenta que la aflicción es realmente una
prueba. Para purificar al oro, hay que someterlo al fuego. Las pruebas que
le sobrevienen a una persona prueban su fe, que sale de ellas más fuerte de lo
que era antes. Los rigores que un atleta tiene que soportar no pretenden
colapsarle, sino capacitarle para desarrollar más fuerza y habilidad. Las
pruebas de este mundo no están diseñadas para agotar nuestra resistencia, sino
para incrementarla.
En
relación con esto hay una cosa sumamente sugestiva en el lenguaje que usa
Pedro. Dice que el cristiano, de momento puede que tenga que sufrir diversos
tipos de pruebas. En griego dice poikilos, que quiere decir literalmente de
muchos colores. Pedro usa esta palabra solamente otra vez, y es para describir
la gracia de Dios (1Pe_4:10). Nuestras adversidades puede que tengan muchos
colores, pero también la gracia de Dios; no hay color en la situación humana
con el que la gracia de Dios no pueda hacer juego. Hay una gracia que le va a
cada prueba, y no hay prueba a la que no le corresponda alguna gracia.
(iii)
Pueden soportarlo todo porque, al acabar todo, cuando aparezca Jesucristo,
recibirán de Él alabanza y gloria y honor. Una y otra vez en la vida hacemos un
esfuerzo supremo no para que nos lo paguen ni recompensen, sino para ver la luz
en los ojos de alguien y escuchar sus palabras de aprecio. Estas valen más que
nada en el mundo. El cristiano sabe que, si resiste la prueba, Le oirá decir al
Maestro: " ¡Bien hecho!»
Esta
es la receta para resistir cuando la vida y la fe se ponen difíciles. Podemos
aguantar lo que sea por la grandeza que esperamos, porque cada adversidad es
otra prueba para fortalecer y purificar nuestra fe, y porque al final de todo
Jesucristo está esperando decir a todos Sus siervos fieles: "¡Bien hecho!»
Pedro
está trazando un contraste implícito entre él mismo y sus lectores. Él había
tenido el privilegio inapreciable de conocer a Jesús en Su vida en la Tierra.
Sus lectores no habían tenido ese gozo; pero, a pesar de eso, Le amaban; y
aunque no Le veían con los ojos de la cara, creían en Él. Y esa fe les producía
un gozo que trascendía la expresión y que estaba revestido de gloria, porque
aun aquí y ahora les aseguraba el bienestar definitivo de sus almas.
Las
cuatro etapas en la aprehensión de Cristo por nosotros.
(i)
La primera es una etapa de esperanza y
anhelo, la etapa de los que soñaron con la venida del Rey en todas las edades.
Como Jesús mismo les dijo a Sus
discípulos: «Muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros estáis
viendo, pero no lo vieron» (Luc_10:23 s). Hubo días de un anhelo y una
expectación que no se habían realizado.
(ii)
La segunda etapa fue la de aquellos que conocieron
a Jesús en Su vida terrenal. Eso es lo que tiene en mente Pedro aquí. Eso
era lo que estaba pensando cuando le dijo a Comelio: «Nosotros somos testigos
de todo lo que Él hizo, tanto en el país de los judíos como en Jerusalén» (Hch_10:39
). Hubo algunos que convivieron con Jesús, y de cuyo testimonio dependemos para
saber cómo era y qué hizo.
(iii)
Hay personas en todas las naciones y en
todos los tiempos que ven a Jesús con los ojos de la fe. Jesús le dijo a
Tomás: "¿Has creído porque Me has visto? ¡Benditos los que no han visto, y
sin embargo creen!» (Jn_20:29 ). Esta manera de ver a Jesús es posible
solamente porque Él no es simplemente alguien que vivió y murió y ahora no es
más que el protagonista de un libro; sino que es Alguien que vivió y murió y
resucitó y vive para siempre. Se ha dicho que «ninguno de los apóstoles se
acordaba nunca de Cristo.» Es decir: Jesús no es sólo un recuerdo; es una Persona Que conocemos.
(iv)
Está la visión beatífica. Pedro estaba seguro de que Le vería como Él es (1Jn_3:2
). «Ahora dice Pablo- vemos borrosamente como en un espejo; pero entonces, cara
a cara» (1Co_13:12 ). Si la mirada de fe
permanece, día llegará en que Le veamos cara a cara, y Le conozcamos como Él
nos conoce.
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