Santiago 1:22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores,
engañándoos a vosotros mismos.
Si
oyéramos un sermón cada día de la semana y un ángel del cielo fuera el
predicador, no nos llevaría nunca al cielo si nos apoyáramos solamente en el oír.
Los que son solo oidores se engañan a sí mismos; y el engaño de sí mismo será
hallado, al final, como el peor engaño. Si nos halagamos a nosotros mismos es
nuestra propia falta. La verdad no halaga a nadie, tal como está en Jesús. La
palabra de verdad debe ser cuidadosamente escuchada con atención, y expondrá
ante nosotros la corrupción de nuestra naturaleza, los desórdenes de nuestros
corazones y de nuestra vida; nos dirá claramente lo que somos, nos advierte que
quitemos todo lo que anda mal en nuestra vida y que recibamos "con
mansedumbre" el mensaje de salvación que hemos recibido, porque solo ella
puede salvarnos.
Nuestros pecados son las manchas que la ley
deja al descubierto; la sangre de Cristo es el lavamiento que enseña el
evangelio, pero oímos en vano la palabra de Dios y en vano miramos el espejo
del evangelio si nos vamos y olvidamos nuestras manchas en lugar de sacarlas
lavándolas en la sangre de Cristo para ser borradas para siempre, y olvidamos
nuestro remedio en lugar de recurrir a este. Eso pasa con los que no oyen la
palabra como debieran.
Al oír la palabra miramos dentro de ella en busca
de consejo y guía, y cuando la estudiamos, se vuelve nuestra vida espiritual. Es
muy importante saber lo que la Palabra de Dios dice, pero es mucho más
importante obedecerla. La eficacia de nuestro tiempo de estudio bíblico
puede medirse por el efecto que tiene en nuestra conducta y nuestras actitudes.
El fiel retrato del alma del hombre en la Escritura es la prueba más fuerte de
la verdad de la misma. En ella, también, vemos reflejada la gloria de Dios, tan
bien como vemos nuestra vileza natural.
¿Ponemos
en práctica lo que hemos estudiado?
Al
mantenernos en la ley y la palabra de Dios somos y seremos bendecidos en todos nuestros
caminos. Nuestra recompensa de gracia en el más allá estará relacionada con nuestra
paz y consuelo presente. La salvación no viene de utilizar métodos humanos,
sino de la humilde y amable aceptación de la palabra implantada, que Dios ha hecho que arraigue en el
corazón, en la mente.
La salvación induce al servicio. Es engañoso
creer que el interés de Dios en que la gente asista a la iglesia es meramente
que escuchen la Palabra, en lugar de experimentar una transformación de sus
vidas que se traduzca en ministerio.
Aquel que solamente
escucha la palabra, rápidamente
la olvida; sólo aquel que actúa según la palabra será bienaventurado en lo que hace. La Palabra de Dios es la perfecta ley, la de la libertad. No
nos somete a las ataduras del legalismo, sino que nos libera para que guardemos
sus preceptos por compulsión interna.
Cada
parte de la revelación divina tiene su uso, llevando al pecador a Cristo para
salvación, y guiándole y exhortándole a andar en libertad por el Espíritu de
adopción, conforme a los santos mandamientos de Dios. El
hombre no es bendecido por sus obras, sino en su obra, la obra de
Dios. No es hablar sino andar lo que nos llevará al cielo. Cristo se volverá
más precioso para el alma del creyente, que por Su gracia, se volverá más
idónea para la herencia de los santos en luz.
Gloria
a Dios por su obra iniciada en cada uno de nosotros.