1Pe 1:17 Y si
invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de
cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;
1Pe 1:18 sabiendo que
fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
1Pe 1:19 sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
1Pe 1:20 ya destinado
desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros
tiempos por amor de vosotros,
1Pe 1:21 y mediante
el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria,
para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
1Pe 1:22 Habiendo
purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu,
para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de
corazón puro;
1Pe 1:23 siendo
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de
Dios que vive y permanece para siempre.
1Pe 1:24 Porque:
Toda carne es como
hierba,
Y toda la gloria del
hombre como flor de la hierba.
La hierba se seca, y
la flor se cae;
1Pe 1:25 Mas la palabra
del Señor permanece para siempre.
Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido
anunciada.
Aquí la expresión "En temor" no es
el temor del esclavo a su amo insensible sino el respeto de un creyente a su
Dios todopoderoso. Ya que Dios es el juez de toda la tierra no debemos pasarlo
por alto ni tratarlo con indiferencia, ni suponer que nuestra posición
privilegiada como hijos de Dios nos da la libertad de hacer lo que queramos. No
debemos ser hijos mimados sino hijos agradecidos y respetuosos a nuestro Padre
celestial.
Un
esclavo era "redimido" cuando alguien pagaba el dinero para comprar su
libertad. Dios pagó por nuestro rescate para librarnos de la tiranía del
pecado, no con dinero sino con la sangre preciosa de su propio Hijo Jesucristo
(Rom_6:6-7; 1Co_6:20; Col_2:13-14; Heb_9:12). No podemos escapar del pecado por
nuestros propios medios; solamente la vida del Hijo de Dios puede librarnos.
Otro motivo del temor reverencial y vigilante de
desagradar a Dios, es la consideración del alto precio de nuestra redención del
pecado. Nótese que somos nosotros, no el cielo, los que somos comprados con la
sangre de Cristo. No se díce en las escrituras que la sangre de Cristo compre
el cielo para nosotros; el cielo es la “herencia” que nos es dada a nosotros
como hijos de Dios. redimidos—Siendo el oro y la plata en sí mismos aptos para
la corrupción “el oro que perece, a nadie pueden librar de la muerte espiritual
y corporal; son pues de demasiado poco valor.
Los israelitas eran rescatados por medio siclo
cada uno (Exo_30:12-16 : Num_3:44-51), que se destinaba para la compra del
cordero para el sacrificio diario. Pero el Cordero que redime a los israelitas
espirituales lo hace “sin dinero y sin precio”. Entregada por el pecado a la
justicia de Dios, la Iglesia de los primogénitos es redimida del pecado y de la
maldición por la preciosa sangre de Cristo (Mat_20:28; 1Ti_2:6; Tit_2:14; Apoc_5:9).
El
orden griego es: “Con preciosa sangre, como de un cordero sin mancha (en sí) y
sin contaminación (contraída por el contacto con otros), (la misma sangre) de
Cristo”. Aunque fue verdadero hombre, quedó puro en sí mismo (“sin mancha”), y
sin ser infectado por impresión alguna del pecado desde afuera (“sin
contaminación”), lo que le hubiera hecho inepto para ser nuestro Redentor
propiciador: así el cordero pascual, y toda víctima para el sacrificio, así
también, la Iglesia, la Esposa, por su unión con él. Como la redención de
Israel del poder de Egipto requirió la sangre del cordero pascual, así nuestra
redención del pecado y de la maldición requirió la sangre de Cristo; “preordinado”
él desde la eternidad, así como el cordero pascual era elegido anticipadamente
en el día diez del mes. En todos estos textos está la idea de la sustitución,
la entrega de uno por otro por vía de rescate o de equivalente. El hombre “está
vendido bajo pecado” como esclavo: encerrado bajo la condenación de la
maldición. El rescate fue, pues, pagado al Juez, justamente airado, y fue
aceptado por Dios como satisfacción vicaria por nuestro pecado, por cuanto fue
su amor tanto como su justicia lo que lo predeterminó. Un israelita vendido
esclavo por deuda podía ser redimido por uno de sus hermanos. Como pues, no
podíamos rescatarnos a nosotros mismos, Cristo asumió nuestra naturaleza a fin
de hacerse nuestro pariente más cercano y hermano, y ser así nuestro Sustito o
Redentor. La santidad es el fruto natural de la redención de “nuestra vana
conversación”; porque aquel por el cual somos redimidos es el mismo para el
cual somos redimidos. “Sin la justa abolición de la maldición, o no podría
haber liberación, o—cosa imposible—la gracia de Dios y su justicia deberían hallarse
en conflicto”; mas ahora, Cristo habiendo llevado la maldición de nuestro
pecado, liberta de ella a los que son hechos hijos de Dios por su Espíritu.
Vana—autoengañadora,
irreal, y sin provecho: que promete el bien que no produce. la conducta de los
gentiles, Hch_14:15; Rom_1:21; Efs_4:17; la de los filósofos humanos, 1Co_3:20;
la de los judíos desobedientes, Jer_4:14. Conversación, comportamiento. Para
saber lo que el pecado es, debemos saber lo que costó. de nuestros padres—las
tradiciones judaicas. “La piedad humana es una vana blasfemia, y el mayor
pecado que puede el hombre cometer” [Lutero].
El
sacrificio de Cristo por nuestros pecados no fue una reflexión tardía, ni algo
que Dios decidió hacer cuando el mundo estaba fuera de control. Ese plan lo
estableció el omnisciente y eterno Dios antes que fuera creado el mundo. La
preordinación eternal hecha por Dios, del sacrificio redentor de Cristo, y el
completamiento del mismo “en estos postrimeros tiempos por amor de nosotros”,
constituyen otra obligación que se nos impone de mantener una conducta santa,
considerando cuán grandes cosas se han hecho así para nosotros. El lenguaje de
Pedro en la historia corresponde al de aquí (Hch_2:23), una coincidencia
impensada y marca de la genuinidad. La redención no fue una consideración
tardía, ni remedio de un mal imprevisto, ideado al momento de su aparición. La
preordinación del Redentor por Dios refuta la calumnia de que, sobre la teoría
cristiana, hubo un período de 4.000 años de nada, salvo un Dios airado. Dios
nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo. Manifestado en su
encarnación, en la plenitud del tiempo. Existió desde la eternidad antes que
fuese manifestado en los postrimeros tiempos—1Co_10:11 : “los fines de los
siglos”. Esta última dispensación, compuesta de “tiempos” marcados por grandes
cambios, pero reteniendo una unidad general, se extiende desde la ascensión de
Cristo hasta su venida para juzgar. Qué bendición debió haber sido para los
creyentes judíos enterarse de que la venida de Cristo y su obra de salvación
fueron planeadas por Dios mucho antes de que comenzara el mundo. Eso les dio la
seguridad de que la ley no fue descartada porque no dio resultados, sino porque
tanto la ley como la venida de Cristo eran parte del plan eterno de Dios.
“La fe que es por (medio de) él”. Hch_3:16.
Por Cristo, por medio de su Espíritu, que tenemos en su resurrección y
ascensión, que nos capacíta para creer. Este versículo excluye a todos los que
no “por él creen en (eis con el acusativo) Dios”, incluye a todos los que de
toda edad y de todo clima creen en Dios, “son creyentes en Dios”. Creer en Dios
expresa una confianza íntima: “creyendo para amar a Dios, entrar en él,
asiéndose de él, incorporados en sus miembros. Por esta fe el impío es
justificado, de modo que de aquí en adelante la fe misma empieza a obrar en
amor”. Creer sobre (Gr. epí, o el locativo) Dios, expresa la confianza que se
fundamenta en Dios, que reposa sobre él. “La fe en (Griego, “en” con el
locativo) su sangre” (Rom_3:25), denota que su sangre es el elemento en que la
fe tiene su lugar propio y permanente. Comparamos con esto, Hch_20:21 : “el
arrepentimiento para con (eis con el acusativo) Dios y la fe hacia (eis con el
acusativo) Cristo”: donde hay un solo artículo para determinar ambos
sustantivos, arrepentimiento y fe, lo que los une inseparablemente formando una
sola verdad; donde hay arrepentimiento,
allí hay fe; cuando uno conoce a Dios el Padre espiritualmente, entonces
debe conocer al Hijo, por el cual solo podemos llegar al Padre. En Cristo
tenemos vida: si no tenemos la doctrina de Cristo, no tenemos a Dios. El único camino
vivo a Dios es por Cristo y su sacrificio, el cual lo resucitó.
La resurrección de Jesús
por Dios es el fundamento especial de nuestro “creer:”
(1) porque por ella Dios declaró abiertamente
su aceptación de su Hijo como nuestro sustituto.
(2) porque por ella y su glorificación él ha
recibido poder, es decir, el Espíritu Santo, para impartir “fe” a sus elegidos:
el mismo poder que nos faculta para creer en aquel que lo resucitó. Nuestra fe
no debe ser sólo en Cristo, sino también por Cristo y por medio de Cristo.
“Puesto que en la resurrección de Cristo y en su consiguiente dominio está
fundada nuestra seguridad, allí la fe y la esperanza encuentran su apoyo”.
[Calvino] para que vuestra fe y
esperanza sea en Dios—el objeto y el efecto de la resurrección de Cristo por
Dios.
Declara
Pedro lo que fue en efecto el resultado y hecho, no es una exhortación, salvo
sólo de manera indirecta. Vuestra fe surge de la resurrección; vuestra esperanza,
del hecho de que Dios “le ha dado gloria”. Acordaos de que Dios levantó y
glorificó a Jesús para el ancla de vuestra fe y esperanza en Dios, y conservad
vivas así estas gracias. Aparte de Cristo ni hubiéramos podido sino tener miedo
y no creer ni esperar en Dios.
La
fe purifica el corazón dándole el único motivo puro, el amor a Dios (Hch_15:9.
Rom_1:5), “obediencia a la fe” por el
Espíritu—frase omitida de los manuscritos más antiguos. El Espíritu Santo es el
Purificador al impartir la obediencia de la fe (1Co_12:3) en amor—Griego, “para
amor”, el resultado propio de la purificación de vuestros corazones por la fe.
“¿A qué fin debemos llevar una vida pura? ¿Para así ser salvados? No: sino para
esto: para poder servir a nuestro prójimo” [Lutero]. Caridad (amor)
hermanable—Griego, “filadelfia”, amor fraterno. Es distinto del amor común. “El cristiano ama
primero a los que están en Cristo: y luego a todos los que pueden estarlo, es
decir, a todos los hombres, así como Cristo, hombre, murió por todos, y así
espera que todos lleguen a ser sus hermanos cristianos.”
El “amor fraternal” es precedido por las
gracias purificaderas, o sea, “fe, conocimiento y piedad”, etc. El amor a los
hermanos es la evidencia de nuestra regeneración y justificación por la fe sin fingimiento, “dejando, fingimientos sin engaño”.
Amaos unos a otros—Cuando la purificación por fe para el amor de los hermanos
ha formado el hábito, entonces siguen los actos, de modo que el amor es a la
vez hábito y hecho entrañablemente.
La fraternidad cristiana surge de nuestro
nuevo nacimiento de una simiente imperecedera, la palabra permanente de Dios.
Esta es la consideración aquí puntualizada para llevarnos a practicar el amor
fraternal. Como la relación natural da origen al afecto natural, así la
relación espiritual da origen al amor espiritual y por tanto permanente, así
como la semilla de que nace es permanente, y no transitoria como lo son las
cosas terrenales.
“La
palabra de Dios” no es el material del nuevo nacimiento espiritual, sino el
medio. Por
medio de la palabra el hombre recibe la incorruptible simiente del Espíritu
Santo, y así viene a ser “renacido”: Jn_3:3-5, “nacido de agua y del Espíritu”; habiendo una sola
preposición griega con los dos sustantivos, se enseña la íntima conexión del
signo y la gracia, o sea el nuevo nacimiento significado. La Palabra es el
instrumento remoto y anterior: el bautismo, el instrumento próximo y
sacramental. La palabra es el instrumento en relación con el individuo; el
bautismo, en relación con la iglesia como sociedad (Stg_1:18). Nacemos de nuevo del Espíritu, pero no
sin el uso de medios, sino por la
palabra de Dios. La palabra no es el principio engendrador mismo, sino sólo
aquello por lo cual éste obra: el vehículo del misterioso poder germinante que
vive y permanece para siempre. Es porque el Espíritu de Dios la acompaña, que
la palabra lleva en sí el germen de la vida. Los así renacidos viven y
permanecen para siempre, en contraste con los que siembran para la carne. “El
evangelio lleva fruto incorruptible, no obras muertas, porque es en sí
incorruptible”
Porque aun cuando la voz y el habla se
desvanecen, el corazón queda aún, la verdad comprendida en la voz. Ella se
arraiga en el corazón, y es viviente; sí, y es Dios mismo. A Moisés dice
(Exo_4:12): “Yo seré en tu boca” [Lutero]. “El evangelio nunca dejará de ser,
aunque su ministerio cesará” [Calvino]. La permanente gloria de la resurrección
siempre está relacionada con nuestra resurrección por el Espíritu. La regeneración,
que principia con la renovación del alma del hombre, en la resurrección se
efectúa en el cuerpo, y luego en toda la naturaleza.
La
prueba textual de que la palabra de Dios vive para siempre, en contraste con la
debilidad del hombre. Si nacierais de nuevo de la carne, de simiente
corruptible, pereceríais también de nuevo “como la hierba”; pero dado que
aquella de la cual habéis recibido la vida permanece eternamente, así también
ella os hará eternos. Isa 40:6 Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué
tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor
del campo.
Isa 40:7 La hierba se seca, y
la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como
hierba es el pueblo.
Isa 40:8 Sécase la hierba,
marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre
Pedro
encuentra tres características de la vida llena de Cristo, y razones impulsoras
para cada una de ellas.
(i)
La vida llena de Cristo es una vida de
obediencia y de santidad. El ser escogidos de Dios es entrar, no sólo en un
gran privilegio, sino también en una gran responsabilidad. Pedro recuerda el
antiguo mandamiento que estaba a la base de toda la religión hebrea. Dios
insistía en que Su pueblo fuera santo, porque Él es santo (Lev_11:44 ; Lev_19:2
; Lev_20:7; Lev_20:26 ). La palabra para santo es haguios, y el sentido de la
raíz es diferente porque pertenece a Dios. En este sentido, el templo y el
sábado eran santos, y los cristianos son santos porque son diferentes de todos
los demás porque pertenecen a Dios, Que es el único Santo por antonomasia. Un
cristiano es una persona que pertenece a Dios, porque Dios la ha elegido para
una labor en el mundo y para un destino en la eternidad. Ha sido elegido para
vivir para Dios en el tiempo, y con Él en la eternidad. En el mundo tiene que
obedecer Sus leyes y reproducir Su vida. Al cristiano se le encomienda la tarea de ser diferente.
(ii)
La vida llena de Cristo es una vida de
reverencia (versículos 17-21). La reverencia es la actitud mental de la
persona que es consciente de estar en la presencia de Dios. En estos cinco
versículos, Pedro escoge tres razones para esta reverencia:
(a)
El cristiano es un forastero en este
mundo. Vive su vida a la sombra de la eternidad; tiene en mente siempre, no
sólo dónde está, sino también a dónde se dirige.
(b)
Va a Dios; cierto: puede llamar Padre a
Dios, pero ese mismo Dios al Que llama Padre es también el Que juzga a todas
las personas con estricta imparcialidad. El cristiano es una persona que
tendrá que rendir cuentas. Tiene un destino que ganar o perder. La vida en este
mundo adquiere una importancia tremenda porque conduce a la del más allá.
(c)
El cristiano debe vivir con reverencia
su vida porque costó muy cara, nada menor que la vida y la muerte de
Jesucristo. Entonces, como la vida tiene un valor tan incalculable, no se
puede perder o desperdiciar. Ninguna persona respetable malgasta lo que tiene
un infinito valor humano.
(iii)
La vida llena de Cristo es una vida de
amor fraternal. Debe manifestarse en un amor a los hermanos que es sincero,
cordial y firme. El cristiano es una persona que ha nacido de nuevo, no de
simiente mortal, sino inmortal. Eso puede que quiera decir una de dos cosas.
Puede querer decir que el que el cristiano sea hecho de nuevo no se debe a
intervención humana, sino a la de Dios, lo que es otra manera de decir lo que
Juan dijo al hablar de " los que son nacidos, no de sangre, ni de voluntad
de varón, sino de Dios» (Jn_1:13 ). O, más probablemente, quiere decir que el
cristiano es hecho de nuevo al penetrar en él la semilla de la Palabra de Dios;
y la representación es la de la Parábola del Sembrador (Mat_13:1-9 ). Lo
tomemos como lo tomemos, el sentido es que el cristiano es una persona hecha de
nuevo. Porque ha nacido de nuevo, la vida de Dios está en él. La característica
suprema de la vida de Dios es el amor, así es que el cristiano tiene que
mostrar a los demás ese amor divino.
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